/ viernes 15 de julio de 2022

En Cartera

A 459 años de la fundación de Durango (IV)

Los primeros años de la incipiente villa, fueron difíciles y azarosos por los ataques frecuentes de los indios y la falta de comunicaciones y mercados para compra y venta de productos de subsistencia y en tres ocasiones estuvo a punto de despoblarse.

Sin embargo, debido al carácter de sus primeros pobladores perseveró en su existencia, y de esta manera en 1575 se fundó la primera parroquia; en 1595 el primer hospital; en 1610 la primera escuela de gramática y el 11 de octubre de 1620 se creó el Obispado y uno de sus templos se erigió en Catedral, y con tal distinción la villa de Durango adquirió la categoría de ciudad.

Francisco de Ibarra y Arandia fue un conquistador y un gobernador fuera de serie, llamado por Alejandro de Humboldt como el “Fénix de los Conquistadores”. Nunca recibió una merced del rey de España. Partió de Zacatecas para crear la Nueva Vizcaya en 1554, y gobernó las tierras por él conquistadas hasta el año el 17 de agosto de 1575 en que murió (a los 36 años de edad, nace en Éibar, Guipúzcoa, País Vasco, España el año de 1539), precisamente dos años, un mes y nueve días después de fundada la ciudad de Durango.

Francisco de Ibarra cumplió su misión de caballero y emisario de la España universal. Y la cultura nacional, propia, mexicana, tiene que integrarse de la cultura indígena, de la española y de la occidental. Y nunca se había hecho tan notorio como en la presente crisis de “renación”, el anhelo de identidad del hombre de esta tierra mestiza.

Verdad que Francisco de Ibarra ha dejado en la historia un nombre y una obra más duraderos que el bronce. Francisco de Ibarra, fundador de la ciudad de Durango cuenta finalmente con un monumento erigido el 8 de julio de 2017 en el crucero del bulevar Luis Donaldo Colosio y avenida Jesús García, el 29 de junio, por unanimidad, los regidores que conforman el Cabildo, aprobaron la instalación del monumento. En redes sociales hubo una discusión sobre la viabilidad de la colocación o no del monumento, y sobre el particular es necesario señalar la conveniencia de establecer la estatua como parte de un proceso de un reconocimiento de la identidad de los duranguenses. Hay quienes argumentamos la necesidad de contar con un monumento o reconocimiento a la raíz indígena que se tiene en Durango y en el país. Vale la pena conmemorar la fundación de Durango a partir de reconocer la conjunción de tres bagajes culturales: El indígena, el europeo y el africano.

Y complemento a la celebración de la fundación de nuestro Durango, con otra petición: Buena sería la tarea por parte de las autoridades culturales, de convocar a los investigadores especializados, a definir la identidad del durangueño, que surge, de acuerdo con el investigador Axel Ramírez, como una entidad autoconsciente, por un proceso inevitable de condicionantes culturales e históricos, y que arroja como resultado una conciencia colectiva. Propuesta, que va en el sentido de fortalecer nuestra durangueñeidad, doctrina de la autoría de Héctor Palencia Alonso, quien afirma “bueno es hablar de esta tierra nuestra como si tuviera una especie de espíritu, de la cultura durangueña elaborada en el rodar de los años, y reflexionar sobre ella como identidad y vínculo social y fundamento de una esperanza colectiva”.

Hace 459 años de la fundación de nuestra ciudad, mucha agua ha pasado bajo los puentes. Mantengamos vivo el amor por lo durangueño, que ha dado estilo y rumbo a esta ciudad provincial, fantásticamente protegida por San Jorge traspasando al dragón mitológico, donde el azul de su cielo y los crepúsculos que son como acuarela de dorados, de lilas y de castaños, señalan el centro espiritual de una tierra que tiene en el mapa la espléndida forma de una gran corazón. (Concluye)

A 459 años de la fundación de Durango (IV)

Los primeros años de la incipiente villa, fueron difíciles y azarosos por los ataques frecuentes de los indios y la falta de comunicaciones y mercados para compra y venta de productos de subsistencia y en tres ocasiones estuvo a punto de despoblarse.

Sin embargo, debido al carácter de sus primeros pobladores perseveró en su existencia, y de esta manera en 1575 se fundó la primera parroquia; en 1595 el primer hospital; en 1610 la primera escuela de gramática y el 11 de octubre de 1620 se creó el Obispado y uno de sus templos se erigió en Catedral, y con tal distinción la villa de Durango adquirió la categoría de ciudad.

Francisco de Ibarra y Arandia fue un conquistador y un gobernador fuera de serie, llamado por Alejandro de Humboldt como el “Fénix de los Conquistadores”. Nunca recibió una merced del rey de España. Partió de Zacatecas para crear la Nueva Vizcaya en 1554, y gobernó las tierras por él conquistadas hasta el año el 17 de agosto de 1575 en que murió (a los 36 años de edad, nace en Éibar, Guipúzcoa, País Vasco, España el año de 1539), precisamente dos años, un mes y nueve días después de fundada la ciudad de Durango.

Francisco de Ibarra cumplió su misión de caballero y emisario de la España universal. Y la cultura nacional, propia, mexicana, tiene que integrarse de la cultura indígena, de la española y de la occidental. Y nunca se había hecho tan notorio como en la presente crisis de “renación”, el anhelo de identidad del hombre de esta tierra mestiza.

Verdad que Francisco de Ibarra ha dejado en la historia un nombre y una obra más duraderos que el bronce. Francisco de Ibarra, fundador de la ciudad de Durango cuenta finalmente con un monumento erigido el 8 de julio de 2017 en el crucero del bulevar Luis Donaldo Colosio y avenida Jesús García, el 29 de junio, por unanimidad, los regidores que conforman el Cabildo, aprobaron la instalación del monumento. En redes sociales hubo una discusión sobre la viabilidad de la colocación o no del monumento, y sobre el particular es necesario señalar la conveniencia de establecer la estatua como parte de un proceso de un reconocimiento de la identidad de los duranguenses. Hay quienes argumentamos la necesidad de contar con un monumento o reconocimiento a la raíz indígena que se tiene en Durango y en el país. Vale la pena conmemorar la fundación de Durango a partir de reconocer la conjunción de tres bagajes culturales: El indígena, el europeo y el africano.

Y complemento a la celebración de la fundación de nuestro Durango, con otra petición: Buena sería la tarea por parte de las autoridades culturales, de convocar a los investigadores especializados, a definir la identidad del durangueño, que surge, de acuerdo con el investigador Axel Ramírez, como una entidad autoconsciente, por un proceso inevitable de condicionantes culturales e históricos, y que arroja como resultado una conciencia colectiva. Propuesta, que va en el sentido de fortalecer nuestra durangueñeidad, doctrina de la autoría de Héctor Palencia Alonso, quien afirma “bueno es hablar de esta tierra nuestra como si tuviera una especie de espíritu, de la cultura durangueña elaborada en el rodar de los años, y reflexionar sobre ella como identidad y vínculo social y fundamento de una esperanza colectiva”.

Hace 459 años de la fundación de nuestra ciudad, mucha agua ha pasado bajo los puentes. Mantengamos vivo el amor por lo durangueño, que ha dado estilo y rumbo a esta ciudad provincial, fantásticamente protegida por San Jorge traspasando al dragón mitológico, donde el azul de su cielo y los crepúsculos que son como acuarela de dorados, de lilas y de castaños, señalan el centro espiritual de una tierra que tiene en el mapa la espléndida forma de una gran corazón. (Concluye)

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