Marihuana ¿sí o no?
Gary S. Becker, Premio Nobel de Economía 1992, sostiene que “la completa legalización en ambos lados del mercado (vendedor-comprador) bajaría el precio de las drogas.
Además, reduciría el papel de los delincuentes en la producción y venta de las drogas, mejoraría la calidad de vida de muchos barrios marginales, incentivaría a más estudiantes de minorías étnicas en Estados Unidos a terminar su educación secundaria y aliviaría sustancialmente los problemas en México y otros países involucrados en el suministro de drogas”.
Carlos Elizondo señala que en la actualidad, el valor global del mercado de las drogas ilícitas ronda los 322 mil millones de dólares y de ellos corresponden 140 mil a la marihuana, 70 mil a la cocaína, 65 mil a los opiáceos y 44 mil a las metanfetaminas. De esas cantidades, 76% de los recursos generados por esa actividad ilegal se queda en los países consumidores y sólo 24% en los productores y de paso.
La marihuana, como se puede ver, representa un poco menos de la mitad del negocio de las drogas ilegales en todo el mundo. México no es la excepción. La legalización-regulación de la marihuana tiene, de entrada, las siguientes ventajas: Al narco se le cortan los ingresos exorbitantes que ofrece la ilegalidad, se transparenta esa actividad económica y el gobierno se hace de recursos fiscales; disminuye el poder de los narcotraficantes y la violencia; disminuyen los costos sociales colaterales como la prostitución, el robo y la extorsión; se reduce la actual población carcelaria a menos de la mitad y se evitan abusos de la policía; crece la posibilidad de regenerar barrios marginales e inmuebles tomados por el narcomenudeo; se liberan recursos públicos hoy dedicados a la persecución, para canalizarlos a la educación y la salud; los esfuerzos de los aparatos de seguridad se ponen donde están los verdaderos problemas de la ciudadanía; se garantiza, como sucede con el tabaco y el alcohol, la calidad industrial del producto; disminuye la importancia que se da al tema en la agenda Estados Unidos-México y México-Centroamérica; mejora la rendición de cuentas del gobierno al tener que informar de los resultados de esta política y la evaluación de su impacto.
El gobierno de México debe trabajar, como ya lo hacen otros países, entre ellos el vecino del norte, en la legalización-regulación de la marihuana. Hoy el entorno es propicio para ser soberanos en la materia. El alcohol que está permitido, provoca muchos más daños a la sociedad que la marihuana.
Las cárceles son escuelas del crimen, se entra por posesión de marihuana, pero se sale mucho más violento y especializado en otros delitos. Legalizar la marihuana permitiría al gobierno concentrarse en perseguir a quienes hoy dañan más a la sociedad con crímenes como la extorsión y el secuestro. Ya es hora de reconocer que la política de perseguir a quienes consumen o producen marihuana, que en alguna medida fue impuesta por Estados Unidos, no ha sido buena para el país.
Si la marihuana es menos peligrosa para la salud que el alcohol y el tabaco, no tiene sentido prohibirla; si es tan dañina como creen muchos, con mayor razón hay que sacarla de la clandestinidad y regularla, pues, como advierte Héctor Aguilar Camín, “mantenerla prohibida es dejar un mercado riesgoso para la salud en manos de policías y narcotraficantes”.
Además, todos sabemos que la prohibición no ha logrado disminuir un ápice la producción, el tráfico y el consumo de drogas pero, en cambio, ha generado una horrorosa espiral de violencia que en México ha cobrado decenas de miles de vidas. ¿Por qué? ¿Para qué? Es la guerra más absurda que pueda imaginarse.
¿Qué queda por hacer? Legislar. Y hacerlo pronto. Las instituciones deberán plantear estrategias de información, preventivas, disuasivas y, también, de atención a quienes se hagan adictos. Ricardo Rocha afirma que el tren de la legalización de la marihuana está en marcha y nadie lo podrá parar. No le demos vueltas, váyase haciendo a la idea.