Estimado lector, el periodo de confinamiento domiciliario que hemos llevado durante casi dos años ha tenido efectos positivos para contener la propagación del COVID-19, pero también ha modificado drásticamente el estilo de vida tradicional de la población, provocando grandes transformaciones en la salud, la educación y en la vida política, social y económica en el mundo.
Pero hay más, los estilos de vida están asociados al respeto con la naturaleza y el entorno y a los hábitos sostenibles. La definición de estilo de vida depende de quién esté detrás de ella, ya que no es lo mismo la definición que da la OMS que la que puede dar un organismo especializado en la sostenibilidad. Justamente en la segunda parte de esta frase es que centro mi artículo, ello por el debate de la Reforma de la Energética en México.
La relación de los tópicos estilo de vida y energía, es porque el estilo de vida antes, durante y pospandemia demandan cada vez más energía en casi todos los órdenes de la vida cotidiana. Hay que aceptar que vamos sobre un nuevo modelo de estilo de vida poscovid, en el que la energía será fundamental para mantener la conectividad para el funcionamiento de los equipos en los hogares, la industria, comercio, infraestructura urbana, escuelas, hospitales, entre otras cosas más.
¿Por qué? Porque existe una profunda preocupación por las emisiones generadas en los procesos de producción de energía y su impacto en el cambio climático.
En lo personal me gustaría oír y ver que los debates de la reforma energética se sustentaran en preguntas como: ¿Cuáles son las medidas que se tomarán para contribuir a tener un mejor entorno climático en México? La contribución al mundo sería una consecuencia. ¿Cómo puede ayudar la tecnología a lograr esa transición?
No dudo que nuestros representantes conozcan las tendencias y tecnologías que están siendo claves para reducir las emisiones y la garantía de tener una energía limpia y asequible.
Y no dudo que sepan que hay mucho avance en este sentido, en donde una gran cantidad de países ya se están dirigiendo hacia una transición verde que va más allá de la generación de energías limpias. También está su almacenamiento y la propuesta de soluciones que permitan gestionarlas y aprovecharlas al máximo.
Tampoco dudo que tengan conocimiento de que poco a poco crecen los servicios de autoconsumo para el sector residencial. A nivel doméstico un sistema de almacenamiento de energía eléctrica capaz de surtir energía a una casa por más de 24 horas.
Sin lugar a dudas deben de estar enterados que hay empresas de diferentes sectores al de la energía que están creando nichos en el mercado y que hay plataformas de comercio que facilita las transacciones de energía entre usuarios; paneles solares transparentes fotovoltaico que podrían instalarse en superficies como ventanas, automóviles o incluso teléfonos para generar electricidad; aceras que convierten pasos en electricidad; o la posibilidad de obtener créditos de energía renovable.
Todos sabemos de los intereses que hay en la energía eléctrica y que es una de las fuentes de ingreso principales para el Estado. ¿Si bien el cambio no será de “sopetón”, no sería mejor enterarse a cabalidad del problema de esta energía? ¿No sería mejor pasar este problema a los investigadores de CONACYT para generar propuestas de solución? ¿No sería mejor debatir sobre el costo y presupuesto para estas propuestas? ¿No sería mejor evitar esconder la cabeza en la tierra y hacer frente a esta problemática al corto, mediano y largo plazo? ¡Hasta la próxima!