/ miércoles 8 de julio de 2020

Huelga estudiantil del 33

Llegó a mis manos por parte del licenciado Jesús Bermúdez Fernández el libro “Huelga estudiantil de 1933” escrito por el licenciado Julián Bermúdez Monterde, abuelo de mi compañero notario, donde describe las acciones emprendidas por los jóvenes del Instituto Juárez, para dar paso a la autonomía de la Máxima Casa de Estudios de Durango, de que el rector fuera designado de una terna propuesta por el Consejo Directivo y que no se cobraran cuotas a los estudiantes.

Siendo joven, me tocó llegar a la capital del Estado con una gran alegría para realizar mis estudios profesionales en la carrera de Licenciado en Derecho en la Universidad Juárez después de haber concluido la preparatoria en el Instituto 18 de Marzo de la ciudad de Gómez Palacio, lo que además de una gran oportunidad de vida, me representó en esos momentos también, incertidumbre por lo que me depararía el futuro.

Al ingresar a la Escuela de Derecho, me encuentro con la grata sorpresa de contar con profesores dedicados al estudio de las leyes y conocer entre ellos a quien fuera mi maestro, Julio Bermúdez Monterde, quien me enseñó la vocación para pugnar siempre por la defensa de los derechos y el respeto al marco jurídico.

No era sólo el profesional que conocía de la legislación, sino también su forma de impartir las clases, que nos permitieron a quienes estudiamos en esa época, abrevar del conocimiento para desarrollar después nuestras actividades en diferentes ámbitos de la sociedad.

Tuve la fortuna de que además de mi maestro, Julián Bermúdez Monterde fuera un gran amigo, quien con sus consejos nos impulsó a seguir con nuestra formación como abogados y que en el caso personal, al paso del tiempo se creara una convivencia donde las enseñanzas correspondían a la experiencia vivida.

En ese entonces, los artistas famosos inundaban la radio y los podíamos escuchar en las rockolas instaladas en restaurantes y lugares de esparcimiento del centro de la ciudad y así, las voces de Angélica María “La Novia de México”, César Costa “El chico de los suéteres”, la banda de rock inglesa The Beatles o el twist de Chuby Checker, se repetían innumerables veces.

Entonces, Bermúdez Monterde contaba con el movimiento emprendido en 1933, cuando se quiso imponer una Ley Orgánica del Instituto Juárez, iniciativa que se presentó en la sesión del 16 de octubre de 1933 en el Congreso del Estado, que de un solo golpe terminaba con su autonomía, ignorando su historia, sobre todo aquella que el Gobierno del Estado, al adjudicarse las propiedades que a él pertenecían ante la ineludible obligación de sostenerlo, llegó a hipotecarlas, incluyendo el mismo Palacio de Zambrano.

Esta iniciativa, presentada por el diputado Anastansio J. Garza quien por cierto no era de Durango, proponía que el Ejecutivo nombrara la terna de la cual se designaría al rector y el nombramiento de los catedráticos a propuesta del rector, además de que se establecían cobros para los estudiantes, quienes en ese entonces no pagaban centavo alguno en el Instituto.

Los diputados José Návar Lozoya, Miguel Barraza y Manuel D. Treviño tomaron la palabra y se opusieron a su aprobación, al tiempo defendieron que los catedráticos fueran duranguenses, ya que pretendían traer a nuevos maestros de otros estados.

En las siguientes sesiones se hicieron presentes los estudiantes, quienes también se opusieron a que se diera trámite en tercera lectura a la propuesta y fuera aprobada en la sesión del 25 de octubre, por lo que se remitió al archivo.

En la sesión del día 27, el diputado Návar Lozoya hizo ver a los demás legisladores que la Universidad Autónoma de México acababa de conseguir su autonomía y el aprobar una ley como la propuesta significaba un retroceso. En ese entonces los diputados veían como enemigos a los estudiantes, que sólo luchaban por su Instituto, por lo que se declararon en huelga el 3 de noviembre.

Mientras tanto, se aprobó por parte de los legisladores que fuera el Consejo Directivo quien propusiera la terna para la elección de rector y así obtuvieron los estudiantes su primer triunfo, luego vendría un segundo triunfo en lo que corresponde al nombramiento de catedráticos.

La ley se aprobaría finalmente en el Congreso el día 10 de noviembre y la huelga se levantaría doce días después, después de definir el proceso para la designación de catedráticos y dejar a un lado el cobro a los estudiantes.

Por primera vez en Durango, los estudiantes fueron apoyados por sus familias y por la sociedad, lo que generó un movimiento que llamó la atención a nivel nacional, donde la autonomía del Instituto Juárez se convirtió en bastión y por la que se ha luchado hasta nuestros días, a pesar de los múltiples intentos por destruirla.

En 1957, el Instituto se convertiría en Universidad y hoy como ayer, el ejemplo de los estudiantes de 1933 para defender su autonomía sigue vigente.

Llegó a mis manos por parte del licenciado Jesús Bermúdez Fernández el libro “Huelga estudiantil de 1933” escrito por el licenciado Julián Bermúdez Monterde, abuelo de mi compañero notario, donde describe las acciones emprendidas por los jóvenes del Instituto Juárez, para dar paso a la autonomía de la Máxima Casa de Estudios de Durango, de que el rector fuera designado de una terna propuesta por el Consejo Directivo y que no se cobraran cuotas a los estudiantes.

Siendo joven, me tocó llegar a la capital del Estado con una gran alegría para realizar mis estudios profesionales en la carrera de Licenciado en Derecho en la Universidad Juárez después de haber concluido la preparatoria en el Instituto 18 de Marzo de la ciudad de Gómez Palacio, lo que además de una gran oportunidad de vida, me representó en esos momentos también, incertidumbre por lo que me depararía el futuro.

Al ingresar a la Escuela de Derecho, me encuentro con la grata sorpresa de contar con profesores dedicados al estudio de las leyes y conocer entre ellos a quien fuera mi maestro, Julio Bermúdez Monterde, quien me enseñó la vocación para pugnar siempre por la defensa de los derechos y el respeto al marco jurídico.

No era sólo el profesional que conocía de la legislación, sino también su forma de impartir las clases, que nos permitieron a quienes estudiamos en esa época, abrevar del conocimiento para desarrollar después nuestras actividades en diferentes ámbitos de la sociedad.

Tuve la fortuna de que además de mi maestro, Julián Bermúdez Monterde fuera un gran amigo, quien con sus consejos nos impulsó a seguir con nuestra formación como abogados y que en el caso personal, al paso del tiempo se creara una convivencia donde las enseñanzas correspondían a la experiencia vivida.

En ese entonces, los artistas famosos inundaban la radio y los podíamos escuchar en las rockolas instaladas en restaurantes y lugares de esparcimiento del centro de la ciudad y así, las voces de Angélica María “La Novia de México”, César Costa “El chico de los suéteres”, la banda de rock inglesa The Beatles o el twist de Chuby Checker, se repetían innumerables veces.

Entonces, Bermúdez Monterde contaba con el movimiento emprendido en 1933, cuando se quiso imponer una Ley Orgánica del Instituto Juárez, iniciativa que se presentó en la sesión del 16 de octubre de 1933 en el Congreso del Estado, que de un solo golpe terminaba con su autonomía, ignorando su historia, sobre todo aquella que el Gobierno del Estado, al adjudicarse las propiedades que a él pertenecían ante la ineludible obligación de sostenerlo, llegó a hipotecarlas, incluyendo el mismo Palacio de Zambrano.

Esta iniciativa, presentada por el diputado Anastansio J. Garza quien por cierto no era de Durango, proponía que el Ejecutivo nombrara la terna de la cual se designaría al rector y el nombramiento de los catedráticos a propuesta del rector, además de que se establecían cobros para los estudiantes, quienes en ese entonces no pagaban centavo alguno en el Instituto.

Los diputados José Návar Lozoya, Miguel Barraza y Manuel D. Treviño tomaron la palabra y se opusieron a su aprobación, al tiempo defendieron que los catedráticos fueran duranguenses, ya que pretendían traer a nuevos maestros de otros estados.

En las siguientes sesiones se hicieron presentes los estudiantes, quienes también se opusieron a que se diera trámite en tercera lectura a la propuesta y fuera aprobada en la sesión del 25 de octubre, por lo que se remitió al archivo.

En la sesión del día 27, el diputado Návar Lozoya hizo ver a los demás legisladores que la Universidad Autónoma de México acababa de conseguir su autonomía y el aprobar una ley como la propuesta significaba un retroceso. En ese entonces los diputados veían como enemigos a los estudiantes, que sólo luchaban por su Instituto, por lo que se declararon en huelga el 3 de noviembre.

Mientras tanto, se aprobó por parte de los legisladores que fuera el Consejo Directivo quien propusiera la terna para la elección de rector y así obtuvieron los estudiantes su primer triunfo, luego vendría un segundo triunfo en lo que corresponde al nombramiento de catedráticos.

La ley se aprobaría finalmente en el Congreso el día 10 de noviembre y la huelga se levantaría doce días después, después de definir el proceso para la designación de catedráticos y dejar a un lado el cobro a los estudiantes.

Por primera vez en Durango, los estudiantes fueron apoyados por sus familias y por la sociedad, lo que generó un movimiento que llamó la atención a nivel nacional, donde la autonomía del Instituto Juárez se convirtió en bastión y por la que se ha luchado hasta nuestros días, a pesar de los múltiples intentos por destruirla.

En 1957, el Instituto se convertiría en Universidad y hoy como ayer, el ejemplo de los estudiantes de 1933 para defender su autonomía sigue vigente.