/ lunes 27 de agosto de 2018

El sol en perspectiva

Razonable espera; optimismo recatado

La opinión general que básicamente domina en nuestro ambiente, se circunscribe al hecho esperanzado de que, a AMLO, le resultará “imposible cumplir con todas sus promesas de campaña, pero con que llegue a satisfacer algunas de las principales, con esto le bastará para hacer un buen gobierno”.

Pasado el entusiasmo de los primeros días post-electorales, en nuestro medio ciudadano local, el estado de ánimo dominante parece ser, el de una prudente espera.

Se trata de dar al ambiente político prevaleciente, su correspondiente curso,- en la ruta de su propio tiempo-, para los efectos de poder llegar a estimar en justicia y con acierto, los resultados reales y prácticos de los ímpetus de transformación y cambio que fueron la justificación moral y el motor cívico con los que se movió la preferencia electoral hacia el nuevo Régimen.

La sabiduría popular sabe y entiende muy bien que los procesos que significan y promueven cambios políticos de fondo en las estructuras del poder, demandan y requieren básicamente dos cosas: tiempo y oportunidad. Y es que en efecto, una cosa es llegar a las posiciones del gobierno, y otra cosa muy distinta, es el ejercicio del gobierno.

Para lograr la primera se requiere tiempo en la acción. Para lograr la segunda, es indispensable poseer la capacidad material y los recursos teóricos necesarios a fin de proporcionar al poder su sentido estricto, su dirección certera, y su obra histórica concreta.

El régimen, que de hecho iniciará sus funciones formales el ya muy próximo primero de septiembre con la apertura del segundo período anual ordinario en las sesiones del Congreso de la Unión, ha logrado obtener el gran crédito de su legitimidad social y política, mediante una acción opositora desplegada a lo largo de más de tres décadas de maduración y lucha. Tiene ya, entonces, a su favor, el “qué”, de la cuestión. Falta la otra parte de la misma, el “para qué”. Y es esta la que de modo fundamental, requiere de su propia oportunidad y tiempo.

Habrá que enfrentar, sin duda, muy serios y muy graves obstáculos en ese problemático tiempo de los “para qué” en el ejercicio concreto del poder gubernamental. Todo dependerá del tipo y de la profundidad de las medidas y de las reformas (o  contra-reformas) que se emprendan y de la base de apoyos sociales que la instancia gubernamental logre recabar en función de las mismas.

Y en ese ámbito, la opinión general que básicamente domina en nuestro ambiente, se circunscribe al hecho esperanzado de que, a AMLO, le resultará “imposible cumplir con todas sus promesas de campaña, pero con que llegue a satisfacer algunas de las principales, con esto le bastará para hacer un buen gobierno”.

Es del dominio público, entonces, el fenómeno político que atribuye al lenguaje empleado en las consabidas campañas electorales por parte de los candidatos y proponentes, un tono de promesa y de compromiso inmediato que casi nunca,-o de plano, nunca-verán su cumplimiento.

La experiencia ciudadana ha constatado, repetidamente, el hecho de que, la concentración de objetivos y la coordinación de medios, casi nunca han coincidido en una misma persona,  cuando ésta ha sido candidato, y cuando ha llegado a ser funcionario.

Pero, por ahora, la expectativa general conserva un tono de optimismo recatado y prudente en función del nuevo régimen que está por venir, en la medida en la que los antecedentes políticos de que quién lo encabeza demuestran que, por lo menos, ha establecido una indispensable congruencia de inspiración popular en las soluciones que ha sabido dar, a los problemas de organización y los problemas de programa.

Y así, la contribución moral que el nuevo poder gubernamental pueda aportar a la nueva dinámica del cambio que se anuncia, no será de menor importancia que la contribución material que pueda reunir para lograr tal propósito.

Nos encontramos ciertamente, ante tiempos nuevos que traerán consigo, seguramente, las razones de sus deficiencias, y las causas de sus éxitos. Pero habrá de ser importante que aquéllas y éstos, tengan lugar y se desarrollen, en la obra de gobierno, dentro de los marcos de nuestra originalidad social y de la personalidad cultural de las distintas regiones de nuestro país, según es, pues, el ritmo y el rigor de cada lugar, oportunidad y tiempo.

Por ahora, no queda entonces, más que esperar; sin excesos, pero también… sin defectos.

Razonable espera; optimismo recatado

La opinión general que básicamente domina en nuestro ambiente, se circunscribe al hecho esperanzado de que, a AMLO, le resultará “imposible cumplir con todas sus promesas de campaña, pero con que llegue a satisfacer algunas de las principales, con esto le bastará para hacer un buen gobierno”.

Pasado el entusiasmo de los primeros días post-electorales, en nuestro medio ciudadano local, el estado de ánimo dominante parece ser, el de una prudente espera.

Se trata de dar al ambiente político prevaleciente, su correspondiente curso,- en la ruta de su propio tiempo-, para los efectos de poder llegar a estimar en justicia y con acierto, los resultados reales y prácticos de los ímpetus de transformación y cambio que fueron la justificación moral y el motor cívico con los que se movió la preferencia electoral hacia el nuevo Régimen.

La sabiduría popular sabe y entiende muy bien que los procesos que significan y promueven cambios políticos de fondo en las estructuras del poder, demandan y requieren básicamente dos cosas: tiempo y oportunidad. Y es que en efecto, una cosa es llegar a las posiciones del gobierno, y otra cosa muy distinta, es el ejercicio del gobierno.

Para lograr la primera se requiere tiempo en la acción. Para lograr la segunda, es indispensable poseer la capacidad material y los recursos teóricos necesarios a fin de proporcionar al poder su sentido estricto, su dirección certera, y su obra histórica concreta.

El régimen, que de hecho iniciará sus funciones formales el ya muy próximo primero de septiembre con la apertura del segundo período anual ordinario en las sesiones del Congreso de la Unión, ha logrado obtener el gran crédito de su legitimidad social y política, mediante una acción opositora desplegada a lo largo de más de tres décadas de maduración y lucha. Tiene ya, entonces, a su favor, el “qué”, de la cuestión. Falta la otra parte de la misma, el “para qué”. Y es esta la que de modo fundamental, requiere de su propia oportunidad y tiempo.

Habrá que enfrentar, sin duda, muy serios y muy graves obstáculos en ese problemático tiempo de los “para qué” en el ejercicio concreto del poder gubernamental. Todo dependerá del tipo y de la profundidad de las medidas y de las reformas (o  contra-reformas) que se emprendan y de la base de apoyos sociales que la instancia gubernamental logre recabar en función de las mismas.

Y en ese ámbito, la opinión general que básicamente domina en nuestro ambiente, se circunscribe al hecho esperanzado de que, a AMLO, le resultará “imposible cumplir con todas sus promesas de campaña, pero con que llegue a satisfacer algunas de las principales, con esto le bastará para hacer un buen gobierno”.

Es del dominio público, entonces, el fenómeno político que atribuye al lenguaje empleado en las consabidas campañas electorales por parte de los candidatos y proponentes, un tono de promesa y de compromiso inmediato que casi nunca,-o de plano, nunca-verán su cumplimiento.

La experiencia ciudadana ha constatado, repetidamente, el hecho de que, la concentración de objetivos y la coordinación de medios, casi nunca han coincidido en una misma persona,  cuando ésta ha sido candidato, y cuando ha llegado a ser funcionario.

Pero, por ahora, la expectativa general conserva un tono de optimismo recatado y prudente en función del nuevo régimen que está por venir, en la medida en la que los antecedentes políticos de que quién lo encabeza demuestran que, por lo menos, ha establecido una indispensable congruencia de inspiración popular en las soluciones que ha sabido dar, a los problemas de organización y los problemas de programa.

Y así, la contribución moral que el nuevo poder gubernamental pueda aportar a la nueva dinámica del cambio que se anuncia, no será de menor importancia que la contribución material que pueda reunir para lograr tal propósito.

Nos encontramos ciertamente, ante tiempos nuevos que traerán consigo, seguramente, las razones de sus deficiencias, y las causas de sus éxitos. Pero habrá de ser importante que aquéllas y éstos, tengan lugar y se desarrollen, en la obra de gobierno, dentro de los marcos de nuestra originalidad social y de la personalidad cultural de las distintas regiones de nuestro país, según es, pues, el ritmo y el rigor de cada lugar, oportunidad y tiempo.

Por ahora, no queda entonces, más que esperar; sin excesos, pero también… sin defectos.

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