/ sábado 20 de noviembre de 2021

Gana quien muera con más juguetes

“Gana quien muera con más juguetes”. Así reza un proverbio anglosajón que ilustra la cosmovisión de gran parte del mundo occidental en cuanto al trabajo. En muchos de los países que conocemos como “desarrollados”, el trabajo está definido por el paradigma materialista o secular según el cual no existe realidad espiritual, sino sólo física. El trabajo entonces tiene la función de “darme acceso a las cosas materiales”: Facilitar el acceso al consumo.

Cual semáforo perfectamente sincronizado, México se vistió de verde el pasado fin de semana dando cierre a una larga contingencia que necesitaba de un final feliz; qué mejor que un “Buen Fin”. Desde el Paseo Durango hasta la de Patoni, desde Liverpool hasta “Liverpulga” todos los escenarios se vistieron de lo que ya se pudiera considerar una marca registrada.

Todos celebramos después de un harto encierro el bullicio de las calles y las filas en los comercios. Ninguno de nosotros está en contra de la reactivación económica tan anhelada y menos del creciente aumento en la tasa de empleo. La pregunta de reflexión es: ¿Vale la pena trabajar tanto para comprar tantas cosas que nunca nos llenan? ¿Es real la promesa de satisfacción que nos produce tener una pantalla más gigante o en mejor resolución?

Hace un par de años salí corriendo a comprar una de esas pantallas porque estábamos a la víspera del mundial de fútbol que tanto disfruto. Por supuesto tuve que contratar un servicio de cable para poder ver los partidos. Cuando accedí al fixture caí en la cuenta de que los partidos que eran de mi interés no los pasaban en los canales que había contratado.

Finalmente tuve que ir a verlos a un restaurante y reprimir las ganas de gritar los goles de mi equipo favorito. No siempre gana “quien muera con más juguetes.”

leonardolombar@gmail.com

“Gana quien muera con más juguetes”. Así reza un proverbio anglosajón que ilustra la cosmovisión de gran parte del mundo occidental en cuanto al trabajo. En muchos de los países que conocemos como “desarrollados”, el trabajo está definido por el paradigma materialista o secular según el cual no existe realidad espiritual, sino sólo física. El trabajo entonces tiene la función de “darme acceso a las cosas materiales”: Facilitar el acceso al consumo.

Cual semáforo perfectamente sincronizado, México se vistió de verde el pasado fin de semana dando cierre a una larga contingencia que necesitaba de un final feliz; qué mejor que un “Buen Fin”. Desde el Paseo Durango hasta la de Patoni, desde Liverpool hasta “Liverpulga” todos los escenarios se vistieron de lo que ya se pudiera considerar una marca registrada.

Todos celebramos después de un harto encierro el bullicio de las calles y las filas en los comercios. Ninguno de nosotros está en contra de la reactivación económica tan anhelada y menos del creciente aumento en la tasa de empleo. La pregunta de reflexión es: ¿Vale la pena trabajar tanto para comprar tantas cosas que nunca nos llenan? ¿Es real la promesa de satisfacción que nos produce tener una pantalla más gigante o en mejor resolución?

Hace un par de años salí corriendo a comprar una de esas pantallas porque estábamos a la víspera del mundial de fútbol que tanto disfruto. Por supuesto tuve que contratar un servicio de cable para poder ver los partidos. Cuando accedí al fixture caí en la cuenta de que los partidos que eran de mi interés no los pasaban en los canales que había contratado.

Finalmente tuve que ir a verlos a un restaurante y reprimir las ganas de gritar los goles de mi equipo favorito. No siempre gana “quien muera con más juguetes.”

leonardolombar@gmail.com

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