/ viernes 12 de junio de 2020

En cartera

A más de 100 días: confusión e incertidumbre por el Covid-19

Confusión e incertidumbre campean en Durango, en México y en muchos países. Muchas interrogantes. Zacatecas era el único estado en naranja, pero de inmediato cambió a rojo.

Hoy, en la fase tres todos los estados de las República están en rojo. Pero se levanta el confinamiento y se permite la apertura de negocios de todo tipo, hasta de las plazas comerciales, claro que hubo negocios que hicieron su “agosto” ante el cuestionable cierre de cervecerías, porque aquí en Durango muchos expendios y antros no cerraron, siguieron funcionando ante la complacencia de las autoridades y el detrimento de los ingresos de la clase asalariada porque elevaron los precios hasta más de un 300 por ciento. La pandemia es un rio revuelto de intereses mezquinos locales, regionales, nacionales e internacionales.

Pero la globalización sigue su marcha. Hemos visto hace unos días el despegue de un cohete espacial SpaceX, del empresario Elon Musk, cuyo objetivo es abrir camino a los vuelos espaciales de corte turístico y alcanzar la superficie lunar y marciana. Sabemos que ese no es el único objetivo y no precisamente el primordial.

Las calles de Estados Unidos se llenaron de gritos de protesta y ardieron por la cólera de las multitudes indignadas ante el asesinato de George Floyd, un ciudadano negro, a manos de un policía blanco. Al mismo tiempo, el gobierno de Trump envía tropas a Colombia para, supuestamente, perseguir a los narcotraficantes del país sudamericano y abandona el apoyo económico a la Organización Mundial de la Salud (OMS) por considerar que beneficia más a China que a Estados Unidos. Intuimos con mucha claridad, que el siguiente paso es que el imperio invada las fronteras con Venezuela.

En España y en México un grupo de indignados ultraderechistas protestan, en sus autos y sus motos, contra los gobiernos en turno por considerar que son culpables de la parálisis económica y de los males sociales que los aquejan, arremeten contra todo lo que huela a izquierdismo, y con la palabra comunista pretenden despertar de nuevo un fantasma que sólo existe en el imaginario de la inquisición.

No podemos evitar mirarlo con su casco de corrupción e impunidad que ha saqueado y vendido a los extranjeros nuestros recursos naturales. Eso es historia de ayer y ahora, pero el neoliberalismo no parece estar satisfecho y va por más, cuando es muy difícil el regreso del PRIAN ante el impacto social de la 4T.

La pandemia es un río revuelto donde las fuerzas que luchan por el poder y el dominio se debaten con furia, también las sociedades comienzan a dar síntomas de frustración y cólera. La violencia intrafamiliar, la depresión, la xenofobia, la negación del otro, el miedo, el sálvese quien pueda, la indisciplina, la ausencia de una cultura preventiva, la negación de la realidad se manifiesta en millones de personas.

Nada bueno parece desprenderse de esta experiencia que al principio se antojaba como un paréntesis de calma, de recogimiento, de retiro sanitario y al mismo tiempo espiritual, inclusive de saneamiento del medio ambiente. La pandemia pone en crisis a la civilización, dice el poeta José Ángel Leyva. Se trata de un virus y vendrán otros, la mejor defensa es fortalecer nuestro sistema inmunológico, mantenernos sanos, con ejercicio y debida alimentación, seguir las normas de salud e higiene. Esta crisis anuncia fuertes vientos políticos.

Sólo que esos microorganismos no matan, cumplen una función biológica, actúan sin maldad y sin odio, no hacen demostraciones de fuerza, de crueldad, de terror, no someten a un hombre con la rodilla en el suelo hasta asfixiarlo sólo por el hecho de tener una insignia de poder (no de justicia) y a una víctima cuya vida (vida humana) valora tanto como la de un insecto.

Con la frase “No puedo respirar”, como lema, pronunciada por George Floyd antes de morir a manos de la policía en Estados Unidos, miles de personas en todo el mundo desafían hoy a la pandemia del coronavirus para manifestarse contra las desigualdades sociales y la brutalidad policial.

El acto ha impulsado a millones a las calles a manifestar su indignación a pesar de la pandemia, a pesar del miedo. Han iniciado oficialmente las “actividades estratégicas” como la minería, la automotriz y la construcción. Algunos gobernadores muy precavidos han decidido aplicar su propia normatividad estatal hasta que no vean mejoría en materia de contagios del Covid-19.

Mientras tanto, aumenta la presencia de personas en nuestro bello Centro Histórico, en parques y jardines, plazas públicas, centros comerciales, restaurantes. El número de personas circulando es mayor, realizando actividades “no esenciales”. Aunque muchos peatones portan cubrebocas, otros no y sólo unos cuantos, con caretas de protección, la mayoría se mantiene sin guardar la “sana distancia” recomendada por las autoridades para evitar contagios.

Inclusive negocios como los bancos lo propician, al cerrar sucursales y manteniendo a sus “clientes” a pleno sol, en largas filas, donde no importa si sean discapacitados, mujeres embarazadas con niños o adultos mayores.

Se incrementa día con día la tempestad de casos infectados y de fallecimientos. Se justifican ante la necesidad de trabajar, no hay de otra. Las redes sociales contaminan con comunicados alarmantes sin fundamento. Ante esta cruda realidad, no se han implementado operativos para invitar a la población a que permanezca en casa.

Algunos miembros del sector salud se han pronunciado por la implementación de un “toque de queda”, personal de salud que pierde la batalla de su vida tratando de salvar la de otros. Se prefirió evitar la parálisis de la economía que de atender los daños estructurales de un sistema hospitalario históricamente en déficit.

Es la indiferencia de una sociedad que asustada, confundida y valemadrista se adapta a la danza de las muertes posibles, la resignación hace de las suyas y nos anestesia el asombro: el subsecretario Hugo López-Gatell dijo a los diputados que las muertes pueden subir a 35 mil, pero en unas horas escaló sus pronósticos a 60 mil fallecimientos posibles.

Tantas emociones, tanto qué pensar. Ira, angustia, enojo, miedo, frustración, incertidumbre... Nos debe quedar claro: No es momento para salir de casa, no hay que relajar las medidas que por más de tres meses hemos hecho parte de nuestras rutinas. Del Covid-19 sabemos poco aún. Existe un gran desconocimiento que aún rodea a la pandemia. El desarrollo de una vacuna avanza más lento que la enfermedad. La epidemia de Covid-19 está en su máximo nivel de intensidad. Vivimos una película de terror y más vale asumir que la tensión y la angustia no se han acabado

Y para abonar a nuestros índices internacionales de reprobación e incomprensión, el viernes 5 de junio próximo pasado, concluyó oficialmente el ciclo escolar 2019-2020. A lo mejor avanzamos en la tendencia hacia una educación virtual.

A más de 100 días: confusión e incertidumbre por el Covid-19

Confusión e incertidumbre campean en Durango, en México y en muchos países. Muchas interrogantes. Zacatecas era el único estado en naranja, pero de inmediato cambió a rojo.

Hoy, en la fase tres todos los estados de las República están en rojo. Pero se levanta el confinamiento y se permite la apertura de negocios de todo tipo, hasta de las plazas comerciales, claro que hubo negocios que hicieron su “agosto” ante el cuestionable cierre de cervecerías, porque aquí en Durango muchos expendios y antros no cerraron, siguieron funcionando ante la complacencia de las autoridades y el detrimento de los ingresos de la clase asalariada porque elevaron los precios hasta más de un 300 por ciento. La pandemia es un rio revuelto de intereses mezquinos locales, regionales, nacionales e internacionales.

Pero la globalización sigue su marcha. Hemos visto hace unos días el despegue de un cohete espacial SpaceX, del empresario Elon Musk, cuyo objetivo es abrir camino a los vuelos espaciales de corte turístico y alcanzar la superficie lunar y marciana. Sabemos que ese no es el único objetivo y no precisamente el primordial.

Las calles de Estados Unidos se llenaron de gritos de protesta y ardieron por la cólera de las multitudes indignadas ante el asesinato de George Floyd, un ciudadano negro, a manos de un policía blanco. Al mismo tiempo, el gobierno de Trump envía tropas a Colombia para, supuestamente, perseguir a los narcotraficantes del país sudamericano y abandona el apoyo económico a la Organización Mundial de la Salud (OMS) por considerar que beneficia más a China que a Estados Unidos. Intuimos con mucha claridad, que el siguiente paso es que el imperio invada las fronteras con Venezuela.

En España y en México un grupo de indignados ultraderechistas protestan, en sus autos y sus motos, contra los gobiernos en turno por considerar que son culpables de la parálisis económica y de los males sociales que los aquejan, arremeten contra todo lo que huela a izquierdismo, y con la palabra comunista pretenden despertar de nuevo un fantasma que sólo existe en el imaginario de la inquisición.

No podemos evitar mirarlo con su casco de corrupción e impunidad que ha saqueado y vendido a los extranjeros nuestros recursos naturales. Eso es historia de ayer y ahora, pero el neoliberalismo no parece estar satisfecho y va por más, cuando es muy difícil el regreso del PRIAN ante el impacto social de la 4T.

La pandemia es un río revuelto donde las fuerzas que luchan por el poder y el dominio se debaten con furia, también las sociedades comienzan a dar síntomas de frustración y cólera. La violencia intrafamiliar, la depresión, la xenofobia, la negación del otro, el miedo, el sálvese quien pueda, la indisciplina, la ausencia de una cultura preventiva, la negación de la realidad se manifiesta en millones de personas.

Nada bueno parece desprenderse de esta experiencia que al principio se antojaba como un paréntesis de calma, de recogimiento, de retiro sanitario y al mismo tiempo espiritual, inclusive de saneamiento del medio ambiente. La pandemia pone en crisis a la civilización, dice el poeta José Ángel Leyva. Se trata de un virus y vendrán otros, la mejor defensa es fortalecer nuestro sistema inmunológico, mantenernos sanos, con ejercicio y debida alimentación, seguir las normas de salud e higiene. Esta crisis anuncia fuertes vientos políticos.

Sólo que esos microorganismos no matan, cumplen una función biológica, actúan sin maldad y sin odio, no hacen demostraciones de fuerza, de crueldad, de terror, no someten a un hombre con la rodilla en el suelo hasta asfixiarlo sólo por el hecho de tener una insignia de poder (no de justicia) y a una víctima cuya vida (vida humana) valora tanto como la de un insecto.

Con la frase “No puedo respirar”, como lema, pronunciada por George Floyd antes de morir a manos de la policía en Estados Unidos, miles de personas en todo el mundo desafían hoy a la pandemia del coronavirus para manifestarse contra las desigualdades sociales y la brutalidad policial.

El acto ha impulsado a millones a las calles a manifestar su indignación a pesar de la pandemia, a pesar del miedo. Han iniciado oficialmente las “actividades estratégicas” como la minería, la automotriz y la construcción. Algunos gobernadores muy precavidos han decidido aplicar su propia normatividad estatal hasta que no vean mejoría en materia de contagios del Covid-19.

Mientras tanto, aumenta la presencia de personas en nuestro bello Centro Histórico, en parques y jardines, plazas públicas, centros comerciales, restaurantes. El número de personas circulando es mayor, realizando actividades “no esenciales”. Aunque muchos peatones portan cubrebocas, otros no y sólo unos cuantos, con caretas de protección, la mayoría se mantiene sin guardar la “sana distancia” recomendada por las autoridades para evitar contagios.

Inclusive negocios como los bancos lo propician, al cerrar sucursales y manteniendo a sus “clientes” a pleno sol, en largas filas, donde no importa si sean discapacitados, mujeres embarazadas con niños o adultos mayores.

Se incrementa día con día la tempestad de casos infectados y de fallecimientos. Se justifican ante la necesidad de trabajar, no hay de otra. Las redes sociales contaminan con comunicados alarmantes sin fundamento. Ante esta cruda realidad, no se han implementado operativos para invitar a la población a que permanezca en casa.

Algunos miembros del sector salud se han pronunciado por la implementación de un “toque de queda”, personal de salud que pierde la batalla de su vida tratando de salvar la de otros. Se prefirió evitar la parálisis de la economía que de atender los daños estructurales de un sistema hospitalario históricamente en déficit.

Es la indiferencia de una sociedad que asustada, confundida y valemadrista se adapta a la danza de las muertes posibles, la resignación hace de las suyas y nos anestesia el asombro: el subsecretario Hugo López-Gatell dijo a los diputados que las muertes pueden subir a 35 mil, pero en unas horas escaló sus pronósticos a 60 mil fallecimientos posibles.

Tantas emociones, tanto qué pensar. Ira, angustia, enojo, miedo, frustración, incertidumbre... Nos debe quedar claro: No es momento para salir de casa, no hay que relajar las medidas que por más de tres meses hemos hecho parte de nuestras rutinas. Del Covid-19 sabemos poco aún. Existe un gran desconocimiento que aún rodea a la pandemia. El desarrollo de una vacuna avanza más lento que la enfermedad. La epidemia de Covid-19 está en su máximo nivel de intensidad. Vivimos una película de terror y más vale asumir que la tensión y la angustia no se han acabado

Y para abonar a nuestros índices internacionales de reprobación e incomprensión, el viernes 5 de junio próximo pasado, concluyó oficialmente el ciclo escolar 2019-2020. A lo mejor avanzamos en la tendencia hacia una educación virtual.

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