/ sábado 14 de agosto de 2021

En confianza

La pandemia que vivimos ha sido razón de infinidad de cambios en todas las sociedades del mundo. Todo modifica, todo excusa y todo justifica, es remedo para todo.

Hoy en día a poco más de 17 meses de la alerta mundial y prácticamente semiparalizó lo que nadie pudiera imaginar, desde la economía hasta la más mínima de las actividades de la población. En el “pico” de la tercera oleada del Covid-19, cuando los contagios y las muertes se multiplican y prácticamente se equiparan a los “picos” de la primera y segunda ola pandémica, en los hechos se relajan las medidas y se da la orden de reanudar actividades en todos los órdenes, con algunas indicaciones de evitar aglomeraciones.

Hoy en día, aquí en Durango, como en el resto del país, con un cierre total en las actividades económicas no esenciales, como en la primera ola, sería materialmente la tumba de miles de comercios.

Ante un escenario así es fácilmente entendible que se da una nueva alerta con semáforo rojo, pero sin llegar a ser rojo total, porque simple y sencillamente la economía, comercios y comerciantes no aguantarían un cierre en tales proporciones.

Las estadísticas de los últimos días arrojan datos preocupantes donde el número de contagios y decesos son similares a los que se indicaban al inicio de la pandemia. Pero hoy ya no existen condiciones para un cierre masivos a las actividades no esenciales. Incluso lo que parecía imposible por la naturaleza de la socialización directa y tan difícil de controlar como administrar la sana distancia en el caso de la educación, ésta ha sido declarada como “esencial”. Me pareciera que siempre ha sido esencial, nunca dejó de serlo, pero hoy ya no pueden tener enclaustrada a la población escolar, ni al magisterio, y mucho menos frenado lo que económicamente depende de esta actividad.

Al cierre de este mes estaremos viviendo acciones de contingencia. Para los médicos especialistas el repunte de contagios y decesos obedece, más que a la variante Delta, fue al desenfado con que se dio el periodo vacacional. El relajamiento de las recomendaciones ha llevado a este repunte.

Aunque el gobierno federal ha sido muy claro en que habrán de abrirse los planteles y se dará el regreso a clases presenciales, los estados discretamente se encaminan a que al cierre de agosto se darán los ensayos presenciales en planteles educativos de todos los niveles.

Los comercios prácticamente han abierto, con la simulación de que entre sólo una persona por familia con cubre bocas, se tome la temperatura y use un poco de gel, que es más bien glicerina con un tantísimo de alcohol, con esto ya están dando cumplimiento a la norma decretada y ni qué decir de los antros, restaurantes y centros de espectáculo deportivo donde sólo se simula cuidar y cumplir los ordenamientos.

Bastará ver la reanudación de las clases presenciales para que todo vuelva a ser normal. Eso sí, con muchas recomendaciones, para que toda responsabilidad recaiga en el ciudadano.

La pandemia que vivimos ha sido razón de infinidad de cambios en todas las sociedades del mundo. Todo modifica, todo excusa y todo justifica, es remedo para todo.

Hoy en día a poco más de 17 meses de la alerta mundial y prácticamente semiparalizó lo que nadie pudiera imaginar, desde la economía hasta la más mínima de las actividades de la población. En el “pico” de la tercera oleada del Covid-19, cuando los contagios y las muertes se multiplican y prácticamente se equiparan a los “picos” de la primera y segunda ola pandémica, en los hechos se relajan las medidas y se da la orden de reanudar actividades en todos los órdenes, con algunas indicaciones de evitar aglomeraciones.

Hoy en día, aquí en Durango, como en el resto del país, con un cierre total en las actividades económicas no esenciales, como en la primera ola, sería materialmente la tumba de miles de comercios.

Ante un escenario así es fácilmente entendible que se da una nueva alerta con semáforo rojo, pero sin llegar a ser rojo total, porque simple y sencillamente la economía, comercios y comerciantes no aguantarían un cierre en tales proporciones.

Las estadísticas de los últimos días arrojan datos preocupantes donde el número de contagios y decesos son similares a los que se indicaban al inicio de la pandemia. Pero hoy ya no existen condiciones para un cierre masivos a las actividades no esenciales. Incluso lo que parecía imposible por la naturaleza de la socialización directa y tan difícil de controlar como administrar la sana distancia en el caso de la educación, ésta ha sido declarada como “esencial”. Me pareciera que siempre ha sido esencial, nunca dejó de serlo, pero hoy ya no pueden tener enclaustrada a la población escolar, ni al magisterio, y mucho menos frenado lo que económicamente depende de esta actividad.

Al cierre de este mes estaremos viviendo acciones de contingencia. Para los médicos especialistas el repunte de contagios y decesos obedece, más que a la variante Delta, fue al desenfado con que se dio el periodo vacacional. El relajamiento de las recomendaciones ha llevado a este repunte.

Aunque el gobierno federal ha sido muy claro en que habrán de abrirse los planteles y se dará el regreso a clases presenciales, los estados discretamente se encaminan a que al cierre de agosto se darán los ensayos presenciales en planteles educativos de todos los niveles.

Los comercios prácticamente han abierto, con la simulación de que entre sólo una persona por familia con cubre bocas, se tome la temperatura y use un poco de gel, que es más bien glicerina con un tantísimo de alcohol, con esto ya están dando cumplimiento a la norma decretada y ni qué decir de los antros, restaurantes y centros de espectáculo deportivo donde sólo se simula cuidar y cumplir los ordenamientos.

Bastará ver la reanudación de las clases presenciales para que todo vuelva a ser normal. Eso sí, con muchas recomendaciones, para que toda responsabilidad recaiga en el ciudadano.

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