/ lunes 22 de marzo de 2021

En educación siempre hay tema

El tema que abordo no es estrictamente educativo, sino administrativo, donde los intereses de algunos funcionarios no es defender a la institución, sino atacarla, subastando ante el postor la ley.

Como en el caso deleznable que se ha ventilado, donde el denunciado es acusado de cohecho, para que el demandante sea favorecido mediante cierta cantidad.

La ley es fría y los jueces nunca deben ser verdugos ni traidores al momento de aplicarla. De ahí el estricto valor que encierra para hacer perder a la parte que le asiste la razón y hacer ganar bajo el imperio del soborno, a la parte que el derecho no le corresponde.

Que caso tan complicado y tan espinoso. Pero mientras las cosas se investigan, bien por el secretario de Educación, de suspender inmediatamente al presunto inculpado, ya que él, ni por afecto ni consideración podría exponerse ante la opinión pública como cómplice de la traición y atraco, que funcionarios voraces pretendan hacer del cargo y menos los encargados de impartir justicia, donde la norma debe ser el respeto a la ley y no la violación a ella, bajo el interés rapaz.

Para nadie es desconocido que la SEED siempre ha estado bajo el asalto y las agresiones más significativas, donde destacan la deshonestidad y las traiciones de algunos malos funcionarios, que por primera vez contrastan con el proceder íntegro del CP Rubén Calderón Luján y del doctor José Luis Soto Gámiz, quienes han lidiado contra los intereses externos que tensan la estabilidad de la dependencia, la mayoría de las veces apoyados por los internos para confrontarlos y debilitar la estructura educativa que entre ambos han logrado mantener a flote.

Por supuesto que han logrado pasar muchas pruebas de fuego y ésta pese a que todavía no alcanza el “rojo vivo de la transa” no será la excepción. De ahí que el entredicho en que se ha visto la honorabilidad de la secretaría, sus titulares no se han medido en reivindicarla, pública y puntualmente al declarar que, “no solaparán acciones que afecten la transparencia, la legalidad y en todo caso, lo que afecte o lastime a los usuarios de la Secretaría de Educación”.

Es sabido y conocido que las autoridades educativas anteriores, nunca fueron obstáculo para que algunos funcionarios corruptos, dieran rienda suelta a su afán de proteger, no los intereses de la institución educativa, sino los propios y que pese a su alocada carrera en dichas malas artes, nunca se les caía la puerta, porque sus mismos jefes se encargaban de apuntalárselas.

Caso contrario ahora, donde no sólo se le suspende al acusado al margen de ser culpable o inocente. Simplemente las autoridades educativas se aprestan a colaborar con las instancias procuradoras de justicia, para que no quede duda que se llegará hasta las últimas consecuencias, bajo un marco de estricta responsabilidad y transparencia.

Con dicho proceder, no me queda duda que los dos personajes que dan la cara por la secretaría, sin cruzar ni rebasar sus responsabilidades, por primera vez asumen un papel puntiagudo, punzante y cuestionador. Saben que les corresponde tomar las decisiones difíciles, confrontar la ortodoxia, enfrentar el dogma. Saben que deben asumirse como alguien cuya razón de ser es representar a las personas y a las causas que los anteriores secretarios ignoraban.

Saben que todos los ciudadanos tienen derecho a exigir ciertos estándares decentes de comportamiento de parte de los funcionarios. Y saben que la violación de esos estándares debe ser detectada y denunciada, ya que antes eran señalados, pero jamás investigados, mucho menos sancionados.

En la actualidad no es tarea fácil, porque implica estar parado siempre del lado contrario de los que ven a la secretaría como botín y no por idealismo romántico, sino por el compromiso de rescatarla del secuestro del que es víctima, por parte de funcionarios y líderes sindicales corruptos.

El secretario y subsecretario, podrían equivocarse y perder el camino, pero jamás la dignidad que les acompaña. De ahí que indigno sería guardar silencio para no lesionar a nadie, aunque la institución se siga llenando de vergüenza.

El tema que abordo no es estrictamente educativo, sino administrativo, donde los intereses de algunos funcionarios no es defender a la institución, sino atacarla, subastando ante el postor la ley.

Como en el caso deleznable que se ha ventilado, donde el denunciado es acusado de cohecho, para que el demandante sea favorecido mediante cierta cantidad.

La ley es fría y los jueces nunca deben ser verdugos ni traidores al momento de aplicarla. De ahí el estricto valor que encierra para hacer perder a la parte que le asiste la razón y hacer ganar bajo el imperio del soborno, a la parte que el derecho no le corresponde.

Que caso tan complicado y tan espinoso. Pero mientras las cosas se investigan, bien por el secretario de Educación, de suspender inmediatamente al presunto inculpado, ya que él, ni por afecto ni consideración podría exponerse ante la opinión pública como cómplice de la traición y atraco, que funcionarios voraces pretendan hacer del cargo y menos los encargados de impartir justicia, donde la norma debe ser el respeto a la ley y no la violación a ella, bajo el interés rapaz.

Para nadie es desconocido que la SEED siempre ha estado bajo el asalto y las agresiones más significativas, donde destacan la deshonestidad y las traiciones de algunos malos funcionarios, que por primera vez contrastan con el proceder íntegro del CP Rubén Calderón Luján y del doctor José Luis Soto Gámiz, quienes han lidiado contra los intereses externos que tensan la estabilidad de la dependencia, la mayoría de las veces apoyados por los internos para confrontarlos y debilitar la estructura educativa que entre ambos han logrado mantener a flote.

Por supuesto que han logrado pasar muchas pruebas de fuego y ésta pese a que todavía no alcanza el “rojo vivo de la transa” no será la excepción. De ahí que el entredicho en que se ha visto la honorabilidad de la secretaría, sus titulares no se han medido en reivindicarla, pública y puntualmente al declarar que, “no solaparán acciones que afecten la transparencia, la legalidad y en todo caso, lo que afecte o lastime a los usuarios de la Secretaría de Educación”.

Es sabido y conocido que las autoridades educativas anteriores, nunca fueron obstáculo para que algunos funcionarios corruptos, dieran rienda suelta a su afán de proteger, no los intereses de la institución educativa, sino los propios y que pese a su alocada carrera en dichas malas artes, nunca se les caía la puerta, porque sus mismos jefes se encargaban de apuntalárselas.

Caso contrario ahora, donde no sólo se le suspende al acusado al margen de ser culpable o inocente. Simplemente las autoridades educativas se aprestan a colaborar con las instancias procuradoras de justicia, para que no quede duda que se llegará hasta las últimas consecuencias, bajo un marco de estricta responsabilidad y transparencia.

Con dicho proceder, no me queda duda que los dos personajes que dan la cara por la secretaría, sin cruzar ni rebasar sus responsabilidades, por primera vez asumen un papel puntiagudo, punzante y cuestionador. Saben que les corresponde tomar las decisiones difíciles, confrontar la ortodoxia, enfrentar el dogma. Saben que deben asumirse como alguien cuya razón de ser es representar a las personas y a las causas que los anteriores secretarios ignoraban.

Saben que todos los ciudadanos tienen derecho a exigir ciertos estándares decentes de comportamiento de parte de los funcionarios. Y saben que la violación de esos estándares debe ser detectada y denunciada, ya que antes eran señalados, pero jamás investigados, mucho menos sancionados.

En la actualidad no es tarea fácil, porque implica estar parado siempre del lado contrario de los que ven a la secretaría como botín y no por idealismo romántico, sino por el compromiso de rescatarla del secuestro del que es víctima, por parte de funcionarios y líderes sindicales corruptos.

El secretario y subsecretario, podrían equivocarse y perder el camino, pero jamás la dignidad que les acompaña. De ahí que indigno sería guardar silencio para no lesionar a nadie, aunque la institución se siga llenando de vergüenza.