A 213 años del Grito, asignatura pendiente
La primera conmemoración del “Grito de Dolores” fue realizada por Ignacio López Rayón y Andrés Quintana Roo el 16 de septiembre de 1812, en Chapitel, actual estado de Hidalgo. Poco después, el 14 de septiembre de 1813, José María Morelos incluyó la festividad en sus sentimientos de la Nación.
Es hora de reflexionar en el pasado de nuestra nación, en el presente y en el porvenir. Son cuatro los momentos estelares de la historia de la cultura mexicana, esto es, de nuestro modo de vida: El de la Conquista que emulsionó las dos grandes culturas, la indígena y la europea que nos llegó a través de España. El de la Independencia en que México adquiere personalidad propia en el concierto de las naciones y es el asombro del mundo por el caudal espiritual que atesora su raza. El de la Reforma donde la excelsa figura de Benito Pablo Juárez García sienta las bases jurídicas y políticas que no pueden ser desdeñadas.
Más tarde, la Revolución Mexicana configura los ideales populares en la Constitución de 1917, documento admirable por su buen juicio en el que desafortunadamente no han prevalecido muchos fundamentales preceptos sociales y muchos siguen siendo letra muerta en su aplicación, por ejemplo, las “reformas” de los neoliberales e insensibles conservadores que sometieron al ejido a las leyes del mercado del terrateniente, fraccionador y latifundista, y permitieron nuevamente otorgar derechos políticos al clero, que ahora exige –sin memoria histórica- convertir a la escuela pública mexicana en espacios doctrinales y confesionales a sus intereses, y volvieron los neoliberales a la carga con la Reforma Laboral para eliminar derechos de los trabajadores y someterlos –aún más- a la explotación del capital del imperio.
Recordar a Miguel Hidalgo y su gloriosa insurrección es recordar la historia de nuestra nación. Cuando el famoso ex rector del Colegio de San Nicolás de la hoy ciudad de Morelia, convocó a los desheredados a tomar las armas para acabar con la dominación española, empezó una lucha que todavía no termina. Porque si México ha conquistado su independencia política, todavía falta por hacer el camino de la independencia económica. Y bien sabemos lo que significa la cuestión económica y de cómo incide en los ámbitos de la política.
De aquí que la obra del cura Hidalgo no deba ser juzgada simplemente a la luz de una acontecimiento de la historia, sino como una obra permanente a través de los años, diafanosa búsqueda de la cabal independencia, la económica, que nos permita disfrutar plenamente de los derechos consagrados en nuestras leyes. Porque la vida es compromiso con nuestra patria, y este compromiso no puede ser soslayado si atendemos a la filosofía de la historia que en el caso de México por sus antecedentes y trayectoria deberá desempeñar un papel destacado sobre el escenario de las naciones.
Difícil la agenda nacional con el ancestral problema de la corrupción –cuya lucha en el actual sexenio gubernamental federal le ha otorgado recursos que nadie imaginaba-, combatiendo la impunidad, la demagogia y el doble discurso, la injusticia social, la pésima distribución de los ingresos que hacen que se incremente más la brecha entre pobres y ricos, la pésima impartición de justicia por magistrados y jueces que atienden intereses de los neoliberales y no del pueblo, todo ello aunado a la difícil situación económica y financiera internacional por la guerra de Rusia y Ucrania, nos lleva a preguntarnos si hay motivos para festejar el 213 aniversario del Grito de la Independencia.
La consumación de la independencia mexicana se realizó cuando el Ejército de las Tres Garantías, entró a la ciudad de México el 27 de septiembre de 1821. Así pues, la Independencia de México como movimiento armado, comenzó el 16 de septiembre de 1810 y terminó el 27 de septiembre de 1821.