/ domingo 20 de septiembre de 2020

El populismo opaca el brillo de la democracia

Con el surgimiento de líderes carismáticos capaces de hacer llamados atractivos a los oídos de los electores, compuestos por una narrativa persistente propagando promesas descabelladas carentes de estrategias realistas, la era moderna enfrenta un desafío enorme ante el debilitamiento de los cimientos de la democracia que se manifiesta en el sofocamiento de instituciones, el desdén a la vigencia de la ley y el debilitamiento del Estado de Derecho, cuya vigencia genera sociedades con fuerte desarrollo democrático, en franco avance para beneficio de los ciudadanos de sus países.

No es imposible que el populismo llegue a seducir sociedades enteras y a corroer instituciones fuertes y gobiernos democráticos sobre todo cuando se instaura en el ánimo colectivo, esa idea errónea y casi fantasmal de que el pueblo como una masa unificada es capaz de pensar y actuar en una sola dirección, cuando en realidad se trata de imponer la voluntad caprichosa de un gobernante.

Umberto Eco no se equivocó al escribir que el pueblo como expresión de una única voluntad y de unos sentimientos iguales entre los ciudadanos como una fuerza casi natural que encarna la moral y la historia, simplemente no existe. Esa idea fundamental que propaga el populismo es la que ha acarreado grandes tropiezos a democracias incipientes en América Latina que anhelan la ruta de progreso en todos los ámbitos.

La gran paradoja de la democracia frente al populismo, es que éste apela al pueblo para crear una fantasía mediante supuestos consensos o sondeos que disfrazan una falsa voluntad popular para imponer a capricho decisiones personales de los gobernantes. Un ejemplo de ello es “la consulta popular” que emprende el presidente de México para enjuiciar a exmandatarios cuando él y su equipo saben de antemano la improcedencia Constitucional de la misma, debido a que existen leyes aplicables para llevar ante los tribunales a cualquier ciudadano en caso de la comisión de actos al margen de la ley que sean constitutivos de delito, y además, lo cual corresponde al Ministerio Público probar los hechos ante la autoridad judicial. La petición del titular del Ejecutivo al Senado de que la consulta se empate con el día de las elecciones en el 2021 denota el espíritu electoral que motiva a la propuesta, porque contraviene lo establecido en la Constitución, en la cual se señala que la consulta popular, una vez autorizada la pregunta respectiva por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, debe realizarse en una fecha distinta a la del día de los comicios.

Son diversas lecturas las que nos pueden acercar a la idea de lo que significa el populismo en tiempos recientes. Otro ejemplo en el ámbito de la literatura es “La llamada de la tribu” de Mario Vargas Llosa, que mediante una autobiografía intelectual, destaca las ideas más relevantes de pensadores liberales como Albert Camus, Adam Smith, José Ortega y Gasset y otros que le ayudaron a desarrollar el desencanto de políticas dictatoriales que reducían la libertad de los ciudadanos frente a su destino con el que se convertían en una masa unificada a capricho de los gobernantes, sin percibirlo.

México tiene ahora al frente de su gobierno a un mandatario que apela a la supuesta voluntad popular para ejercer políticas públicas que pasan por encima de los mecanismos institucionales para proporcionar garantías de Estado a los ciudadanos. En el ámbito de la salud, la educación y la seguridad como aspectos prioritarios, los ciudadanos han sido sin darse cuenta asediados por una retórica simplista que tiene el propósito de sumergirlos a una política clientelar.

Uno de los principios fundamentales de la doctrina liberal es que todos los ciudadanos tenemos ideas diferentes, cuya individualidad no confronta la ley ni tiene aspiraciones anarquistas. El Estado de Derecho es posible cuando se ejercen los mecanismos legales, cuando los frenos y contrapesos del poder funcionan en un esquema de consenso, cuando los ciudadanos aportan sus aptitudes para el desarrollo de sus comunidades y sus pueblos, pero sobre todo, cuando hay un gobierno capaz de gobernar para beneficiar a todos.

Como refiere Umberto Eco: “El populista identifica sus proyectos con la voluntad del pueblo y luego, si tiene éxito (y muchas veces lo tiene) transforma en ese pueblo inventado, fascinado por una imagen virtual con la que acaban identificándose.”

Los ciudadanos mexicanos no queremos identificarnos como una masa amorfa, homogénea. Lo que más nos conviene es estar bajo el mando de un gobierno plural, abierto, respetuoso del Estado de Derecho, que acate -por ser tan importantes y necesarios- los límites constitucionales al ejercicio del poder, para transitar y consolidar la ruta de la democracia.

Como dijo Octavio Paz: Sin libertad, la democracia es despotismo; sin democracia la libertad es una quimera.

Con el surgimiento de líderes carismáticos capaces de hacer llamados atractivos a los oídos de los electores, compuestos por una narrativa persistente propagando promesas descabelladas carentes de estrategias realistas, la era moderna enfrenta un desafío enorme ante el debilitamiento de los cimientos de la democracia que se manifiesta en el sofocamiento de instituciones, el desdén a la vigencia de la ley y el debilitamiento del Estado de Derecho, cuya vigencia genera sociedades con fuerte desarrollo democrático, en franco avance para beneficio de los ciudadanos de sus países.

No es imposible que el populismo llegue a seducir sociedades enteras y a corroer instituciones fuertes y gobiernos democráticos sobre todo cuando se instaura en el ánimo colectivo, esa idea errónea y casi fantasmal de que el pueblo como una masa unificada es capaz de pensar y actuar en una sola dirección, cuando en realidad se trata de imponer la voluntad caprichosa de un gobernante.

Umberto Eco no se equivocó al escribir que el pueblo como expresión de una única voluntad y de unos sentimientos iguales entre los ciudadanos como una fuerza casi natural que encarna la moral y la historia, simplemente no existe. Esa idea fundamental que propaga el populismo es la que ha acarreado grandes tropiezos a democracias incipientes en América Latina que anhelan la ruta de progreso en todos los ámbitos.

La gran paradoja de la democracia frente al populismo, es que éste apela al pueblo para crear una fantasía mediante supuestos consensos o sondeos que disfrazan una falsa voluntad popular para imponer a capricho decisiones personales de los gobernantes. Un ejemplo de ello es “la consulta popular” que emprende el presidente de México para enjuiciar a exmandatarios cuando él y su equipo saben de antemano la improcedencia Constitucional de la misma, debido a que existen leyes aplicables para llevar ante los tribunales a cualquier ciudadano en caso de la comisión de actos al margen de la ley que sean constitutivos de delito, y además, lo cual corresponde al Ministerio Público probar los hechos ante la autoridad judicial. La petición del titular del Ejecutivo al Senado de que la consulta se empate con el día de las elecciones en el 2021 denota el espíritu electoral que motiva a la propuesta, porque contraviene lo establecido en la Constitución, en la cual se señala que la consulta popular, una vez autorizada la pregunta respectiva por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, debe realizarse en una fecha distinta a la del día de los comicios.

Son diversas lecturas las que nos pueden acercar a la idea de lo que significa el populismo en tiempos recientes. Otro ejemplo en el ámbito de la literatura es “La llamada de la tribu” de Mario Vargas Llosa, que mediante una autobiografía intelectual, destaca las ideas más relevantes de pensadores liberales como Albert Camus, Adam Smith, José Ortega y Gasset y otros que le ayudaron a desarrollar el desencanto de políticas dictatoriales que reducían la libertad de los ciudadanos frente a su destino con el que se convertían en una masa unificada a capricho de los gobernantes, sin percibirlo.

México tiene ahora al frente de su gobierno a un mandatario que apela a la supuesta voluntad popular para ejercer políticas públicas que pasan por encima de los mecanismos institucionales para proporcionar garantías de Estado a los ciudadanos. En el ámbito de la salud, la educación y la seguridad como aspectos prioritarios, los ciudadanos han sido sin darse cuenta asediados por una retórica simplista que tiene el propósito de sumergirlos a una política clientelar.

Uno de los principios fundamentales de la doctrina liberal es que todos los ciudadanos tenemos ideas diferentes, cuya individualidad no confronta la ley ni tiene aspiraciones anarquistas. El Estado de Derecho es posible cuando se ejercen los mecanismos legales, cuando los frenos y contrapesos del poder funcionan en un esquema de consenso, cuando los ciudadanos aportan sus aptitudes para el desarrollo de sus comunidades y sus pueblos, pero sobre todo, cuando hay un gobierno capaz de gobernar para beneficiar a todos.

Como refiere Umberto Eco: “El populista identifica sus proyectos con la voluntad del pueblo y luego, si tiene éxito (y muchas veces lo tiene) transforma en ese pueblo inventado, fascinado por una imagen virtual con la que acaban identificándose.”

Los ciudadanos mexicanos no queremos identificarnos como una masa amorfa, homogénea. Lo que más nos conviene es estar bajo el mando de un gobierno plural, abierto, respetuoso del Estado de Derecho, que acate -por ser tan importantes y necesarios- los límites constitucionales al ejercicio del poder, para transitar y consolidar la ruta de la democracia.

Como dijo Octavio Paz: Sin libertad, la democracia es despotismo; sin democracia la libertad es una quimera.