/ domingo 3 de enero de 2021

El presidente 47 de EE.UU. y el gobierno mexicano

Joseph Biden jurará como el presidente número 47 de Estados Unidos dentro de 17 días.

Es previsible que la relación del gobierno estadounidense con nuestro país se modifique de manera sustancial en temas relevantes como la manera de abordar el complejo fenómeno de la migración, la cooperación en materia de seguridad, la implementación del nuevo Tratado Comercial de América del Norte (el TMEC), la manera que ambos gobiernos asuman su posición en la generación de energías limpias, además de la suma de esfuerzos que ambos gobiernos deben impulsar con el resto del mundo para mitigar los terribles estragos que está causando el Covid-19.

Diversos análisis de medios nacionales y extranjeros consideran que el arribo a la Casa Blanca de Joe Biden modificará los canales, las formas y la intensidad de la comunicación del nuevo mandatario con el gobierno mexicano; destacan politólogos, académicos y comunicadores que el presidente de México tendrá que asumir una postura más activa en la agenda migratoria.

Ante las tensiones que genera una de las relaciones migratorias más difíciles del orbe, el actual régimen mexicano ha preferido “no entrar en controversias” ante la actitud agresiva y constante en contra los migrantes mexicanos por parte de Donald Trump, quien desde la Presidencia promovió la construcción de un muro fronterizo en momentos en los que el mundo se globaliza, las fronteras se desdibujan y se promueve la integración para afrontar los retos de la actualidad.

Al principal inquilino de Palacio Nacional le adjudican posturas blandas ante los ataques constantes del aún gobernante norteamericano en contra de los derechos de más de 20 millones de migrantes mexicanos.

A diferencia de la actual circunstancia, en anteriores ocasiones los mandatarios mexicanos -una vez concluido el proceso electivo- han sido de los primeros países en emitir un mensaje de reconocimiento al pueblo de Estados Unidos por el buen funcionamiento de su sistema electoral, lo que es considerada una nota diplomática natural, respetuosa, cordial.

El argumento esgrimido para no enviar el mensaje de manera oportuna ha sido calificado por analistas internacionales como débil, más aún cuando otros líderes de países de América han elogiaron puntualmente el triunfo del candidato demócrata.

Otro tema ineludible es la atención eficaz a la pandemia que nos azota, la necesaria cooperación que debe darse entre ambos gobiernos a un problema común. México transita la emergencia sanitaria con duras críticas sobre el manejo sanitario, debido a la escalofriante acumulación de más de 125 mil fallecimientos.

Es evidente la nula disposición que han mostrado las autoridades sanitarias mexicanas para escuchar y considerar las sugerencias de los expertos de la salud y la ciencia, en tanto que Joe Biden ha mostrado una notable preocupación por la emergencia sanitaria trabajando con apoyo de expertos en salud para frenar la pandemia.

Ha enfocado su narrativa en que, una vez controlada la emergencia desde la perspectiva científica, la recuperación económica de EE.UU. será inminente, la cual impactaría positivamente en nuestro país gracias a la multiplicidad de relaciones comerciales, financieras, empresariales, sociales, culturales, una dinámica fronteriza especial y los múltiples acuerdos conjuntos entre ambas naciones.

Una diferencia que parece menor, pero no lo es, entre el titular del ejecutivo mexicano y el inminente jefe de Estado de los Estados Unidos de América, es el uso de la mascarilla (cubrebocas), asunto con implicaciones en el manejo sanitario que conlleva.

El demócrata declaró recientemente que usar mascarilla no es una declaración política sino un deber patriótico. En tanto que el presidente de México en reiteradas ocasiones se ha negado a usarla. Nadie tiene derecho a soslayar -y menos quienes están en la cúspide de las decisiones- que la emergencia sanitaria está en el foco de la atención mundial, porque de su manejo adecuado depende salvar miles de vidas humanas, además de que la estrategia que se asuma para frenarla dejara huella para que en “la realidad post pandemia” el mundo defina nuevos reacomodos geopolíticos, al igual que la fortaleza y debilidad de sus liderazgos.

Por lo visto los funcionarios mexicanos tendrán que modificar la postura que han venido asumiendo en los últimos dos años ante el gobierno de la potencia mundial; Biden, a diferencia de Trump, sostiene que su política internacional estará basada en la cooperación, la construcción de acuerdos plasmados en mecanismos bilaterales y multilaterales, en los que todos los participantes asuman responsabilidades y beneficios, hecho con implica una complejidad mayor para quienes toman decisiones sobre la política exterior mexicana, porque es patente la comodidad de las relaciones actuales entre ambos países, pero si consideramos que en todos los aspectos de la vida es mas fácil y cómodo obedecer que tomar una actitud activa para negociar y construir confianza entre iguales, vaya que es fuerte el nuevo reto para los servidores públicos mexicanos de transitar de la sumisión a la negociación.

Veremos si son capaces de una metamorfosis para asumir nuevas posturas ante una realidad cambiante.

Joseph Biden jurará como el presidente número 47 de Estados Unidos dentro de 17 días.

Es previsible que la relación del gobierno estadounidense con nuestro país se modifique de manera sustancial en temas relevantes como la manera de abordar el complejo fenómeno de la migración, la cooperación en materia de seguridad, la implementación del nuevo Tratado Comercial de América del Norte (el TMEC), la manera que ambos gobiernos asuman su posición en la generación de energías limpias, además de la suma de esfuerzos que ambos gobiernos deben impulsar con el resto del mundo para mitigar los terribles estragos que está causando el Covid-19.

Diversos análisis de medios nacionales y extranjeros consideran que el arribo a la Casa Blanca de Joe Biden modificará los canales, las formas y la intensidad de la comunicación del nuevo mandatario con el gobierno mexicano; destacan politólogos, académicos y comunicadores que el presidente de México tendrá que asumir una postura más activa en la agenda migratoria.

Ante las tensiones que genera una de las relaciones migratorias más difíciles del orbe, el actual régimen mexicano ha preferido “no entrar en controversias” ante la actitud agresiva y constante en contra los migrantes mexicanos por parte de Donald Trump, quien desde la Presidencia promovió la construcción de un muro fronterizo en momentos en los que el mundo se globaliza, las fronteras se desdibujan y se promueve la integración para afrontar los retos de la actualidad.

Al principal inquilino de Palacio Nacional le adjudican posturas blandas ante los ataques constantes del aún gobernante norteamericano en contra de los derechos de más de 20 millones de migrantes mexicanos.

A diferencia de la actual circunstancia, en anteriores ocasiones los mandatarios mexicanos -una vez concluido el proceso electivo- han sido de los primeros países en emitir un mensaje de reconocimiento al pueblo de Estados Unidos por el buen funcionamiento de su sistema electoral, lo que es considerada una nota diplomática natural, respetuosa, cordial.

El argumento esgrimido para no enviar el mensaje de manera oportuna ha sido calificado por analistas internacionales como débil, más aún cuando otros líderes de países de América han elogiaron puntualmente el triunfo del candidato demócrata.

Otro tema ineludible es la atención eficaz a la pandemia que nos azota, la necesaria cooperación que debe darse entre ambos gobiernos a un problema común. México transita la emergencia sanitaria con duras críticas sobre el manejo sanitario, debido a la escalofriante acumulación de más de 125 mil fallecimientos.

Es evidente la nula disposición que han mostrado las autoridades sanitarias mexicanas para escuchar y considerar las sugerencias de los expertos de la salud y la ciencia, en tanto que Joe Biden ha mostrado una notable preocupación por la emergencia sanitaria trabajando con apoyo de expertos en salud para frenar la pandemia.

Ha enfocado su narrativa en que, una vez controlada la emergencia desde la perspectiva científica, la recuperación económica de EE.UU. será inminente, la cual impactaría positivamente en nuestro país gracias a la multiplicidad de relaciones comerciales, financieras, empresariales, sociales, culturales, una dinámica fronteriza especial y los múltiples acuerdos conjuntos entre ambas naciones.

Una diferencia que parece menor, pero no lo es, entre el titular del ejecutivo mexicano y el inminente jefe de Estado de los Estados Unidos de América, es el uso de la mascarilla (cubrebocas), asunto con implicaciones en el manejo sanitario que conlleva.

El demócrata declaró recientemente que usar mascarilla no es una declaración política sino un deber patriótico. En tanto que el presidente de México en reiteradas ocasiones se ha negado a usarla. Nadie tiene derecho a soslayar -y menos quienes están en la cúspide de las decisiones- que la emergencia sanitaria está en el foco de la atención mundial, porque de su manejo adecuado depende salvar miles de vidas humanas, además de que la estrategia que se asuma para frenarla dejara huella para que en “la realidad post pandemia” el mundo defina nuevos reacomodos geopolíticos, al igual que la fortaleza y debilidad de sus liderazgos.

Por lo visto los funcionarios mexicanos tendrán que modificar la postura que han venido asumiendo en los últimos dos años ante el gobierno de la potencia mundial; Biden, a diferencia de Trump, sostiene que su política internacional estará basada en la cooperación, la construcción de acuerdos plasmados en mecanismos bilaterales y multilaterales, en los que todos los participantes asuman responsabilidades y beneficios, hecho con implica una complejidad mayor para quienes toman decisiones sobre la política exterior mexicana, porque es patente la comodidad de las relaciones actuales entre ambos países, pero si consideramos que en todos los aspectos de la vida es mas fácil y cómodo obedecer que tomar una actitud activa para negociar y construir confianza entre iguales, vaya que es fuerte el nuevo reto para los servidores públicos mexicanos de transitar de la sumisión a la negociación.

Veremos si son capaces de una metamorfosis para asumir nuevas posturas ante una realidad cambiante.