/ sábado 16 de noviembre de 2019

Evo Morales: ¿Acto humanitario o trofeo político?

México se ha destacado por ser uno de los territorios más importantes en el continente para aquellos que huyen de su país, ha dado asilo a grandes líderes, entre otros, el ideólogo soviético León Trotsky, el director de cine español Luis Buñuel, el expresidente argentino Héctor Cámpora y la Premio Nobel de la paz, la guatemalteca Rigoberta Menchú. Sumándose hace unos días el líder boliviano, Evo Morales.

Las dictaduras que asolaron a América Latina, a partir de la segunda mitad del siglo XX, así como el Franquismo y la Guerra Civil española propiciaron una buena cantidad de asilados en México a principios y mediados del siglo pasado provenientes de Argentina, España, Chile, Brasil, Ecuador, Uruguay, El Salvador y Guatemala.

En el caso de la protección a líderes latinoamericanos, la política mexicana de asilo ha estado condicionada a recibir a pocas personas enfocándose en perfiles ideológicos cercanos al gobierno en turno. Esa tradición se reflejó durante los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional, destacando el período del presidente Lázaro Cárdenas.

El asilo se diferencia del refugio en que los solicitantes deben demostrar que su vida está amenazada por cuestiones políticas; "Es ante todo un acto humanitario, que no debe entenderse como señal de aprobación o desaprobación de la situación política interna de los países, mucho menos de hostilidad a ningún gobierno extranjero", ha comentado en varios foros Natalia Saltalamacchia, internacionalista y profesora del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

Considerando el antecedente que tiene nuestro país respecto de refugiar a diferentes personalidades, es que hoy se cuestiona si el gobierno federal ha hecho bien o no en dar asilo político a un activista como Evo Morales, quien fuera Presidente de Bolivia hasta el pasado 10 de noviembre.

Mientras Colombia pide una reunión urgente en la Organización de los Estados Americanos (OEA) para tratar la situación de ese país, en Venezuela los opositores a la dictadura de Nicolás Maduro ven como un presagio esperanzador los recientes hechos en Bolivia, ya que dicho levantamiento puede repetirse en su país.

Los gobiernos de Cuba y Venezuela, así como el expresidente brasileño, quien recién recuperó su libertad, Lula Da Silva, calificaron este acto como un "golpe de Estado"; mientras que la política exterior mexicana ha mantenido firme el principio de no intervenir en la problemática suscitada, sino de operar con el exmandatario boliviano el asilo como una tradición humanitaria que ha persistido por décadas.

México ha tenido una política de puertas abiertas en materia de asilo y refugio tal como lo acredita la amplia comunidad judía que durante el largo éxodo de sus lugares de origen y de Europa, encontró en México el país adecuado para establecerse de manera permanente y desarrollar su vocación comercial y productiva.

Si México tuviera en estos momentos un gobierno de una corriente política e ideológica diferente a la del actual Mandatario, lo más probable es que no se hubiera realizado un operativo tan sofisticado y costoso para traer a territorio nacional al expresidente boliviano, lo que significa que aunque la política exterior mexicana tradicionalmente ha cuidado guiarse por principios, también la situación política del momento juega un papel relevante.

El activista indígena Evo Morales cuando llega hace 14 años a la Presidencia de su país gozaba de una popularidad pocas veces vista, con aprobación en sus primeros dos años por arriba del 70%, pero en la medida en que su política económica y social no generó los resultados prometidos llegó el desencanto de amplios sectores, mientras su grupo se dedicó a construir una red de adeptos con posturas populistas y una política social basada en la dádiva gubernamental con la pretensión de mantener una base electoral a fin de garantizar sus reelecciones presidenciales y mantenerse en el poder; mientras que en el terreno administrativo desmantelaba instituciones, aplastaba a la oposición, situación que provocó la pérdida de confianza de inversionistas nacionales y extranjeros, la caída del empleo y por ende el estancamiento de la economía.

Dicha realidad era constantemente negada por el Presidente a pesar de que analistas, académicos, la oposición, medios de comunicación y grupos de la sociedad civil intentaban de manera infructuosa hacerle ver la verdad. Así, encapsulado en su propia realidad y con su grupo de cercanos adulándolo, se presentó a las elecciones de este año buscando ampliar su estancia en el poder con un período de cuatro años más, para llegar a 18 como Primer Mandatario.

Según los datos de diversas fuentes internacionales la mayoría de los ciudadanos votó en contra de la reelección, provocando que desde el poder intentaran manipular los resultados, siendo este asunto la gota que derramó la inconformidad social y el inicio del rechazo de la sociedad, manifestado con marchas diarias en las calles, reprimidas por fuerzas de seguridad pública, obligando a participar también al ejército con el fin de intentar contener la ola de movilizaciones. Los altos mandos castrenses después de analizar a conciencia la situación le recomiendan al Presidente su dimisión del cargo para evitar el crecimiento del levantamiento y un mayor derramamiento de sangre.

Es entonces cuando nuestro asilado político decide presentar su renuncia al cargo y solicitar el apoyo de un gobierno amigo, con el que coincide, con el que se identifica, iniciando el gobierno mexicano el proceso que ya conocemos.

Solo el tiempo nos revelará si es realidad fueron los principios humanitarios y de política exterior que México siempre ha defendido y practicado, o fue la coyuntura política, con aderezo ideológico, lo que hizo que el gobierno mexicano actuara de la forma en que lo hizo en este caso de amplia polémica internacional.

México se ha destacado por ser uno de los territorios más importantes en el continente para aquellos que huyen de su país, ha dado asilo a grandes líderes, entre otros, el ideólogo soviético León Trotsky, el director de cine español Luis Buñuel, el expresidente argentino Héctor Cámpora y la Premio Nobel de la paz, la guatemalteca Rigoberta Menchú. Sumándose hace unos días el líder boliviano, Evo Morales.

Las dictaduras que asolaron a América Latina, a partir de la segunda mitad del siglo XX, así como el Franquismo y la Guerra Civil española propiciaron una buena cantidad de asilados en México a principios y mediados del siglo pasado provenientes de Argentina, España, Chile, Brasil, Ecuador, Uruguay, El Salvador y Guatemala.

En el caso de la protección a líderes latinoamericanos, la política mexicana de asilo ha estado condicionada a recibir a pocas personas enfocándose en perfiles ideológicos cercanos al gobierno en turno. Esa tradición se reflejó durante los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional, destacando el período del presidente Lázaro Cárdenas.

El asilo se diferencia del refugio en que los solicitantes deben demostrar que su vida está amenazada por cuestiones políticas; "Es ante todo un acto humanitario, que no debe entenderse como señal de aprobación o desaprobación de la situación política interna de los países, mucho menos de hostilidad a ningún gobierno extranjero", ha comentado en varios foros Natalia Saltalamacchia, internacionalista y profesora del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

Considerando el antecedente que tiene nuestro país respecto de refugiar a diferentes personalidades, es que hoy se cuestiona si el gobierno federal ha hecho bien o no en dar asilo político a un activista como Evo Morales, quien fuera Presidente de Bolivia hasta el pasado 10 de noviembre.

Mientras Colombia pide una reunión urgente en la Organización de los Estados Americanos (OEA) para tratar la situación de ese país, en Venezuela los opositores a la dictadura de Nicolás Maduro ven como un presagio esperanzador los recientes hechos en Bolivia, ya que dicho levantamiento puede repetirse en su país.

Los gobiernos de Cuba y Venezuela, así como el expresidente brasileño, quien recién recuperó su libertad, Lula Da Silva, calificaron este acto como un "golpe de Estado"; mientras que la política exterior mexicana ha mantenido firme el principio de no intervenir en la problemática suscitada, sino de operar con el exmandatario boliviano el asilo como una tradición humanitaria que ha persistido por décadas.

México ha tenido una política de puertas abiertas en materia de asilo y refugio tal como lo acredita la amplia comunidad judía que durante el largo éxodo de sus lugares de origen y de Europa, encontró en México el país adecuado para establecerse de manera permanente y desarrollar su vocación comercial y productiva.

Si México tuviera en estos momentos un gobierno de una corriente política e ideológica diferente a la del actual Mandatario, lo más probable es que no se hubiera realizado un operativo tan sofisticado y costoso para traer a territorio nacional al expresidente boliviano, lo que significa que aunque la política exterior mexicana tradicionalmente ha cuidado guiarse por principios, también la situación política del momento juega un papel relevante.

El activista indígena Evo Morales cuando llega hace 14 años a la Presidencia de su país gozaba de una popularidad pocas veces vista, con aprobación en sus primeros dos años por arriba del 70%, pero en la medida en que su política económica y social no generó los resultados prometidos llegó el desencanto de amplios sectores, mientras su grupo se dedicó a construir una red de adeptos con posturas populistas y una política social basada en la dádiva gubernamental con la pretensión de mantener una base electoral a fin de garantizar sus reelecciones presidenciales y mantenerse en el poder; mientras que en el terreno administrativo desmantelaba instituciones, aplastaba a la oposición, situación que provocó la pérdida de confianza de inversionistas nacionales y extranjeros, la caída del empleo y por ende el estancamiento de la economía.

Dicha realidad era constantemente negada por el Presidente a pesar de que analistas, académicos, la oposición, medios de comunicación y grupos de la sociedad civil intentaban de manera infructuosa hacerle ver la verdad. Así, encapsulado en su propia realidad y con su grupo de cercanos adulándolo, se presentó a las elecciones de este año buscando ampliar su estancia en el poder con un período de cuatro años más, para llegar a 18 como Primer Mandatario.

Según los datos de diversas fuentes internacionales la mayoría de los ciudadanos votó en contra de la reelección, provocando que desde el poder intentaran manipular los resultados, siendo este asunto la gota que derramó la inconformidad social y el inicio del rechazo de la sociedad, manifestado con marchas diarias en las calles, reprimidas por fuerzas de seguridad pública, obligando a participar también al ejército con el fin de intentar contener la ola de movilizaciones. Los altos mandos castrenses después de analizar a conciencia la situación le recomiendan al Presidente su dimisión del cargo para evitar el crecimiento del levantamiento y un mayor derramamiento de sangre.

Es entonces cuando nuestro asilado político decide presentar su renuncia al cargo y solicitar el apoyo de un gobierno amigo, con el que coincide, con el que se identifica, iniciando el gobierno mexicano el proceso que ya conocemos.

Solo el tiempo nos revelará si es realidad fueron los principios humanitarios y de política exterior que México siempre ha defendido y practicado, o fue la coyuntura política, con aderezo ideológico, lo que hizo que el gobierno mexicano actuara de la forma en que lo hizo en este caso de amplia polémica internacional.