/ martes 26 de febrero de 2019

El problema no son ellos sino millones en la delincuencia

Independientemente de que se repitiera el juicio a Joaquín El Chapo Guzmán, el sinaloense tenía márgenes de defensa que no quiso utilizar y optó por ordenar a sus abogados no escenificar una defensa perdida de antemano por la falta de legalidad prevaleciente en los EUA, en la que la defensa tiene muy poca capacidad de maniobra y el restrictivo sistema norteamericano.

Los testigos de El Chapo podían haber declarado que el acusado no tenía ninguna necesidad de andar mandando matar a nadie porque ellos están en otro nivel, tratando con pocas personas y dedicados a asuntos más grandes; que los de abajo se matan por el dinero y por rencillas entre ellos, no porque los jefes de los cárteles los mandan matar a nadie.

Pero independientemente de los detalles del juicio y del escandaloso título que le pusieron, es oportuno recordar de nuevo la aleccionadora entrevista que les aceptó el fundador de la revista Proceso en plena sierra de Durango, que es donde vive “El Mayo” Zambada, en la que las cosas quedaron muy claras.

Voy a recordar nada más lo esencial. En un ambiente cordial porque los narcos sabían con quién estaban tratando, don Julio le preguntó al Mayo que si no tenían miedo, y éste le contestó inmediatamente que sí, pero que no los agarraban porque la gente no los delataba, y algo más importante, le explicó a don Julio que el problema ya no son ellos; que los pueden detener y no pasa nada; que luego de algunos ajustes entran otros en su lugar y todo sigue funcionando; que a ellos los pueden arrestar en cualquier momento, pero que el problema no son ellos sino los diez millones que andan en la delincuencia de todo tipo. “Ese es el verdadero problema, no nosotros”.

Por cierto ha hecho muy bien el presidente Andrés Manuel López Obrador en referirse a El Chapo en términos de respeto, llamándolo a retirarse como lo hace con todos los delincuentes; yo creo que incluso por eso fue bien recibido en su gira por la mera tierra del Chapo, donde llevó el presidente sus planes de producción, en el recorrido que tocó Durango, Sinaloa y La Laguna.

El Chapo y El Mayo son campesinos de la sierra que cuando crecieron ya todo estaba sembrado y los negocios caminando. Lo único que hicieron fue lo que uno hace en la tierra donde nace, dedicarse a lo que hay, y ahí se fueron dando los relevos con el tiempo.

Lo que sí están obligadas las autoridades mexicanas es a realizarles auditorías a todas las personas que mencionaron los testigos; independientemente de que se regrese El Chapo a México, que es donde debe ser juzgado. Allá que detengan a los que manejan las toneladas de coca que llegan y que alguien se encarga del negocio, no los que andan vendiendo paquetitos por aquí y por allá.

De todos modos yo no creo que estén informando bien al presidente López Obrador, ni sobre este ni sobre otros temas relacionados con la seguridad, como las cárceles, que bien se dice que la salud espiritual de un país se mide por la situación de sus cárceles.

Independientemente de que se repitiera el juicio a Joaquín El Chapo Guzmán, el sinaloense tenía márgenes de defensa que no quiso utilizar y optó por ordenar a sus abogados no escenificar una defensa perdida de antemano por la falta de legalidad prevaleciente en los EUA, en la que la defensa tiene muy poca capacidad de maniobra y el restrictivo sistema norteamericano.

Los testigos de El Chapo podían haber declarado que el acusado no tenía ninguna necesidad de andar mandando matar a nadie porque ellos están en otro nivel, tratando con pocas personas y dedicados a asuntos más grandes; que los de abajo se matan por el dinero y por rencillas entre ellos, no porque los jefes de los cárteles los mandan matar a nadie.

Pero independientemente de los detalles del juicio y del escandaloso título que le pusieron, es oportuno recordar de nuevo la aleccionadora entrevista que les aceptó el fundador de la revista Proceso en plena sierra de Durango, que es donde vive “El Mayo” Zambada, en la que las cosas quedaron muy claras.

Voy a recordar nada más lo esencial. En un ambiente cordial porque los narcos sabían con quién estaban tratando, don Julio le preguntó al Mayo que si no tenían miedo, y éste le contestó inmediatamente que sí, pero que no los agarraban porque la gente no los delataba, y algo más importante, le explicó a don Julio que el problema ya no son ellos; que los pueden detener y no pasa nada; que luego de algunos ajustes entran otros en su lugar y todo sigue funcionando; que a ellos los pueden arrestar en cualquier momento, pero que el problema no son ellos sino los diez millones que andan en la delincuencia de todo tipo. “Ese es el verdadero problema, no nosotros”.

Por cierto ha hecho muy bien el presidente Andrés Manuel López Obrador en referirse a El Chapo en términos de respeto, llamándolo a retirarse como lo hace con todos los delincuentes; yo creo que incluso por eso fue bien recibido en su gira por la mera tierra del Chapo, donde llevó el presidente sus planes de producción, en el recorrido que tocó Durango, Sinaloa y La Laguna.

El Chapo y El Mayo son campesinos de la sierra que cuando crecieron ya todo estaba sembrado y los negocios caminando. Lo único que hicieron fue lo que uno hace en la tierra donde nace, dedicarse a lo que hay, y ahí se fueron dando los relevos con el tiempo.

Lo que sí están obligadas las autoridades mexicanas es a realizarles auditorías a todas las personas que mencionaron los testigos; independientemente de que se regrese El Chapo a México, que es donde debe ser juzgado. Allá que detengan a los que manejan las toneladas de coca que llegan y que alguien se encarga del negocio, no los que andan vendiendo paquetitos por aquí y por allá.

De todos modos yo no creo que estén informando bien al presidente López Obrador, ni sobre este ni sobre otros temas relacionados con la seguridad, como las cárceles, que bien se dice que la salud espiritual de un país se mide por la situación de sus cárceles.