/ sábado 19 de marzo de 2022

En Cartera

Desde 1400 el Vaticano sabía de la existencia de la civilización continental que existía desde milenios atrás del otro lado del Océano Atlético, los misioneros jesuitas que fueron a China llevaron, entre otras cosas, esta valiosa información.

Por otra parte, desde la caída del Imperio Romano, el poder económico se había transferido a Venecia y al Vaticano, que actuaban en mancuerna. El Vaticano sustentaba su poder en la ignorancia que había sometido a los pueblos de Europa a través de la destrucción de la sabiduría por medio de la Santa Inquisición. La invasión al continente Abyanahuac fue una estrategia de dominación a través del epistemicidio.

La invasión al Cem Anáhuac (es el nombre dado a la extensión territorial ocupada por varios pueblos mesoamericanos hasta antes de la invasión a manos de Hernán Cortés y otros europeos a su llegada a lo que hoy conocemos como América), fue una estrategia de los banqueros venecianos coludidos con el Vaticano, usando a los reinos de Castilla y Portugal para hacer el trabajo sucio y mancharse las manos de sangre. Es tan cierto esto, que se puede comprobar al analizar que la riqueza robada del continente invadido no se quedó en estos reinos y hasta la fecha, son países pobres.

La historia de México la han escrito los vencedores, desde Hernán Cortés y Bernardino de Sahagún, hasta Matos Moctezuma y Miguel León Portilla. La iglesia católica y el Estado mexicano han impuesto la versión oficial de la visión de los vencidos, escrita por los vencedores.

El historiador y escritor Guillermo Marín ha publicado el libro que tituló “Historia Ancestral de México. Libro de Educación Básica para la Descolonización”, donde afirma que desde el primer día del desembarco al inicio de la invasión, hasta el libro de texto y la Revista Arqueología del INAH, el pueblo no sólo está engañado, sino profundamente amnésico. No conoce la verdad de sus más lejanos orígenes y su más antigua raíz. Un pueblo heredero de una de las seis civilizaciones más antiguas y con origen de la humanidad, al que le han aplicado una lobotomía histórica y cultural para mantenerlo explotado, enajenado, sumiso. Un pueblo esclavo, sin futuro, sin dignidad y sin auto estima. Hundido en el pantano de su laberinto.

Señala que los que se han beneficiado históricamente de la invasión, del despojo, la injusticia, la ignorancia y la amnesia del pueblo, han desarrollado una estrategia para quitarle la memoria histórica y la identidad cultural ancestral al pueblo, para neutralizarlo.

Los primeros trescientos años, destruyendo todo lo que estuvo a su alcance, ignorando la historia ancestral y distorsionado la de la invasión dejando a “Cortés y sus solados”, como héroes míticos de bronce. Y los últimos doscientos años, el Estado mexicano neocolonial de ideología criolla, ha mantenido la historia colonial de la invasión, pero además, ha tergiversado la de los mexicas, para crear su versión institucional de “la historia prehispánica de su país”, en donde la cultura mexica eclipsa total y absolutamente los miles de años, desde la invención del maíz y la agricultura hasta el colapso del periodo clásico superior; desapareciendo los miles de años del periodo preclásico de influencia Olmeca, y los más de mil años del periodo clásico o del esplendor de influencia teotihuacana. Para el Estado mexicano y su historia oficial prehispánica, solo existe “el imperio azteca y la gran Tenochtitlán”. La vida y obra de Hernán Cortés, como capitán y símbolo de la invasión, cobra un vigencia e importancia sobresaliente al cumplirse los 500 años de este crimen de lesa humanidad, en el que se cometió uno de los más bochornosos holocaustos y epistemicidios de la historia del género humano.

No es tan sólo por los crímenes, despojos y abusos que se cometieron durante la invasión y el periodo colonial, sino porque, en estos últimos dos siglos se han seguido cometiendo los mismos crímenes y abusos. Desde la matanza de Cholula hasta la de Ayotzinapa. Desde la mina del Potosí hasta las del Grupo México. Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.


Desde 1400 el Vaticano sabía de la existencia de la civilización continental que existía desde milenios atrás del otro lado del Océano Atlético, los misioneros jesuitas que fueron a China llevaron, entre otras cosas, esta valiosa información.

Por otra parte, desde la caída del Imperio Romano, el poder económico se había transferido a Venecia y al Vaticano, que actuaban en mancuerna. El Vaticano sustentaba su poder en la ignorancia que había sometido a los pueblos de Europa a través de la destrucción de la sabiduría por medio de la Santa Inquisición. La invasión al continente Abyanahuac fue una estrategia de dominación a través del epistemicidio.

La invasión al Cem Anáhuac (es el nombre dado a la extensión territorial ocupada por varios pueblos mesoamericanos hasta antes de la invasión a manos de Hernán Cortés y otros europeos a su llegada a lo que hoy conocemos como América), fue una estrategia de los banqueros venecianos coludidos con el Vaticano, usando a los reinos de Castilla y Portugal para hacer el trabajo sucio y mancharse las manos de sangre. Es tan cierto esto, que se puede comprobar al analizar que la riqueza robada del continente invadido no se quedó en estos reinos y hasta la fecha, son países pobres.

La historia de México la han escrito los vencedores, desde Hernán Cortés y Bernardino de Sahagún, hasta Matos Moctezuma y Miguel León Portilla. La iglesia católica y el Estado mexicano han impuesto la versión oficial de la visión de los vencidos, escrita por los vencedores.

El historiador y escritor Guillermo Marín ha publicado el libro que tituló “Historia Ancestral de México. Libro de Educación Básica para la Descolonización”, donde afirma que desde el primer día del desembarco al inicio de la invasión, hasta el libro de texto y la Revista Arqueología del INAH, el pueblo no sólo está engañado, sino profundamente amnésico. No conoce la verdad de sus más lejanos orígenes y su más antigua raíz. Un pueblo heredero de una de las seis civilizaciones más antiguas y con origen de la humanidad, al que le han aplicado una lobotomía histórica y cultural para mantenerlo explotado, enajenado, sumiso. Un pueblo esclavo, sin futuro, sin dignidad y sin auto estima. Hundido en el pantano de su laberinto.

Señala que los que se han beneficiado históricamente de la invasión, del despojo, la injusticia, la ignorancia y la amnesia del pueblo, han desarrollado una estrategia para quitarle la memoria histórica y la identidad cultural ancestral al pueblo, para neutralizarlo.

Los primeros trescientos años, destruyendo todo lo que estuvo a su alcance, ignorando la historia ancestral y distorsionado la de la invasión dejando a “Cortés y sus solados”, como héroes míticos de bronce. Y los últimos doscientos años, el Estado mexicano neocolonial de ideología criolla, ha mantenido la historia colonial de la invasión, pero además, ha tergiversado la de los mexicas, para crear su versión institucional de “la historia prehispánica de su país”, en donde la cultura mexica eclipsa total y absolutamente los miles de años, desde la invención del maíz y la agricultura hasta el colapso del periodo clásico superior; desapareciendo los miles de años del periodo preclásico de influencia Olmeca, y los más de mil años del periodo clásico o del esplendor de influencia teotihuacana. Para el Estado mexicano y su historia oficial prehispánica, solo existe “el imperio azteca y la gran Tenochtitlán”. La vida y obra de Hernán Cortés, como capitán y símbolo de la invasión, cobra un vigencia e importancia sobresaliente al cumplirse los 500 años de este crimen de lesa humanidad, en el que se cometió uno de los más bochornosos holocaustos y epistemicidios de la historia del género humano.

No es tan sólo por los crímenes, despojos y abusos que se cometieron durante la invasión y el periodo colonial, sino porque, en estos últimos dos siglos se han seguido cometiendo los mismos crímenes y abusos. Desde la matanza de Cholula hasta la de Ayotzinapa. Desde la mina del Potosí hasta las del Grupo México. Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.


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