/ viernes 1 de febrero de 2019

En cartera

La educación es uno de los factores determinantes, no sólo del crecimiento económico y del desarrollo social, sino de la convivencia. Es la educación la que finalmente define el perfil de las naciones.

Es necesario atender la problemática de la educación en México, como: la relación que existe entre la educación, la productividad y el empleo; la educación en el siglo XXI; la importancia de leer, escribir, pensar y contar; el para qué de la educación; la educación y la desigualdad en la era del conocimiento; cómo sería la vida sin teléfonos celulares; cómo era la vida sin Internet y sin la posibilidad de chatear, cómo ha cambiado la vida y sigue cambiando, gracias al enorme avance tecnológico del planeta.

Si leyéramos, escribiéramos, contáramos y pensáramos razonablemente bien, cambiaría la calidad y el nivel de nuestra vida personal, y la fuerza del país para transformarse y avanzar.

De que vivimos la era del conocimiento, es una realidad. Durante muchos años la educación fue un factor importante para disminuir la desigualdad. Otra asignatura pendiente es la respuesta a la polarización del ingreso que existe en México y la desigualdad de oportunidades educativas y laborales que viven los jóvenes, con las graves consecuencias sociales.

La región más pobre del planeta es África, pero la más desigual es América Latina. México requiere de un modelo económico que nos permita crecer con una mejor distribución de la riqueza. La educación debe retomar su función y debe ser uno de los factores determinantes para cambiar ese escenario e impulsar el crecimiento.

En México ya nada nos parece obsceno, ni la pobreza, ni los videos de operadores políticos recibiendo dinero en sobres, ni los dirigentes de partido que son “chamaqueados”, ni los gobernadores preciosos, perversos y deshonestos.

Basta de la educación que se plantea como un mecanismo para comprender un mundo estático y que estimule la memorización, la adaptación conformista a la realidad, la rigidez de métodos, programas y contenidos. Requerimos de una educación que sirva como herramienta para entender y propiciar cambios sociales y culturales y para estimular la capacidad de observación de los educandos, el análisis, la construcción de interrelaciones, la deducción, el aprendizaje por sí mismos.

La moda es que una educación buena es la basada exclusivamente en la adquisición de competencias, lo que conducirá a la creación de una clase de profesionales mecánicamente competentes pero absolutamente incultos, lo que, en un mundo en el que las competencias se vuelven obsoletas con gran velocidad, sólo puede ser contraproducente, incluso para los aparentes beneficiarios de tal enfoque.

Si educar es lograr un cambio en el estado cultural de las personas, la mala educación prolifera en nuestras instituciones educativas, en los medios de comunicación masiva, en los hogares, en la sociedad como un todo. Detrás de nuestra poca capacidad para definir y proponer soluciones para nuestros problemas, lo que denota subdesarrollo, están nuestra incapacidad de visión crítica y nuestra enorme capacidad de simulación.

Ni el sistema educativo, ni la escuela, ni la familia, ni los medios nos educan para observar fríamente lo que acontece en nuestro entorno a la luz de distintos paradigmas. Los cuatro se esfuerzan en general por educarnos para saber comportarnos como si todo estuviese bien cuando de manera evidente buena parte del todo está mal. Hacemos que trabajamos, porque hacen como que nos pagan, cuando el importe de un salario mínimo es menor que el costo de un kilo de carne.

Hacemos como que pagamos impuestos, porque hacen como que los aplican para el bien público, cuando cada trienio y sexenio salen a la luz pública los negocios y propiedades mal habidos de funcionarios y políticos. Hacemos que nos preocupamos por los demás, porque los demás hacen como que se preocupan por nosotros, en un mundo material donde el tener es superior al ser.

Las escuelas están mal educadas y educan mal; mal educadas, en tanto que están insuficientemente dotadas de infraestructura educativa, ofrecen salarios poco dignos para los docentes y establecen cargas de tareas escolares excesivas para los alumnos y que no corresponden a su nivel (por lo que terminan haciéndolas los padres) y porque no responden a los intereses de la comunidad a la que sirven sino a los de la estructura burocrática de la que forman parte.

Educan mal porque se centran en la enseñanza y no en el aprendizaje, en los contenidos y no en aprender a aprender, porque tienen maestros mal preparados, que además de que no propician una actitud crítica frente al material que le presentan a los educandos, porque premian la obediencia más que la creatividad, basan la enseñanza en procesos de memorización más que de observación, comprensión y deducción, porque prestan atención excesiva a lo anecdótico y poca a los trascendente, porque sus programas educativos son rígidos y suelen ser poco pertinentes y porque se basan en ritmos promedio de aprendizaje y no en las capacidades individuales.

Los medios de comunicación masiva, y en particular la televisión, están, en lo general, mal educados, para empezar porque defienden la paupérrima calidad cultural de la mayoría de sus contenidos alegando ser solamente un medio de entretenimiento (distracción benévola de “los jodidos” de que hablaba Emilio Azcárraga Milmo), por ende excluyente de propósitos educativos (como si éstos estuviesen reñidos con la posibilidad de entretener y como si la buena educación y la buena cultura no fuesen el medio por excelencia para bien entretener).

Están también mal educados porque privilegian la trivialidad y la superficialidad, porque informan a medias y a su conveniencia. Y educan mal, porque con insistencia transmiten valores negativos, porque propician la pasividad y no estimulan la curiosidad de su auditorio, porque no desaprovechan oportunidad alguna para destrozar el lenguaje, porque no les preocupa transmitir comerciales que engañan a los consumidores o que contienen frases o expresiones en inglés.

Una buena parte de los hogares mexicanos están mal educados y educan mal. Mal educados porque en ellos prevalecen bajos niveles de respeto hacia sus integrantes, porque no le asignan a la educación la importancia que ésta debiera tener, porque buen número de ellos suponen que la educación es sólo asunto de las instituciones educativas.

Mala educación son las asociaciones de padres de familia que protestan contra los contenidos de educación sexual en los libros de texto, argumentando que sus hijos no tienen por qué saber que existe el homosexualismo y que hay quienes tienen esa preferencia sexual y son felices, pero que callan frente a las omisiones en los cursos de historias o las deficiencias en los programas de matemáticas.

Los esfuerzos educativos nacionales realizados son documentables. Gastamos cada vez más, y si bien poco a poco, parece que nos acercamos a las metas míticas del porcentaje del gasto educativo en el PIB, cada año mayor presupuesto, sin embargo, año con año más rezago, más deserciones, el país de reprobados, las encuestas PISA sobre la calidad educativa nos asedian y desarman.

La ciencia y la tecnología son la vía más consistente para arribar a plataformas ciertas de apropiación del progreso técnico mundial, así como para aspirar a ser también innovadores por cuenta propia. Siguen presentes los temas de la agenda juvenil que merece la mayor atención: el empleo y la educación.

Ante las anteriores premisas, nos preguntamos ¿cuál va ser el nuevo modelo educativo que va presentar el Gobierno Federal?

La educación es uno de los factores determinantes, no sólo del crecimiento económico y del desarrollo social, sino de la convivencia. Es la educación la que finalmente define el perfil de las naciones.

Es necesario atender la problemática de la educación en México, como: la relación que existe entre la educación, la productividad y el empleo; la educación en el siglo XXI; la importancia de leer, escribir, pensar y contar; el para qué de la educación; la educación y la desigualdad en la era del conocimiento; cómo sería la vida sin teléfonos celulares; cómo era la vida sin Internet y sin la posibilidad de chatear, cómo ha cambiado la vida y sigue cambiando, gracias al enorme avance tecnológico del planeta.

Si leyéramos, escribiéramos, contáramos y pensáramos razonablemente bien, cambiaría la calidad y el nivel de nuestra vida personal, y la fuerza del país para transformarse y avanzar.

De que vivimos la era del conocimiento, es una realidad. Durante muchos años la educación fue un factor importante para disminuir la desigualdad. Otra asignatura pendiente es la respuesta a la polarización del ingreso que existe en México y la desigualdad de oportunidades educativas y laborales que viven los jóvenes, con las graves consecuencias sociales.

La región más pobre del planeta es África, pero la más desigual es América Latina. México requiere de un modelo económico que nos permita crecer con una mejor distribución de la riqueza. La educación debe retomar su función y debe ser uno de los factores determinantes para cambiar ese escenario e impulsar el crecimiento.

En México ya nada nos parece obsceno, ni la pobreza, ni los videos de operadores políticos recibiendo dinero en sobres, ni los dirigentes de partido que son “chamaqueados”, ni los gobernadores preciosos, perversos y deshonestos.

Basta de la educación que se plantea como un mecanismo para comprender un mundo estático y que estimule la memorización, la adaptación conformista a la realidad, la rigidez de métodos, programas y contenidos. Requerimos de una educación que sirva como herramienta para entender y propiciar cambios sociales y culturales y para estimular la capacidad de observación de los educandos, el análisis, la construcción de interrelaciones, la deducción, el aprendizaje por sí mismos.

La moda es que una educación buena es la basada exclusivamente en la adquisición de competencias, lo que conducirá a la creación de una clase de profesionales mecánicamente competentes pero absolutamente incultos, lo que, en un mundo en el que las competencias se vuelven obsoletas con gran velocidad, sólo puede ser contraproducente, incluso para los aparentes beneficiarios de tal enfoque.

Si educar es lograr un cambio en el estado cultural de las personas, la mala educación prolifera en nuestras instituciones educativas, en los medios de comunicación masiva, en los hogares, en la sociedad como un todo. Detrás de nuestra poca capacidad para definir y proponer soluciones para nuestros problemas, lo que denota subdesarrollo, están nuestra incapacidad de visión crítica y nuestra enorme capacidad de simulación.

Ni el sistema educativo, ni la escuela, ni la familia, ni los medios nos educan para observar fríamente lo que acontece en nuestro entorno a la luz de distintos paradigmas. Los cuatro se esfuerzan en general por educarnos para saber comportarnos como si todo estuviese bien cuando de manera evidente buena parte del todo está mal. Hacemos que trabajamos, porque hacen como que nos pagan, cuando el importe de un salario mínimo es menor que el costo de un kilo de carne.

Hacemos como que pagamos impuestos, porque hacen como que los aplican para el bien público, cuando cada trienio y sexenio salen a la luz pública los negocios y propiedades mal habidos de funcionarios y políticos. Hacemos que nos preocupamos por los demás, porque los demás hacen como que se preocupan por nosotros, en un mundo material donde el tener es superior al ser.

Las escuelas están mal educadas y educan mal; mal educadas, en tanto que están insuficientemente dotadas de infraestructura educativa, ofrecen salarios poco dignos para los docentes y establecen cargas de tareas escolares excesivas para los alumnos y que no corresponden a su nivel (por lo que terminan haciéndolas los padres) y porque no responden a los intereses de la comunidad a la que sirven sino a los de la estructura burocrática de la que forman parte.

Educan mal porque se centran en la enseñanza y no en el aprendizaje, en los contenidos y no en aprender a aprender, porque tienen maestros mal preparados, que además de que no propician una actitud crítica frente al material que le presentan a los educandos, porque premian la obediencia más que la creatividad, basan la enseñanza en procesos de memorización más que de observación, comprensión y deducción, porque prestan atención excesiva a lo anecdótico y poca a los trascendente, porque sus programas educativos son rígidos y suelen ser poco pertinentes y porque se basan en ritmos promedio de aprendizaje y no en las capacidades individuales.

Los medios de comunicación masiva, y en particular la televisión, están, en lo general, mal educados, para empezar porque defienden la paupérrima calidad cultural de la mayoría de sus contenidos alegando ser solamente un medio de entretenimiento (distracción benévola de “los jodidos” de que hablaba Emilio Azcárraga Milmo), por ende excluyente de propósitos educativos (como si éstos estuviesen reñidos con la posibilidad de entretener y como si la buena educación y la buena cultura no fuesen el medio por excelencia para bien entretener).

Están también mal educados porque privilegian la trivialidad y la superficialidad, porque informan a medias y a su conveniencia. Y educan mal, porque con insistencia transmiten valores negativos, porque propician la pasividad y no estimulan la curiosidad de su auditorio, porque no desaprovechan oportunidad alguna para destrozar el lenguaje, porque no les preocupa transmitir comerciales que engañan a los consumidores o que contienen frases o expresiones en inglés.

Una buena parte de los hogares mexicanos están mal educados y educan mal. Mal educados porque en ellos prevalecen bajos niveles de respeto hacia sus integrantes, porque no le asignan a la educación la importancia que ésta debiera tener, porque buen número de ellos suponen que la educación es sólo asunto de las instituciones educativas.

Mala educación son las asociaciones de padres de familia que protestan contra los contenidos de educación sexual en los libros de texto, argumentando que sus hijos no tienen por qué saber que existe el homosexualismo y que hay quienes tienen esa preferencia sexual y son felices, pero que callan frente a las omisiones en los cursos de historias o las deficiencias en los programas de matemáticas.

Los esfuerzos educativos nacionales realizados son documentables. Gastamos cada vez más, y si bien poco a poco, parece que nos acercamos a las metas míticas del porcentaje del gasto educativo en el PIB, cada año mayor presupuesto, sin embargo, año con año más rezago, más deserciones, el país de reprobados, las encuestas PISA sobre la calidad educativa nos asedian y desarman.

La ciencia y la tecnología son la vía más consistente para arribar a plataformas ciertas de apropiación del progreso técnico mundial, así como para aspirar a ser también innovadores por cuenta propia. Siguen presentes los temas de la agenda juvenil que merece la mayor atención: el empleo y la educación.

Ante las anteriores premisas, nos preguntamos ¿cuál va ser el nuevo modelo educativo que va presentar el Gobierno Federal?

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