/ miércoles 7 de agosto de 2019

EN CARTERA

La pobreza en nuestro país está feminizada

Los sociólogos afirman que la pobreza en el país está feminizada. Más de la mitad de la población de México vive en la pobreza y dentro de este grupo las mujeres son las más pobres, ya que la mayoría no reciben un ingreso, trabajan en el sector informal y son presa de diferentes circunstancias de vulnerabilidad social.

Pero la pobreza es sólo la primera condición que deben enfrentar millones de mujeres, otras son: el maltrato, el abuso, el hostigamiento sexual, el abandono y la indigencia, encadenamiento de factores que llevan a las personas a la angustia, la desesperación y la impotencia.

Es una cuestión cultural el acceso desigual de las mujeres al trabajo, a un buen salario, a la salud, a la participación en política y particularmente el estereotipo de que es la única responsable de los quehaceres domésticos, de la crianza de los hijos y del mantenimiento moral y a veces económico del hogar.

Paradójicamente las mujeres al educar a sus hijos, desafortunadamente vitalizan el mismo tipo de valores de generación en generación. La agenda de las mujeres hoy en día consta de varios temas importantes: cambios demográficos, participación económica, participación política, participación social y cultural, sociedad, educación, sexualidad y vida familiar.

En la sociedad se reproducen los valores y costumbres que han ubicado a la mujer, a través de los siglos, en una posición desventajosa respecto al hombre. En efecto, es en la vida cotidiana donde se reproducen las características generales de la organización social, del grado de desarrollo de las fuerzas productivas y de las ideologías políticas que predominan en determinado par de coordenadas espacio-temporales.

Entre los factores que hacen permanecer un sistema general de representaciones individuales y colectivas sobre el mundo, en relación con la situación que guardan los sexos, destacan las siguientes: discriminación a la mujer, estereotipos, educación familiar sexista, aceptación general de normas y valores que suponen la inferioridad femenina como algo natural, violencia hacia la mujer y el machismo.

Debemos apostarle al cambio y a la integración familiar. La familia es un fenómeno que revela el grado de desarrollo de un país. Es ella el epicentro y la clave de la convivencia y el bienestar social e individual, donde se encarnan y cobran sentido las políticas públicas, el derecho y el sistema político. La familia constituye la fuente que proporciona la educación y los valores morales y éticos que van a regir la conducta de las futuras generaciones.

El pensamiento del presente siglo XXI ha de fundarse en el reconocimiento de nuestras desigualdades más profundas, en los contenidos de nuestra memoria, en el ejercicio autocrítico de ausencias y olvidos y en la férrea voluntad por reconstruir una serie de valores y prácticas que mucho pueden dar salidas a problemas de tan gran envergadura.

La agenda de la vulnerabilidad social es múltiple al igual que la de la pobreza. La indigencia, la desprotección jurídica, el abandono, la soledad, la vida en las calles, los abusos, la violencia y los diferentes tipos de discapacidad son apenas unas líneas de la vida cotidiana de millones de personas y familias. En los ambientes de la pobreza se generan y presentan con mayor intensidad las situaciones de vulnerabilidad social.

La pobreza es la condición de vida que más lastima a nuestra sociedad. La pobreza y el ambiente familiar constituyen un binomio que encierra ominosas y complejas relaciones. La debilidad de la integración familiar tiene en la pobreza una causa concurrente y no pocas veces decisiva.

Una respuesta frente a la complejidad que representa la pobreza y la vulnerabilidad social, se encuentra en el desarrollo comunitario, el fortalecimiento de las familias, el avance regional e intrarregional y la mejoría de pueblos, barrios y colonias. Ante la vorágine y la operación del mercado, la política social debe ser el área de atención prioritaria del Estado.

En esta dinámica, transformar la política social y dentro de ésta la asistencia social, requiere nuevas políticas, cambios jurídicos y voluntades. Requiere la llamada “cuarta transformación”, no podemos seguir con un sistema económico que se sustenta en la “mano invisible” del mercado, cuando es totalmente visible: las transnacionales y el imperialismo y su explotación a las naciones tercermundistas que tienen materias primas, invadiendo territorios y justificando la caída de gobiernos nacionalistas.

Se requiere fortalecer estructuras y programas en un marco de honestidad y profesionalismo, de actualizar su marco jurídico que reconozca y garantice la protección de la población en desamparo y que genere los mecanismos para establecer una sociedad fundada en la equidad, en la justicia social y con la visión y dimensión humanista, y poner un alto a la entrega y explotación de nuestros recursos naturales en aras de un mal llamado progreso.

La política social y la política existencial deben ir al encuentro de un desarrollo público, orgánico, complejo y multidimensional que incida en la condición de vida de las personas y sus familias. La familia para los tres niveles de gobierno debe ser el principal eje para pensar en el presente y el futuro, para pensar en Durango y en México.

Efectivamente, después de los niños y las niñas, las mujeres ocupan el segundo lugar de sector poblacional maltratado con mayor frecuencia. Una parte significativa de la población femenina del país vive con algún tipo de violencia física, sicológica o verbal. El maltrato hacia las mujeres –hasta llegar al feminicidio impune que se incrementa día con día- se combina con la dependencia económica y con el propio valor asignado a la mujer, esto es, con la no igualdad.

Otro factor a considerar, es que las mujeres en conjunto aún tienen los niveles educacionales más bajos, el menor número de años en las aulas y representan el mayor número de analfabetos, de cada 10 personas que no saben leer y escribir seis son mujeres. Afortunadamente cada vez más mujeres estudian en los planteles públicos y privados y es evidente su participación en el mercado laboral.

Desde hace muchos semestres -por ejemplo- en las facultades de Medicina y Nutrición, Derecho y Ciencias Políticas, en la Facultad de Economía Contabilidad y Administración, Trabajo Social, Enfermería de la Universidad Juárez del Estado de Durango y en algunas ingenierías en las instituciones técnicas, y en las carreras que oferta la educación privada y obviamente en las escuelas normales, la matrícula escolar registra que la mayoría son mujeres.

La pobreza en nuestro país está feminizada

Los sociólogos afirman que la pobreza en el país está feminizada. Más de la mitad de la población de México vive en la pobreza y dentro de este grupo las mujeres son las más pobres, ya que la mayoría no reciben un ingreso, trabajan en el sector informal y son presa de diferentes circunstancias de vulnerabilidad social.

Pero la pobreza es sólo la primera condición que deben enfrentar millones de mujeres, otras son: el maltrato, el abuso, el hostigamiento sexual, el abandono y la indigencia, encadenamiento de factores que llevan a las personas a la angustia, la desesperación y la impotencia.

Es una cuestión cultural el acceso desigual de las mujeres al trabajo, a un buen salario, a la salud, a la participación en política y particularmente el estereotipo de que es la única responsable de los quehaceres domésticos, de la crianza de los hijos y del mantenimiento moral y a veces económico del hogar.

Paradójicamente las mujeres al educar a sus hijos, desafortunadamente vitalizan el mismo tipo de valores de generación en generación. La agenda de las mujeres hoy en día consta de varios temas importantes: cambios demográficos, participación económica, participación política, participación social y cultural, sociedad, educación, sexualidad y vida familiar.

En la sociedad se reproducen los valores y costumbres que han ubicado a la mujer, a través de los siglos, en una posición desventajosa respecto al hombre. En efecto, es en la vida cotidiana donde se reproducen las características generales de la organización social, del grado de desarrollo de las fuerzas productivas y de las ideologías políticas que predominan en determinado par de coordenadas espacio-temporales.

Entre los factores que hacen permanecer un sistema general de representaciones individuales y colectivas sobre el mundo, en relación con la situación que guardan los sexos, destacan las siguientes: discriminación a la mujer, estereotipos, educación familiar sexista, aceptación general de normas y valores que suponen la inferioridad femenina como algo natural, violencia hacia la mujer y el machismo.

Debemos apostarle al cambio y a la integración familiar. La familia es un fenómeno que revela el grado de desarrollo de un país. Es ella el epicentro y la clave de la convivencia y el bienestar social e individual, donde se encarnan y cobran sentido las políticas públicas, el derecho y el sistema político. La familia constituye la fuente que proporciona la educación y los valores morales y éticos que van a regir la conducta de las futuras generaciones.

El pensamiento del presente siglo XXI ha de fundarse en el reconocimiento de nuestras desigualdades más profundas, en los contenidos de nuestra memoria, en el ejercicio autocrítico de ausencias y olvidos y en la férrea voluntad por reconstruir una serie de valores y prácticas que mucho pueden dar salidas a problemas de tan gran envergadura.

La agenda de la vulnerabilidad social es múltiple al igual que la de la pobreza. La indigencia, la desprotección jurídica, el abandono, la soledad, la vida en las calles, los abusos, la violencia y los diferentes tipos de discapacidad son apenas unas líneas de la vida cotidiana de millones de personas y familias. En los ambientes de la pobreza se generan y presentan con mayor intensidad las situaciones de vulnerabilidad social.

La pobreza es la condición de vida que más lastima a nuestra sociedad. La pobreza y el ambiente familiar constituyen un binomio que encierra ominosas y complejas relaciones. La debilidad de la integración familiar tiene en la pobreza una causa concurrente y no pocas veces decisiva.

Una respuesta frente a la complejidad que representa la pobreza y la vulnerabilidad social, se encuentra en el desarrollo comunitario, el fortalecimiento de las familias, el avance regional e intrarregional y la mejoría de pueblos, barrios y colonias. Ante la vorágine y la operación del mercado, la política social debe ser el área de atención prioritaria del Estado.

En esta dinámica, transformar la política social y dentro de ésta la asistencia social, requiere nuevas políticas, cambios jurídicos y voluntades. Requiere la llamada “cuarta transformación”, no podemos seguir con un sistema económico que se sustenta en la “mano invisible” del mercado, cuando es totalmente visible: las transnacionales y el imperialismo y su explotación a las naciones tercermundistas que tienen materias primas, invadiendo territorios y justificando la caída de gobiernos nacionalistas.

Se requiere fortalecer estructuras y programas en un marco de honestidad y profesionalismo, de actualizar su marco jurídico que reconozca y garantice la protección de la población en desamparo y que genere los mecanismos para establecer una sociedad fundada en la equidad, en la justicia social y con la visión y dimensión humanista, y poner un alto a la entrega y explotación de nuestros recursos naturales en aras de un mal llamado progreso.

La política social y la política existencial deben ir al encuentro de un desarrollo público, orgánico, complejo y multidimensional que incida en la condición de vida de las personas y sus familias. La familia para los tres niveles de gobierno debe ser el principal eje para pensar en el presente y el futuro, para pensar en Durango y en México.

Efectivamente, después de los niños y las niñas, las mujeres ocupan el segundo lugar de sector poblacional maltratado con mayor frecuencia. Una parte significativa de la población femenina del país vive con algún tipo de violencia física, sicológica o verbal. El maltrato hacia las mujeres –hasta llegar al feminicidio impune que se incrementa día con día- se combina con la dependencia económica y con el propio valor asignado a la mujer, esto es, con la no igualdad.

Otro factor a considerar, es que las mujeres en conjunto aún tienen los niveles educacionales más bajos, el menor número de años en las aulas y representan el mayor número de analfabetos, de cada 10 personas que no saben leer y escribir seis son mujeres. Afortunadamente cada vez más mujeres estudian en los planteles públicos y privados y es evidente su participación en el mercado laboral.

Desde hace muchos semestres -por ejemplo- en las facultades de Medicina y Nutrición, Derecho y Ciencias Políticas, en la Facultad de Economía Contabilidad y Administración, Trabajo Social, Enfermería de la Universidad Juárez del Estado de Durango y en algunas ingenierías en las instituciones técnicas, y en las carreras que oferta la educación privada y obviamente en las escuelas normales, la matrícula escolar registra que la mayoría son mujeres.

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