/ miércoles 25 de diciembre de 2019

EL SOL EN PERSPECTIVA

Las virtudes

Puede suceder que en ocasiones, y tanto entre los individuos como en las colectividades humanas, a causa de errores intelectuales de percepción o de método para encarar y resolver situaciones delicadas o críticas, se produzcan daños de distinta índole y gravedad.

Suele decirse, entonces, que la persona o el grupo social “sufre” o “padece” las consecuencias del descuido o de la imprevisión que provocó el deterioro o el perjuicio.

Pero hay otros errores o equivocaciones que producen, en la vida personal o social, daños más considerables y severos que los yerros intelectuales. Estos son los errores y los desatinos de la voluntad: los extravíos de carácter moral en los que siempre se manifiestan los efectos de la corrupción, por cuánto que ésta invariablemente denuncia y representa la descomposición de la mejor parte de la condición humana según la cual se ha dispuesto para la inteligencia del hombre su natural inclinación hacia la verdad, y que ha prescrito y establecido para la voluntad, su original disposición hacia el bien.

El error intelectual puede ser involuntario. El error moral nunca lo es. Los afanes desmedidos de una voluntad desordenada son siempre un exceso -o un defecto- en la disposición y el arreglo de las partes que constituyen la integridad de una persona.

De aquí que Aristóteles -aquél viejo pensador griego- afirmara que el único remedio eficaz para lograr el equilibrio de las almas, sea la virtud.

Y entendía por virtud -el imprescriptible preceptor-, “el hábito selectivo de la voluntad que consiste en buscar un término medio (entre el exceso y el defecto) de las cosas, relativo a cada quién; búsqueda que está determinada por el uso de la razón, y según la cual decide el hombre prudente lo que ha de hacer en cada situación”.

En esos términos, y sí es el caso de que la virtud sea, en efecto, un hábito y una búsqueda constante de la excelencia personal para la realización del bien que se localiza en el punto de equilibrio entre lo mucho y lo poco de cada cosa, ello significará, entonces, que la virtud, no viene a ser una dádiva gratuita para el ánimo de los seres humanos, sino que, por el contrario, la virtud es un objetivo que deberá ser alcanzado y conquistado mediante un trabajo consciente, libre y perseverante de la inteligencia y de la voluntad humanas, por cuanto que, las tentaciones, los objetos y las oportunidades para la imprudencia, la abdicación y la renuncia moral se presentan y se multiplican con gran variedad y profusión en el entorno individual y social, en todo momento, poniendo a prueba el ejercicio de la libertad del hombre, y convirtiendo en un acto de valor, el mérito y la fuerza interior de la virtud misma.

Cuando en la comunidad política y social, en los núcleos humanos que dan forma a las sociedades organizadas en las formas del Estado o en las instituciones públicas, privadas u oficiales, predominan los casos de los extravíos o de los agotamientos éticos… se dice que tales asociaciones o personas están gravemente enfermas; se considera que son débiles o decadentes.

Es entonces necesario, humanizar los procesos; extender los tratamientos solidarios que hacen robusto y vigoroso el sentido de lo colectivo y que aumentan la eficiencia de las inmunidades morales contra todas las formas posibles de corrupción ampliando en lo posible, mediante los instrumentos de la razón y de la voluntad fraternal, nuestras capacidades para producir efectos positivos en nuestra vida pública y privada, que tal es el concepto de la virtud en referencia a la vida sociedad.

En esta temporada del año, en cuyas reflexiones y substancia espiritual se localiza la vocación humana por los valores universales y la exaltación colectiva por la evocación cristiana hacia los valores de la fe y la confraternidad, es oportuno, según creemos, pensar en las virtudes cristianas y humanas, como un ejercicio y un remedio eficaz, de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad, por la parte de la responsabilidad personal que nos corresponde, como un intento de solución para los males de nuestro tiempo.

Las virtudes

Puede suceder que en ocasiones, y tanto entre los individuos como en las colectividades humanas, a causa de errores intelectuales de percepción o de método para encarar y resolver situaciones delicadas o críticas, se produzcan daños de distinta índole y gravedad.

Suele decirse, entonces, que la persona o el grupo social “sufre” o “padece” las consecuencias del descuido o de la imprevisión que provocó el deterioro o el perjuicio.

Pero hay otros errores o equivocaciones que producen, en la vida personal o social, daños más considerables y severos que los yerros intelectuales. Estos son los errores y los desatinos de la voluntad: los extravíos de carácter moral en los que siempre se manifiestan los efectos de la corrupción, por cuánto que ésta invariablemente denuncia y representa la descomposición de la mejor parte de la condición humana según la cual se ha dispuesto para la inteligencia del hombre su natural inclinación hacia la verdad, y que ha prescrito y establecido para la voluntad, su original disposición hacia el bien.

El error intelectual puede ser involuntario. El error moral nunca lo es. Los afanes desmedidos de una voluntad desordenada son siempre un exceso -o un defecto- en la disposición y el arreglo de las partes que constituyen la integridad de una persona.

De aquí que Aristóteles -aquél viejo pensador griego- afirmara que el único remedio eficaz para lograr el equilibrio de las almas, sea la virtud.

Y entendía por virtud -el imprescriptible preceptor-, “el hábito selectivo de la voluntad que consiste en buscar un término medio (entre el exceso y el defecto) de las cosas, relativo a cada quién; búsqueda que está determinada por el uso de la razón, y según la cual decide el hombre prudente lo que ha de hacer en cada situación”.

En esos términos, y sí es el caso de que la virtud sea, en efecto, un hábito y una búsqueda constante de la excelencia personal para la realización del bien que se localiza en el punto de equilibrio entre lo mucho y lo poco de cada cosa, ello significará, entonces, que la virtud, no viene a ser una dádiva gratuita para el ánimo de los seres humanos, sino que, por el contrario, la virtud es un objetivo que deberá ser alcanzado y conquistado mediante un trabajo consciente, libre y perseverante de la inteligencia y de la voluntad humanas, por cuanto que, las tentaciones, los objetos y las oportunidades para la imprudencia, la abdicación y la renuncia moral se presentan y se multiplican con gran variedad y profusión en el entorno individual y social, en todo momento, poniendo a prueba el ejercicio de la libertad del hombre, y convirtiendo en un acto de valor, el mérito y la fuerza interior de la virtud misma.

Cuando en la comunidad política y social, en los núcleos humanos que dan forma a las sociedades organizadas en las formas del Estado o en las instituciones públicas, privadas u oficiales, predominan los casos de los extravíos o de los agotamientos éticos… se dice que tales asociaciones o personas están gravemente enfermas; se considera que son débiles o decadentes.

Es entonces necesario, humanizar los procesos; extender los tratamientos solidarios que hacen robusto y vigoroso el sentido de lo colectivo y que aumentan la eficiencia de las inmunidades morales contra todas las formas posibles de corrupción ampliando en lo posible, mediante los instrumentos de la razón y de la voluntad fraternal, nuestras capacidades para producir efectos positivos en nuestra vida pública y privada, que tal es el concepto de la virtud en referencia a la vida sociedad.

En esta temporada del año, en cuyas reflexiones y substancia espiritual se localiza la vocación humana por los valores universales y la exaltación colectiva por la evocación cristiana hacia los valores de la fe y la confraternidad, es oportuno, según creemos, pensar en las virtudes cristianas y humanas, como un ejercicio y un remedio eficaz, de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad, por la parte de la responsabilidad personal que nos corresponde, como un intento de solución para los males de nuestro tiempo.

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