/ lunes 10 de mayo de 2021

El tráfico de despensas

Los traficantes de despensas se la rifan cómodamente, ya que en dicho tema las autoridades electorales, aunque vean y oigan, su misión es dejar hacer, dejar pasar, como el caso escandaloso de La Laguna.

Claro que en dicho contrabando tienen preferencia los pioneros de tan deleznable actividad, ya que el que “es primero en tiempo es primero en derecho”. De ahí que las pruebas que se aportan si van en el sentido de señalar a éstos, caerán en el vacío del silencio: “nadie sabe, nadie supo”.

Y esa historia se ha convertido en el ícono grotesco de la comicidad, porque los implicados directos en dicho cargamento, han argumentado que los canjes por el voto iban a Torreón, y el colmo revienta las vísceras de riza, cuando el dueño del vehículo inocentemente argumenta que “no sabe quién las cargó”. Así de fácil, para que la ciudadanía se chupe el dedo y las autoridades electorales en una posición inédita, declaren que no hay pruebas que involucren a los denunciados.

Sin duda que este numerito es para Ripley, pero no deja de calentar cuando el protagonista argumenta que él sabía a donde iban las despensas, pero no de dónde venían y ahí es donde las rechiflas pisan callos a los responsables de investigar y descaradamente no lo harán, porque su salario no depende de encontrar la verdad sino de ocultarla

Y mientras ellos puedan liberar de toda culpa a sus amigos, que las despensas rueden y que no dejen de cumplir su objetivo, sin importarles que el PRIAN y toda la oposición en su contra, sigan acuerpados cada quien en sus respectivas trincheras. Y, desde ese fondo no cejan en sus intentos: Unos por denunciar el delito flagrante del tráfico de despensas y los presuntos inculpados exhibiendo demencia supina.

Sin duda que el uso y abuso del tráfico de despensas, ha dado en estos momentos el fruto buscado. Toda la oposición al PRIANRD ha dado tiros precisos al blanco de su cacería, aunque éste insista que el pato que cazaron no es de su propiedad. Cosa que no es creíble ya que la negativa es sumamente débil, dado el negro historial que en ese rubro pesa sobre los que ahora niegan la cruz de su parroquia, cuyo escudo ha sido siempre el símbolo del fraude, bajo la cultura de las dádivas.

Han adoptado ideas y señales vehementes al “yo no fui”, pero tan cobarde negativa se contrapone a las evidencias que ahí están en Gómez Palacio, a las que ellos marrulleramente les han dado muchas interpretaciones, sin que logren impactar en la conciencia de la ciudadanía, de la que sin duda han abusado, pero que éstas ya no les funcionarán, porque dicho truco de querernos ver la cara, ya está muy usado y desgastado

Como desgastada la beligerancia de las autoridades al no dar la cara en serio, creyendo que asomarla sólo para decir que no hay pruebas, sea suficiente para eliminar la rabia de la ciudadanía que nunca ha confiado en ellas, porque cuando debieran dar pruebas de transparencia se esmeran en opacarla.

En el caso que nos ocupa, aluden con insistencia a la aportación de pruebas, como si diez mil despensas fueran una aguja en el pajar, o como si los señalados fueran novatos en el reparto de los mendrugos a cambio de los votos. Querer tapar el sol con un dedo, están enviando un mensaje de complicidad con los capos del fraude y entre ambos burlarse de los que demandan justicia.

Al actuar de esa manera ahondan la división que la elección por sí misma ha revelado. Demuestran que no entienden a los que exigen que la competencia sea legal. De ahí que pareciera que acudir a la autoridad electoral es para que ésta cierre los ojos y no abrirlos hasta que sus protegidos borren las huellas de sus atrocidades.

Esta infografía que estamos adelantando explica el bajo nivel de confianza que inspiran las autoridades electorales y no existen condiciones para cambiar de opinión, ya que su lealtad a los viejos modos de comprar el voto está por encima de cualquier señalamiento que intente interrumpirlo.

Los traficantes de despensas se la rifan cómodamente, ya que en dicho tema las autoridades electorales, aunque vean y oigan, su misión es dejar hacer, dejar pasar, como el caso escandaloso de La Laguna.

Claro que en dicho contrabando tienen preferencia los pioneros de tan deleznable actividad, ya que el que “es primero en tiempo es primero en derecho”. De ahí que las pruebas que se aportan si van en el sentido de señalar a éstos, caerán en el vacío del silencio: “nadie sabe, nadie supo”.

Y esa historia se ha convertido en el ícono grotesco de la comicidad, porque los implicados directos en dicho cargamento, han argumentado que los canjes por el voto iban a Torreón, y el colmo revienta las vísceras de riza, cuando el dueño del vehículo inocentemente argumenta que “no sabe quién las cargó”. Así de fácil, para que la ciudadanía se chupe el dedo y las autoridades electorales en una posición inédita, declaren que no hay pruebas que involucren a los denunciados.

Sin duda que este numerito es para Ripley, pero no deja de calentar cuando el protagonista argumenta que él sabía a donde iban las despensas, pero no de dónde venían y ahí es donde las rechiflas pisan callos a los responsables de investigar y descaradamente no lo harán, porque su salario no depende de encontrar la verdad sino de ocultarla

Y mientras ellos puedan liberar de toda culpa a sus amigos, que las despensas rueden y que no dejen de cumplir su objetivo, sin importarles que el PRIAN y toda la oposición en su contra, sigan acuerpados cada quien en sus respectivas trincheras. Y, desde ese fondo no cejan en sus intentos: Unos por denunciar el delito flagrante del tráfico de despensas y los presuntos inculpados exhibiendo demencia supina.

Sin duda que el uso y abuso del tráfico de despensas, ha dado en estos momentos el fruto buscado. Toda la oposición al PRIANRD ha dado tiros precisos al blanco de su cacería, aunque éste insista que el pato que cazaron no es de su propiedad. Cosa que no es creíble ya que la negativa es sumamente débil, dado el negro historial que en ese rubro pesa sobre los que ahora niegan la cruz de su parroquia, cuyo escudo ha sido siempre el símbolo del fraude, bajo la cultura de las dádivas.

Han adoptado ideas y señales vehementes al “yo no fui”, pero tan cobarde negativa se contrapone a las evidencias que ahí están en Gómez Palacio, a las que ellos marrulleramente les han dado muchas interpretaciones, sin que logren impactar en la conciencia de la ciudadanía, de la que sin duda han abusado, pero que éstas ya no les funcionarán, porque dicho truco de querernos ver la cara, ya está muy usado y desgastado

Como desgastada la beligerancia de las autoridades al no dar la cara en serio, creyendo que asomarla sólo para decir que no hay pruebas, sea suficiente para eliminar la rabia de la ciudadanía que nunca ha confiado en ellas, porque cuando debieran dar pruebas de transparencia se esmeran en opacarla.

En el caso que nos ocupa, aluden con insistencia a la aportación de pruebas, como si diez mil despensas fueran una aguja en el pajar, o como si los señalados fueran novatos en el reparto de los mendrugos a cambio de los votos. Querer tapar el sol con un dedo, están enviando un mensaje de complicidad con los capos del fraude y entre ambos burlarse de los que demandan justicia.

Al actuar de esa manera ahondan la división que la elección por sí misma ha revelado. Demuestran que no entienden a los que exigen que la competencia sea legal. De ahí que pareciera que acudir a la autoridad electoral es para que ésta cierre los ojos y no abrirlos hasta que sus protegidos borren las huellas de sus atrocidades.

Esta infografía que estamos adelantando explica el bajo nivel de confianza que inspiran las autoridades electorales y no existen condiciones para cambiar de opinión, ya que su lealtad a los viejos modos de comprar el voto está por encima de cualquier señalamiento que intente interrumpirlo.