/ sábado 13 de marzo de 2021

Gente que cambió el ‘quiero’ por el ‘debo’

“No debo pelear con mi hermano”, esa era una de las frases que mi mamá -digna representante de la generación baby boomers- nos ponía a escribir nada más y menos que cien veces cuando teníamos un altercado con mi hermano mayor.

Cuando la mano se entumecía era signo de que habíamos aprendido. Yo intenté hacerlo con mis hijos en una versión mejorada, según mi punto de vista, con la máxima del Martin Fierro que lo expresa de forma positiva: “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera, porque si entre ellos se pelean, los devoran los de ajuera”. No me fue tan bien. Nunca logré que completen si quiera cincuenta. Por un lado, creo que se me fue la mano con la extensión de la frase, pero además, mi convicción carecía de la fuerza de aquella generación que había basado su motivación eminentemente en el deber.

¡Qué felices son los que temen al SEÑOR y se deleitan en obedecer sus mandatos!” (NTV) Así comienza la primera declaración del salmo 112 que consideramos en el artículo de la semana pasada bajo el título “Generación J”. Temor de Dios y deleite o disfrute por obedecer “su ley” van de la mano. ¿Se puede disfrutar de obedecer la ley de Dios? ¡Por supuesto que sí! Temor de Dios no es miedo, sino respeto por quién es Él y por Su Palabra que revela su carácter. Cuando conocemos al dador de la Ley, cuando descubrimos que toda su Ley es para nuestro beneficio, pero sobre todo, cuando descubrimos que al no poder cumplirla por nosotros mismos y merecer la muerte como recompensa, Dios en Su amor, envió a Su propio Hijo, quien sí la cumplió a cabalidad, para morir en nuestro lugar, y resucitar al tercer día, así que somos justificados por medio de la fe, por creer que así fue. Esa es la historia de la Salvación.

La Generación de Justos, aquella que ha conocido a Jesús como Señor y Salvador, los “justificados por la fe en Cristo” es gente que cambió el “DEBO” por el “QUIERO”. Son personas que encuentran su motivación en el querer más que en el deber. No tienen un sistema ético-religioso que los coacciona sino una relación real y personal con Dios que los moviliza. No necesitan tener “miedo” para hacer bien las cosas. Las hacen porque lo desean, porque han encontrado disfrute, porque han descubierto que Dios siempre quiere lo mejor para ellos. No les pesa obedecer porque aman a ese Dios que se ha dado a conocer como un Padre celestial y no necesitan entender todo para obedecer porque confían en El. ¿Quién no quisiera una relación de esta naturaleza con Dios?

Le doy gracias a mi mamá porque escribir me ayudó a comenzar a entender el compromiso fraterno de la relación filial. Pero conocer a Cristo me llevó a conocer una faceta desconocida, a la posibilidad de tener una amistad con mis hermanos, porque el querer supera al deber.

leonardolombar@gmail.com

“No debo pelear con mi hermano”, esa era una de las frases que mi mamá -digna representante de la generación baby boomers- nos ponía a escribir nada más y menos que cien veces cuando teníamos un altercado con mi hermano mayor.

Cuando la mano se entumecía era signo de que habíamos aprendido. Yo intenté hacerlo con mis hijos en una versión mejorada, según mi punto de vista, con la máxima del Martin Fierro que lo expresa de forma positiva: “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera, porque si entre ellos se pelean, los devoran los de ajuera”. No me fue tan bien. Nunca logré que completen si quiera cincuenta. Por un lado, creo que se me fue la mano con la extensión de la frase, pero además, mi convicción carecía de la fuerza de aquella generación que había basado su motivación eminentemente en el deber.

¡Qué felices son los que temen al SEÑOR y se deleitan en obedecer sus mandatos!” (NTV) Así comienza la primera declaración del salmo 112 que consideramos en el artículo de la semana pasada bajo el título “Generación J”. Temor de Dios y deleite o disfrute por obedecer “su ley” van de la mano. ¿Se puede disfrutar de obedecer la ley de Dios? ¡Por supuesto que sí! Temor de Dios no es miedo, sino respeto por quién es Él y por Su Palabra que revela su carácter. Cuando conocemos al dador de la Ley, cuando descubrimos que toda su Ley es para nuestro beneficio, pero sobre todo, cuando descubrimos que al no poder cumplirla por nosotros mismos y merecer la muerte como recompensa, Dios en Su amor, envió a Su propio Hijo, quien sí la cumplió a cabalidad, para morir en nuestro lugar, y resucitar al tercer día, así que somos justificados por medio de la fe, por creer que así fue. Esa es la historia de la Salvación.

La Generación de Justos, aquella que ha conocido a Jesús como Señor y Salvador, los “justificados por la fe en Cristo” es gente que cambió el “DEBO” por el “QUIERO”. Son personas que encuentran su motivación en el querer más que en el deber. No tienen un sistema ético-religioso que los coacciona sino una relación real y personal con Dios que los moviliza. No necesitan tener “miedo” para hacer bien las cosas. Las hacen porque lo desean, porque han encontrado disfrute, porque han descubierto que Dios siempre quiere lo mejor para ellos. No les pesa obedecer porque aman a ese Dios que se ha dado a conocer como un Padre celestial y no necesitan entender todo para obedecer porque confían en El. ¿Quién no quisiera una relación de esta naturaleza con Dios?

Le doy gracias a mi mamá porque escribir me ayudó a comenzar a entender el compromiso fraterno de la relación filial. Pero conocer a Cristo me llevó a conocer una faceta desconocida, a la posibilidad de tener una amistad con mis hermanos, porque el querer supera al deber.

leonardolombar@gmail.com

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