/ miércoles 6 de febrero de 2019

Ho Chi Min, único estadista de respeto mundial


Carlos Marx, arribó a este mundo el 5 de mayo de 1818 en Tréveris, Prusia y lo abandonó el 14 de marzo de 1883. Cultivó la filosofía, economía, historia y sociología. Profundo y acucioso investigador es el padre del socialismo que creó junto con Federico Engels.

Científico del comunismo moderno y del materialismo histórico que no es más que la expresión de la sociología. Sus tesis fueron plasmadas en el manifiesto comunista, el capital, el Dieciocho Brumario de Napoleón Bonaparte y muchas otras obras que lo hacen merecedor al calificativo del mayor pensador del milenio, según encuesta realizada por la BBC en todo el mundo.

Construyó sus teorías a partir de la dialéctica Hegeliana y al materialismo antropológico de Feuerbach. Murió pobre, enfermo y no alcanzó a ver los frutos de su trabajo.

Fueron Vladimir Ilich Lenin, León Trotski y José Stalin los que aplicaron el pensamiento marxista en los hechos. Lenin y Trotski como ideólogos y Stalin el sanguinario dictador que con la fuerza de las armas acabó con sus opositores; orientó a la pobre y caída Rusia por el sendero de la nueva ideología, encarrilándola rumbo al progreso a costa de la sangre de los rusos en la que también aportó bastante Troski.

Pronto otras naciones siguieron sus pasos aunque por caminos y estrategias diversas. Aquellos se valieron de los trabajadores urbanos; en tanto que Mao Tse Tung se apoyó en el campesinado con métodos no menos desalmados, que como en la Rusia post zarista diezmaron la población ojirazgada.

De los seguidores del barbado Marx, destaca y enaltece la filosofía comunista el vietnamita Ho Chi Min, que hoy por hoy está reconocido mundialmente como el mejor estadista moderno que ha pugnado por la unión de su pueblo y una férrea oposición al intervencionismo extranjero.

Poeta, político y militar fuer primer ministro de su patria, después presidente de la república de Vietnam del Norte de 1954 a 1969. Su nombre verdadero fue Nguyen Sinh Cung que hubo de cambiarlo varias veces dada la persecución de que era objeto, así como su forzada clandestinidad.

Pero “el que ilumina” significado de su sobrenombre, no llegó a la “casa zancuda” (modesta vivienda que ocupaba como mandatario), por generación espontánea, por compadrazgo, asonada o albazo traicionero. No, antes tuvo que dejar su hogar para trasladarse a Francia donde entró en contacto con nacionalistas indochinos y fue ahí donde se empapó de marxismo.

De la Ciudad Luz, se trasladó a Moscú y posteriormente a China. Ya en Asia se incorporó como instructor del arte de la guerra revolucionaria, al mando de Chiang Kai Chek, con quien luego rivalizaría y combatiría en la guerra civil rusa, ya que ese era opositor de Mao.

Excelente estratega, Chiang sin embargo, pronto enseñó su naturaleza perversa y falaz mediante cobarde, cuanto alevosa acción, en contra de los comunistas provocando una infame matanza. Ho Chi Min logró escapar y organizó la revolución de la ahora Tailandia. Con su activismo llevó a cabo huelgas, motines, levantamientos, lo que le valió encarcelamientos y torturas que con estoicidad superó.

En 1940 regresa a su tierra natal después tras casi tres décadas de haber salido y funda el Frente para la liberación de Vietnam. Durante cinco años lucha en la guerrilla hasta lograr que Francia abandone el suelo asiático, sólo para ser invadidos enseguida por Japón. Francia no se resignó a dejar por completo esa tierra, e intenta permanecer con la ayuda de Estados Unidos.

En el intento de Ho Chi Min por obtener la unificación de su nación, surge lo contrario y se radicaliza la separación de Vietnam del Norte y Vietnam del Sur.

Éste, apoyado por Estados Unidos, y el Norte por la Unión Soviética. Vietnam es la pesadilla de Estados Unidos, en virtud de que en su aferrada permanencia de 20 años, no consiguieron socavar el valor de los asiáticos con todo y las toneladas de napalm, balas y proyectiles que arrojaron sobre ellos. Ni la presencia de Rambo, según ficción de la zaga “stalonesca”, minó la valentía y denuedo.

En la conciencia gabacha, lo de Vietnam pesa como la más humillante e ignominiosa derrota en la aventura emprendida, que en su hora el chaparrito Francisco Franco vaticinó a Lindon B Johnson iban a perder por la desventaja gringa en un clima inclemente, un terreno hostil, la jungla y la guerra de guerrillas. Pero además, artistas, empresarios, políticos y norteamericanos de la calle, se oponían a la hecatombe por lo inhumana y dantesca.

Seis años antes de que terminara el conflicto, en 1969 Ho Chi Min murió y contra sus deseos de un sepelio austero y discreto, fue sepultado con todos los honores en un lugar especial. Saigón, la antigua capital de Vietnam del Sur, fue rebautizada como ciudad Ho Chi Min, donde se erigió un monumental mausoleo, según tuvo ocasión de constatarlo y dar fe en su reciente visita al lugar Poncho Martínez Rivera.

Entonces, frente a la agigantada e insigne figura de Ho Chi Min, los comunistas “fifi” como dijera ya saben quién; los revolucionarios de café, los mandatarios que pretendan emularlo, se achican y se pierden como insignificantes moléculas en el mundo de la política, llevados más por su hambre, voracidad y ansias de poder; por su proclividad a la suntuosa vida palaciega; a la vida faraonesca; a la riqueza a costa del pueblo, a poses ridículas y mesiánicas que no son más que burdos remedos y malos imitadores del auténtico estadista que como Ho entrega su vida, su libertad, su alma y su sangre por una sola causa: el pueblo.


Carlos Marx, arribó a este mundo el 5 de mayo de 1818 en Tréveris, Prusia y lo abandonó el 14 de marzo de 1883. Cultivó la filosofía, economía, historia y sociología. Profundo y acucioso investigador es el padre del socialismo que creó junto con Federico Engels.

Científico del comunismo moderno y del materialismo histórico que no es más que la expresión de la sociología. Sus tesis fueron plasmadas en el manifiesto comunista, el capital, el Dieciocho Brumario de Napoleón Bonaparte y muchas otras obras que lo hacen merecedor al calificativo del mayor pensador del milenio, según encuesta realizada por la BBC en todo el mundo.

Construyó sus teorías a partir de la dialéctica Hegeliana y al materialismo antropológico de Feuerbach. Murió pobre, enfermo y no alcanzó a ver los frutos de su trabajo.

Fueron Vladimir Ilich Lenin, León Trotski y José Stalin los que aplicaron el pensamiento marxista en los hechos. Lenin y Trotski como ideólogos y Stalin el sanguinario dictador que con la fuerza de las armas acabó con sus opositores; orientó a la pobre y caída Rusia por el sendero de la nueva ideología, encarrilándola rumbo al progreso a costa de la sangre de los rusos en la que también aportó bastante Troski.

Pronto otras naciones siguieron sus pasos aunque por caminos y estrategias diversas. Aquellos se valieron de los trabajadores urbanos; en tanto que Mao Tse Tung se apoyó en el campesinado con métodos no menos desalmados, que como en la Rusia post zarista diezmaron la población ojirazgada.

De los seguidores del barbado Marx, destaca y enaltece la filosofía comunista el vietnamita Ho Chi Min, que hoy por hoy está reconocido mundialmente como el mejor estadista moderno que ha pugnado por la unión de su pueblo y una férrea oposición al intervencionismo extranjero.

Poeta, político y militar fuer primer ministro de su patria, después presidente de la república de Vietnam del Norte de 1954 a 1969. Su nombre verdadero fue Nguyen Sinh Cung que hubo de cambiarlo varias veces dada la persecución de que era objeto, así como su forzada clandestinidad.

Pero “el que ilumina” significado de su sobrenombre, no llegó a la “casa zancuda” (modesta vivienda que ocupaba como mandatario), por generación espontánea, por compadrazgo, asonada o albazo traicionero. No, antes tuvo que dejar su hogar para trasladarse a Francia donde entró en contacto con nacionalistas indochinos y fue ahí donde se empapó de marxismo.

De la Ciudad Luz, se trasladó a Moscú y posteriormente a China. Ya en Asia se incorporó como instructor del arte de la guerra revolucionaria, al mando de Chiang Kai Chek, con quien luego rivalizaría y combatiría en la guerra civil rusa, ya que ese era opositor de Mao.

Excelente estratega, Chiang sin embargo, pronto enseñó su naturaleza perversa y falaz mediante cobarde, cuanto alevosa acción, en contra de los comunistas provocando una infame matanza. Ho Chi Min logró escapar y organizó la revolución de la ahora Tailandia. Con su activismo llevó a cabo huelgas, motines, levantamientos, lo que le valió encarcelamientos y torturas que con estoicidad superó.

En 1940 regresa a su tierra natal después tras casi tres décadas de haber salido y funda el Frente para la liberación de Vietnam. Durante cinco años lucha en la guerrilla hasta lograr que Francia abandone el suelo asiático, sólo para ser invadidos enseguida por Japón. Francia no se resignó a dejar por completo esa tierra, e intenta permanecer con la ayuda de Estados Unidos.

En el intento de Ho Chi Min por obtener la unificación de su nación, surge lo contrario y se radicaliza la separación de Vietnam del Norte y Vietnam del Sur.

Éste, apoyado por Estados Unidos, y el Norte por la Unión Soviética. Vietnam es la pesadilla de Estados Unidos, en virtud de que en su aferrada permanencia de 20 años, no consiguieron socavar el valor de los asiáticos con todo y las toneladas de napalm, balas y proyectiles que arrojaron sobre ellos. Ni la presencia de Rambo, según ficción de la zaga “stalonesca”, minó la valentía y denuedo.

En la conciencia gabacha, lo de Vietnam pesa como la más humillante e ignominiosa derrota en la aventura emprendida, que en su hora el chaparrito Francisco Franco vaticinó a Lindon B Johnson iban a perder por la desventaja gringa en un clima inclemente, un terreno hostil, la jungla y la guerra de guerrillas. Pero además, artistas, empresarios, políticos y norteamericanos de la calle, se oponían a la hecatombe por lo inhumana y dantesca.

Seis años antes de que terminara el conflicto, en 1969 Ho Chi Min murió y contra sus deseos de un sepelio austero y discreto, fue sepultado con todos los honores en un lugar especial. Saigón, la antigua capital de Vietnam del Sur, fue rebautizada como ciudad Ho Chi Min, donde se erigió un monumental mausoleo, según tuvo ocasión de constatarlo y dar fe en su reciente visita al lugar Poncho Martínez Rivera.

Entonces, frente a la agigantada e insigne figura de Ho Chi Min, los comunistas “fifi” como dijera ya saben quién; los revolucionarios de café, los mandatarios que pretendan emularlo, se achican y se pierden como insignificantes moléculas en el mundo de la política, llevados más por su hambre, voracidad y ansias de poder; por su proclividad a la suntuosa vida palaciega; a la vida faraonesca; a la riqueza a costa del pueblo, a poses ridículas y mesiánicas que no son más que burdos remedos y malos imitadores del auténtico estadista que como Ho entrega su vida, su libertad, su alma y su sangre por una sola causa: el pueblo.