/ sábado 6 de junio de 2020

El turismo noqueado y sin plan para recuperarse

El turismo ha sido uno de los pilares más sólidos de la actividad económica de México en las últimas décadas, genera más divisas que el sector financiero, el de la construcción y el agropecuario, datos que revelan su importancia. Hasta antes de la pandemia representaba el 8.7% del Producto Interno Bruto (PIB), generaba 4 millones de empleos directos y 6 millones indirectos. Este servicio los prestaban 450 mil empresas entre pequeñas, medianas y las grandes cadenas hoteleras; generaba una balanza favorable de 14,700 millones de dólares, convirtiéndose en uno de los sectores más vigorosos de la economía nacional.

A pesar de las indiscutibles fortalezas, el turismo no está en la agenda estratégica de ninguno de los tres Poderes de la Unión, sólo gobiernos estatales y municipales cuya economía depende de esta actividad realizan esfuerzos, que se perciben menores y aislados ante el enorme reto de reactivar una de las actividades más rentables. La agenda del Poder Legislativo no contempla decisiones normativas para rescatar, promover e impulsar el turismo; el Gobierno Federal da la impresión de no dimensionar este sector, no se percibe una estrategia planeada con los diversos sectores que directa e indirectamente prestan servicios turísticos para crear una nueva realidad -no una “nueva normalidad” porque nadie entiende el significado de ese término- una vez que se superen los efectos nocivos de la pandemia provocada por el Covid-19. El primer paso es cuidar los logros en conjunto de los sectores público, privado y la sociedad, quienes a través de su creatividad y esfuerzo han hecho de la industria una marca reconocida en todo el mundo.

El turismo está dañado seriamente por la pandemia al desplomarse sus actividades en un 78%, una afectación dramática, a consecuencia de las limitantes de movilidad que aún permanecen en el mundo y en nuestro país. Pero lo más preocupante es que a diferencia de otros países con importante actividad turística, aquí no se observa el diseño y despliegue de un plan para restablecer la oferta turística nacional, lo único que está en marcha es la ejecución del Tren Maya, un proyecto incierto -apenas esta semana se dio el banderazo de arranque de obra- cuya construcción puede durar varios años, además de enfocarse en una región localizada en la península de Yucatán, siendo que los destinos turísticos de México son mucho más amplios que esa zona. Oscar Espinoza Villarreal, exsecretario de Turismo, en una charla sostenida esta semana con la Red de Acción Ética y Política, reveló que se estima que la reducción del consumo turístico a consecuencia de la paralización de actividades es de 1.6 billones de pesos, que significa cerca del 25% del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) para este año. Con esa cantidad se pueden construir varios trenes mayas y refinerías tres bocas.

De acuerdo a valoraciones del Centro de Investigación y Competitividad Turística (Cicotur), las pérdidas en turismo ante la pandemia son desconsoladoras, es predecible que durante este proceso desaparezcan un millón de empleos. La desocupación hotelera, el cierre de restaurantes, negocios familiares y la inmovilidad aérea y terrestre han dejado a miles de familias sin ingresos y a empresarios en riesgo de perder su negocio. La crisis es preocupante, pero lo peor es no tener una ruta trazada para la recuperación.

La competencia post Covid-19 será feroz, se estima que en el año 2030 habrá 1,800 millones de turistas buscando un destino para vacacionar, de ahí que varios países están construyendo acuerdos internos entre los diversos prestadores de servicios y el sector público para mejorar sus ofertas -como habitaciones bajo el agua- a fin de atraer a más vacacionistas.

México necesita un Plan de Desarrollo Turístico en el que participen los sectores involucrados, se requiere también de grandes inversiones. Francia está destinando 18,000 millones euros en apoyo a pequeñas industrias turísticas para regresar al mercado fortalecido; lo mismo están haciendo España, Italia y Alemania, entre otros. El sector tiene un gran potencial, por eso los recursos que se le inviertan hoy se multiplicarán mañana generando riqueza y beneficios a millones de personas. Los turistas van a elegir los destinos que les garanticen mantener su salud y su seguridad, así como confort y novedades para “vivir” las riquezas naturales. México tiene todo para competir y obtener una buena rebanada del pastel turístico de los años venideros, siempre y cuando tomemos decisiones a tiempo, es decir, ahora.

En cuanto a su dimensión social, el turismo es el principal empleador de jóvenes y mujeres; ocupando al 25% en edades que oscilan entre 16 a 34 años y el 57.1% respectivamente. No hay un diagnóstico serio del presente y futuro del turismo en México, de ahí que algunos de los principales puntos turísticos del país se preparan para la reapertura en pleno pico de la pandemia, sin una dirección táctica, cuidada, pausada, que renueve y fortalezca la oferta acorde a las riquezas naturales de las regiones del país.

El turismo está lastimado por la coyuntura; se necesita protegerlo en el ámbito sanitario, pero con énfasis en el fiscal para su recuperación sostenida y segura. Se requieren decisiones legislativas que impulsen a las empresas turísticas; es en este sector donde más claramente se manifiestan las cadenas productivas, muchas Mipymes hoy están urgidas de liquidez y acceso a créditos.

México es hospitalario y cálido. El mundo reconoce nuestras bellezas naturales, nuestra cultura, nuestra gastronomía y calidez humana. El turismo en México abate la pobreza, ahí están los ejemplos de Quintana Roo y Baja California Sur que presentan bajos indicadores de pobreza en relación a la media nacional. Son muchos los motivos para considerar a esta actividad como uno de los motores del desarrollo, a pesar de ello no hay un proyecto visible de trabajo. Las prioridades del Gobierno Federal parecen estar alejadas de las actividades que generan prosperidad a pesar de su bulliciosa retórica al respecto.

El turismo ha sido uno de los pilares más sólidos de la actividad económica de México en las últimas décadas, genera más divisas que el sector financiero, el de la construcción y el agropecuario, datos que revelan su importancia. Hasta antes de la pandemia representaba el 8.7% del Producto Interno Bruto (PIB), generaba 4 millones de empleos directos y 6 millones indirectos. Este servicio los prestaban 450 mil empresas entre pequeñas, medianas y las grandes cadenas hoteleras; generaba una balanza favorable de 14,700 millones de dólares, convirtiéndose en uno de los sectores más vigorosos de la economía nacional.

A pesar de las indiscutibles fortalezas, el turismo no está en la agenda estratégica de ninguno de los tres Poderes de la Unión, sólo gobiernos estatales y municipales cuya economía depende de esta actividad realizan esfuerzos, que se perciben menores y aislados ante el enorme reto de reactivar una de las actividades más rentables. La agenda del Poder Legislativo no contempla decisiones normativas para rescatar, promover e impulsar el turismo; el Gobierno Federal da la impresión de no dimensionar este sector, no se percibe una estrategia planeada con los diversos sectores que directa e indirectamente prestan servicios turísticos para crear una nueva realidad -no una “nueva normalidad” porque nadie entiende el significado de ese término- una vez que se superen los efectos nocivos de la pandemia provocada por el Covid-19. El primer paso es cuidar los logros en conjunto de los sectores público, privado y la sociedad, quienes a través de su creatividad y esfuerzo han hecho de la industria una marca reconocida en todo el mundo.

El turismo está dañado seriamente por la pandemia al desplomarse sus actividades en un 78%, una afectación dramática, a consecuencia de las limitantes de movilidad que aún permanecen en el mundo y en nuestro país. Pero lo más preocupante es que a diferencia de otros países con importante actividad turística, aquí no se observa el diseño y despliegue de un plan para restablecer la oferta turística nacional, lo único que está en marcha es la ejecución del Tren Maya, un proyecto incierto -apenas esta semana se dio el banderazo de arranque de obra- cuya construcción puede durar varios años, además de enfocarse en una región localizada en la península de Yucatán, siendo que los destinos turísticos de México son mucho más amplios que esa zona. Oscar Espinoza Villarreal, exsecretario de Turismo, en una charla sostenida esta semana con la Red de Acción Ética y Política, reveló que se estima que la reducción del consumo turístico a consecuencia de la paralización de actividades es de 1.6 billones de pesos, que significa cerca del 25% del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) para este año. Con esa cantidad se pueden construir varios trenes mayas y refinerías tres bocas.

De acuerdo a valoraciones del Centro de Investigación y Competitividad Turística (Cicotur), las pérdidas en turismo ante la pandemia son desconsoladoras, es predecible que durante este proceso desaparezcan un millón de empleos. La desocupación hotelera, el cierre de restaurantes, negocios familiares y la inmovilidad aérea y terrestre han dejado a miles de familias sin ingresos y a empresarios en riesgo de perder su negocio. La crisis es preocupante, pero lo peor es no tener una ruta trazada para la recuperación.

La competencia post Covid-19 será feroz, se estima que en el año 2030 habrá 1,800 millones de turistas buscando un destino para vacacionar, de ahí que varios países están construyendo acuerdos internos entre los diversos prestadores de servicios y el sector público para mejorar sus ofertas -como habitaciones bajo el agua- a fin de atraer a más vacacionistas.

México necesita un Plan de Desarrollo Turístico en el que participen los sectores involucrados, se requiere también de grandes inversiones. Francia está destinando 18,000 millones euros en apoyo a pequeñas industrias turísticas para regresar al mercado fortalecido; lo mismo están haciendo España, Italia y Alemania, entre otros. El sector tiene un gran potencial, por eso los recursos que se le inviertan hoy se multiplicarán mañana generando riqueza y beneficios a millones de personas. Los turistas van a elegir los destinos que les garanticen mantener su salud y su seguridad, así como confort y novedades para “vivir” las riquezas naturales. México tiene todo para competir y obtener una buena rebanada del pastel turístico de los años venideros, siempre y cuando tomemos decisiones a tiempo, es decir, ahora.

En cuanto a su dimensión social, el turismo es el principal empleador de jóvenes y mujeres; ocupando al 25% en edades que oscilan entre 16 a 34 años y el 57.1% respectivamente. No hay un diagnóstico serio del presente y futuro del turismo en México, de ahí que algunos de los principales puntos turísticos del país se preparan para la reapertura en pleno pico de la pandemia, sin una dirección táctica, cuidada, pausada, que renueve y fortalezca la oferta acorde a las riquezas naturales de las regiones del país.

El turismo está lastimado por la coyuntura; se necesita protegerlo en el ámbito sanitario, pero con énfasis en el fiscal para su recuperación sostenida y segura. Se requieren decisiones legislativas que impulsen a las empresas turísticas; es en este sector donde más claramente se manifiestan las cadenas productivas, muchas Mipymes hoy están urgidas de liquidez y acceso a créditos.

México es hospitalario y cálido. El mundo reconoce nuestras bellezas naturales, nuestra cultura, nuestra gastronomía y calidez humana. El turismo en México abate la pobreza, ahí están los ejemplos de Quintana Roo y Baja California Sur que presentan bajos indicadores de pobreza en relación a la media nacional. Son muchos los motivos para considerar a esta actividad como uno de los motores del desarrollo, a pesar de ello no hay un proyecto visible de trabajo. Las prioridades del Gobierno Federal parecen estar alejadas de las actividades que generan prosperidad a pesar de su bulliciosa retórica al respecto.