/ lunes 12 de abril de 2021

Entre más amor sembremos más armonía cosechamos


Aun pequeños actos de amor que prodiguemos nos dan una enorme felicidad. Tan fácil que sería la vida si todos reflexionáramos y aplicáramos conscientemente la ley de la causa y efecto.

Si quienes generan a otros tanto daño con su perversa violencia supieran que recibirán lo mismo, lo pensarían dos veces. Cuando derramamos más y más amor cosechamos igualmente más y más bienestar. Cuando efectuamos libremente y con voluntad quizás hasta acciones pequeñas basadas en el aprecio, el amor y el respeto, como el de tratar a los demás como queremos que nos traten a nosotros, nos acreditamos grandes beneficios. Pero si nos obstinamos en sembrar amargura en nuestro paso por la vida, esa misma ofuscación nos avasallará por doquier.

Todo lo que hagamos en contra o a favor de los demás se nos regresará multiplicado. Por eso debemos desear para los demás que los caminos se les abran, que la abundancia les llegue y que la sabiduría para tomar las mejores decisiones esté con ellos. Todo lo que deseamos para los demás, tengamos la seguridad que se nos regresará en abundancia. Cuantas veces perdemos los mejores momentos por revivir mentalmente lo que hubiera sido mejor. Es una triste costumbre que cuantos la tenemos de resurgir lo que más nos duele, lo que ya no podemos, lo que ya terminó. Terrible manera de amargarnos la vida por pensar en lo que pudo haber sido y no fue; lo que pudimos haber hecho y no lo hicimos. Perdemos instantes valiosos del presente.

Reconciliémonos con nosotros mismos, con Dios y con la vida. Entonces encontraremos paz en el corazón. Por nuestro bien y el bien de quienes amamos decidamos perdonar y enmendar nuestros errores, quitándonos el yugo de la culpabilidad. Aprendamos la lección rehabilitando nuestras lesiones y reconciliándonos con Dios para continuar venturosos nuestros caminos. Que regrese la paz y la armonía para vivir bien lo que nos queda destinado. De antemano sabemos que el odio y el rencor nos cobran facturas muy caras; por lo que, es preciso destinar momentos específicos que le den sentido solidario a nuestra existencia, integrando oportunidades de paz y de silencio que nos constituyan en ejes inquebrantables en nuestro mundo.

Que nunca falte en nuestros instantes más difíciles la decisión más prudente, un buen recuerdo, un buen amigo y la fe más exclusiva. La adversidad es parte de nuestro existir. Circunstancias espinosas todos las hemos vivido y las viviremos el resto de nuestro ser; imposible evitarlas. Lo que sí podemos impedir es que tales ocasiones nos cieguen de tal forma que perdamos la esperanza. Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces. Nadie debe juzgar sin haber conocido antes su propia debilidad. Nadie siente el amor sin probar sus lágrimas ni recoge rosas sin sentir sus espinas. Una persona sabia no cuestiona ni mucho menos condena.

El mejor regalo para tu enemigo es el perdón, para tu prójimo el amor, para tu persona el respeto, para tu amigo el corazón y, para Dios la vida. No vendamos nuestra conciencia; es mejor vivir en la pobreza. Seamos tan jóvenes como nuestra fe, tan viejos como nuestras dudas, tan jóvenes como nuestra confianza en sí mismos. O bien: tan viejos como nuestros temores, tan jóvenes como nuestras esperanzas, tan viejos como nuestra desesperación.

Ser hombre es comprender que la vida no es algo que se da hecho, sino que es la oportunidad para hacer algo bien hecho. Ser hombre es entender el trabajo no como una necesidad sino como un privilegio. Ser hombre es ser digno, merecedor y consciente de sus actos y responsabilidades. Ser hombre es tener vergüenza por abusar de los demás.

Señor: Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles. Si me das fortuna no me quites la felicidad. Si me das fuerza no me quites la razón. Si me das éxito no me quites la humildad. Si me das humildad no me quites la dignidad. Ayúdame a ver el otro lado de la moneda. Si ofendo dame valor para disculparme. PERDÓNENME.


Aun pequeños actos de amor que prodiguemos nos dan una enorme felicidad. Tan fácil que sería la vida si todos reflexionáramos y aplicáramos conscientemente la ley de la causa y efecto.

Si quienes generan a otros tanto daño con su perversa violencia supieran que recibirán lo mismo, lo pensarían dos veces. Cuando derramamos más y más amor cosechamos igualmente más y más bienestar. Cuando efectuamos libremente y con voluntad quizás hasta acciones pequeñas basadas en el aprecio, el amor y el respeto, como el de tratar a los demás como queremos que nos traten a nosotros, nos acreditamos grandes beneficios. Pero si nos obstinamos en sembrar amargura en nuestro paso por la vida, esa misma ofuscación nos avasallará por doquier.

Todo lo que hagamos en contra o a favor de los demás se nos regresará multiplicado. Por eso debemos desear para los demás que los caminos se les abran, que la abundancia les llegue y que la sabiduría para tomar las mejores decisiones esté con ellos. Todo lo que deseamos para los demás, tengamos la seguridad que se nos regresará en abundancia. Cuantas veces perdemos los mejores momentos por revivir mentalmente lo que hubiera sido mejor. Es una triste costumbre que cuantos la tenemos de resurgir lo que más nos duele, lo que ya no podemos, lo que ya terminó. Terrible manera de amargarnos la vida por pensar en lo que pudo haber sido y no fue; lo que pudimos haber hecho y no lo hicimos. Perdemos instantes valiosos del presente.

Reconciliémonos con nosotros mismos, con Dios y con la vida. Entonces encontraremos paz en el corazón. Por nuestro bien y el bien de quienes amamos decidamos perdonar y enmendar nuestros errores, quitándonos el yugo de la culpabilidad. Aprendamos la lección rehabilitando nuestras lesiones y reconciliándonos con Dios para continuar venturosos nuestros caminos. Que regrese la paz y la armonía para vivir bien lo que nos queda destinado. De antemano sabemos que el odio y el rencor nos cobran facturas muy caras; por lo que, es preciso destinar momentos específicos que le den sentido solidario a nuestra existencia, integrando oportunidades de paz y de silencio que nos constituyan en ejes inquebrantables en nuestro mundo.

Que nunca falte en nuestros instantes más difíciles la decisión más prudente, un buen recuerdo, un buen amigo y la fe más exclusiva. La adversidad es parte de nuestro existir. Circunstancias espinosas todos las hemos vivido y las viviremos el resto de nuestro ser; imposible evitarlas. Lo que sí podemos impedir es que tales ocasiones nos cieguen de tal forma que perdamos la esperanza. Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces. Nadie debe juzgar sin haber conocido antes su propia debilidad. Nadie siente el amor sin probar sus lágrimas ni recoge rosas sin sentir sus espinas. Una persona sabia no cuestiona ni mucho menos condena.

El mejor regalo para tu enemigo es el perdón, para tu prójimo el amor, para tu persona el respeto, para tu amigo el corazón y, para Dios la vida. No vendamos nuestra conciencia; es mejor vivir en la pobreza. Seamos tan jóvenes como nuestra fe, tan viejos como nuestras dudas, tan jóvenes como nuestra confianza en sí mismos. O bien: tan viejos como nuestros temores, tan jóvenes como nuestras esperanzas, tan viejos como nuestra desesperación.

Ser hombre es comprender que la vida no es algo que se da hecho, sino que es la oportunidad para hacer algo bien hecho. Ser hombre es entender el trabajo no como una necesidad sino como un privilegio. Ser hombre es ser digno, merecedor y consciente de sus actos y responsabilidades. Ser hombre es tener vergüenza por abusar de los demás.

Señor: Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles. Si me das fortuna no me quites la felicidad. Si me das fuerza no me quites la razón. Si me das éxito no me quites la humildad. Si me das humildad no me quites la dignidad. Ayúdame a ver el otro lado de la moneda. Si ofendo dame valor para disculparme. PERDÓNENME.