/ martes 7 de mayo de 2019

Importancia de la educación en valores en un adolescente

La educación en valores es el proceso por el cual se manifiesta y se definen claramente los méritos que la institución de directivos y profesores persiguen inculcar a los alumnos de acuerdo con las expectativas de la comunidad social.

Los valores son cualidades esenciales de la propia realidad y, todos los seres humanos debemos de conocerlos, respetarlos y practicarlos si queremos llevar una vida mejor. Los individuos que no los aceptan son personas que tienen problemas de adaptación en su misma sociedad. Es deber de las generaciones adultas enseñar los valores humanos a la descendencia de jóvenes para que puedan garantizar una vida pacífica y ordenada junto con el progreso social que se ha logrado.

Existen determinados valores universales que son válidos para todas las épocas históricas y culturales que no cambian con el paso del tiempo porque son parte de su verdadera esencia humana. Si queremos vivir bien, debemos descubrirlos, conocerlos y respetarlos en toda nuestra vida. Los individuos que no los conocen ni aceptan, son personas que tienen problemas de adaptación en sus comunidades. Por tanto, es deber de las generaciones adultas enseñar e inculcar estos valores a los adolescentes y jóvenes para que se garantice la vida pacífica y ordenada junto con el progreso social.

La educación en valores es el proceso por el cual se definen claramente aquellos méritos que la comunidad de maestros de una escuela, de acuerdo con las expectativas de la localidad, persigue inculcar o enseñar a los estudiantes. Siempre buscando que los comprendan y se convenzan que es necesario aceptarlos y vivirlos.

Con la simple convivencia y con la palabra hablada o escrita, todo adulto inculca, de algún modo, ciertos valores a las nuevas generaciones; sin embargo, habría que cuestionarse la validez de este enfoque para una formación moral. Es imposible que un niño no reciba o asimile los valores que le son heredados por su familia o por la escuela, pues observando simplemente el modo de actuar y percibir de sus padres y maestros, así como lo que valoran o prefieren y el modo en que deciden, son acciones que hacen que el niño vaya asimilando ciertos valores. Es igualmente inadmisible que el adulto no inculque valores, porque en cada actuación, decisión y parte de su léxico está mostrando sus propios valores.

Es innegable la trascendencia que la herencia tiene como fuente de valores que nuestros mismos antepasados descubrieron, experimentaron y construyeron de manera colectiva. Es evidente así mismo la necesidad que todo niño y adolescente tiene de absorber parte de ese patrimonio con el fin de tener ciertos marcos de referencia desde los cuales construir su propia identidad y, poder integrarse y volverse parte de una sociedad que es más que compartir un espacio, un tiempo o determinados significados y valores.

Con toda su importancia es preciso señalar que la educación basada en la enseñanza, es una educación dogmática, ya que se imponen valores de manera intencionada y sistemática a los estudiantes, sin permitir que ellos cuestionen, descubran y asuman sus propios valores. Claro que es válido este proceso de educación, por la convivencia diaria, porque se van comunicando unos a otros sus propios valores; pero no como un método didáctico en el cual las ideas no se plantean para que el otro las asimile, sino que se enseñan como las únicas válidas y verdaderas.

Se asume que los valores se pueden inculcar tal como se enseña un tema de matemáticas o de ciencias naturales, pero, una educación en valores de este tipo se queda en una instrucción de tipo conceptualista que no garantiza una formación moral del alumno, ya que, por ejemplo, saber o conocer el valor “justicia” y aprender que es bueno ser justo no hace que los estudiantes vayan a ser justos o que en la vida práctica vayan a valorar las actuaciones justas.

Lo que la escuela debe hacer en tal aspecto, es facilitar los espacios para que los alumnos clarifiquen sus propios valores, es decir, aquellos que han heredado de sus familias y de sus comunidades y, los que han construido a lo largo de su formación. A partir de experiencias concretas se alcanzan las ideas generales en torno a uno mismo, siendo el mejor proceso para alcanzar valores que edifiquen una educada personalidad y no un simple conjunto de valores que hay que aprenderse de memoria sin siquiera conocerlos ni practicarlos. Aquí entra en juego la reflexión propia y el diálogo, para que cada alumno en lo particular descubra y explique sus propios valores, analizándolos a profundidad para decidir cuales asume y cuales reformula o rechaza.

Así mismo, mediante el diálogo, el estudiante interactúa con otras maneras de valorar, con otras escalas de valores distintas a la suya y, confronta su mundo de valores con los de sus compañeros y los del mismo docente, para enriquecer su visión y llegar a sus propias conclusiones.

La educación en valores es el proceso por el cual se manifiesta y se definen claramente los méritos que la institución de directivos y profesores persiguen inculcar a los alumnos de acuerdo con las expectativas de la comunidad social.

Los valores son cualidades esenciales de la propia realidad y, todos los seres humanos debemos de conocerlos, respetarlos y practicarlos si queremos llevar una vida mejor. Los individuos que no los aceptan son personas que tienen problemas de adaptación en su misma sociedad. Es deber de las generaciones adultas enseñar los valores humanos a la descendencia de jóvenes para que puedan garantizar una vida pacífica y ordenada junto con el progreso social que se ha logrado.

Existen determinados valores universales que son válidos para todas las épocas históricas y culturales que no cambian con el paso del tiempo porque son parte de su verdadera esencia humana. Si queremos vivir bien, debemos descubrirlos, conocerlos y respetarlos en toda nuestra vida. Los individuos que no los conocen ni aceptan, son personas que tienen problemas de adaptación en sus comunidades. Por tanto, es deber de las generaciones adultas enseñar e inculcar estos valores a los adolescentes y jóvenes para que se garantice la vida pacífica y ordenada junto con el progreso social.

La educación en valores es el proceso por el cual se definen claramente aquellos méritos que la comunidad de maestros de una escuela, de acuerdo con las expectativas de la localidad, persigue inculcar o enseñar a los estudiantes. Siempre buscando que los comprendan y se convenzan que es necesario aceptarlos y vivirlos.

Con la simple convivencia y con la palabra hablada o escrita, todo adulto inculca, de algún modo, ciertos valores a las nuevas generaciones; sin embargo, habría que cuestionarse la validez de este enfoque para una formación moral. Es imposible que un niño no reciba o asimile los valores que le son heredados por su familia o por la escuela, pues observando simplemente el modo de actuar y percibir de sus padres y maestros, así como lo que valoran o prefieren y el modo en que deciden, son acciones que hacen que el niño vaya asimilando ciertos valores. Es igualmente inadmisible que el adulto no inculque valores, porque en cada actuación, decisión y parte de su léxico está mostrando sus propios valores.

Es innegable la trascendencia que la herencia tiene como fuente de valores que nuestros mismos antepasados descubrieron, experimentaron y construyeron de manera colectiva. Es evidente así mismo la necesidad que todo niño y adolescente tiene de absorber parte de ese patrimonio con el fin de tener ciertos marcos de referencia desde los cuales construir su propia identidad y, poder integrarse y volverse parte de una sociedad que es más que compartir un espacio, un tiempo o determinados significados y valores.

Con toda su importancia es preciso señalar que la educación basada en la enseñanza, es una educación dogmática, ya que se imponen valores de manera intencionada y sistemática a los estudiantes, sin permitir que ellos cuestionen, descubran y asuman sus propios valores. Claro que es válido este proceso de educación, por la convivencia diaria, porque se van comunicando unos a otros sus propios valores; pero no como un método didáctico en el cual las ideas no se plantean para que el otro las asimile, sino que se enseñan como las únicas válidas y verdaderas.

Se asume que los valores se pueden inculcar tal como se enseña un tema de matemáticas o de ciencias naturales, pero, una educación en valores de este tipo se queda en una instrucción de tipo conceptualista que no garantiza una formación moral del alumno, ya que, por ejemplo, saber o conocer el valor “justicia” y aprender que es bueno ser justo no hace que los estudiantes vayan a ser justos o que en la vida práctica vayan a valorar las actuaciones justas.

Lo que la escuela debe hacer en tal aspecto, es facilitar los espacios para que los alumnos clarifiquen sus propios valores, es decir, aquellos que han heredado de sus familias y de sus comunidades y, los que han construido a lo largo de su formación. A partir de experiencias concretas se alcanzan las ideas generales en torno a uno mismo, siendo el mejor proceso para alcanzar valores que edifiquen una educada personalidad y no un simple conjunto de valores que hay que aprenderse de memoria sin siquiera conocerlos ni practicarlos. Aquí entra en juego la reflexión propia y el diálogo, para que cada alumno en lo particular descubra y explique sus propios valores, analizándolos a profundidad para decidir cuales asume y cuales reformula o rechaza.

Así mismo, mediante el diálogo, el estudiante interactúa con otras maneras de valorar, con otras escalas de valores distintas a la suya y, confronta su mundo de valores con los de sus compañeros y los del mismo docente, para enriquecer su visión y llegar a sus propias conclusiones.