/ domingo 28 de abril de 2019

El tema de los movimientos en la SEED sigue metiendo ruido

No hay que hacer nunca leña del árbol caído. Afortunadamente el caso al que me referiré, no cabe la víctima a la que alude el refrán, porque se trata de un talador que a la mala derribó todo un bosque de derechos.

Los que hemos estado involucrados en asuntos educativos, nos consta que en los dos sexenios próximos pasados, la Secretaría de Educación se acostumbró a cambiar de un titular a otro a la menor provocación, sin que ello alterase el ordenado desorden que domina la vida administrativa de la controvertida institución.

De modo que tanto las jefaturas de alto nivel como las de mediana jerarquía, optaron por no concederle gran importancia a las maniobras de la jefa de Recursos Humanos, de la Subsecretaría de Servicios Educativos, recientemente destituida.

Los actos de dicha exfuncionaria, comentados por los que fueron víctimas del despojo de su derecho al trabajo, consideran que pese a lo escandaloso de la corrupción, las autoridades preferían mantenerse lo más lejos posible de los pactos y componendas tramados en su nombre.

Pero el descrédito de la institución y toda la comunidad educativa llegó a ser tan apabullante, que al final terminó por devorar la credibilidad de todo el sistema, sobre la transparencia del ingreso al magisterio, donde esta señora fue absoluta y sin ser tocada por nadie, pese a errores y caprichos, no había poder humano que pudiera destituirla.

Ahora en su calidad de destituida, trata de escamotear los señalamientos de corrupción, los motivos de componenda con quienes le daban línea para que diera luz verde a los agraciados de las plazas de nuevo ingreso y luz roja a los desposeídos de respaldo político, aunque hubieran obtenido los mejores lugares.

Ahora en su calidad de destituida acude a las marrullerías de la conmiseración, implorando a las autoridades un lugar de privilegio que le salvaguarde su jugosa compensación, ya que aduce a sus servicios prestados a la institución; pero sin aquilatar el desprestigio que bajo se pésima actuación le endosó a la Secretaría.

Ahora en su calidad de destituida exige justicia, premisa que nunca aplicó en aquellos que pasaron por sus manos y que de ella dependía el destino profesional de muchos aspirantes a formar parte del magisterio, se portó inflexible con los que tenían derecho y blandengue con aquellos que ni siquiera presentaban la evaluación punitiva.

Ahora en su calidad de destituida aclama gracia y consideración, cuando ella jamás tuvo a bien compadecerse de aquellos que obtuvieron un buen lugar para obtener el empleo, pero desafortunadamente ella estaba influida por los intereses externos y sin ninguna ética los nulificaba, pese a la necesidad que reflejaban en su haber personal y familiar.

Entre los docentes de nuevo ingreso logró concitar odio y sed de venganza, sobre todo en aquellos casos donde ya no existía el titular de la plaza y ella por sus timbres se las mantenía en calidad de interinas, con la expectativa de darles otro giro. De ahí que nadie en su sano juicio pudiera cuestionar la acción de la destitución de la interfecta, porque las evidencias eran públicas y conocidas; sólo faltaba dar el carpetazo de salida.

También es del todo cierto que su remoción era indispensable para mejorar la calidad del servicio de dicho departamento, impulsar la justicia que le vetó a muchos, restablecer la integridad y autenticidad del verdadero profesionalismo y combatir la corrupción de los factores externos, que en la forma simulan combatir, pero en el fondo la siguen practicando pese al lineamiento presidencial.

La decisión de la destitución de esta pésima funcionaria envía dos mensajes claros e incuestionables: la disposición de hacer valer la fuerza del derecho y la determinación para adecuarse a los dictados de la nueva reforma educativa, pilar fundamental de la “Cuarta transformación”.

Pero todavía falta un gran trecho para concluir que las autoridades harán valer el estado de derecho, que combatirá la corrupción y que poco a poco someterá a los poderes fácticos que cada uno por su cuenta lucran con el patrimonio de la SEED, donde las disidencias, grupos priistas y antorchistas no tienen llenadera.

Por otra parte, además del deleznable comportamiento de la señora símbolo de corrupción, hay también algunas especulaciones que las autoridades han tomado con sigilo y por su gravedad, oficialmente no han sometido al escrutinio público los nombres de dos ex funcionarios que pese a su prominente rango social, no han escapado a los señalamientos naturales de la comunicación, donde se asegura la malversación de cantidades millonarias.

En pocas palabras: así como encarnó la corrupción, el oportunismo, la resistencia a la autoridad, la soberbia, la ostentación y muchos vicios inherentes al sistema y cuya enumeración sería casi interminable, también debe destacarse que forma parte de ese grupo de destituidos de sus puestos, que contribuyeron al desorden financiero y que también para ellos hay un mensaje implícito quizás de mayores dimensiones. Cuestión de tiempo.

En el que deben apuntarse las disidencias magisteriales cuya mística es no trabajar y hacer negocio a nombre de los grupos que representan y que no se cansarán nunca de traicionar, chantajear y lucrar a nombre de la educación, cuya cantaleta utilizan y capitalizan para extorsionar a las autoridades y quitarles el tiempo que éstas deben direccionar hacia el aprendizaje de los alumnos y no perderlo en exigencias mezquinas, a través de las cuales ofrecen piratería profesional y chatarra pedagógica.

Ahí es donde debe estar la jefa de gabinete, metiendo el hombro con las autoridades educativas para frenar estos flagelos. Desafortunadamente es muy dada a ganarse el encono de la opinión pública. De ahí que su ánimo siempre esté a la defensiva y no dimensione el esfuerzo que realizan éstas, para enfrentar a tantos mercenarios que carecen de control y del mínimo respeto a las instituciones, de las que al aventón y al troche moche tienen que sacar lo que legalmente no se justifica.

No hay que hacer nunca leña del árbol caído. Afortunadamente el caso al que me referiré, no cabe la víctima a la que alude el refrán, porque se trata de un talador que a la mala derribó todo un bosque de derechos.

Los que hemos estado involucrados en asuntos educativos, nos consta que en los dos sexenios próximos pasados, la Secretaría de Educación se acostumbró a cambiar de un titular a otro a la menor provocación, sin que ello alterase el ordenado desorden que domina la vida administrativa de la controvertida institución.

De modo que tanto las jefaturas de alto nivel como las de mediana jerarquía, optaron por no concederle gran importancia a las maniobras de la jefa de Recursos Humanos, de la Subsecretaría de Servicios Educativos, recientemente destituida.

Los actos de dicha exfuncionaria, comentados por los que fueron víctimas del despojo de su derecho al trabajo, consideran que pese a lo escandaloso de la corrupción, las autoridades preferían mantenerse lo más lejos posible de los pactos y componendas tramados en su nombre.

Pero el descrédito de la institución y toda la comunidad educativa llegó a ser tan apabullante, que al final terminó por devorar la credibilidad de todo el sistema, sobre la transparencia del ingreso al magisterio, donde esta señora fue absoluta y sin ser tocada por nadie, pese a errores y caprichos, no había poder humano que pudiera destituirla.

Ahora en su calidad de destituida, trata de escamotear los señalamientos de corrupción, los motivos de componenda con quienes le daban línea para que diera luz verde a los agraciados de las plazas de nuevo ingreso y luz roja a los desposeídos de respaldo político, aunque hubieran obtenido los mejores lugares.

Ahora en su calidad de destituida acude a las marrullerías de la conmiseración, implorando a las autoridades un lugar de privilegio que le salvaguarde su jugosa compensación, ya que aduce a sus servicios prestados a la institución; pero sin aquilatar el desprestigio que bajo se pésima actuación le endosó a la Secretaría.

Ahora en su calidad de destituida exige justicia, premisa que nunca aplicó en aquellos que pasaron por sus manos y que de ella dependía el destino profesional de muchos aspirantes a formar parte del magisterio, se portó inflexible con los que tenían derecho y blandengue con aquellos que ni siquiera presentaban la evaluación punitiva.

Ahora en su calidad de destituida aclama gracia y consideración, cuando ella jamás tuvo a bien compadecerse de aquellos que obtuvieron un buen lugar para obtener el empleo, pero desafortunadamente ella estaba influida por los intereses externos y sin ninguna ética los nulificaba, pese a la necesidad que reflejaban en su haber personal y familiar.

Entre los docentes de nuevo ingreso logró concitar odio y sed de venganza, sobre todo en aquellos casos donde ya no existía el titular de la plaza y ella por sus timbres se las mantenía en calidad de interinas, con la expectativa de darles otro giro. De ahí que nadie en su sano juicio pudiera cuestionar la acción de la destitución de la interfecta, porque las evidencias eran públicas y conocidas; sólo faltaba dar el carpetazo de salida.

También es del todo cierto que su remoción era indispensable para mejorar la calidad del servicio de dicho departamento, impulsar la justicia que le vetó a muchos, restablecer la integridad y autenticidad del verdadero profesionalismo y combatir la corrupción de los factores externos, que en la forma simulan combatir, pero en el fondo la siguen practicando pese al lineamiento presidencial.

La decisión de la destitución de esta pésima funcionaria envía dos mensajes claros e incuestionables: la disposición de hacer valer la fuerza del derecho y la determinación para adecuarse a los dictados de la nueva reforma educativa, pilar fundamental de la “Cuarta transformación”.

Pero todavía falta un gran trecho para concluir que las autoridades harán valer el estado de derecho, que combatirá la corrupción y que poco a poco someterá a los poderes fácticos que cada uno por su cuenta lucran con el patrimonio de la SEED, donde las disidencias, grupos priistas y antorchistas no tienen llenadera.

Por otra parte, además del deleznable comportamiento de la señora símbolo de corrupción, hay también algunas especulaciones que las autoridades han tomado con sigilo y por su gravedad, oficialmente no han sometido al escrutinio público los nombres de dos ex funcionarios que pese a su prominente rango social, no han escapado a los señalamientos naturales de la comunicación, donde se asegura la malversación de cantidades millonarias.

En pocas palabras: así como encarnó la corrupción, el oportunismo, la resistencia a la autoridad, la soberbia, la ostentación y muchos vicios inherentes al sistema y cuya enumeración sería casi interminable, también debe destacarse que forma parte de ese grupo de destituidos de sus puestos, que contribuyeron al desorden financiero y que también para ellos hay un mensaje implícito quizás de mayores dimensiones. Cuestión de tiempo.

En el que deben apuntarse las disidencias magisteriales cuya mística es no trabajar y hacer negocio a nombre de los grupos que representan y que no se cansarán nunca de traicionar, chantajear y lucrar a nombre de la educación, cuya cantaleta utilizan y capitalizan para extorsionar a las autoridades y quitarles el tiempo que éstas deben direccionar hacia el aprendizaje de los alumnos y no perderlo en exigencias mezquinas, a través de las cuales ofrecen piratería profesional y chatarra pedagógica.

Ahí es donde debe estar la jefa de gabinete, metiendo el hombro con las autoridades educativas para frenar estos flagelos. Desafortunadamente es muy dada a ganarse el encono de la opinión pública. De ahí que su ánimo siempre esté a la defensiva y no dimensione el esfuerzo que realizan éstas, para enfrentar a tantos mercenarios que carecen de control y del mínimo respeto a las instituciones, de las que al aventón y al troche moche tienen que sacar lo que legalmente no se justifica.