/ viernes 6 de diciembre de 2019

El Sol en pespectiva

El tema de la libertad

Complejo, múltiple y polémico el sentido de la expresión “libertad humana”. Como todos los conceptos de carácter universal, el de la “libertad” admite una gran variedad de acepciones, según sea el punto de vista desde el cual sea considerado, a su vez, el hombre y su naturaleza.

El significado del término libertad, depende también de la idea que se tenga de la vida en sociedad; del mundo de lo jurídico, y sobre todo, del concepto ético y moral que se aplique como norma de gobierno para orientar y dar razón de ser a la existencia individual y social del hombre, sin olvidar tampoco la convicción religiosa, -o la ausencia de ella- que cada quién mantenga en su interior.

Acaso el concepto más aceptado por los teóricos y los estudiosos que se han ocupado del tema en largas y laboriosas meditaciones, -incluidos entre ellos los liberales del Siglo XVIII, precursores de la Revolución Francesa-, sea el que formuló Santo Tomás de Aquino, en el Siglo XIII, cuando consideró que la libertad es la capacidad humana de poder elegir por voluntad propia, de entre dos o más alternativas, no la única posible, sino aquella que estimamos es mejor para nuestros intereses, objetivos y finalidades.

De esta manera se entiende la libertad como una independencia del ser humano con respecto a toda fuerza de imposición o toda coacción interna o exterior. Es decir que en este sentido, la libertad sería -como lo expresa la definición gramatical del término en el idioma castellano- una ausencia de impedimentos u obstáculos, para pensar u obrar, o para dejar de hacerlo.

Pero también, de acuerdo con la tesis tomista, la libertad podrá entenderse como capacidad de autodeterminación, es decir como disposición y capacidad real de la persona humana, para alcanzar su plenitud y realización, por cuanto que el individuo tiene la posibilidad de crearse su propio tipo o modelo moral para tratar de alcanzarlo en su “querer ser” buscando su propio perfeccionamiento y su voluntad de sentido vital.

Crearse su propio personaje y tratar de ser como él, en su vida real y concreta, es una facultad y una aptitud, en efecto, exclusiva de la naturaleza humana.

Agregaban los viejos liberales del siglo XVIII a este concepto, algunos elementos de los que debe estar provista la libertad humana, para que pudiera hacerse real, verídica y auténtica en la vida práctica del hombre, según lo explica el maestro español Miguel Bueno. En primer lugar la libertad debería ser libertad de conciencia. Libertad de conciencia que quiere decir: libertad de pensar; libertad de querer; libertad de sentir.

Libertad de pensar.- En virtud de que el pensamiento es la facultad humana que nos explica las cosas y los objetos que constituyen nuestra realidad.

Libertad de querer.- (En el sentido de ambicionar) por cuánto que es la voluntad la que propone, las cosas y los objetos explicados por el pensamiento, a los deseos y a los anhelos del ser humano, para que éste trate de obtenerlos y alcanzarlos en el caso de considerarlos un bien u objeto de valor. Esta libertad nos ayuda no sólo al conocimiento del mundo exterior, sino que nos impulsa hacia el mejor conocimiento de nosotros mismos en función de que nos hace saber de modo íntimo, personal y directo los objetos y las cosas que nos agradan o nos desagradan y los motivos y causas que ponen en movimiento nuestros anhelos y deseos.

Libertad de sentir.- En la medida en la que nuestros sentimientos presienten o intuyen, por medio de la inteligencia emotiva, las cosas naturalezas y entidades que el pensamiento no puede explicar, y nos facilitan la comprensión de tales objetos enseñándonos a contemplarlos desde el punto de vista del todo de la totalidad de que forman parte.

Sólo que tales libertades serían imposibles de obtener si nos faltara la última de ellas: la libertad jurídica, que debe entenderse como libertad de expresión y de movimiento.

Libertad de expresión que es la capacidad de exteriorizar lo que pensamos y lo que sentimos a fin considerarnos todos iguales ante la ley y de poseer un sentido de solidaridad con los demás en el ejercicio de nuestra vida en común, y en el trabajo y la búsqueda de mejores y más eficaces métodos y técnicas para la dignificación y el ennoblecimiento de la existencia humana. Y libertad de movimiento, para poder ir en pos de las cosas y los objetos que anhelamos.

Entendida la libertad en las acepciones que se han mencionado, se desprenderá de ello la consecuencia inevitable de que el Estado, y por ende sus Poderes Públicos, tienen como fundamental tarea, la protección, el incremento y la procuración sistemática y permanente de las libertades individuales y sociales, para cuyo efecto es indispensable la efectividad política de los derechos esenciales del ser humano. Pero corresponde también al ciudadano y al particular, la tarea de ejercitar celosa y responsablemente el contenido de sus libertades fundamentales y de orientarlas no en el sentido de una excusa total y absoluta de los deberes y las obligaciones que ellas correlativamente imponen, sino de dotarlas de un sentido de posibilidad para la realización constante, perseverante y concreta del bien común.

El ejercicio de la libertad en general, considerado como bien privado y público, no es, -nunca lo ha sido- nos enseñaban nuestros viejos e ilustres maestros de la Escuela de Derecho de la UJED-un don gratuito; es obra de la cultura, de la educación y de las costumbres.

Ha sido también producto de la ética y de las leyes; de los niveles espirituales más elevados de los seres humanos; y como patrimonio universal del hombre, precisa ser protegido y cultivado por el hombre mismo, en la amplitud y totalidad de sus términos y capacidades, a fin de que éste pueda alcanzar del mejor modo que es posible, el objetivo de su propio perfeccionamiento.

El tema de la libertad

Complejo, múltiple y polémico el sentido de la expresión “libertad humana”. Como todos los conceptos de carácter universal, el de la “libertad” admite una gran variedad de acepciones, según sea el punto de vista desde el cual sea considerado, a su vez, el hombre y su naturaleza.

El significado del término libertad, depende también de la idea que se tenga de la vida en sociedad; del mundo de lo jurídico, y sobre todo, del concepto ético y moral que se aplique como norma de gobierno para orientar y dar razón de ser a la existencia individual y social del hombre, sin olvidar tampoco la convicción religiosa, -o la ausencia de ella- que cada quién mantenga en su interior.

Acaso el concepto más aceptado por los teóricos y los estudiosos que se han ocupado del tema en largas y laboriosas meditaciones, -incluidos entre ellos los liberales del Siglo XVIII, precursores de la Revolución Francesa-, sea el que formuló Santo Tomás de Aquino, en el Siglo XIII, cuando consideró que la libertad es la capacidad humana de poder elegir por voluntad propia, de entre dos o más alternativas, no la única posible, sino aquella que estimamos es mejor para nuestros intereses, objetivos y finalidades.

De esta manera se entiende la libertad como una independencia del ser humano con respecto a toda fuerza de imposición o toda coacción interna o exterior. Es decir que en este sentido, la libertad sería -como lo expresa la definición gramatical del término en el idioma castellano- una ausencia de impedimentos u obstáculos, para pensar u obrar, o para dejar de hacerlo.

Pero también, de acuerdo con la tesis tomista, la libertad podrá entenderse como capacidad de autodeterminación, es decir como disposición y capacidad real de la persona humana, para alcanzar su plenitud y realización, por cuanto que el individuo tiene la posibilidad de crearse su propio tipo o modelo moral para tratar de alcanzarlo en su “querer ser” buscando su propio perfeccionamiento y su voluntad de sentido vital.

Crearse su propio personaje y tratar de ser como él, en su vida real y concreta, es una facultad y una aptitud, en efecto, exclusiva de la naturaleza humana.

Agregaban los viejos liberales del siglo XVIII a este concepto, algunos elementos de los que debe estar provista la libertad humana, para que pudiera hacerse real, verídica y auténtica en la vida práctica del hombre, según lo explica el maestro español Miguel Bueno. En primer lugar la libertad debería ser libertad de conciencia. Libertad de conciencia que quiere decir: libertad de pensar; libertad de querer; libertad de sentir.

Libertad de pensar.- En virtud de que el pensamiento es la facultad humana que nos explica las cosas y los objetos que constituyen nuestra realidad.

Libertad de querer.- (En el sentido de ambicionar) por cuánto que es la voluntad la que propone, las cosas y los objetos explicados por el pensamiento, a los deseos y a los anhelos del ser humano, para que éste trate de obtenerlos y alcanzarlos en el caso de considerarlos un bien u objeto de valor. Esta libertad nos ayuda no sólo al conocimiento del mundo exterior, sino que nos impulsa hacia el mejor conocimiento de nosotros mismos en función de que nos hace saber de modo íntimo, personal y directo los objetos y las cosas que nos agradan o nos desagradan y los motivos y causas que ponen en movimiento nuestros anhelos y deseos.

Libertad de sentir.- En la medida en la que nuestros sentimientos presienten o intuyen, por medio de la inteligencia emotiva, las cosas naturalezas y entidades que el pensamiento no puede explicar, y nos facilitan la comprensión de tales objetos enseñándonos a contemplarlos desde el punto de vista del todo de la totalidad de que forman parte.

Sólo que tales libertades serían imposibles de obtener si nos faltara la última de ellas: la libertad jurídica, que debe entenderse como libertad de expresión y de movimiento.

Libertad de expresión que es la capacidad de exteriorizar lo que pensamos y lo que sentimos a fin considerarnos todos iguales ante la ley y de poseer un sentido de solidaridad con los demás en el ejercicio de nuestra vida en común, y en el trabajo y la búsqueda de mejores y más eficaces métodos y técnicas para la dignificación y el ennoblecimiento de la existencia humana. Y libertad de movimiento, para poder ir en pos de las cosas y los objetos que anhelamos.

Entendida la libertad en las acepciones que se han mencionado, se desprenderá de ello la consecuencia inevitable de que el Estado, y por ende sus Poderes Públicos, tienen como fundamental tarea, la protección, el incremento y la procuración sistemática y permanente de las libertades individuales y sociales, para cuyo efecto es indispensable la efectividad política de los derechos esenciales del ser humano. Pero corresponde también al ciudadano y al particular, la tarea de ejercitar celosa y responsablemente el contenido de sus libertades fundamentales y de orientarlas no en el sentido de una excusa total y absoluta de los deberes y las obligaciones que ellas correlativamente imponen, sino de dotarlas de un sentido de posibilidad para la realización constante, perseverante y concreta del bien común.

El ejercicio de la libertad en general, considerado como bien privado y público, no es, -nunca lo ha sido- nos enseñaban nuestros viejos e ilustres maestros de la Escuela de Derecho de la UJED-un don gratuito; es obra de la cultura, de la educación y de las costumbres.

Ha sido también producto de la ética y de las leyes; de los niveles espirituales más elevados de los seres humanos; y como patrimonio universal del hombre, precisa ser protegido y cultivado por el hombre mismo, en la amplitud y totalidad de sus términos y capacidades, a fin de que éste pueda alcanzar del mejor modo que es posible, el objetivo de su propio perfeccionamiento.

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