/ miércoles 27 de febrero de 2019

Fracking, contra la ecología

El “fracking” o fracturación hidráulica es una tecnología utilizada para extraer gas o petróleo que ha impulsado los Estados Unidos y que ha revolucionado el mercado de los hidrocarburos a nivel mundial, aunque esta técnica tiene una serie de costos ambientales, por lo que ha generado resistencia de grupos ecologistas.

Si bien, en México hay consenso para no usar el fracking, está presente a lo largo del mundo, toda vez que Estados Unidos ha decidido impulsar esta técnica como una forma de alcanzar la independencia energética.

Este procedimiento busca explotar los llamados hidrocarburos no convencionales, el petróleo y gas natural que se encuentran atrapados en los poros de formaciones rocosas poco permeables denominadas lutitas bituminosas situadas en el subsuelo, que suelen encontrarse a profundidades de entre mil y cinco mil metros.

Debido a la baja permeabilidad de las lutitas, la extracción de los hidrocarburos requiere la utilización de la fracturación hidráulica o fracking. Esta técnica parte de la perforación de un pozo vertical hasta alcanzar la formación que contiene gas o petróleo. Seguidamente, se realizan una serie de perforaciones horizontales en la lutita, que pueden extenderse por varios kilómetros en diversas direcciones.

A través de estos pozos horizontales se fractura la roca con la inyección de una mezcla de agua, arena y sustancias químicas a elevada presión que fuerza el flujo y salida de los hidrocarburos de los poros. Pero este flujo disminuye muy pronto, por lo cual es necesario perforar nuevos pozos para mantener la producción de los yacimientos. Por este motivo, la fracturación hidráulica conlleva la ocupación de vastas extensiones de territorio.

Esto generaría un exponencial riesgo para los recursos hídricos, sobre todo porque en la mayoría de las veces se usa agua para hacer la fractura hidráulica que conlleva gran cantidad de agua, ya que cada pozo puede consumir hasta 30 millones a un litro por fractura y, a eso se le agrega una sopa de químicos contaminantes que pueden llegar a ser 1 ó 2% de esos 30 millones de litros.

Además del gasto de agua, la contaminación amenaza a las zonas donde se implemente el fracking, porque el proceso no solo contamina las aguas hasta las napas, sino también el agua de flujo que se utiliza para la fracturación y extracción, cuyo tratamiento tiene un costo altísimo y entre los tóxicos hay algunos que tienen impactos muy altos en la salud humana, como el benceno.

De la misma manera, se ha mostrado que esta metodología puede generar movimientos telúricos, además de que los gases que se generan en la quema aceleran el efecto invernadero y el cambio climático.

En el ámbito de la salud, los expertos señalan que al menos 25% de las sustancias utilizadas en las distintas mezclas de perforación pueden causar cáncer y mutaciones, 37% afectar al sistema endocrino, 40% provocar alergias y 50% dañar el sistema nervioso. Los pozos de agua potable que abastecen a la población situados en cercanías de las zonas donde se aplica la fracturación hidráulica tienen altos niveles de metano y sustancias cancerígenas y neurotóxicas.

Ante esto, la demanda de los grupos ambientalistas es que México debe prohibir la extracción de hidrocarburos por fracturación hidráulica con base en el principio precautorio, tal como lo han hecho Francia y Bulgaria y numerosos gobiernos regionales y locales alrededor del mundo. Tal es el caso del estado de Nueva York, quien la prohibió en diciembre de 2014 con base en las evidencias existentes sobre los riesgos que representa para la salud.

En la planeación e implementación de la política energética, las entidades públicas deben asegurar el respecto y garantía de los derechos humanos y en específico el de los pueblos indígenas y campesinos al manejo de sus tierras, territorios y recursos naturales.

En este caso, las principales zonas con potencial para el uso de fracking, son los estados del norte del país y del Golfo de México, pero dependerá de las autoridades y de los grupos ecologistas, que la explotación de los hidrocarburos no afecte el entorno y se proteja el medio ambiente.

El “fracking” o fracturación hidráulica es una tecnología utilizada para extraer gas o petróleo que ha impulsado los Estados Unidos y que ha revolucionado el mercado de los hidrocarburos a nivel mundial, aunque esta técnica tiene una serie de costos ambientales, por lo que ha generado resistencia de grupos ecologistas.

Si bien, en México hay consenso para no usar el fracking, está presente a lo largo del mundo, toda vez que Estados Unidos ha decidido impulsar esta técnica como una forma de alcanzar la independencia energética.

Este procedimiento busca explotar los llamados hidrocarburos no convencionales, el petróleo y gas natural que se encuentran atrapados en los poros de formaciones rocosas poco permeables denominadas lutitas bituminosas situadas en el subsuelo, que suelen encontrarse a profundidades de entre mil y cinco mil metros.

Debido a la baja permeabilidad de las lutitas, la extracción de los hidrocarburos requiere la utilización de la fracturación hidráulica o fracking. Esta técnica parte de la perforación de un pozo vertical hasta alcanzar la formación que contiene gas o petróleo. Seguidamente, se realizan una serie de perforaciones horizontales en la lutita, que pueden extenderse por varios kilómetros en diversas direcciones.

A través de estos pozos horizontales se fractura la roca con la inyección de una mezcla de agua, arena y sustancias químicas a elevada presión que fuerza el flujo y salida de los hidrocarburos de los poros. Pero este flujo disminuye muy pronto, por lo cual es necesario perforar nuevos pozos para mantener la producción de los yacimientos. Por este motivo, la fracturación hidráulica conlleva la ocupación de vastas extensiones de territorio.

Esto generaría un exponencial riesgo para los recursos hídricos, sobre todo porque en la mayoría de las veces se usa agua para hacer la fractura hidráulica que conlleva gran cantidad de agua, ya que cada pozo puede consumir hasta 30 millones a un litro por fractura y, a eso se le agrega una sopa de químicos contaminantes que pueden llegar a ser 1 ó 2% de esos 30 millones de litros.

Además del gasto de agua, la contaminación amenaza a las zonas donde se implemente el fracking, porque el proceso no solo contamina las aguas hasta las napas, sino también el agua de flujo que se utiliza para la fracturación y extracción, cuyo tratamiento tiene un costo altísimo y entre los tóxicos hay algunos que tienen impactos muy altos en la salud humana, como el benceno.

De la misma manera, se ha mostrado que esta metodología puede generar movimientos telúricos, además de que los gases que se generan en la quema aceleran el efecto invernadero y el cambio climático.

En el ámbito de la salud, los expertos señalan que al menos 25% de las sustancias utilizadas en las distintas mezclas de perforación pueden causar cáncer y mutaciones, 37% afectar al sistema endocrino, 40% provocar alergias y 50% dañar el sistema nervioso. Los pozos de agua potable que abastecen a la población situados en cercanías de las zonas donde se aplica la fracturación hidráulica tienen altos niveles de metano y sustancias cancerígenas y neurotóxicas.

Ante esto, la demanda de los grupos ambientalistas es que México debe prohibir la extracción de hidrocarburos por fracturación hidráulica con base en el principio precautorio, tal como lo han hecho Francia y Bulgaria y numerosos gobiernos regionales y locales alrededor del mundo. Tal es el caso del estado de Nueva York, quien la prohibió en diciembre de 2014 con base en las evidencias existentes sobre los riesgos que representa para la salud.

En la planeación e implementación de la política energética, las entidades públicas deben asegurar el respecto y garantía de los derechos humanos y en específico el de los pueblos indígenas y campesinos al manejo de sus tierras, territorios y recursos naturales.

En este caso, las principales zonas con potencial para el uso de fracking, son los estados del norte del país y del Golfo de México, pero dependerá de las autoridades y de los grupos ecologistas, que la explotación de los hidrocarburos no afecte el entorno y se proteja el medio ambiente.