/ lunes 15 de julio de 2019

El semestre cero en la UJED

Entre los meses de julio y agosto vuelve a posicionarse en la palestra de la discusión el tema relativo a la pertinencia del semestre cero en las unidades académicas de nivel superior de la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED); la fecha es a propósito de la publicación de los resultados del examen que emite el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (CENEVAL).

Las posturas y argumentos de los dos bloques antagonistas son claros: quienes están en contra señalan que no le sirve de nada al alumno, que es una pérdida de tiempo, que lastima la autoestima del muchacho y que su existencia obedece a fines eminentemente recaudatorios, que es la caja chica personal de los directores de las unidades académicas.

Por otra lado, los que están a favor, manifiestan que sirve para ubicar al alumno en un contexto profesionalizante, que es de ayuda para definir si es la carrera que realmente se desea estudiar y que, ante la posibilidad de permanecer seis meses sin estudiar –por no haber acreditado el CENEVAL-, es buena la opción, amén de que si se obtiene un promedio de 8.5 el pase es directo, esto es, sin presentar otra vez el engorroso examen CENEVAL.

Ante las posturas, debo señalar que comulgo con esta última; el semestre cero puede ser de gran ayuda para quien realmente desea estudiar una carrera profesional, le puede proporcionar al alumno valiosas herramientas que le permitirán construir un mejor andamiaje que el que trae de la prepa. Un semestre cero bien estructurado en el diseño curricular y en el plan de estudios puede potenciar al alumno significativamente. No debe bajo ningún argumento considerarse como pérdida de tiempo aquel que se destina a adquirir conocimientos.

Y más, considero que el semestre cero es el mejor indicador para determinar quién tiene los elementos cualitativos y cuantitativos suficientes para ingresar a una Facultad; para nadie es un secreto que el examen CENEVAL es hasta cierto punto relativo, quien lo acredita no es más capaz en relación con quien no lo hace, me atrevería a decir incluso que tiene su toque de fortuna, de pronto el estudiante con buenas calificaciones en bachillerato no lo pasa, y quien no es tan bueno sí.

Ahora bien, he utilizado el verbo “poder” en modo condicional, “podría”, porque la actualización de las bondades que tiene el semestre cero depende de una serie de factores: planes y programas adecuados para el objetivo que se busca alcanzar: dotar al alumno de herramientas y habilidades para un aprendizaje racional y con valores; docentes con compromiso y capacidad probada: no deben impartir clases los amigos o compadres del director por el solo hecho de serlo, deben concursarse las materias; atención de calidad por parte de los directivos de las unidades académicas: los alumnos del semestre cero deben ser tratados de la misma manera que los otros alumnos.

La Universidad tiene que tomarlo en serio, el éxito o fracaso depende de ello, debe considerar al semestre cero como parte del plan de estudios respectivo, someterlo a los mismos controles y rigor que tienen los otros semestres, solo así podrá ser de calidad el servicio que ofrece y ganarse la confianza de los alumnos y padres de familia que infelizmente ven con recelo esta opción cuando no acreditan el examen CENEVAL.

Bajo estos parámetros y ante la imposibilidad material de darle entrada a todos, el semestre cero puede representar una extraordinaria opción para los más de 2,300 jóvenes que hoy no alcanzaron los puntos suficientes para acreditar el examen CENEVAL. Es tarea y obligación de las autoridades universitarias ofrecer esta alternativa, garantizando que gozaran de una educación de calidad.

En este orden de ideas, la administración que despacha desde el emblemático Edificio Central de la calle Constitución debe considerar la posibilidad de llevar a cabo una evaluación docente; hay muchos “becados” que ya deberían dejar su lugar a quienes sí se interesan por prepararse para ser buenos profesores.

Pero eso, eso es otra historia, diría la nana Goya, la que por cierto contaremos en alguna otra reflexión universitaria.





Entre los meses de julio y agosto vuelve a posicionarse en la palestra de la discusión el tema relativo a la pertinencia del semestre cero en las unidades académicas de nivel superior de la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED); la fecha es a propósito de la publicación de los resultados del examen que emite el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (CENEVAL).

Las posturas y argumentos de los dos bloques antagonistas son claros: quienes están en contra señalan que no le sirve de nada al alumno, que es una pérdida de tiempo, que lastima la autoestima del muchacho y que su existencia obedece a fines eminentemente recaudatorios, que es la caja chica personal de los directores de las unidades académicas.

Por otra lado, los que están a favor, manifiestan que sirve para ubicar al alumno en un contexto profesionalizante, que es de ayuda para definir si es la carrera que realmente se desea estudiar y que, ante la posibilidad de permanecer seis meses sin estudiar –por no haber acreditado el CENEVAL-, es buena la opción, amén de que si se obtiene un promedio de 8.5 el pase es directo, esto es, sin presentar otra vez el engorroso examen CENEVAL.

Ante las posturas, debo señalar que comulgo con esta última; el semestre cero puede ser de gran ayuda para quien realmente desea estudiar una carrera profesional, le puede proporcionar al alumno valiosas herramientas que le permitirán construir un mejor andamiaje que el que trae de la prepa. Un semestre cero bien estructurado en el diseño curricular y en el plan de estudios puede potenciar al alumno significativamente. No debe bajo ningún argumento considerarse como pérdida de tiempo aquel que se destina a adquirir conocimientos.

Y más, considero que el semestre cero es el mejor indicador para determinar quién tiene los elementos cualitativos y cuantitativos suficientes para ingresar a una Facultad; para nadie es un secreto que el examen CENEVAL es hasta cierto punto relativo, quien lo acredita no es más capaz en relación con quien no lo hace, me atrevería a decir incluso que tiene su toque de fortuna, de pronto el estudiante con buenas calificaciones en bachillerato no lo pasa, y quien no es tan bueno sí.

Ahora bien, he utilizado el verbo “poder” en modo condicional, “podría”, porque la actualización de las bondades que tiene el semestre cero depende de una serie de factores: planes y programas adecuados para el objetivo que se busca alcanzar: dotar al alumno de herramientas y habilidades para un aprendizaje racional y con valores; docentes con compromiso y capacidad probada: no deben impartir clases los amigos o compadres del director por el solo hecho de serlo, deben concursarse las materias; atención de calidad por parte de los directivos de las unidades académicas: los alumnos del semestre cero deben ser tratados de la misma manera que los otros alumnos.

La Universidad tiene que tomarlo en serio, el éxito o fracaso depende de ello, debe considerar al semestre cero como parte del plan de estudios respectivo, someterlo a los mismos controles y rigor que tienen los otros semestres, solo así podrá ser de calidad el servicio que ofrece y ganarse la confianza de los alumnos y padres de familia que infelizmente ven con recelo esta opción cuando no acreditan el examen CENEVAL.

Bajo estos parámetros y ante la imposibilidad material de darle entrada a todos, el semestre cero puede representar una extraordinaria opción para los más de 2,300 jóvenes que hoy no alcanzaron los puntos suficientes para acreditar el examen CENEVAL. Es tarea y obligación de las autoridades universitarias ofrecer esta alternativa, garantizando que gozaran de una educación de calidad.

En este orden de ideas, la administración que despacha desde el emblemático Edificio Central de la calle Constitución debe considerar la posibilidad de llevar a cabo una evaluación docente; hay muchos “becados” que ya deberían dejar su lugar a quienes sí se interesan por prepararse para ser buenos profesores.

Pero eso, eso es otra historia, diría la nana Goya, la que por cierto contaremos en alguna otra reflexión universitaria.