/ martes 28 de enero de 2020

El problema actual es estar sumidos en un materialismo feroz

Queremos ver nuestro país con grandes oportunidades de renovación y que nuestro compromiso sea un cambio de conciencia, para disfrutar mayor y mejor la modernidad y una actualidad transformada. Hay que volvernos más humanos y que no sintamos pena por decir “te amo” cuando el amor, la mejor amistad, es en verdad, incondicional, ya que para tal magnitud no hay límites ni medida.

Cada uno de nosotros sabemos lo que ha hecho en la vida o ha dejado de hacer para mejorarla; somos los arquitectos de nuestro destino. Aprendamos a escuchar y escuchémonos a nosotros mismos; esta es nuestra vida y nosotros sus artistas. Nadie puede decirnos cómo crear nuestro arte. Expresémonos, respetemos a los demás y a nosotros mismos. Démosle nuestro agradecimiento a la vida por estar vivos. La gratitud es lo más hermoso que puede existir.

La miseria, la debilidad, la fragilidad humana es lo que nos hace muchas veces naufragar. Pues el ser humano fue creado así, con desaciertos; por lo que es comprensible que cometamos errores, absurdos, equivocaciones, por inercia y limitaciones innatas.

Sin embargo, la Inteligencia Suprema Universal también dotó a la humanidad de razonamiento, virtudes, dones y un intelecto superior al de los demás seres vivos, para que tengamos poder para desarrollarnos, saber para comprender y conciencia para decidir, reconociendo fallas y repararlas.

Con tales facultades podemos contrarrestar defectos y miserias y, vencer así las incongruencias. No obstante, cuantos no reconocemos el mal que hacemos y actuamos con conocimiento de causa y efecto, deteriorando la obra del Creador.

Fuerza de voluntad, carácter, firmeza, es lo que requerimos para alcanzar con honor lo que nos proponemos lograr. Perseverancia y libertad responsable, sublimadas por el calor del dinamismo, es lo que nos debe identificar para conquistar el valor de la felicidad. Un ejemplo muy palpable que nos puede hacer reflexionar es el valor que patentiza una ostra: recoge en su seno un granito de arena y va formando capa tras capa de calcita sobre ella; hasta que se convierte en una bellísima y valiosa joya.

De modo semejante podemos ir recogiendo cada decidido y valiente esfuerzo y decorarlos con el brío y la buena voluntad que nos enaltece para fortalecer nuestras aptitudes.

Amarnos a nosotros mismos y hacer todo lo que consolide nuestro corazón, nuestro cuerpo y nuestro entendimiento es lo que requerimos. El poder está dentro de nosotros mismos. Tratemos de ser sencillamente agradables sin perder nuestra dignidad; seamos razonablemente humildes sin caer en la simulación; decidamos actuar por convicción y no por adulación.

Consideremos el trabajo como el más forjado yunque para moldear nuestra madurez y nuestro éxito sin que se adultere nuestro honor. No pretendamos deambular como seres inmaduros que sólo ocupan el campo y no hacen ni dejar hacer. Dichas personas son maestros en las excusas, siempre confundidos y desorganizados; sus vidas son un dechado de buenas intenciones y promesas rotas que poco o nunca se convierten en realidad.

Es maravilloso ser positivos y saber reconocer lo que es verdad; en otras palabras: ser auténticos. La madre naturaleza es la más grande maestra de nuestras vidas y, cuando eludimos o desvirtuamos sus enseñanzas nos cobra muy caro nuestros errores; dicho escarmiento nos educa.

Desgraciadamente hemos perdido capacidad para ver y disfrutar la natura que nos rodea, la cual se pone a nuestro servicio. Y es que la sociedad actual nos envuelve en el consumismo, donde siempre sucede que vivimos anhelando lo que no tenemos y hasta lo que no podemos, pensando en cómo conseguirlo; pero nunca en valorar lo que tenemos, que no necesariamente tienen que ser cosas materiales.

Hay que ser felices con lo que tenemos: vida, amor, inteligencia y conciencia. Más vale dar que recibir. Pues disfruta más el espíritu dando que recibiendo. Es un placer servir.

Hay humanos que no les gusta servir a sus semejantes, mucho menos convivir y participar de lo que se tiene; no tienen voluntad de llevar un poco de amor y alegría; su avaricia no se los permite; sin duda porque no ha llegado la razón a su conciencia; pues dando es como recibimos. Hay también personas que ejercen su influencia en la familia, en el trabajo, en la sociedad, de manera autocrática, considerando que solamente ellas tienen la razón; que son correctas y hacen las cosas bien.

Por supuesto que esta actitud no es más que la manifestación de un complejo de inferioridad. Así mismo hay quienes ejercer una autoridad cargada de energía negativa, pretendiendo educar la fe y el amor, la eficiencia y la diligencia, la capacidad y el entusiasmo, condicionando el aprendizaje con el miedo y, aunque las intenciones sean buenas, los procedimientos no dejan de ser negativos.

Sólo por citar un ejemplo menciono un caso muy polemizado, donde la sicología juega un papel muy importante: Somos muy dados a que (basados en nuestros propios temores), utilizamos el miedo para hacer creer en algo que solamente debe ser por convicción. Intimidamos a creer en Dios como si fuera un juez justiciero y vengador, no como el Creador Infinito del amor y la esperanza.

Queremos que se ame a Dios por temor al Infierno y no por una gloriosa energía que nace íntimamente de nuestro sentimiento. Dios es amor. Y por amor propio lo adoramos. Es mi criterio como articulista.

Queremos ver nuestro país con grandes oportunidades de renovación y que nuestro compromiso sea un cambio de conciencia, para disfrutar mayor y mejor la modernidad y una actualidad transformada. Hay que volvernos más humanos y que no sintamos pena por decir “te amo” cuando el amor, la mejor amistad, es en verdad, incondicional, ya que para tal magnitud no hay límites ni medida.

Cada uno de nosotros sabemos lo que ha hecho en la vida o ha dejado de hacer para mejorarla; somos los arquitectos de nuestro destino. Aprendamos a escuchar y escuchémonos a nosotros mismos; esta es nuestra vida y nosotros sus artistas. Nadie puede decirnos cómo crear nuestro arte. Expresémonos, respetemos a los demás y a nosotros mismos. Démosle nuestro agradecimiento a la vida por estar vivos. La gratitud es lo más hermoso que puede existir.

La miseria, la debilidad, la fragilidad humana es lo que nos hace muchas veces naufragar. Pues el ser humano fue creado así, con desaciertos; por lo que es comprensible que cometamos errores, absurdos, equivocaciones, por inercia y limitaciones innatas.

Sin embargo, la Inteligencia Suprema Universal también dotó a la humanidad de razonamiento, virtudes, dones y un intelecto superior al de los demás seres vivos, para que tengamos poder para desarrollarnos, saber para comprender y conciencia para decidir, reconociendo fallas y repararlas.

Con tales facultades podemos contrarrestar defectos y miserias y, vencer así las incongruencias. No obstante, cuantos no reconocemos el mal que hacemos y actuamos con conocimiento de causa y efecto, deteriorando la obra del Creador.

Fuerza de voluntad, carácter, firmeza, es lo que requerimos para alcanzar con honor lo que nos proponemos lograr. Perseverancia y libertad responsable, sublimadas por el calor del dinamismo, es lo que nos debe identificar para conquistar el valor de la felicidad. Un ejemplo muy palpable que nos puede hacer reflexionar es el valor que patentiza una ostra: recoge en su seno un granito de arena y va formando capa tras capa de calcita sobre ella; hasta que se convierte en una bellísima y valiosa joya.

De modo semejante podemos ir recogiendo cada decidido y valiente esfuerzo y decorarlos con el brío y la buena voluntad que nos enaltece para fortalecer nuestras aptitudes.

Amarnos a nosotros mismos y hacer todo lo que consolide nuestro corazón, nuestro cuerpo y nuestro entendimiento es lo que requerimos. El poder está dentro de nosotros mismos. Tratemos de ser sencillamente agradables sin perder nuestra dignidad; seamos razonablemente humildes sin caer en la simulación; decidamos actuar por convicción y no por adulación.

Consideremos el trabajo como el más forjado yunque para moldear nuestra madurez y nuestro éxito sin que se adultere nuestro honor. No pretendamos deambular como seres inmaduros que sólo ocupan el campo y no hacen ni dejar hacer. Dichas personas son maestros en las excusas, siempre confundidos y desorganizados; sus vidas son un dechado de buenas intenciones y promesas rotas que poco o nunca se convierten en realidad.

Es maravilloso ser positivos y saber reconocer lo que es verdad; en otras palabras: ser auténticos. La madre naturaleza es la más grande maestra de nuestras vidas y, cuando eludimos o desvirtuamos sus enseñanzas nos cobra muy caro nuestros errores; dicho escarmiento nos educa.

Desgraciadamente hemos perdido capacidad para ver y disfrutar la natura que nos rodea, la cual se pone a nuestro servicio. Y es que la sociedad actual nos envuelve en el consumismo, donde siempre sucede que vivimos anhelando lo que no tenemos y hasta lo que no podemos, pensando en cómo conseguirlo; pero nunca en valorar lo que tenemos, que no necesariamente tienen que ser cosas materiales.

Hay que ser felices con lo que tenemos: vida, amor, inteligencia y conciencia. Más vale dar que recibir. Pues disfruta más el espíritu dando que recibiendo. Es un placer servir.

Hay humanos que no les gusta servir a sus semejantes, mucho menos convivir y participar de lo que se tiene; no tienen voluntad de llevar un poco de amor y alegría; su avaricia no se los permite; sin duda porque no ha llegado la razón a su conciencia; pues dando es como recibimos. Hay también personas que ejercen su influencia en la familia, en el trabajo, en la sociedad, de manera autocrática, considerando que solamente ellas tienen la razón; que son correctas y hacen las cosas bien.

Por supuesto que esta actitud no es más que la manifestación de un complejo de inferioridad. Así mismo hay quienes ejercer una autoridad cargada de energía negativa, pretendiendo educar la fe y el amor, la eficiencia y la diligencia, la capacidad y el entusiasmo, condicionando el aprendizaje con el miedo y, aunque las intenciones sean buenas, los procedimientos no dejan de ser negativos.

Sólo por citar un ejemplo menciono un caso muy polemizado, donde la sicología juega un papel muy importante: Somos muy dados a que (basados en nuestros propios temores), utilizamos el miedo para hacer creer en algo que solamente debe ser por convicción. Intimidamos a creer en Dios como si fuera un juez justiciero y vengador, no como el Creador Infinito del amor y la esperanza.

Queremos que se ame a Dios por temor al Infierno y no por una gloriosa energía que nace íntimamente de nuestro sentimiento. Dios es amor. Y por amor propio lo adoramos. Es mi criterio como articulista.