/ martes 12 de noviembre de 2019

EL SOL EN PERSPECTIVA

Momento delicado

No cabe ninguna duda en relación con el hecho evidente y claro de que vivimos actualmente, un momento político grave y delicado. Los términos del debate entre los principales actores de nuestra escena de poder se han venido haciendo coléricos e irritables, y los cruces de línea son cada vez más frecuentes en las principales tribunas públicas de nuestro país.

Las partes involucradas en el gran conflicto de intereses que ha venido a significar el nuevo régimen de gobierno surgido del gran consenso electoral de las últimas elecciones generales de carácter federal y los sectores de interés mayormente gratificados por el sistema económico y político vigentes hasta antes de dichas elecciones, ahondan sus diferencias y cada vez van haciendo más claras y evidentes sus fracturas de origen y sus controvertidos puntos de vista respecto de la gran gestión política y social que en conjunto debemos realizar los mexicanos para avanzar en la organización y el funcionamiento de un mejor sistema de vida individual y colectiva.

Resulta ineludible considerar el hecho de que, la nueva estructura de la Administración Pública Federal, ha tenido su origen y su razón de ser, en la gran convicción electoral promovida por la autenticidad del liderazgo carismático y activista de AMLO, pero también, en el agotamiento de un modelo económico y político que tuvo en su parálisis orgánica, en la escasa movilidad social, en la transferencia de los bienes públicos a los sectores privados mediante indiscriminadas privatizaciones, en la generación de una creciente desigualdad social; en la marcada ausencia de representatividad ciudadana en los partidos y en los puestos de elección popular, -y en no pocos casos de corrupción administrativa-, las principales causas de su decadencia y de su ruina.

El desdén y el olvido de los valores esenciales de la convivencia y de la política, puestos de manifiesto en el correlato de varios regímenes anteriores de nuestro sistema de gobierno, provocaron a la larga, en los más vastos espacios del ánimo ciudadano, la necesidad de intentar un cambio real y efectivo, -y no sólo aparente y formal- en el modelo de vida vigente.

En el ámbito ideológico de la oposición de derecha primero; en la opción de centro-derecha, y en el retorno del PRI al poder, enseguida; y finalmente, en la tendencia de la izquierda moderada, se ha buscado el servicio político al cambio anhelado y presentido por el gran interés popular.

De este modo con la irrupción de esta nueva formación de centro-izquierda, (Morena) y de su líder natural y fundador -AMLO-, se abre otra vez el campo a la enorme esperanza colectiva del cambio, en esta oportunidad con una gran cotización de confianza electoral en la expectativa y en la promesa que hacia esa anhelada transformación representa, -la que se considera mayoritariamente- como la nueva fuerza y la nueva fragua democrática de nuestro sistema político.

Ha de decirse, entonces, que sí se trata de construir una nueva democracia que haga posible la instalación y el goce de los derechos sociales de carácter universal en el beneficio de todos; sí se pretende que el poder y la acción del gobierno sean medios e instrumentos puestos al servicio de los intereses populares, y que los ciudadanos obtengan mejores posibilidades de acción y de representación política dentro de la institucionalidad formal de los órganos de autoridad, y sí se desea en suma, un nuevo y mejor orden de cosas, …ello no podrá lograrse, de ninguna manera, sin afectar ni modificar el juego de intereses, pactos y complicidades que participaban en exclusiva, en la distribución y el reparto de las rentas y los beneficios que las deficiencias del Estado de Derecho y del régimen ético imperante, les proporcionó en el pasado.

Ningún régimen de gobierno que se proclame y que se estime como transformador y democrático, podrá ver o escuchar con indiferente serenidad y calma, -y dejar sin la consecuente respuesta legítima y apegada a Derecho- la acción y el discurso excesivos de las enconadas oposiciones, ni podrá dejar sin la debida instrucción a la opinión pública respecto de los temas que constituyen el catálogo de la discusión. En los sistemas democráticos, todo es cuestión de medida, respeto mutuo,.. y de fondo ético y jurídico.

La hora presente, demanda pues del interés ciudadano, una profunda atención y un gran sentido de responsabilidad participativa, en el litigio político en curso. De lo que se trata, al final de cuentas, es de que cada ciudadano preocupado por el presente y el porvenir del País, decida y resuelva su propia posición y su propio compromiso cívico frente a los temas y los comportamientos públicos que se debaten y se confrontan.

Los tiempos que vivimos demandan de nosotros, en efecto, una nueva cultura de participación y responsabilidad política.

Momento delicado

No cabe ninguna duda en relación con el hecho evidente y claro de que vivimos actualmente, un momento político grave y delicado. Los términos del debate entre los principales actores de nuestra escena de poder se han venido haciendo coléricos e irritables, y los cruces de línea son cada vez más frecuentes en las principales tribunas públicas de nuestro país.

Las partes involucradas en el gran conflicto de intereses que ha venido a significar el nuevo régimen de gobierno surgido del gran consenso electoral de las últimas elecciones generales de carácter federal y los sectores de interés mayormente gratificados por el sistema económico y político vigentes hasta antes de dichas elecciones, ahondan sus diferencias y cada vez van haciendo más claras y evidentes sus fracturas de origen y sus controvertidos puntos de vista respecto de la gran gestión política y social que en conjunto debemos realizar los mexicanos para avanzar en la organización y el funcionamiento de un mejor sistema de vida individual y colectiva.

Resulta ineludible considerar el hecho de que, la nueva estructura de la Administración Pública Federal, ha tenido su origen y su razón de ser, en la gran convicción electoral promovida por la autenticidad del liderazgo carismático y activista de AMLO, pero también, en el agotamiento de un modelo económico y político que tuvo en su parálisis orgánica, en la escasa movilidad social, en la transferencia de los bienes públicos a los sectores privados mediante indiscriminadas privatizaciones, en la generación de una creciente desigualdad social; en la marcada ausencia de representatividad ciudadana en los partidos y en los puestos de elección popular, -y en no pocos casos de corrupción administrativa-, las principales causas de su decadencia y de su ruina.

El desdén y el olvido de los valores esenciales de la convivencia y de la política, puestos de manifiesto en el correlato de varios regímenes anteriores de nuestro sistema de gobierno, provocaron a la larga, en los más vastos espacios del ánimo ciudadano, la necesidad de intentar un cambio real y efectivo, -y no sólo aparente y formal- en el modelo de vida vigente.

En el ámbito ideológico de la oposición de derecha primero; en la opción de centro-derecha, y en el retorno del PRI al poder, enseguida; y finalmente, en la tendencia de la izquierda moderada, se ha buscado el servicio político al cambio anhelado y presentido por el gran interés popular.

De este modo con la irrupción de esta nueva formación de centro-izquierda, (Morena) y de su líder natural y fundador -AMLO-, se abre otra vez el campo a la enorme esperanza colectiva del cambio, en esta oportunidad con una gran cotización de confianza electoral en la expectativa y en la promesa que hacia esa anhelada transformación representa, -la que se considera mayoritariamente- como la nueva fuerza y la nueva fragua democrática de nuestro sistema político.

Ha de decirse, entonces, que sí se trata de construir una nueva democracia que haga posible la instalación y el goce de los derechos sociales de carácter universal en el beneficio de todos; sí se pretende que el poder y la acción del gobierno sean medios e instrumentos puestos al servicio de los intereses populares, y que los ciudadanos obtengan mejores posibilidades de acción y de representación política dentro de la institucionalidad formal de los órganos de autoridad, y sí se desea en suma, un nuevo y mejor orden de cosas, …ello no podrá lograrse, de ninguna manera, sin afectar ni modificar el juego de intereses, pactos y complicidades que participaban en exclusiva, en la distribución y el reparto de las rentas y los beneficios que las deficiencias del Estado de Derecho y del régimen ético imperante, les proporcionó en el pasado.

Ningún régimen de gobierno que se proclame y que se estime como transformador y democrático, podrá ver o escuchar con indiferente serenidad y calma, -y dejar sin la consecuente respuesta legítima y apegada a Derecho- la acción y el discurso excesivos de las enconadas oposiciones, ni podrá dejar sin la debida instrucción a la opinión pública respecto de los temas que constituyen el catálogo de la discusión. En los sistemas democráticos, todo es cuestión de medida, respeto mutuo,.. y de fondo ético y jurídico.

La hora presente, demanda pues del interés ciudadano, una profunda atención y un gran sentido de responsabilidad participativa, en el litigio político en curso. De lo que se trata, al final de cuentas, es de que cada ciudadano preocupado por el presente y el porvenir del País, decida y resuelva su propia posición y su propio compromiso cívico frente a los temas y los comportamientos públicos que se debaten y se confrontan.

Los tiempos que vivimos demandan de nosotros, en efecto, una nueva cultura de participación y responsabilidad política.

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