/ domingo 5 de abril de 2020

Esta crisis nos ha enseñado demasiado y después seremos otros

Aunque no quisiera, estos días mi cabeza se ha visto ocupada y avasallada por el coronavirus. Sin ser místico en modo alguno, considero que nosotros no elegimos a las enfermedades, sino éstas nos eligen a nosotros.

Es una pena, que veamos la tempestad y ni así coincidamos para que entre todos tratemos de amainar sus efectos. Al contrario le hemos echado mucha intriga al asunto, hasta reventar el diálogo, y de ahí bloquear la capacidad para construir una salida común.

Pero pese a eso, hemos aprendido a reconocer la calidad y el valor de las personas que se encuentran fuera de esa rebatiña, cuyas acciones se realizan en dos direcciones diametralmente opuestas: La que con su ejemplo nos alienta y la que con su llanto nos alarma.

Sin duda que esta problemática mundial no la vamos a resolver con opiniones encontradas, ni posturas de gobierno que llenen las expectativas de unos y mermen las de otros. La pandemia no reclama un diálogo de orates, sino la capacidad de hacernos escuchar, o en su defecto escuchar a los demás, virtud, quizás la más difícil de poner en práctica, pero no imposible de aquilatarla en estos momentos.

“Lo peor está por venir” ha declarado el gobernador y ojalá esa etapa la vivamos sin guerra mediática, que mucho afecta nuestro estado de ánimo, porque hasta ahorita lo que se ha dado no ha sido para bien y si al pesimismo le sumamos las condiciones de miseria moral, seguro estoy, que si superamos esta crisis, no sería por nuestra capacidad de solidaridad ni de buen juicio, sino por la buena suerte, que pese a todo no nos abandona.

De ahí que no deje de causar pena ajena la negociación que pretenden llevar a cabo los empresarios, rebajándola a nivel de ventanilla, donde exigen no con la fuerza que deben aportar, sino con la debilidad que fingen para regatear, sin importarles que algo puede estallar por su intransigencia y falta de voluntad, ante la crisis que nos atañe a todos y que nos ha enseñado, lo que en carne propia no habíamos vivido ni tampoco habíamos aprendido.

Ya que después de esta crisis sin duda que seremos otros, porque precisamente en estos momentos, los efectos de la pandemia nos han enseñado a dimensionar el gran valor que tiene la vida y que si logramos ponernos a salvo, en una idea inspirada por el miedo, nos incita a prometer, a que no vacilaremos en elevar alegorías a la virtud, cavar pozos sin fondo a los vicios y a las pasiones, así como tapar las grietas que nos separan de los amigos y los familiares.

Seremos otros, porque la crisis por sí sola está generando un parteaguas universal, donde los que la superen habrán aprendido, que pueden prescindir de todas las cosas supérfluas, pero no de lo que produce la madre tierra ni de las manos que lo transforman.

Después de esta crisis seremos otros, porque precisamente en estos momentos, los efectos de la pandemia nos han enseñado a valorar la importancia que tienen los trabajadores, ya que nunca habíamos visto en la realidad lo que genera su ausencia en algunas empresas, las cuales sin ellos no producen la riqueza, ni las ganancias que los patrones se llevan a sus bolsillos. ¿Qué sería del país si en estos momentos dejaran de producir?

Seremos otros, porque esta contingencia nos ha enseñada a rescatar el diálogo directo que la tecnología nos había vedado con nuestros seres queridos. De ahí que nos ha quedado claro a través de las restricciones sanitarias, que el celular y las computadoras, no son prioridad ante las emergencias que impactan nuestra seguridad.

Seremos otros, porque nos ha enseñado a respetar las restricciones a asistir a los antros y a las concentraciones de vicio y perdición. De ahí que muchos jóvenes tengan la oportunidad de reflexionar sobre su estado de ánimo y de salud.

Seremos otros, porque este período de peligro, nos está dando la oportunidad de reflexionar que la naturaleza es muy sabia y que reacciona ferozmente cuando los abusos del hombre intentan rebasarla. Por eso nuestro comportamiento ya no será el mismo en los centros de trabajo donde prestamos nuestros servicios, porque los efectos de esta crisis, sin que nos demos cuenta ha cambiado nuestra forma de pensar.

Lo pequeño que nos ha hecho ver esta pandemia, es tan real, que nos ha enseñado que no hay inferiores ni superiores, simplemente seres humanos vulnerables ante sus efectos, lo que debemos capitalizar para superar esas diferencias que tanto nos han dañado, bajo la arrogancia del ego estúpido, que se ha encogido cobardemente ante la amenaza de muerte que nos acecha.

Seremos otros, porque bastó el anuncio del coronavirus, para que nos olvidáramos de la epidemia de la corrupción; de la violencia del narcotráfico; de la violencia de género. En fin de todas las atrocidades que atosigan a nuestro país, las que por supuesto como muchos quieren, no pasarán a mejor vida, si superamos los efectos letales del Covid 19.

Seremos otros, porque hemos soportado las peores turbulencias, que se han convertido en estos últimos años en manantial de angustia, predominante para la ciudadanía entera. De ahí nuestro repudio hacia una oposición tan arbitraria que ha sido capaz de contagiar el virus de la duda y la desconfianza, intentando hacer en estos momentos el caldo más salado.

Sin duda que dicha situación se seguirá abordando en el terreno de la política, donde su destino sin denominador común vaya a resolverse. Los oportunistas han entendido que su patrimonio depende de continuar atizando la polarización. Afortunadamente ese escenario los ha vuelto irrelevantes, miserables y cobardes

Seremos otros, porque saldremos golpeados de la pandemia; pero fortalecidos ante aquellos que le apuestan a que ésta arrase con la 4ª.T, porque desde su inicio los trae heridos, porque su voz ha perdido relevancia y el rincón será el lugar apropiado para esconder su frustración.

Aunque no quisiera, estos días mi cabeza se ha visto ocupada y avasallada por el coronavirus. Sin ser místico en modo alguno, considero que nosotros no elegimos a las enfermedades, sino éstas nos eligen a nosotros.

Es una pena, que veamos la tempestad y ni así coincidamos para que entre todos tratemos de amainar sus efectos. Al contrario le hemos echado mucha intriga al asunto, hasta reventar el diálogo, y de ahí bloquear la capacidad para construir una salida común.

Pero pese a eso, hemos aprendido a reconocer la calidad y el valor de las personas que se encuentran fuera de esa rebatiña, cuyas acciones se realizan en dos direcciones diametralmente opuestas: La que con su ejemplo nos alienta y la que con su llanto nos alarma.

Sin duda que esta problemática mundial no la vamos a resolver con opiniones encontradas, ni posturas de gobierno que llenen las expectativas de unos y mermen las de otros. La pandemia no reclama un diálogo de orates, sino la capacidad de hacernos escuchar, o en su defecto escuchar a los demás, virtud, quizás la más difícil de poner en práctica, pero no imposible de aquilatarla en estos momentos.

“Lo peor está por venir” ha declarado el gobernador y ojalá esa etapa la vivamos sin guerra mediática, que mucho afecta nuestro estado de ánimo, porque hasta ahorita lo que se ha dado no ha sido para bien y si al pesimismo le sumamos las condiciones de miseria moral, seguro estoy, que si superamos esta crisis, no sería por nuestra capacidad de solidaridad ni de buen juicio, sino por la buena suerte, que pese a todo no nos abandona.

De ahí que no deje de causar pena ajena la negociación que pretenden llevar a cabo los empresarios, rebajándola a nivel de ventanilla, donde exigen no con la fuerza que deben aportar, sino con la debilidad que fingen para regatear, sin importarles que algo puede estallar por su intransigencia y falta de voluntad, ante la crisis que nos atañe a todos y que nos ha enseñado, lo que en carne propia no habíamos vivido ni tampoco habíamos aprendido.

Ya que después de esta crisis sin duda que seremos otros, porque precisamente en estos momentos, los efectos de la pandemia nos han enseñado a dimensionar el gran valor que tiene la vida y que si logramos ponernos a salvo, en una idea inspirada por el miedo, nos incita a prometer, a que no vacilaremos en elevar alegorías a la virtud, cavar pozos sin fondo a los vicios y a las pasiones, así como tapar las grietas que nos separan de los amigos y los familiares.

Seremos otros, porque la crisis por sí sola está generando un parteaguas universal, donde los que la superen habrán aprendido, que pueden prescindir de todas las cosas supérfluas, pero no de lo que produce la madre tierra ni de las manos que lo transforman.

Después de esta crisis seremos otros, porque precisamente en estos momentos, los efectos de la pandemia nos han enseñado a valorar la importancia que tienen los trabajadores, ya que nunca habíamos visto en la realidad lo que genera su ausencia en algunas empresas, las cuales sin ellos no producen la riqueza, ni las ganancias que los patrones se llevan a sus bolsillos. ¿Qué sería del país si en estos momentos dejaran de producir?

Seremos otros, porque esta contingencia nos ha enseñada a rescatar el diálogo directo que la tecnología nos había vedado con nuestros seres queridos. De ahí que nos ha quedado claro a través de las restricciones sanitarias, que el celular y las computadoras, no son prioridad ante las emergencias que impactan nuestra seguridad.

Seremos otros, porque nos ha enseñado a respetar las restricciones a asistir a los antros y a las concentraciones de vicio y perdición. De ahí que muchos jóvenes tengan la oportunidad de reflexionar sobre su estado de ánimo y de salud.

Seremos otros, porque este período de peligro, nos está dando la oportunidad de reflexionar que la naturaleza es muy sabia y que reacciona ferozmente cuando los abusos del hombre intentan rebasarla. Por eso nuestro comportamiento ya no será el mismo en los centros de trabajo donde prestamos nuestros servicios, porque los efectos de esta crisis, sin que nos demos cuenta ha cambiado nuestra forma de pensar.

Lo pequeño que nos ha hecho ver esta pandemia, es tan real, que nos ha enseñado que no hay inferiores ni superiores, simplemente seres humanos vulnerables ante sus efectos, lo que debemos capitalizar para superar esas diferencias que tanto nos han dañado, bajo la arrogancia del ego estúpido, que se ha encogido cobardemente ante la amenaza de muerte que nos acecha.

Seremos otros, porque bastó el anuncio del coronavirus, para que nos olvidáramos de la epidemia de la corrupción; de la violencia del narcotráfico; de la violencia de género. En fin de todas las atrocidades que atosigan a nuestro país, las que por supuesto como muchos quieren, no pasarán a mejor vida, si superamos los efectos letales del Covid 19.

Seremos otros, porque hemos soportado las peores turbulencias, que se han convertido en estos últimos años en manantial de angustia, predominante para la ciudadanía entera. De ahí nuestro repudio hacia una oposición tan arbitraria que ha sido capaz de contagiar el virus de la duda y la desconfianza, intentando hacer en estos momentos el caldo más salado.

Sin duda que dicha situación se seguirá abordando en el terreno de la política, donde su destino sin denominador común vaya a resolverse. Los oportunistas han entendido que su patrimonio depende de continuar atizando la polarización. Afortunadamente ese escenario los ha vuelto irrelevantes, miserables y cobardes

Seremos otros, porque saldremos golpeados de la pandemia; pero fortalecidos ante aquellos que le apuestan a que ésta arrase con la 4ª.T, porque desde su inicio los trae heridos, porque su voz ha perdido relevancia y el rincón será el lugar apropiado para esconder su frustración.