/ sábado 8 de enero de 2022

En cartera

En diversos artículos y libros, Guillermo Marín Ruiz expresa que desde 1492 los invasores nos llamaron indos así fue durante tras siglos. En la neocolonia de los criollos, llamada México, nos han llamado indígenas, jamás han querido reconocer nuestro nombre propio.

No somos hispanos, latinos o mexicanos, somos anahuacas y esta tierra durante milenios se ha llamado Anáhuac. El Estado mexicano neocolonial de ideología criolla, creado por un puñado de criollos en 1824, ha pretendido inútilmente, borrar de la conciencia de este milenario pueblo ocupado por extranjeros voraces, la noción que son hijos de una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad, que ahora son mexicas-mexicanos-mestizos, y que su potencial está en su memoria histórica y su identidad cultural ancestral.

El pasado siempre es tergiversado por el vencedor de ayer y hoy hace falta un gran golpe a la inconciencia para iniciar la descolonización. La academia, los investigadores, los artistas, los intelectuales, los periodistas, los profesores, todos necesitan descolonizar su visión del pasado para crear una narrativa veraz, crítica y analítica. Es tiempo de terminar con el discurso colonizador que ha sometido al pueblo durante 500 años a una amnesia colectiva que beneficia a sus explotadores. En 1519 no existían ni ejércitos y soldados en Europa u menos en el Anáhuac, lo que existían eran tercios, agrupaciones de mercenarios sin cadena de mando, sin uniformes, sin armas reglamentarias, sin entrenamiento.

Cortés nunca comandó soldados, sino una banda de forajidos, asesinos y ladrones, que, además, estaban enfrentados entre sí, los de Cortés y los del gobernador de Cuba, Diego Velázquez, que en dos ocasiones atentaron contra la vida de Cortés, que mantuvo una guardia personal para cuidarse de sus propios hombres.

Xicoténcatl el joven derrotó a los españoles y no los dejó cruzar las fronteras del territorio de Tlaxcala, Malinche tuvo que ir a negociar con el Tlatócan de Tlaxcala para que lo dejaran pasar. Cortés no perdonó a Xicoténcatl y lo mandó asesinar después de la caída de Tenochtitlán. Los que realmente lucharon fueron anahuacas contra anahuacas, los españoles eran insignificantes por su número y letalidad. Las autoridades anahuacas se suman al nuevo orden colonial a través de la evangelización, sin esa traición no habría podido consumarse la invasión-ocupación.

Los criollos, después de tratar de quitarles el poder colonial a los peninsulares, deciden hacer las paces y fundar su país. En 1828 los corren y los criollos se dividen en dos bandos, conservadores contra liberales y lucharan por el poder durante el siglo XIX, recibiendo cuatro invasiones, perdiendo más de la mitad del territorio del país y buscando torpemente ser un país tipo europeo sin lograrlo, pero al mismo tiempo, excluyendo a la mayoría del pueblo de los beneficios de la modernidad deseada, por ser anahuacas.

El Estado mexicano desde 1824, ha tratado de desaparecer, no sólo el patrimonio cultural material de la civilización del Anáhuac, sino lo más importante, la conciencia misma de la existencia de la civilización invadida y depredada. El Estado se funda en la falacia de un país, sin pueblo y sin historia, ya que afirma Guillermo Marín que el nombre de esta tierra y las culturas que por miles de años han existido, por consenso de todas las culturas, en lengua náhuatl, que era la lengua franca, se llamó Anáhuac.

El nombre del continente en el Norte es Anáhuac y en el Sur Tawantinsuyu o Abya Yala durante decenas de siglos antes de la invasión europea. A partir de 1492 fuimos América para el invasor y en el siglo XIX, Latinoamérica según Napoleón III. En el siglo XX, los gringos le llaman a su país América y del Río Bravo al Sur simplemente Latinoamérica, y mansamente, de manera inconsciente aceptamos los despojos y las trasgresiones, justamente porque hemos perdido la memoria histórica y la identidad cultural ancestral.

En el país, ni las autoridades ni la iniciativa privada, permiten que el pueblo tome conciencia de que pertenece a una civilización milenaria que está viva, vigente y se manifiesta en nuestra cotidianidad. En los libros de texto, en las universidades, en los medios de difusión, por una parte se mantiene un lenguaje colonizado con conceptos como prehispánico, Mesoamérica, conquista de México, pueblos originarios, etc., muchas formas de tratar de evitar los conceptos como historia ancestral, Anáhuac, invasión española y pueblos anahuacas. Y, por otra parte, se hace creer al pueblo, que un pasado ancestral de una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad de 9,800 años se reduce a la cultura mexica de apenas 196 años.

En efecto, para el Estado neocolonial todo el pasado, como ellos llaman “prehispánico” son los mexicas y Tenochtitlán. La razón de este epistemicidio es que, al dejar al pueblo sin historia, sin memoria, sin intensidad ancestral, el proyecto de los criollos de su fantasioso país llamado México, es la única oportunidad del pueblo de tener identidad, con una sola cultura, una sola lengua, una sola memoria, Esta felonía de dejar al pueblo sin memoria histórica e identidad cultural ancestral, tiene como objetivo someter al pueblo a la mansedumbre, a que no entienda cuáles son sus problemas histórico-estructurales el vivir en un sistema colonial, disfrazado de país moderno, pero con los mismos explotadores y depredadores. Descolonizar es dignificar.

Concluye Guillermo Marín que con la descolonización y la recuperación de nuestra memoria histórica y nuestra identidad cultural ancestral, volverá llamarse nuestra tierra Anáhuac y nosotros sus hijos anahuacas. También es de interés un estudio que realizó referente a “La estructura del mundo actual”, que compartiremos con los lectores de El Sol de Durango próximamente.

En diversos artículos y libros, Guillermo Marín Ruiz expresa que desde 1492 los invasores nos llamaron indos así fue durante tras siglos. En la neocolonia de los criollos, llamada México, nos han llamado indígenas, jamás han querido reconocer nuestro nombre propio.

No somos hispanos, latinos o mexicanos, somos anahuacas y esta tierra durante milenios se ha llamado Anáhuac. El Estado mexicano neocolonial de ideología criolla, creado por un puñado de criollos en 1824, ha pretendido inútilmente, borrar de la conciencia de este milenario pueblo ocupado por extranjeros voraces, la noción que son hijos de una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad, que ahora son mexicas-mexicanos-mestizos, y que su potencial está en su memoria histórica y su identidad cultural ancestral.

El pasado siempre es tergiversado por el vencedor de ayer y hoy hace falta un gran golpe a la inconciencia para iniciar la descolonización. La academia, los investigadores, los artistas, los intelectuales, los periodistas, los profesores, todos necesitan descolonizar su visión del pasado para crear una narrativa veraz, crítica y analítica. Es tiempo de terminar con el discurso colonizador que ha sometido al pueblo durante 500 años a una amnesia colectiva que beneficia a sus explotadores. En 1519 no existían ni ejércitos y soldados en Europa u menos en el Anáhuac, lo que existían eran tercios, agrupaciones de mercenarios sin cadena de mando, sin uniformes, sin armas reglamentarias, sin entrenamiento.

Cortés nunca comandó soldados, sino una banda de forajidos, asesinos y ladrones, que, además, estaban enfrentados entre sí, los de Cortés y los del gobernador de Cuba, Diego Velázquez, que en dos ocasiones atentaron contra la vida de Cortés, que mantuvo una guardia personal para cuidarse de sus propios hombres.

Xicoténcatl el joven derrotó a los españoles y no los dejó cruzar las fronteras del territorio de Tlaxcala, Malinche tuvo que ir a negociar con el Tlatócan de Tlaxcala para que lo dejaran pasar. Cortés no perdonó a Xicoténcatl y lo mandó asesinar después de la caída de Tenochtitlán. Los que realmente lucharon fueron anahuacas contra anahuacas, los españoles eran insignificantes por su número y letalidad. Las autoridades anahuacas se suman al nuevo orden colonial a través de la evangelización, sin esa traición no habría podido consumarse la invasión-ocupación.

Los criollos, después de tratar de quitarles el poder colonial a los peninsulares, deciden hacer las paces y fundar su país. En 1828 los corren y los criollos se dividen en dos bandos, conservadores contra liberales y lucharan por el poder durante el siglo XIX, recibiendo cuatro invasiones, perdiendo más de la mitad del territorio del país y buscando torpemente ser un país tipo europeo sin lograrlo, pero al mismo tiempo, excluyendo a la mayoría del pueblo de los beneficios de la modernidad deseada, por ser anahuacas.

El Estado mexicano desde 1824, ha tratado de desaparecer, no sólo el patrimonio cultural material de la civilización del Anáhuac, sino lo más importante, la conciencia misma de la existencia de la civilización invadida y depredada. El Estado se funda en la falacia de un país, sin pueblo y sin historia, ya que afirma Guillermo Marín que el nombre de esta tierra y las culturas que por miles de años han existido, por consenso de todas las culturas, en lengua náhuatl, que era la lengua franca, se llamó Anáhuac.

El nombre del continente en el Norte es Anáhuac y en el Sur Tawantinsuyu o Abya Yala durante decenas de siglos antes de la invasión europea. A partir de 1492 fuimos América para el invasor y en el siglo XIX, Latinoamérica según Napoleón III. En el siglo XX, los gringos le llaman a su país América y del Río Bravo al Sur simplemente Latinoamérica, y mansamente, de manera inconsciente aceptamos los despojos y las trasgresiones, justamente porque hemos perdido la memoria histórica y la identidad cultural ancestral.

En el país, ni las autoridades ni la iniciativa privada, permiten que el pueblo tome conciencia de que pertenece a una civilización milenaria que está viva, vigente y se manifiesta en nuestra cotidianidad. En los libros de texto, en las universidades, en los medios de difusión, por una parte se mantiene un lenguaje colonizado con conceptos como prehispánico, Mesoamérica, conquista de México, pueblos originarios, etc., muchas formas de tratar de evitar los conceptos como historia ancestral, Anáhuac, invasión española y pueblos anahuacas. Y, por otra parte, se hace creer al pueblo, que un pasado ancestral de una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad de 9,800 años se reduce a la cultura mexica de apenas 196 años.

En efecto, para el Estado neocolonial todo el pasado, como ellos llaman “prehispánico” son los mexicas y Tenochtitlán. La razón de este epistemicidio es que, al dejar al pueblo sin historia, sin memoria, sin intensidad ancestral, el proyecto de los criollos de su fantasioso país llamado México, es la única oportunidad del pueblo de tener identidad, con una sola cultura, una sola lengua, una sola memoria, Esta felonía de dejar al pueblo sin memoria histórica e identidad cultural ancestral, tiene como objetivo someter al pueblo a la mansedumbre, a que no entienda cuáles son sus problemas histórico-estructurales el vivir en un sistema colonial, disfrazado de país moderno, pero con los mismos explotadores y depredadores. Descolonizar es dignificar.

Concluye Guillermo Marín que con la descolonización y la recuperación de nuestra memoria histórica y nuestra identidad cultural ancestral, volverá llamarse nuestra tierra Anáhuac y nosotros sus hijos anahuacas. También es de interés un estudio que realizó referente a “La estructura del mundo actual”, que compartiremos con los lectores de El Sol de Durango próximamente.

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