/ viernes 22 de mayo de 2020

El rol del estudiante en el sistema educativo en el futuro

En la actualidad, las sociedades participan en la conformación de un mundo cada vez más globalizado, en el que la producción de información y conocimiento es la base del desarrollo de todos los países.

La comunicación y el intercambio social ha traspasado las fronteras territoriales y las barreras temporales que antes imperaban; la economía de mercado se ha transformado en transnacional, mientras que la educación se mantiene casi al margen de ese desarrollo, desvinculada del desarrollo productivo, a pesar de que ha venido recibiendo la influencia y los dictados de los organismos internacionales que legitiman y alientan una educación más adecuada a los procesos globalizadores.

La era global, poco a poco ha propiciado un cambio de paradigmas en todos los órdenes de la vida de los seres humanos: ha impactado en la economía y en los mercados, en la vida política y en los gobiernos nacionales, en la convivencia social y comunitaria, en la seguridad pública y en la salud, en las identidades de las personas y en la conformación cultural de las sociedades, toda vez que el mundo está cada vez más estrechamente interconectado por las tecnologías de la información y la comunicación, y hoy, especialmente, por la trasmisión de un virus letal que ha paralizado por más de tres meses el orden mundial.

Al tener las condiciones y los recursos científicos y tecnológicos, materiales e infraestructurales, para un mejor desarrollo y bienestar de su población en la era global, las sociedades más avanzadas, las del llamado primer mundo, han logrado hacer de la generación, transmisión y transferencia del conocimiento y la información, un eje fundamental de su crecimiento económico, político y social, a diferencia de las naciones menos desarrolladas o subdesarrolladas, que no lo han logrado y presentan evidentes dificultades en el crecimiento y desarrollo económico y político, así como en la atención de los grandes problemas de su población.

En el caso de México, el país se encuentra en una difícil transición económica, política y social, con un desarrollo científico y tecnológico limitado y una educación de baja calidad, que, aunque el Sistema Educativo Mexicano, en los últimos años (2000-2020), ha realizado esfuerzos importantes para lograr la educación para todos, con estándares que promuevan el desarrollo de competencias, la formación en valores, el bienestar social y la competitividad económica de nuestro país, se advierte que si bien se han logrado altos índices de cobertura en educación básica, el rezago educativo (por deserción y reprobación básicamente) sigue en permanente crecimiento y los índices de eficiencia terminal y los promedios de aprovechamiento en educación media superior y superior son todavía muy bajos.

Hoy día se requiere de esfuerzos y consensos importantes en los contextos académicos, de gobierno y de la iniciativa privada en el país, para generar un cambio sustantivo en el sistema educativo mexicano, para que esté a la altura de las exigencias de la era global de la cual no se puede retraer; sin embargo, para concretar una revolución o una transformación educativa, como se ha venido planteando en el discurso político en los últimos años, es importante recordar que en las reformas educativas, el estudiante no ha sido considerado parte fundamental de la educación, ni siquiera como cliente o usuario y las decisiones de transformación educativa se siguen tomando en las mesas de los académicos e intelectuales, desde una visión de enseñantes o investigadores y no de quien con lo estudiado y lo aprendido va a hacer frente a una realidad específica.

Ante tal circunstancia, desde los acontecimientos que se vienen presentando en el sector educativo, como resultado de la cuarentena impuesta por la pandemia, que ha obligado a la implementación de un programa emergente llamado “Aprende en casa”, vale la pena preguntarse: ¿Está el sistema educativo mexicano preparado para el cambio de paradigma educativo, consistente en formar a sus estudiantes no como receptores sino como actores; no como repetidores sino como investigadores; no como empleados sino como empleadores; y no como sujetos-objetos sino como personas capaces de transformarse a sí mismas?

El punto de partida ha de ser que maestros y estudiantes comiencen a pensar que en el futuro tendrán que adoptar una manera diferente de pensar, una manera de construir la propia mente, una manera de conceptuar la vida propia, y de planificar cada una de las decisiones que se tomen.

Es decir, una manera de pensar que les permita educarse a sí mismos y a otros, pensando en el futuro, un futuro en el que pasarán el resto de su vida y en el que tendrán la capacidad de poder anticiparse a ella.

Esto deberá ser así, porque precisamente el aprender a transformarse constituye un proceso (saber) del sujeto (ser) que se logra mediante el saber y el hacer en su relación con la realidad que le rodea (convivir), por lo que se hace imprescindible buscar vías y alternativas que favorezcan una participación más consciente y activa del estudiante en su proceso educacional.

Por tanto, el proceso formativo de aprender a transformase o autotransformarse, implica una serie de dimensiones formativas básicas que han de desarrollarse en los estudiantes en las instituciones educativas, en el tiempo por venir: autoconocimiento, formación en valores, desarrollo del discernimiento y de habilidades intelectuales y profesionales, fomento de métodos de autoaprendizaje, formación investigativa, vínculo teoría-práctica:

Relación de los conceptos y leyes de las diferentes ramas del conocimiento con el mundo que nos rodea, establecimiento de la relación de las disciplinas de estudio con la vida personal, capacidad para relacionarse con los demás, aprendizaje para trabajar en grupo -de manera presencial y virtual-, estimulación de la positividad, fomento del dominio de sí mismo, cuidado y desarrollo del entorno, desarrollo del espíritu de servicio y la estimulación de una actitud universal.

Como ya lo he escrito en otras colaboraciones, para crear un mundo mejor para las generaciones futuras, e incluso para las que hoy habitan nuestro planeta, es imprescindible la participación de los maestros en la educación de las personas; para ello, se necesita capacitarlos y actualizarlos en los nuevos paradigmas y modelos educativos, especialmente, se requiere de ellos una toma de conciencia de la necesidad del cambio y la asunción de un nuevo rol docente, más activo, inspirador, innovador y transformador.

Termino planteando que en educación, pensar en el futuro desde el futuro, nos lleva a un proceso de transformación personal y social, donde cada uno de nosotros participamos de la misma a través de construirla desde nuestros propios referentes y de acuerdo a las necesidades educativas específicas.

En la actualidad, las sociedades participan en la conformación de un mundo cada vez más globalizado, en el que la producción de información y conocimiento es la base del desarrollo de todos los países.

La comunicación y el intercambio social ha traspasado las fronteras territoriales y las barreras temporales que antes imperaban; la economía de mercado se ha transformado en transnacional, mientras que la educación se mantiene casi al margen de ese desarrollo, desvinculada del desarrollo productivo, a pesar de que ha venido recibiendo la influencia y los dictados de los organismos internacionales que legitiman y alientan una educación más adecuada a los procesos globalizadores.

La era global, poco a poco ha propiciado un cambio de paradigmas en todos los órdenes de la vida de los seres humanos: ha impactado en la economía y en los mercados, en la vida política y en los gobiernos nacionales, en la convivencia social y comunitaria, en la seguridad pública y en la salud, en las identidades de las personas y en la conformación cultural de las sociedades, toda vez que el mundo está cada vez más estrechamente interconectado por las tecnologías de la información y la comunicación, y hoy, especialmente, por la trasmisión de un virus letal que ha paralizado por más de tres meses el orden mundial.

Al tener las condiciones y los recursos científicos y tecnológicos, materiales e infraestructurales, para un mejor desarrollo y bienestar de su población en la era global, las sociedades más avanzadas, las del llamado primer mundo, han logrado hacer de la generación, transmisión y transferencia del conocimiento y la información, un eje fundamental de su crecimiento económico, político y social, a diferencia de las naciones menos desarrolladas o subdesarrolladas, que no lo han logrado y presentan evidentes dificultades en el crecimiento y desarrollo económico y político, así como en la atención de los grandes problemas de su población.

En el caso de México, el país se encuentra en una difícil transición económica, política y social, con un desarrollo científico y tecnológico limitado y una educación de baja calidad, que, aunque el Sistema Educativo Mexicano, en los últimos años (2000-2020), ha realizado esfuerzos importantes para lograr la educación para todos, con estándares que promuevan el desarrollo de competencias, la formación en valores, el bienestar social y la competitividad económica de nuestro país, se advierte que si bien se han logrado altos índices de cobertura en educación básica, el rezago educativo (por deserción y reprobación básicamente) sigue en permanente crecimiento y los índices de eficiencia terminal y los promedios de aprovechamiento en educación media superior y superior son todavía muy bajos.

Hoy día se requiere de esfuerzos y consensos importantes en los contextos académicos, de gobierno y de la iniciativa privada en el país, para generar un cambio sustantivo en el sistema educativo mexicano, para que esté a la altura de las exigencias de la era global de la cual no se puede retraer; sin embargo, para concretar una revolución o una transformación educativa, como se ha venido planteando en el discurso político en los últimos años, es importante recordar que en las reformas educativas, el estudiante no ha sido considerado parte fundamental de la educación, ni siquiera como cliente o usuario y las decisiones de transformación educativa se siguen tomando en las mesas de los académicos e intelectuales, desde una visión de enseñantes o investigadores y no de quien con lo estudiado y lo aprendido va a hacer frente a una realidad específica.

Ante tal circunstancia, desde los acontecimientos que se vienen presentando en el sector educativo, como resultado de la cuarentena impuesta por la pandemia, que ha obligado a la implementación de un programa emergente llamado “Aprende en casa”, vale la pena preguntarse: ¿Está el sistema educativo mexicano preparado para el cambio de paradigma educativo, consistente en formar a sus estudiantes no como receptores sino como actores; no como repetidores sino como investigadores; no como empleados sino como empleadores; y no como sujetos-objetos sino como personas capaces de transformarse a sí mismas?

El punto de partida ha de ser que maestros y estudiantes comiencen a pensar que en el futuro tendrán que adoptar una manera diferente de pensar, una manera de construir la propia mente, una manera de conceptuar la vida propia, y de planificar cada una de las decisiones que se tomen.

Es decir, una manera de pensar que les permita educarse a sí mismos y a otros, pensando en el futuro, un futuro en el que pasarán el resto de su vida y en el que tendrán la capacidad de poder anticiparse a ella.

Esto deberá ser así, porque precisamente el aprender a transformarse constituye un proceso (saber) del sujeto (ser) que se logra mediante el saber y el hacer en su relación con la realidad que le rodea (convivir), por lo que se hace imprescindible buscar vías y alternativas que favorezcan una participación más consciente y activa del estudiante en su proceso educacional.

Por tanto, el proceso formativo de aprender a transformase o autotransformarse, implica una serie de dimensiones formativas básicas que han de desarrollarse en los estudiantes en las instituciones educativas, en el tiempo por venir: autoconocimiento, formación en valores, desarrollo del discernimiento y de habilidades intelectuales y profesionales, fomento de métodos de autoaprendizaje, formación investigativa, vínculo teoría-práctica:

Relación de los conceptos y leyes de las diferentes ramas del conocimiento con el mundo que nos rodea, establecimiento de la relación de las disciplinas de estudio con la vida personal, capacidad para relacionarse con los demás, aprendizaje para trabajar en grupo -de manera presencial y virtual-, estimulación de la positividad, fomento del dominio de sí mismo, cuidado y desarrollo del entorno, desarrollo del espíritu de servicio y la estimulación de una actitud universal.

Como ya lo he escrito en otras colaboraciones, para crear un mundo mejor para las generaciones futuras, e incluso para las que hoy habitan nuestro planeta, es imprescindible la participación de los maestros en la educación de las personas; para ello, se necesita capacitarlos y actualizarlos en los nuevos paradigmas y modelos educativos, especialmente, se requiere de ellos una toma de conciencia de la necesidad del cambio y la asunción de un nuevo rol docente, más activo, inspirador, innovador y transformador.

Termino planteando que en educación, pensar en el futuro desde el futuro, nos lleva a un proceso de transformación personal y social, donde cada uno de nosotros participamos de la misma a través de construirla desde nuestros propios referentes y de acuerdo a las necesidades educativas específicas.