/ martes 22 de diciembre de 2020

En la alegría de vivir bien nos agasaja la felicidad

De conformidad con los vaivenes de la vida, tenemos derecho a vivir según nuestras propias expectativas y alcanzar un posible bienestar, a través de decisiones que tienen que partir de un plan elaborado por nuestra mente, a través de nuestras ideas y pensamientos.

El primer objetivo a alcanzar es ser verdaderos amigos de nosotros mismos; esto es franquear las barreras que nos impiden ser sinceros en nuestro diálogo interior para reconocer en qué aspectos de la vida nos hemos equivocado y, qué decisiones son las certeras y eficaces, para utilizarlas como agentes motivadores de nuestra apuesta hacia el futuro. Somos los arquitectos y constructores de nuestro proyecto de vida.

La confianza y el respeto por nosotros mismos son los dos pilares básicos de una buena autoestima y, este respeto lo tenemos que construir de adentro hacia afuera. Tenemos que defender nuestro derecho a pensar y actuar de acuerdo con nuestro criterio aún con el riesgo de confundirnos. Aprendamos a vivir mejor contando con las herramientas naturales de los seres humanos: la mente, la conciencia, los pensamientos y los sentimientos.

Analicémonos y ello tendrá la virtud de juzgar con ecuanimidad nuestras acciones del pasado, mejorar nuestro presente y abrigar la esperanza de un futuro mejor, donde pueda verse cumplidos nuestros sueños.

Pero con el sólo desear no es suficiente para que nuestra vida cambie, tenemos que aceptar el desafío de erradicar tales comportamientos que nos perjudican y actuar con decisión y seguridad. Aprendamos a razonar conscientemente nuestra historia, nuestra realidad vivida, para que podamos concluir que el bienestar y la felicidad son alcanzables si nos proponemos y si sacrificamos ciertas conductas, actitudes, que nos alejan de la armonía que necesitamos y crear mejores momentos de nuestra existencia.

Dar gracias a Dios porque estamos con vida, por estar lo posiblemente sanos. El cuidar nuestra salud es fundamental, a medida que nos vamos internando por los caminos de la vida. Somos los arquitectos y constructores de nuestro vivir y, por tanto, responsables de una convivencia familiar y social más saludable que haga más grato nuestro porvenir. Tener como principal propósito el reconocernos como personas capaces de brindar lo mejor de nuestro ser y servir con la mayor buena voluntad a nuestros semejantes.

Seamos íntegros, es decir correctos, sinceros, amables y leales. Es bueno saber hablar en nuestro mundo social, aunque mucho mejor es saber callar. Ayudemos de corazón en lo posible y a quien lo necesite sin condición alguna; pues quien sirve a su prójimo está realmente ayudándose a sí mismo. En la alegría de vivir bien está la mayor felicidad de nuestra vida.

Lo que más requerimos los seres humanos no es precisamente un desarrollo material sino primordialmente un desenvolvimiento espiritual; no un elocuente poder intelectual sino una dilatada autoridad moral; tener sí conocimientos científicos pero sobre todo un sublime carácter.

Aprendamos hoy a construir nuestros caminos y no en el mañana porque es demasiado incierto para hacer planes. El hombre es el cerebro, la mujer el corazón; el cerebro fabrica la luz, el corazón el amor; la luz fecunda, el amor resucita. Así como el amor recompensa también crucifica. El trabajo que hacemos es el digno de cada persona. Un amigo es el que en verdad corresponde y busca el bien, aun sacrificándose lo posible por servir mejor.

De conformidad con los vaivenes de la vida, tenemos derecho a vivir según nuestras propias expectativas y alcanzar un posible bienestar, a través de decisiones que tienen que partir de un plan elaborado por nuestra mente, a través de nuestras ideas y pensamientos.

El primer objetivo a alcanzar es ser verdaderos amigos de nosotros mismos; esto es franquear las barreras que nos impiden ser sinceros en nuestro diálogo interior para reconocer en qué aspectos de la vida nos hemos equivocado y, qué decisiones son las certeras y eficaces, para utilizarlas como agentes motivadores de nuestra apuesta hacia el futuro. Somos los arquitectos y constructores de nuestro proyecto de vida.

La confianza y el respeto por nosotros mismos son los dos pilares básicos de una buena autoestima y, este respeto lo tenemos que construir de adentro hacia afuera. Tenemos que defender nuestro derecho a pensar y actuar de acuerdo con nuestro criterio aún con el riesgo de confundirnos. Aprendamos a vivir mejor contando con las herramientas naturales de los seres humanos: la mente, la conciencia, los pensamientos y los sentimientos.

Analicémonos y ello tendrá la virtud de juzgar con ecuanimidad nuestras acciones del pasado, mejorar nuestro presente y abrigar la esperanza de un futuro mejor, donde pueda verse cumplidos nuestros sueños.

Pero con el sólo desear no es suficiente para que nuestra vida cambie, tenemos que aceptar el desafío de erradicar tales comportamientos que nos perjudican y actuar con decisión y seguridad. Aprendamos a razonar conscientemente nuestra historia, nuestra realidad vivida, para que podamos concluir que el bienestar y la felicidad son alcanzables si nos proponemos y si sacrificamos ciertas conductas, actitudes, que nos alejan de la armonía que necesitamos y crear mejores momentos de nuestra existencia.

Dar gracias a Dios porque estamos con vida, por estar lo posiblemente sanos. El cuidar nuestra salud es fundamental, a medida que nos vamos internando por los caminos de la vida. Somos los arquitectos y constructores de nuestro vivir y, por tanto, responsables de una convivencia familiar y social más saludable que haga más grato nuestro porvenir. Tener como principal propósito el reconocernos como personas capaces de brindar lo mejor de nuestro ser y servir con la mayor buena voluntad a nuestros semejantes.

Seamos íntegros, es decir correctos, sinceros, amables y leales. Es bueno saber hablar en nuestro mundo social, aunque mucho mejor es saber callar. Ayudemos de corazón en lo posible y a quien lo necesite sin condición alguna; pues quien sirve a su prójimo está realmente ayudándose a sí mismo. En la alegría de vivir bien está la mayor felicidad de nuestra vida.

Lo que más requerimos los seres humanos no es precisamente un desarrollo material sino primordialmente un desenvolvimiento espiritual; no un elocuente poder intelectual sino una dilatada autoridad moral; tener sí conocimientos científicos pero sobre todo un sublime carácter.

Aprendamos hoy a construir nuestros caminos y no en el mañana porque es demasiado incierto para hacer planes. El hombre es el cerebro, la mujer el corazón; el cerebro fabrica la luz, el corazón el amor; la luz fecunda, el amor resucita. Así como el amor recompensa también crucifica. El trabajo que hacemos es el digno de cada persona. Un amigo es el que en verdad corresponde y busca el bien, aun sacrificándose lo posible por servir mejor.