/ miércoles 9 de marzo de 2022

Gustavo Rivera ¿Por qué se van?

Se le recuerda como un avezado interlocutor al interior de la administración pública, resolviendo con éxito la eventual problemática en diversas comunidades rurales, a propósito de los añejos conflictos por la tenencia de la tierra. Su origen provino de la cultura del esfuerzo, de allá de su natal poblado de La Purísima, municipio de Tepehuanes, Dgo. Hombre de trato cordial y empático, que le permitió salvaguardar con éxito su encargo como secretario general de Gobierno durante la administración de José Ramírez Gamero.

A partir de su desempeño en la función pública y dada su experiencia, asumió la titularidad del Centro de Rehabilitación Social Nº 1, entre otros cargos dentro de la administración de la justicia duranguense.

Una de las facetas poco conocidas o visibles del licenciado Rivera Ramos, fue la vena literaria, increíblemente pulida y lamentablemente poco explotada, porque sólo nos entregó para el escrutinio de las letras un solo texto, sobradamente pulido y anecdótico; una escritura nacida de las entrañas de la madre tierra, de ese terruño al cual sentía profundo orgullo, y así lo ventiló en ese libro de su autoría titulado: ¿Por qué se van?, editado en el 2004, y prologado por el cardenal Norberto Rivera Carrera, con quien no sólo existió una relación afectiva y familiar, sino el cariño y la pasión por el poblado de sus amores filiales: La Purísima.

En la presentación de la obra de Gustavo Rivera, el cardenal Norberto Rivera escribió lo siguiente: “Todas las vivencias, costumbres y valores, desfilan una a una, en forma sencilla y amena en este libro, a través de siete años en la vida de una niño y en una comunidad real, con personajes y lugares reales”.

Tuve la oportunidad de tratarlo, a propósito de la publicación de su libro en el 2004, mismo que atesoro en mi biblioteca particular; charlamos ampliamente acerca de su contenido; finalmente pude percibir en él, es que era un cronista natural de su pueblo, cuyas costumbres y tradiciones se encontraban arraigadas en su persona y que resultaba prácticamente imposible desprenderse de ellas.

El libro de Rivera Ramos, fue un llamado a la identidad durangueña, al rescate puntual de la genealogía de los pequeños espacios delimitados por familias que se relacionan entre sí con férreas costumbres y valores que enaltecen el terruño; y que resultan sólo dables en esas pequeñas y alejadas comunidades rurales, como La Purísima, Tepehuanes, donde el licenciado Gustavo Rivera Ramos, presumió hasta el final de sus días, como su madre tierra.

Rivera Ramos es y será referencia para los filólogos, investigadores y cronistas porque rescató -quizá sin proponérselo- con mucha atingencia, el lenguaje de su gente, de su pueblo; lo anterior, le brindó a su texto, un carácter peculiar, digno de un futuro estudio por sus aportes a la historiografía local durangueña.

Su tránsito en esta vida terrenal, ha dejado sembrada la satisfacción del deber cumplido, de quien presume que si a esta vida le agregamos el haber escrito un libro; Sembrado un árbol y atesorado una hermosa familia, consideramos que él sirvió no sólo a los suyos, sino que cumplió sobradamente con la sociedad durangueña. ¡Descanse en paz, Gustavo Rivera Ramos!


Se le recuerda como un avezado interlocutor al interior de la administración pública, resolviendo con éxito la eventual problemática en diversas comunidades rurales, a propósito de los añejos conflictos por la tenencia de la tierra. Su origen provino de la cultura del esfuerzo, de allá de su natal poblado de La Purísima, municipio de Tepehuanes, Dgo. Hombre de trato cordial y empático, que le permitió salvaguardar con éxito su encargo como secretario general de Gobierno durante la administración de José Ramírez Gamero.

A partir de su desempeño en la función pública y dada su experiencia, asumió la titularidad del Centro de Rehabilitación Social Nº 1, entre otros cargos dentro de la administración de la justicia duranguense.

Una de las facetas poco conocidas o visibles del licenciado Rivera Ramos, fue la vena literaria, increíblemente pulida y lamentablemente poco explotada, porque sólo nos entregó para el escrutinio de las letras un solo texto, sobradamente pulido y anecdótico; una escritura nacida de las entrañas de la madre tierra, de ese terruño al cual sentía profundo orgullo, y así lo ventiló en ese libro de su autoría titulado: ¿Por qué se van?, editado en el 2004, y prologado por el cardenal Norberto Rivera Carrera, con quien no sólo existió una relación afectiva y familiar, sino el cariño y la pasión por el poblado de sus amores filiales: La Purísima.

En la presentación de la obra de Gustavo Rivera, el cardenal Norberto Rivera escribió lo siguiente: “Todas las vivencias, costumbres y valores, desfilan una a una, en forma sencilla y amena en este libro, a través de siete años en la vida de una niño y en una comunidad real, con personajes y lugares reales”.

Tuve la oportunidad de tratarlo, a propósito de la publicación de su libro en el 2004, mismo que atesoro en mi biblioteca particular; charlamos ampliamente acerca de su contenido; finalmente pude percibir en él, es que era un cronista natural de su pueblo, cuyas costumbres y tradiciones se encontraban arraigadas en su persona y que resultaba prácticamente imposible desprenderse de ellas.

El libro de Rivera Ramos, fue un llamado a la identidad durangueña, al rescate puntual de la genealogía de los pequeños espacios delimitados por familias que se relacionan entre sí con férreas costumbres y valores que enaltecen el terruño; y que resultan sólo dables en esas pequeñas y alejadas comunidades rurales, como La Purísima, Tepehuanes, donde el licenciado Gustavo Rivera Ramos, presumió hasta el final de sus días, como su madre tierra.

Rivera Ramos es y será referencia para los filólogos, investigadores y cronistas porque rescató -quizá sin proponérselo- con mucha atingencia, el lenguaje de su gente, de su pueblo; lo anterior, le brindó a su texto, un carácter peculiar, digno de un futuro estudio por sus aportes a la historiografía local durangueña.

Su tránsito en esta vida terrenal, ha dejado sembrada la satisfacción del deber cumplido, de quien presume que si a esta vida le agregamos el haber escrito un libro; Sembrado un árbol y atesorado una hermosa familia, consideramos que él sirvió no sólo a los suyos, sino que cumplió sobradamente con la sociedad durangueña. ¡Descanse en paz, Gustavo Rivera Ramos!