/ domingo 29 de mayo de 2022

Ilusiones y geopolítica

En un sistema internacional donde el medio ambiente aparece como una prioridad en la agenda de los países, la configuración geopolítica vuelve más complicado el alcance de objetivos y la protección de los intereses nacionales. Si bien todos los actores tienen la intención de formular estrategias para transformar la economía mundial en una más verde, el cambio en el modelo energético implica una reconfiguración en la arena global más difícil de lo que se pudiera pensar.

Para ahondar un poco más, y es que mucho tiene que ver la falta de información sobre el tema, el sistema energético ha dependido del petróleo desde el siglo XIX. Desde la economía de guerra, las prendas que cada individuo porta, hasta la capacidad de abastecimiento del sistema alimentario global, el funcionamiento del sistema internacional ha recaído en el crudo en su totalidad. De ahí que se desarrolle una crisis en función del desabasto de dicho recurso y las relaciones entre actores se vean motivadas por la geopolítica.

Aunque mucho se ha promovido por figuras públicas, tanto de gobiernos federales, como municipales, el uso de energías limpias cabe mencionar que este no es más que un discurso político agradable al oído. Sí es imprescindible la formulación de estrategias para una gradual independencia del uso del petróleo. La transformación del sistema energético no sólo implica un cambio de hábitos de la sociedad, sino una reconfiguración en la arena global.

Es cierto que las energías limpias son prometedoras para mitigar el cambio climático, pero no de la manera que se espera en el juego geopolítico. Esto debido a las convulsiones económicas y el orden mundial; algunas de éstas serían la volatilidad en los precios del recurso durante la transición, gracias al declive de la oferta cuando la demanda se ve en incremento.

Como resultado, los petroestados gozarían de una mayor influencia en la toma de decisiones en cuanto al funcionamiento del sistema internacional, y con ello, poder. La transición de combustibles fósiles a energías limpias llevaría a que la producción y distribución global del petróleo se concentre en una esfera menor. Países de la OPEP y Rusia serían acreedores de un predominio geopolítico más grande y, si se analiza con claridad y se deja de lado la hegemonía de Occidente, este fenómeno se puede observar desde hoy.

Asimismo, la guerra en Ucrania se puede ver como una de las implicaciones de la transformación del sistema energético. La delimitación de territorio que Rusia decide poner a Occidente conlleva a una negociación para las nuevas relaciones del siglo XXI. Para Europa tal evento ha sido una crisis energética dada su dependencia hacia los recursos naturales de Moscú y es que, antes de que se despetrolicen, los gobiernos europeos se enfrentan a la urgencia de planificar estrategias que salvaguarden sus economías. La presidenta de la Comisión Europea declaró que deslindarse del petróleo ruso no será fácil, pero se tiene que trabajar en ello pues, de no hacerlo, la Unión Europea no podrá soportar los embargos impuestos hacia la economía rusa.

De igual modo, los países consumidores de recursos energéticos rusos aseguran que están dispuestos a migrar su seguridad energética a una limpia que se base en la capacidad eólica y solar. No obstante, la infraestructura para dicho proyecto necesita de combustibles fósiles. La transformación del sistema energético y, con ella, despetrolización, implica riesgos en la seguridad doméstica de cada actor y, aunque los gobiernos estén esperanzados a acelerar el uso de energías limpias, la esfera geopolítica tiene más trabas de las deseadas. El poder nacional, la interacción entre potencias, así como el funcionamiento de la economía son esferas que cambiarían inevitablemente y hoy es claro que dicha renovación no es, necesariamente, posible mediante la vía pacífica.

*Estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad Anáhuac en la Ciudad de México.

En un sistema internacional donde el medio ambiente aparece como una prioridad en la agenda de los países, la configuración geopolítica vuelve más complicado el alcance de objetivos y la protección de los intereses nacionales. Si bien todos los actores tienen la intención de formular estrategias para transformar la economía mundial en una más verde, el cambio en el modelo energético implica una reconfiguración en la arena global más difícil de lo que se pudiera pensar.

Para ahondar un poco más, y es que mucho tiene que ver la falta de información sobre el tema, el sistema energético ha dependido del petróleo desde el siglo XIX. Desde la economía de guerra, las prendas que cada individuo porta, hasta la capacidad de abastecimiento del sistema alimentario global, el funcionamiento del sistema internacional ha recaído en el crudo en su totalidad. De ahí que se desarrolle una crisis en función del desabasto de dicho recurso y las relaciones entre actores se vean motivadas por la geopolítica.

Aunque mucho se ha promovido por figuras públicas, tanto de gobiernos federales, como municipales, el uso de energías limpias cabe mencionar que este no es más que un discurso político agradable al oído. Sí es imprescindible la formulación de estrategias para una gradual independencia del uso del petróleo. La transformación del sistema energético no sólo implica un cambio de hábitos de la sociedad, sino una reconfiguración en la arena global.

Es cierto que las energías limpias son prometedoras para mitigar el cambio climático, pero no de la manera que se espera en el juego geopolítico. Esto debido a las convulsiones económicas y el orden mundial; algunas de éstas serían la volatilidad en los precios del recurso durante la transición, gracias al declive de la oferta cuando la demanda se ve en incremento.

Como resultado, los petroestados gozarían de una mayor influencia en la toma de decisiones en cuanto al funcionamiento del sistema internacional, y con ello, poder. La transición de combustibles fósiles a energías limpias llevaría a que la producción y distribución global del petróleo se concentre en una esfera menor. Países de la OPEP y Rusia serían acreedores de un predominio geopolítico más grande y, si se analiza con claridad y se deja de lado la hegemonía de Occidente, este fenómeno se puede observar desde hoy.

Asimismo, la guerra en Ucrania se puede ver como una de las implicaciones de la transformación del sistema energético. La delimitación de territorio que Rusia decide poner a Occidente conlleva a una negociación para las nuevas relaciones del siglo XXI. Para Europa tal evento ha sido una crisis energética dada su dependencia hacia los recursos naturales de Moscú y es que, antes de que se despetrolicen, los gobiernos europeos se enfrentan a la urgencia de planificar estrategias que salvaguarden sus economías. La presidenta de la Comisión Europea declaró que deslindarse del petróleo ruso no será fácil, pero se tiene que trabajar en ello pues, de no hacerlo, la Unión Europea no podrá soportar los embargos impuestos hacia la economía rusa.

De igual modo, los países consumidores de recursos energéticos rusos aseguran que están dispuestos a migrar su seguridad energética a una limpia que se base en la capacidad eólica y solar. No obstante, la infraestructura para dicho proyecto necesita de combustibles fósiles. La transformación del sistema energético y, con ella, despetrolización, implica riesgos en la seguridad doméstica de cada actor y, aunque los gobiernos estén esperanzados a acelerar el uso de energías limpias, la esfera geopolítica tiene más trabas de las deseadas. El poder nacional, la interacción entre potencias, así como el funcionamiento de la economía son esferas que cambiarían inevitablemente y hoy es claro que dicha renovación no es, necesariamente, posible mediante la vía pacífica.

*Estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad Anáhuac en la Ciudad de México.

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