/ jueves 19 de diciembre de 2019

EN CARTERA

Rescatar y defender nuestras tradiciones

La palabra “Navidad” es una contracción de “natividad”, que significa natalicio. Esta fiesta hizo su aparición en la Iglesia Católica y de allí se extendió al protestantismo y el resto del mundo.

La Navidad no proviene de las enseñanzas del Nuevo Testamento, ni de la Biblia ni de los apóstoles quienes habían sido instruidos personalmente por Jesucristo. La Navidad se introdujo en la Iglesia durante el siglo cuarto, proveniente del paganismo y no fue hasta el siglo quinto en que se estableció oficialmente como fiesta cristiana.

La natividad no estaba incluida entre las primeras festividades de la Iglesia, sus primeros indicios provienen de Egipto. Las costumbres paganas relacionadas con el principio de enero se centraron en la fiesta de la Navidad. No fue instituida por Jesucristo ni por los apóstoles, ni por autoridad bíblica. La costumbre del cristianismo en general era celebrar no el natalicio sino la muerte de personas importantes. La Pascua, instituida por autoridad bíblica en el Nuevo Testamento, es una conmemoración de la muerte de Cristo.

En el siglo quinto, la Iglesia Occidental dio orden de que la Navidad fuese celebrada para siempre, en el mismo día de la antigua festividad romana en honor del nacimiento del sol, ya que no se conocía la fecha exacta del nacimiento de Cristo. Cualquier enciclopedia u otra autoridad en la materia nos pueden confirmar el hecho de que Cristo no nació un 25 de diciembre. La Enciclopedia Católica lo dice claramente. La fecha exacta del nacimiento de Jesucristo es totalmente desconocida. Las Sagradas Escrituras no revelan este acontecimiento.

El día de Navidad es el 25 de diciembre, cuando se conmemora el nacimiento de Jesucristo en Belén, según los evangelios de San Mateo y San Lucas. Después de la Pascua de Resurrección es la fiesta más importante del año eclesiástico. Los evangelios no mencionan fechas. El día de Navidad no fue oficialmente reconocido hasta el año 345, cuando por influencia de San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianceno se proclamó el 25 de diciembre como fecha de la Natividad.

De esta manera seguía la política de la Iglesia primitiva de absorber en lugar de reprimir los ritos paganos existentes, que desde los primeros tiempos habían celebrado el solsticio de invierno y la llegada de la primavera. La fiesta pagana más estrechamente asociada con la nueva Navidad era el Saturnal romano, el 19 de diciembre, en honor de Saturno, dios de la agricultura, que se celebraba durante siete días de bulliciosas diversiones y banquetes.

Una vez incorporados estos elementos, la Iglesia añadió posteriormente en la Edad Media el nacimiento y los villancicos a sus costumbres. En esta época, los banquetes eran el punto culminante de las celebraciones. Todo esto tuvo un abrupto final en Gran Bretaña cuando, en 1552, los puritanos prohibieron la Navidad, aunque volvió a Inglaterra en 1660 con Carlos II, los rituales desaparecieron hasta la época victoriana.

La Navidad, tal como la conocemos hoy, es una creación del siglo XIX. El árbol de Navidad, originario de zonas germanas, se extendió por otras áreas de Europa y América.

Aquí a Durango lo trajo la familia Damm. Los villancicos fueron recuperados y se compusieron muchos nuevos. Las tarjetas de Navidad no empezaron a utilizarse hasta la década de 1870, aunque la primera de ellas se imprimió en Londres en 1864.

Actualmente, la Navidad es tiempo de gran actividad comercial e intercambio de regalos, reuniones y comidas familiares, de amistades y de compañeros de trabajo, de viajes.

En Occidente se celebra la Misa del Gallo en iglesias y catedrales. En los países de América Latina, de arraigada tradición católica, se celebra especialmente la Nochebuena el 24 de diciembre con una cena familiar para la que se elaboran una diversidad de platillos, postres y bebidas tradicionales, como el pavo relleno, la pierna de puerco, los tamales rojos, verdes y de dulce, el champurrado, ponches, aguinaldos, la piñata cuyos siete picos representan los siete pecados capitales, así como asistir a la Misa de Gallo y celebrar con cohetes y fuegos artificiales, y por supuesto el intercambio de regalos con la llegada del “Niño Dios”.

En la Ciudad de México tiene un mayor impacto el intercambio de regalos el día 6 de enero, “Día de los Reyes Magos”.

Sobre las posadas, se celebran en México desde hace 432 años, a partir del año 1587. Los antiguos mexicanos celebraban en la época invernal el advenimiento de Huitzilopochtli, dios de la guerra, que se efectuaba en el mes llamado Panquetzaliztli, correspondiente en el calendario juliano al lapso que va del 7 al 26 de diciembre, temporada que coincidía con la práctica europea de celebrar la Navidad.

Se acredita a los religiosos agustinos los que promovieron la sustitución de personajes en estas festividades en su tarea de evangelización, desapareciendo a Huitzilopochtli del culto, pero mantuvieron la celebración durante la misma época, con características diferentes y siguiendo la tradición cristiana. Los religiosos misioneros de la evangelización representaron en las posadas el peregrinar de José y María a su salida de Nazaret en camino a Belén y, posteriormente, el nacimiento de Jesús.

Esta representación se conforma de nueve posadas, que se inician el 16 de diciembre y consiste en solicitar alojamiento en ese simbólico camino a Belén hasta el día 24, fecha en que se celebra la Nochebuena, posada definitiva para la espera del nacimiento de Jesús. Nueve posadas, nueve meses de embarazo.

Uno de los lugares donde se establecieron los agustinos, fue el pequeño pueblo de San Agustín Acolman, situado a unos 40 kilómetros al noroeste de la Ciudad de México, en el camino a Teotihuacán, Puebla. En este lugar se originó la práctica de las posadas, cuando en 1587 Fray Diego de Soria –superior del Convento de San Agustín de Acolman- obtuvo del Papa Sixto V una bula (permiso) en la que autorizaba la celebración en Nueva España de unas misas llamadas de “aguinaldo”, del 16 al 24 de diciembre, y que se llevaban a cabo en los atrios de la iglesia.

Entre misas se intercalaban pasajes y escenas de la Navidad y como atractivo se le entregaba a la celebración luces de bengala, piñatas (de origen chino) y villancicos (género de canción cuya letra hace referencia a la Navidad y que se canta tradicionalmente en esas fechas).

A estas fiestas decembrinas no es ajeno Santa Claus y su penetración ideológica, consumista y de credo extranjera. Su legendaria caridad es el origen del personaje conocido universalmente como “Santa Claus” o “Papa Noel”. Cinco Papas han llevado el nombre de Nicolás, pero el santo de nuestra historia no fue papa sino obispo. Poco se sabe con certeza de San Nicolás: nació en Parada de Licia, una antigua provincia del Asia Menor; en su juventud hizo una peregrinación a Egipto y Palestina. Poco tiempo después de su regreso fue nombrado obispo de Mira, capital de Licia, junto al mar Mediterráneo; echado en prisión durante la persecución de Diocleciano por confesar su fe, fue liberado al subir al trono el emperador Constantino.

Lamentablemente el Santa Claus moderno ha sido paganizado. Hoy, “Santa Claus” se utiliza para vender toda clase de cosas y casi nadie recuerda su origen, ni mucho menos le muestra alguna devoción; simplemente representa al despiadado consumismo. Hasta aquí en nuestra ciudad de Durango, lo podemos apreciar fuera de comercios, en parques invitando a tomarse la foto, y no se diga en la publicidad emitiendo su clásico Jo, Jo, Jo…

Hay que rescatar y defender nuestras tradiciones ante la influencia del imperio y su despiadado consumismo. De ahí la importancia de nuestra mexicanidad y durangueñeidad. Mantengamos vivas nuestras raíces y costumbres, a fin de evitar o disminuir los riesgos a la varia y rica cultura nacional, ahora que el mundo se ha empequeñecido por los constantes adelantos científicos y tecnológicos, en particular de las comunicaciones que notablemente aceleran la historia, y por la inevitable penetración internacional impuesta por los nuevos acuerdos comerciales, los que están haciendo cambiar el tradicional concepto jurídico de soberanía y de exclusividad de explotación de los recursos naturales en nuestro México, en nuestro Durango.

Rescatar y defender nuestras tradiciones

La palabra “Navidad” es una contracción de “natividad”, que significa natalicio. Esta fiesta hizo su aparición en la Iglesia Católica y de allí se extendió al protestantismo y el resto del mundo.

La Navidad no proviene de las enseñanzas del Nuevo Testamento, ni de la Biblia ni de los apóstoles quienes habían sido instruidos personalmente por Jesucristo. La Navidad se introdujo en la Iglesia durante el siglo cuarto, proveniente del paganismo y no fue hasta el siglo quinto en que se estableció oficialmente como fiesta cristiana.

La natividad no estaba incluida entre las primeras festividades de la Iglesia, sus primeros indicios provienen de Egipto. Las costumbres paganas relacionadas con el principio de enero se centraron en la fiesta de la Navidad. No fue instituida por Jesucristo ni por los apóstoles, ni por autoridad bíblica. La costumbre del cristianismo en general era celebrar no el natalicio sino la muerte de personas importantes. La Pascua, instituida por autoridad bíblica en el Nuevo Testamento, es una conmemoración de la muerte de Cristo.

En el siglo quinto, la Iglesia Occidental dio orden de que la Navidad fuese celebrada para siempre, en el mismo día de la antigua festividad romana en honor del nacimiento del sol, ya que no se conocía la fecha exacta del nacimiento de Cristo. Cualquier enciclopedia u otra autoridad en la materia nos pueden confirmar el hecho de que Cristo no nació un 25 de diciembre. La Enciclopedia Católica lo dice claramente. La fecha exacta del nacimiento de Jesucristo es totalmente desconocida. Las Sagradas Escrituras no revelan este acontecimiento.

El día de Navidad es el 25 de diciembre, cuando se conmemora el nacimiento de Jesucristo en Belén, según los evangelios de San Mateo y San Lucas. Después de la Pascua de Resurrección es la fiesta más importante del año eclesiástico. Los evangelios no mencionan fechas. El día de Navidad no fue oficialmente reconocido hasta el año 345, cuando por influencia de San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianceno se proclamó el 25 de diciembre como fecha de la Natividad.

De esta manera seguía la política de la Iglesia primitiva de absorber en lugar de reprimir los ritos paganos existentes, que desde los primeros tiempos habían celebrado el solsticio de invierno y la llegada de la primavera. La fiesta pagana más estrechamente asociada con la nueva Navidad era el Saturnal romano, el 19 de diciembre, en honor de Saturno, dios de la agricultura, que se celebraba durante siete días de bulliciosas diversiones y banquetes.

Una vez incorporados estos elementos, la Iglesia añadió posteriormente en la Edad Media el nacimiento y los villancicos a sus costumbres. En esta época, los banquetes eran el punto culminante de las celebraciones. Todo esto tuvo un abrupto final en Gran Bretaña cuando, en 1552, los puritanos prohibieron la Navidad, aunque volvió a Inglaterra en 1660 con Carlos II, los rituales desaparecieron hasta la época victoriana.

La Navidad, tal como la conocemos hoy, es una creación del siglo XIX. El árbol de Navidad, originario de zonas germanas, se extendió por otras áreas de Europa y América.

Aquí a Durango lo trajo la familia Damm. Los villancicos fueron recuperados y se compusieron muchos nuevos. Las tarjetas de Navidad no empezaron a utilizarse hasta la década de 1870, aunque la primera de ellas se imprimió en Londres en 1864.

Actualmente, la Navidad es tiempo de gran actividad comercial e intercambio de regalos, reuniones y comidas familiares, de amistades y de compañeros de trabajo, de viajes.

En Occidente se celebra la Misa del Gallo en iglesias y catedrales. En los países de América Latina, de arraigada tradición católica, se celebra especialmente la Nochebuena el 24 de diciembre con una cena familiar para la que se elaboran una diversidad de platillos, postres y bebidas tradicionales, como el pavo relleno, la pierna de puerco, los tamales rojos, verdes y de dulce, el champurrado, ponches, aguinaldos, la piñata cuyos siete picos representan los siete pecados capitales, así como asistir a la Misa de Gallo y celebrar con cohetes y fuegos artificiales, y por supuesto el intercambio de regalos con la llegada del “Niño Dios”.

En la Ciudad de México tiene un mayor impacto el intercambio de regalos el día 6 de enero, “Día de los Reyes Magos”.

Sobre las posadas, se celebran en México desde hace 432 años, a partir del año 1587. Los antiguos mexicanos celebraban en la época invernal el advenimiento de Huitzilopochtli, dios de la guerra, que se efectuaba en el mes llamado Panquetzaliztli, correspondiente en el calendario juliano al lapso que va del 7 al 26 de diciembre, temporada que coincidía con la práctica europea de celebrar la Navidad.

Se acredita a los religiosos agustinos los que promovieron la sustitución de personajes en estas festividades en su tarea de evangelización, desapareciendo a Huitzilopochtli del culto, pero mantuvieron la celebración durante la misma época, con características diferentes y siguiendo la tradición cristiana. Los religiosos misioneros de la evangelización representaron en las posadas el peregrinar de José y María a su salida de Nazaret en camino a Belén y, posteriormente, el nacimiento de Jesús.

Esta representación se conforma de nueve posadas, que se inician el 16 de diciembre y consiste en solicitar alojamiento en ese simbólico camino a Belén hasta el día 24, fecha en que se celebra la Nochebuena, posada definitiva para la espera del nacimiento de Jesús. Nueve posadas, nueve meses de embarazo.

Uno de los lugares donde se establecieron los agustinos, fue el pequeño pueblo de San Agustín Acolman, situado a unos 40 kilómetros al noroeste de la Ciudad de México, en el camino a Teotihuacán, Puebla. En este lugar se originó la práctica de las posadas, cuando en 1587 Fray Diego de Soria –superior del Convento de San Agustín de Acolman- obtuvo del Papa Sixto V una bula (permiso) en la que autorizaba la celebración en Nueva España de unas misas llamadas de “aguinaldo”, del 16 al 24 de diciembre, y que se llevaban a cabo en los atrios de la iglesia.

Entre misas se intercalaban pasajes y escenas de la Navidad y como atractivo se le entregaba a la celebración luces de bengala, piñatas (de origen chino) y villancicos (género de canción cuya letra hace referencia a la Navidad y que se canta tradicionalmente en esas fechas).

A estas fiestas decembrinas no es ajeno Santa Claus y su penetración ideológica, consumista y de credo extranjera. Su legendaria caridad es el origen del personaje conocido universalmente como “Santa Claus” o “Papa Noel”. Cinco Papas han llevado el nombre de Nicolás, pero el santo de nuestra historia no fue papa sino obispo. Poco se sabe con certeza de San Nicolás: nació en Parada de Licia, una antigua provincia del Asia Menor; en su juventud hizo una peregrinación a Egipto y Palestina. Poco tiempo después de su regreso fue nombrado obispo de Mira, capital de Licia, junto al mar Mediterráneo; echado en prisión durante la persecución de Diocleciano por confesar su fe, fue liberado al subir al trono el emperador Constantino.

Lamentablemente el Santa Claus moderno ha sido paganizado. Hoy, “Santa Claus” se utiliza para vender toda clase de cosas y casi nadie recuerda su origen, ni mucho menos le muestra alguna devoción; simplemente representa al despiadado consumismo. Hasta aquí en nuestra ciudad de Durango, lo podemos apreciar fuera de comercios, en parques invitando a tomarse la foto, y no se diga en la publicidad emitiendo su clásico Jo, Jo, Jo…

Hay que rescatar y defender nuestras tradiciones ante la influencia del imperio y su despiadado consumismo. De ahí la importancia de nuestra mexicanidad y durangueñeidad. Mantengamos vivas nuestras raíces y costumbres, a fin de evitar o disminuir los riesgos a la varia y rica cultura nacional, ahora que el mundo se ha empequeñecido por los constantes adelantos científicos y tecnológicos, en particular de las comunicaciones que notablemente aceleran la historia, y por la inevitable penetración internacional impuesta por los nuevos acuerdos comerciales, los que están haciendo cambiar el tradicional concepto jurídico de soberanía y de exclusividad de explotación de los recursos naturales en nuestro México, en nuestro Durango.

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