/ sábado 2 de enero de 2021

En cartera

La palabra “Navidad” es una contracción de “natividad”, que significa natalicio. La Navidad no proviene de las enseñanzas del Nuevo Testamento, ni de la Biblia ni de los apóstoles quienes habían sido instruidos personalmente por Jesucristo.

La Navidad se introdujo en la iglesia durante el siglo cuarto, proveniente del paganismo y no fue hasta el siglo quinto en que se estableció oficialmente como fiesta cristiana.

Cualquier enciclopedia u otra autoridad en la materia nos pueden confirmar el hecho de que Cristo no nació un 25 de diciembre. La Enciclopedia Católica lo dice claramente. La fecha exacta del nacimiento de Jesucristo es totalmente desconocida. Las sagradas escrituras no revelan este acontecimiento. El día de Navidad no fue oficialmente reconocido hasta el año 345, cuando por influencia de San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianceno se proclamó el 25 de diciembre como fecha de la Natividad.

La Navidad, tal como la conocemos hoy, es una creación del siglo XIX. El árbol de navidad, originario de zonas germanas, se extendió por otras áreas de Europa y América. Aquí a Durango lo trajo la familia Damm. Los villancicos fueron recuperados y se compusieron muchos nuevos. Las tarjetas de Navidad no empezaron a utilizarse hasta la década de 1870, aunque la primera de ellas se imprimió en Londres en 1864.

Actualmente, la Navidad es tiempo de gran actividad comercial e intercambio de regalos, reuniones y comidas familiares, de amistades y de compañeros de trabajo, de viajes, claro, antes de la pandemia en que vivimos que nos ha cambiado tradiciones, costumbres en convivencia familiar y social.

Sobre las posadas, se celebran en México desde hace 433 años, a partir del año 1,587. Los antiguos mexicanos celebraban en la época invernal el advenimiento de Huitzilopochtli, Dios de la Guerra, que se efectuaba en el mes llamado Panquetzaliztli, correspondiente en el calendario juliano al lapso que va del 7 al 26 de diciembre, temporada que coincidía con la práctica europea de celebrar la Navidad.

Se acredita a los religiosos agustinos los que promovieron la sustitución de personajes en estas festividades en su tarea de evangelización, desapareciendo a Huitzilopochtli del culto, pero mantuvieron la celebración durante la misma época, con características diferentes y siguiendo la tradición cristiana.

Uno de los lugares donde se establecieron los agustinos, fue el pequeño pueblo de San Agustín Acolman, situado a unos 40 kilómetros al noroeste de la Ciudad de México, en el camino a Teotihuacán, Puebla. En este lugar se originó la práctica de las posadas, cuando en 1587 Fray Diego de Soria –superior del Convento de San Agustín de Acolman- obtuvo del Papa Sixto V una bula (permiso) en la que autorizaba la celebración en Nueva España de unas misas llamadas de “aguinaldo”, del 16 al 24 de diciembre, y que se llevaban a cabo en los atrios de la iglesia.

A estas fiestas decembrinas no es ajeno Santa Claus y su penetración ideológica, consumista y de credo extranjera. Su legendaria caridad es el origen del personaje conocido universalmente como “Santa Claus” o “Papa Noel”. Cinco papas han llevado el nombre de Nicolás, pero el santo de nuestra historia no fue papa sino obispo. Poco se sabe con certeza de San Nicolás: nació en Parada de Licia, una antigua provincia del Asia Menor; en su juventud hizo una peregrinación a Egipto y Palestina. Poco tiempo después de su regreso fue nombrado obispo de Mira, capital de Licia, junto al Mar Mediterráneo; echado en prisión durante la persecución de Diocleciano por confesar su fe, fue liberado al subir al trono el emperador Constantino.

Lamentablemente el Santa Claus moderno ha sido paganizado. Hoy, “Santa Claus” se utiliza para vender toda clase de cosas y casi nadie recuerda su origen, ni mucho menos le muestra alguna devoción; simplemente representa al despiadado consumismo.

Hay que rescatar y defender nuestras tradiciones ante la influencia del imperio y su despiadado consumismo. De ahí la importancia de nuestra mexicanidad y durangueñeidad. Mantengamos vivas nuestras raíces y costumbres.

La palabra “Navidad” es una contracción de “natividad”, que significa natalicio. La Navidad no proviene de las enseñanzas del Nuevo Testamento, ni de la Biblia ni de los apóstoles quienes habían sido instruidos personalmente por Jesucristo.

La Navidad se introdujo en la iglesia durante el siglo cuarto, proveniente del paganismo y no fue hasta el siglo quinto en que se estableció oficialmente como fiesta cristiana.

Cualquier enciclopedia u otra autoridad en la materia nos pueden confirmar el hecho de que Cristo no nació un 25 de diciembre. La Enciclopedia Católica lo dice claramente. La fecha exacta del nacimiento de Jesucristo es totalmente desconocida. Las sagradas escrituras no revelan este acontecimiento. El día de Navidad no fue oficialmente reconocido hasta el año 345, cuando por influencia de San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianceno se proclamó el 25 de diciembre como fecha de la Natividad.

La Navidad, tal como la conocemos hoy, es una creación del siglo XIX. El árbol de navidad, originario de zonas germanas, se extendió por otras áreas de Europa y América. Aquí a Durango lo trajo la familia Damm. Los villancicos fueron recuperados y se compusieron muchos nuevos. Las tarjetas de Navidad no empezaron a utilizarse hasta la década de 1870, aunque la primera de ellas se imprimió en Londres en 1864.

Actualmente, la Navidad es tiempo de gran actividad comercial e intercambio de regalos, reuniones y comidas familiares, de amistades y de compañeros de trabajo, de viajes, claro, antes de la pandemia en que vivimos que nos ha cambiado tradiciones, costumbres en convivencia familiar y social.

Sobre las posadas, se celebran en México desde hace 433 años, a partir del año 1,587. Los antiguos mexicanos celebraban en la época invernal el advenimiento de Huitzilopochtli, Dios de la Guerra, que se efectuaba en el mes llamado Panquetzaliztli, correspondiente en el calendario juliano al lapso que va del 7 al 26 de diciembre, temporada que coincidía con la práctica europea de celebrar la Navidad.

Se acredita a los religiosos agustinos los que promovieron la sustitución de personajes en estas festividades en su tarea de evangelización, desapareciendo a Huitzilopochtli del culto, pero mantuvieron la celebración durante la misma época, con características diferentes y siguiendo la tradición cristiana.

Uno de los lugares donde se establecieron los agustinos, fue el pequeño pueblo de San Agustín Acolman, situado a unos 40 kilómetros al noroeste de la Ciudad de México, en el camino a Teotihuacán, Puebla. En este lugar se originó la práctica de las posadas, cuando en 1587 Fray Diego de Soria –superior del Convento de San Agustín de Acolman- obtuvo del Papa Sixto V una bula (permiso) en la que autorizaba la celebración en Nueva España de unas misas llamadas de “aguinaldo”, del 16 al 24 de diciembre, y que se llevaban a cabo en los atrios de la iglesia.

A estas fiestas decembrinas no es ajeno Santa Claus y su penetración ideológica, consumista y de credo extranjera. Su legendaria caridad es el origen del personaje conocido universalmente como “Santa Claus” o “Papa Noel”. Cinco papas han llevado el nombre de Nicolás, pero el santo de nuestra historia no fue papa sino obispo. Poco se sabe con certeza de San Nicolás: nació en Parada de Licia, una antigua provincia del Asia Menor; en su juventud hizo una peregrinación a Egipto y Palestina. Poco tiempo después de su regreso fue nombrado obispo de Mira, capital de Licia, junto al Mar Mediterráneo; echado en prisión durante la persecución de Diocleciano por confesar su fe, fue liberado al subir al trono el emperador Constantino.

Lamentablemente el Santa Claus moderno ha sido paganizado. Hoy, “Santa Claus” se utiliza para vender toda clase de cosas y casi nadie recuerda su origen, ni mucho menos le muestra alguna devoción; simplemente representa al despiadado consumismo.

Hay que rescatar y defender nuestras tradiciones ante la influencia del imperio y su despiadado consumismo. De ahí la importancia de nuestra mexicanidad y durangueñeidad. Mantengamos vivas nuestras raíces y costumbres.

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