/ martes 3 de marzo de 2020

En cartera

#ElNueveNingunaSeMueve #UnDíaSinNosotras

Resulta del mayor interés el movimiento “#ElNueveNingunaSeMueve. Nos queremos vivas, Ni una más, Ni una menos, El Nueve nadie se mueve...” Un llamado de mujeres con la convocatoria #UnDíaSinNosotras.

En México, la violencia contra las mujeres alcanza cifras preocupantes e indignantes. Tan sólo de enero a octubre del año pasado, 3 mil 142 mujeres fueron víctimas de homicidio. En este país están matando a 11 mujeres al día. Cada vez con mayor brutalidad, odio y sadismo. De acuerdo con datos del INEGI, la violencia contra las mujeres se gesta principalmente en los hogares, también se encuentra presente en los ámbitos laborales, escolares y en el espacio público.

Se descubre que los principales perpetradores de la violencia contra las mujeres son: 80%, las parejas o exparejas; 13% los hermanos, y luego siguen las madres, hijos, padres y demás parientes, destacando la encuesta que en muchos casos la víctima puede ser agredida por más de una persona. El mismo estudio señala que la prevalencia de víctimas de la violencia familiar se presenta en un 41% en mujeres casadas, 27% en solteras y 23% en divorciadas, separadas o viudas.

El tipo de violencia puede ser patrimonial, psicoemocional, física, económica, sexual y reproductiva, pudiendo ser la mujer víctima de más de uno. La magnitud del problema es innegable y éste ha permeado todas las esferas de convivencia social. Hay que tener presente la frase del humanista de Mahatma Gandhi: “La humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de la no violencia”.

Desde luego que hay oportunismos, como expresó el presidente Andrés Manuel López Obrador. Es decir, personajes que en su trayectoria jamás han aportado un gramo a favor de los derechos de las mujeres: Azules, tricolores y quienes fingen independencia. Dice Yuriria Sierra que “el tema no se trata de izquierda o derecha, sino de entender por qué hemos llegado a esto”.

Muchas personas en las redes sociales afirman que no es un problema de género, que es una lucha de gente buena contra gente mala. Pero no hay que negar que prevalecen el machismo y la misoginia como males culturales e históricos. Existe un hartazgo frente a los feminicidios y la impunidad. Y por supuesto, el sector privado debe reclutar a más mujeres en altos puestos ejecutivos.

Bien señala Leo Zuckermann, que el problema en México es que todavía vivimos en una sociedad machista donde las mujeres son discriminadas y agraviadas cotidianamente. Desde luego que debemos cambiar los valores muy anquilosados del machismo, pero, también el Estado tiene que implementar una serie de políticas públicas diseñadas para hacer realidad la igualdad de género.

El Estado no puede permitir la discriminación hacia las mujeres en comunidades indígenas que se rigen por usos y costumbres. No debe haber excepciones a la igualdad de género que se justifiquen por derechos de los pueblos originarios. Al revés: El Estado tiene que proteger aún más a las mujeres en las poblaciones económica y socialmente más vulnerables del país.

No puede haber justicia de género sin políticas públicas diseñadas para ello. Lo demás es retórica. José Buendía señala que la propuesta de legisladores del PVEM y del PAN de reabrir la discusión sobre la pena de muerte por feminicidio ante la inédita protesta de las mujeres revela la desconexión y el anacronismo de partidos y oposiciones.

Señala el prestigiado poeta durangueño José Ángel Leyva que lo mejor de este país está en su cultura, y no sólo en su cultura de corte antropológico, étnico, sino en la cultura como ese gran sustrato histórico, intelectual, creativo, multilinguístico, multiétnico, etcétera. Ese gran tejido en el que están hombres y mujeres que ni lucharon ni pensaron en una patria de machos ni de hembras sino de ciudadanos libres y pensantes.

Una figura extraordinaria como Sor Juana Inés de la Cruz lo es porque supo confrontar a la moral y a las limitaciones patriarcales y conceptuales de su época, porque supo defender su individualidad ante un régimen autoritario que pretendía negarle su capacidad pensar por sí misma. Ojalá estas iniciativas de un sector vulnerado del país y de la historia, como son las mujeres mexicanas y latinoamericanas, encuentren más y más reconocimiento en una lucha no sólo por sus derechos civiles sino por algo muy básico: El respeto a la vida.

La impunidad y la displicencia ante hechos cotidianos de violencia contra la mujer, por la simple razón de ser mujer, no pueden ni deben permanecer inalterables. No se puede concebir una transformación si no hay un cambio de mentalidades y de acciones en la propia sociedad que garantice la seguridad y el respeto a sus ciudadanas.

Vivimos un momento crucial en la historia de nuestro país, México. Los ánimos y las posiciones políticas “ideológicas” se polarizan y se confunden luchas y principios. Los espacios más vulnerables son los niveles de la convivencia, el espacio público y las manifestaciones identitarias. El sentido del humor se desvanece y se crispan los sentidos. Los ánimos de revancha se ejecutan y pagamos tirios por troyanos. Requerimos de una verdadera unidad, de madurez, respeto, sana convivencia familiar y social.

Esperamos la recuperación del tejido social y cultural tan vulnerado, la lucha contra la corrupción, no sólo de las grandes cúpulas sino del gobierno y su burocracia, de la mismísima sociedad, la consolidación de instituciones judiciales, la credibilidad en las leyes, la confianza en nosotros como pueblo, la estimación de la educación no como oportunidad sino como obligación ciudadana, porque construir, forjar ciudadanía será y es la mayor contribución a este lacerado concepto de nación sobre bases de orgullo y dignidad distintas a las aprendidas en un sistema de conveniencias y chanchullos.

Pero ser ciudadano, respetar la ciudadanía, es asumir que millones de personas disienten, piensan, opinan, creen de distintas maneras; que la individualidad fundada en la noción del otro es el principio de la comunidad, como dijera Benito Juárez, que tanto enarbola este nuevo gobierno: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”,

Millones seguiremos confiando en que algo bueno vino con este giro electoral y seguirá sucediendo. Podremos mantener nuestra convicción de que no podemos estar más mal que antes, de que no podemos regresar al pasado, aunque haya gestos y acciones que nos ofenden por su semejanza jurásica.

Hay que tener presente que el Padre Nuestro de cada día son las masacres en territorios controlados por el narco, convoyes llenos de delincuentes fuertemente armados que se pasean como si nada. Urge una alto de la autoridad. La ruta del gobernante también puede y debe ser trazada por los gobernados que exigen un alto a la violencia, una solución pronta y definitiva a la salud que considere infraestructura, médicos y enfermeras, medicamentos, y por supuesto que inviertan los sectores público y privado para que nuestro país crezca a los niveles suficientes para satisfacer la demanda de empleo -la rezagada y la que requiere año con año- con salarios bien pagados y evitar la fuga de la mano de obra y de los profesionistas. Los jóvenes demandan oportunidades de estudio y de trabajo

#ElNueveNingunaSeMueve #UnDíaSinNosotras

Resulta del mayor interés el movimiento “#ElNueveNingunaSeMueve. Nos queremos vivas, Ni una más, Ni una menos, El Nueve nadie se mueve...” Un llamado de mujeres con la convocatoria #UnDíaSinNosotras.

En México, la violencia contra las mujeres alcanza cifras preocupantes e indignantes. Tan sólo de enero a octubre del año pasado, 3 mil 142 mujeres fueron víctimas de homicidio. En este país están matando a 11 mujeres al día. Cada vez con mayor brutalidad, odio y sadismo. De acuerdo con datos del INEGI, la violencia contra las mujeres se gesta principalmente en los hogares, también se encuentra presente en los ámbitos laborales, escolares y en el espacio público.

Se descubre que los principales perpetradores de la violencia contra las mujeres son: 80%, las parejas o exparejas; 13% los hermanos, y luego siguen las madres, hijos, padres y demás parientes, destacando la encuesta que en muchos casos la víctima puede ser agredida por más de una persona. El mismo estudio señala que la prevalencia de víctimas de la violencia familiar se presenta en un 41% en mujeres casadas, 27% en solteras y 23% en divorciadas, separadas o viudas.

El tipo de violencia puede ser patrimonial, psicoemocional, física, económica, sexual y reproductiva, pudiendo ser la mujer víctima de más de uno. La magnitud del problema es innegable y éste ha permeado todas las esferas de convivencia social. Hay que tener presente la frase del humanista de Mahatma Gandhi: “La humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de la no violencia”.

Desde luego que hay oportunismos, como expresó el presidente Andrés Manuel López Obrador. Es decir, personajes que en su trayectoria jamás han aportado un gramo a favor de los derechos de las mujeres: Azules, tricolores y quienes fingen independencia. Dice Yuriria Sierra que “el tema no se trata de izquierda o derecha, sino de entender por qué hemos llegado a esto”.

Muchas personas en las redes sociales afirman que no es un problema de género, que es una lucha de gente buena contra gente mala. Pero no hay que negar que prevalecen el machismo y la misoginia como males culturales e históricos. Existe un hartazgo frente a los feminicidios y la impunidad. Y por supuesto, el sector privado debe reclutar a más mujeres en altos puestos ejecutivos.

Bien señala Leo Zuckermann, que el problema en México es que todavía vivimos en una sociedad machista donde las mujeres son discriminadas y agraviadas cotidianamente. Desde luego que debemos cambiar los valores muy anquilosados del machismo, pero, también el Estado tiene que implementar una serie de políticas públicas diseñadas para hacer realidad la igualdad de género.

El Estado no puede permitir la discriminación hacia las mujeres en comunidades indígenas que se rigen por usos y costumbres. No debe haber excepciones a la igualdad de género que se justifiquen por derechos de los pueblos originarios. Al revés: El Estado tiene que proteger aún más a las mujeres en las poblaciones económica y socialmente más vulnerables del país.

No puede haber justicia de género sin políticas públicas diseñadas para ello. Lo demás es retórica. José Buendía señala que la propuesta de legisladores del PVEM y del PAN de reabrir la discusión sobre la pena de muerte por feminicidio ante la inédita protesta de las mujeres revela la desconexión y el anacronismo de partidos y oposiciones.

Señala el prestigiado poeta durangueño José Ángel Leyva que lo mejor de este país está en su cultura, y no sólo en su cultura de corte antropológico, étnico, sino en la cultura como ese gran sustrato histórico, intelectual, creativo, multilinguístico, multiétnico, etcétera. Ese gran tejido en el que están hombres y mujeres que ni lucharon ni pensaron en una patria de machos ni de hembras sino de ciudadanos libres y pensantes.

Una figura extraordinaria como Sor Juana Inés de la Cruz lo es porque supo confrontar a la moral y a las limitaciones patriarcales y conceptuales de su época, porque supo defender su individualidad ante un régimen autoritario que pretendía negarle su capacidad pensar por sí misma. Ojalá estas iniciativas de un sector vulnerado del país y de la historia, como son las mujeres mexicanas y latinoamericanas, encuentren más y más reconocimiento en una lucha no sólo por sus derechos civiles sino por algo muy básico: El respeto a la vida.

La impunidad y la displicencia ante hechos cotidianos de violencia contra la mujer, por la simple razón de ser mujer, no pueden ni deben permanecer inalterables. No se puede concebir una transformación si no hay un cambio de mentalidades y de acciones en la propia sociedad que garantice la seguridad y el respeto a sus ciudadanas.

Vivimos un momento crucial en la historia de nuestro país, México. Los ánimos y las posiciones políticas “ideológicas” se polarizan y se confunden luchas y principios. Los espacios más vulnerables son los niveles de la convivencia, el espacio público y las manifestaciones identitarias. El sentido del humor se desvanece y se crispan los sentidos. Los ánimos de revancha se ejecutan y pagamos tirios por troyanos. Requerimos de una verdadera unidad, de madurez, respeto, sana convivencia familiar y social.

Esperamos la recuperación del tejido social y cultural tan vulnerado, la lucha contra la corrupción, no sólo de las grandes cúpulas sino del gobierno y su burocracia, de la mismísima sociedad, la consolidación de instituciones judiciales, la credibilidad en las leyes, la confianza en nosotros como pueblo, la estimación de la educación no como oportunidad sino como obligación ciudadana, porque construir, forjar ciudadanía será y es la mayor contribución a este lacerado concepto de nación sobre bases de orgullo y dignidad distintas a las aprendidas en un sistema de conveniencias y chanchullos.

Pero ser ciudadano, respetar la ciudadanía, es asumir que millones de personas disienten, piensan, opinan, creen de distintas maneras; que la individualidad fundada en la noción del otro es el principio de la comunidad, como dijera Benito Juárez, que tanto enarbola este nuevo gobierno: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”,

Millones seguiremos confiando en que algo bueno vino con este giro electoral y seguirá sucediendo. Podremos mantener nuestra convicción de que no podemos estar más mal que antes, de que no podemos regresar al pasado, aunque haya gestos y acciones que nos ofenden por su semejanza jurásica.

Hay que tener presente que el Padre Nuestro de cada día son las masacres en territorios controlados por el narco, convoyes llenos de delincuentes fuertemente armados que se pasean como si nada. Urge una alto de la autoridad. La ruta del gobernante también puede y debe ser trazada por los gobernados que exigen un alto a la violencia, una solución pronta y definitiva a la salud que considere infraestructura, médicos y enfermeras, medicamentos, y por supuesto que inviertan los sectores público y privado para que nuestro país crezca a los niveles suficientes para satisfacer la demanda de empleo -la rezagada y la que requiere año con año- con salarios bien pagados y evitar la fuga de la mano de obra y de los profesionistas. Los jóvenes demandan oportunidades de estudio y de trabajo

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