Seguimos con los rezagos ancestrales
México tiene una deuda histórica con la pobreza y la desigualdad. Urge repensar la agenda nacional y romper la inercia, la dinámica, que sexenio tras sexenio nos lleva a un mayor desgaste social; injusticia ante leyes con letra muerta que sólo se aplica al pobre y que por eso hoy se cuestiona a la Suprema Corte de Justicia (SCJ) con sus excesivos sueldos, privilegios y fideicomisos multimillonarios sin ningún sentido social
Parece que los mexicanos seguimos en un pasado con el trágico periodo de 36 años –de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto- que dejó el modelo neoliberal que no acaba de morir y un presente que no acaba de nacer con el nacionalismo de la 4T. Con el “cambio” de gobierno del PRI al PAN, los electores hicieron suyo el adagio “estábamos mejor, cuando estábamos peor”.
Con sus reformas estructurales a la mexicana sólo pueden ser cabalmente entendidas en el contexto de los intereses del grupo gobernante y los inversionistas nacionales y extranjeros, porque lo que se deseaba era seguir desmontando al Estado como fiduciario de la riqueza nacional en beneficio de un grupo de interés privado (la oligarquía), es decir actuar por encima del interés general de la nación, o de al menos la mayoría de la ciudadanía. Urge que se consoliden y se fortalezcan los cambios que realiza el actual gobierno federal.
Que nadie se llame a engaño de los malestares que se produjeron en México con la reforma laboral, la reforma hacendaria y la reforma de Pemex, que estructuralmente dieron paso a un sistema económico y social cuya decadencia se aceleró y a una democracia que cada vez fue más ilegítima e ingobernable. Pero los diputados federales recibieron su “moche” por la aprobación de las llamadas reformas estructurales.
Pero veamos nuestro Durango y sus rezagos. Debemos tener confianza en el actual y próximo gobierno federal: Los durangueños queremos soluciones con compromisos claros y firmes sobre:
Solución de fondo al rezago de la infraestructura hidráulica, con la perforación de pozos donde socialmente se requieran y técnicamente sean factibles con la implementación de sistemas de riego con tecnología de punta con el propósito de garantizar al campesino sus cosechas, inclusive con el aprovechamiento de la tierra con la reconversión productiva con dos siembras anuales.
Construcción de las seis presas que requerimos para almacenar el agua de la sierra y que se escurre a los estados circunvecinos cuando en nuestro estado carecemos de ese elemental líquido para el desarrollo de nuestras actividades agropecuarias y agroindustriales. Actualmente sólo el 20 por ciento de la tierra cultivable es de riego y el 80 por ciento es de temporal. Es tiempo de volver la vista al campo que está totalmente abandonado.
Debemos instalar las industrias para darle el valor agregado a la explotación de nuestros recursos naturales, con los beneficios inmediatos en empleo y en la instalación de industrias secundarias.
Otro compromiso que urge es el de propiciar un beneficio directo al estado y municipios donde se exploten sus yacimientos mineros, ya que somos testigos de que diariamente por avión, tren o camiones se llevan nuestros metales preciosos y no preciosos, sin ninguna contribución directa al municipio y al estado, sólo dejan el estigma de la enfermedad, el desempleo y el pueblo abandonado con la acumulación de mayores rezagos de bienestar.
No cabe duda, la explotación de nuestros bosques y yacimientos minerales siguen siendo la burla de los empresarios nacionales y extranjeros y la vergüenza de los durangueños.
Ante la violencia, hay que señalar que los delincuentes es gente joven que el crimen organizado copta ante el problema social de falta de oportunidades para trabajar y estudiar. Existe un gran déficit en el empleo y en los espacios educativos en media superior y superior.
Y algo fundamental: La supercarretera Durango-Mazatlán para lograr su mejor y mayor rendimiento depende de la modernización del puerto de Mazatlán, que se convierta en puerto de gran calado.