/ martes 14 de febrero de 2017

Hace 80 años el clero invitó a los fieles a tomar las armas durante la cristiada

Al Clero no le quedó otra opción, que convocar abiertamente a los fieles católicos a tomar las armas a través de una pastoral signada en Roma. El llamamiento a las armas por parte del Clero apareció en el periódico “Revista Durangueña” que a la letra dice: “Tenemos a la vista una pastoral lanzada desde el Palacio Pontificio de Roma, fuera de la puerta Fiaminia, el día de Nuestra Señora de Lourdes 11 de febrero de 1927, signada por José María, Arzobispo de Durango. Pbro. David Ramírez, secretario particular. En ese documento el prelado durangueño incita a los católicos a que sigan matándose, y sólo por los nefastos caprichos del Clero, encontrándose él naturalmente a cubierto de las ametralladoras, de los fusiles “Rexer” o de los “Máuser”.

En medio de las discusiones entre el gobierno y el Clero en torno a la constante lucha por el poder de la razón se desarrollaron acontecimientos bélicos entre uno y otro; tal fue la situación conflictiva que a principios de 1927 el sacerdote Mateo Correa fue apresado en el Estado de Zacatecas por orden del general Eulogio Ortiz y trasladado a la Ciudad de Durango donde fue acusado por el coronel José Ruiz de no revelar el secreto de confesión de algunos cristeros presos que previamente habían sido confesados por el cura Mateo Correa, por lo que es fusilado sin formación de causa el 6 de febrero de 1927 por hombres al mando del coronel José Ruiz en las inmediaciones del Panteón de Oriente de la ciudad de Durango.

Diez meses después su asesino material, cayó abatido en noviembre de 1927 en una emboscada tendida por los cristeros en la sierra del Mezquital en un lugar llamado “Cerro de las Papas”. La muerte del coronel Ruiz fue reseñada por el cristero Agapito Campos, nativo de Santiago Bayacora, detallando que uno de sus correligionarios fingió colaborar con el Coronel, hasta conducirlo al matadero, el infiel aliado, previamente dispuso de un plan con una partida de cristeros para salir con vida durante el ataque mediante unas señales en su vestimenta y no ser confundidos en el momento de ser emboscado el piquete de soldados al mando de Ruiz, quien confiando en el supuesto aliado que los conduciría hasta los alzados para combatirlos, siguieron al hombre y su pequeño grupo que presumían de conocer la sierra y en determinado momento son atacados sorpresivamente por los cristeros ante el desenfado total de los soldados del gobierno “…cuando menos lo pensaban, se les soltó un descargue pero muy nutrido y empezaron a caer como ratones en la ratonera y entre ellos el ‘Azote’ coronel Ruiz”.

De esa manera cayó aniquilado quien meses antes asesinara al sacerdote Mateo Correa. Durante ese tiempo, se percibía en la ciudad un ambiente de revanchismo por parte de los militares y el Clero ante la caída del general Brigadier Eliseo Páez a principios de ese año del 27´, sumada a la del coronel José Ruiz.

Otro de los ajustes de cuentas más sonados en la capital durangueña donde estuvieron involucrados los militares, tuvo verificativo a finales de febrero de 1927, cuando el teniente coronel Antonio S. Arredondo, jefe del Segundo Regimiento de Caballería apresó a cuatro rebeldes cristeros, y los fusiló en el Panteón de Oriente de la ciudad de Durango. La versión literal del periódico, refirió que el militar había sido comisionado para batir al enemigo que enfrentaba al gobierno con las armas; y en un Consejo de Guerra Sumarísimo, cuatro cristeros fueron pasados por las armas.

La posición del general Eulogio Ortiz fue inamovible en su encomienda de combatir a los cristeros, un militar apoyado por el Supremo Gobierno encabezado por el presidente Calles, quien se encontraba al tanto de la problemática en Durango, y no perdía de vista la actuación del general Ortiz, quien cumplía a cabalidad sus órdenes dispuestas en la denominada “Ley Calles”.

Al Clero no le quedó otra opción, que convocar abiertamente a los fieles católicos a tomar las armas a través de una pastoral signada en Roma. El llamamiento a las armas por parte del Clero apareció en el periódico “Revista Durangueña” que a la letra dice: “Tenemos a la vista una pastoral lanzada desde el Palacio Pontificio de Roma, fuera de la puerta Fiaminia, el día de Nuestra Señora de Lourdes 11 de febrero de 1927, signada por José María, Arzobispo de Durango. Pbro. David Ramírez, secretario particular. En ese documento el prelado durangueño incita a los católicos a que sigan matándose, y sólo por los nefastos caprichos del Clero, encontrándose él naturalmente a cubierto de las ametralladoras, de los fusiles “Rexer” o de los “Máuser”.

En medio de las discusiones entre el gobierno y el Clero en torno a la constante lucha por el poder de la razón se desarrollaron acontecimientos bélicos entre uno y otro; tal fue la situación conflictiva que a principios de 1927 el sacerdote Mateo Correa fue apresado en el Estado de Zacatecas por orden del general Eulogio Ortiz y trasladado a la Ciudad de Durango donde fue acusado por el coronel José Ruiz de no revelar el secreto de confesión de algunos cristeros presos que previamente habían sido confesados por el cura Mateo Correa, por lo que es fusilado sin formación de causa el 6 de febrero de 1927 por hombres al mando del coronel José Ruiz en las inmediaciones del Panteón de Oriente de la ciudad de Durango.

Diez meses después su asesino material, cayó abatido en noviembre de 1927 en una emboscada tendida por los cristeros en la sierra del Mezquital en un lugar llamado “Cerro de las Papas”. La muerte del coronel Ruiz fue reseñada por el cristero Agapito Campos, nativo de Santiago Bayacora, detallando que uno de sus correligionarios fingió colaborar con el Coronel, hasta conducirlo al matadero, el infiel aliado, previamente dispuso de un plan con una partida de cristeros para salir con vida durante el ataque mediante unas señales en su vestimenta y no ser confundidos en el momento de ser emboscado el piquete de soldados al mando de Ruiz, quien confiando en el supuesto aliado que los conduciría hasta los alzados para combatirlos, siguieron al hombre y su pequeño grupo que presumían de conocer la sierra y en determinado momento son atacados sorpresivamente por los cristeros ante el desenfado total de los soldados del gobierno “…cuando menos lo pensaban, se les soltó un descargue pero muy nutrido y empezaron a caer como ratones en la ratonera y entre ellos el ‘Azote’ coronel Ruiz”.

De esa manera cayó aniquilado quien meses antes asesinara al sacerdote Mateo Correa. Durante ese tiempo, se percibía en la ciudad un ambiente de revanchismo por parte de los militares y el Clero ante la caída del general Brigadier Eliseo Páez a principios de ese año del 27´, sumada a la del coronel José Ruiz.

Otro de los ajustes de cuentas más sonados en la capital durangueña donde estuvieron involucrados los militares, tuvo verificativo a finales de febrero de 1927, cuando el teniente coronel Antonio S. Arredondo, jefe del Segundo Regimiento de Caballería apresó a cuatro rebeldes cristeros, y los fusiló en el Panteón de Oriente de la ciudad de Durango. La versión literal del periódico, refirió que el militar había sido comisionado para batir al enemigo que enfrentaba al gobierno con las armas; y en un Consejo de Guerra Sumarísimo, cuatro cristeros fueron pasados por las armas.

La posición del general Eulogio Ortiz fue inamovible en su encomienda de combatir a los cristeros, un militar apoyado por el Supremo Gobierno encabezado por el presidente Calles, quien se encontraba al tanto de la problemática en Durango, y no perdía de vista la actuación del general Ortiz, quien cumplía a cabalidad sus órdenes dispuestas en la denominada “Ley Calles”.