/ lunes 29 de noviembre de 2021

Inconformidad en el Frac. Guadalupe

La tarde del día 22 de noviembre del año que corre, asistí a una reunión de vecinos del fraccionamiento Guadalupe, donde se trataron asuntos relacionados con el servicio del gas subterráneo, que una empresa dedicada a ese ramo pretende instalar.

Una vez superados los dislates y desfiguros que implica el principio de cualquier movimiento, se concluyó que la inconformidad se sustenta en cuatro puntos torales. Primero: El peligro inminente y permanente que representa una obra de esa naturaleza. Segundo: La desconfianza de los materiales, que una vez sepultados no dejan huella de su pésima calidad, pero que en los estándares de la corrupción son autorizados y legitimados. Tercero: La incomodidad que genera a los habitantes la sucia y pésima mano de obra y Cuarto: La ausencia de consulta a los vecinos, quienes lo tomaron como una falta de respeto a su dignidad y patrimonio.

Una vez rescatados los acuerdos principales y concluidas las acciones de esa misma noche, ahí mismo se convocó a otra reunión para el día siguiente, donde al llegar a ella el que esto escribe, ya se encontraban ahí, algunos funcionarios municipales, los que al abrir el diálogo se dieron el lujo de decir “que acudían en calidad de invitados”.

Como vecino, asumo la responsabilidad individual de mi muy particular punto de vista, sobre lo que de éstos me llamó la atención, ya que de buenas a primeras expresaron que “se ponían de parte de los vecinos” lo que fue suficiente para que les tomaran la palabra y depositaran su confianza en ellos, a lo que yo también me sumé, pero sin manifestar en ese momento lo que la intuición me dictaba, ya que las palabras clave que vertieron no fueron expresadas veladamente, sino abiertamente.

Sin duda que la elocuencia no tuvo desperdicio cuando uno de ellos nos ilustró ampliamente sobre las dificultades por las que atravesaban siempre los adelantos del progreso y lo que nos perdíamos cuando no llegaban oportunamente a nosotros, pero una vez que lo hacían no nos daba pena reconocer el beneficio que nos brindan y citó como ejemplo el teléfono celular.

De ahí que el diálogo fuera de ida y vuelta, nos escucharon y nos dieron la razón y pese a dicha posición no desperdiciaron el tiempo, ni cuidaron las formas para dejar ver de qué lado estaban, aunque siempre negaron que no iban a defender a la empresa.

Pero el beneficio de la duda se disipó el día 24 de noviembre, cuando el responsable de suspender la obra, declaró y ponderó ante los medios de comunicación, las bondades de la empresa y respecto a la inconformidad de los vecinos, abundó: Que “los seguiría atendiendo y que buscaría la forma para transitar más tranquilos y que los vecinos se sientan lo menos afectados”.

No se necesita ser buen entendedor para descifrar dicho juego de palabras, que conlleva a pensar que usarán otros medios que no laceren el estado de ánimo de los vecinos, a los que en el diálogo adelantó: La posibilidad de una encuesta, en la que seguramente ya cuentan con la metodología a modo, para que despiste el tufo que los habitantes en comento no soportan.

Para ir concluyendo sólo me resta decir, que hay que tomar con pinzas dicho acuerdo, y estar alertas, porque jamás mencionaron una suspensión definitiva, pero en cambio sí fueron reiterativos en “suspender mientras no estemos de acuerdo” lo que deja la puerta abierta para que los interesados del negocio se activen y contraataquen y hagan uso de nuestras propias armas, las que más temprano que tarde empuñarán los mismos vecinos.

Tampoco hay que descartar que los funcionarios que acudieron a escucharnos, en el discurso dijeron apoyarnos, pero aseguro que también vinieron a medirnos; porque “el estate quieto que nos aplicaron”, no es para ayudarnos como algunos pudieran creer, sino para reparar un daño que desde un principio debieron evitarnos. Además, les advierto a los vecinos que pudieran molestarse, por manifestar mi desconfianza, que no me apenará pedir perdón a estos funcionarios, si en su intervención no hay truco.

La tarde del día 22 de noviembre del año que corre, asistí a una reunión de vecinos del fraccionamiento Guadalupe, donde se trataron asuntos relacionados con el servicio del gas subterráneo, que una empresa dedicada a ese ramo pretende instalar.

Una vez superados los dislates y desfiguros que implica el principio de cualquier movimiento, se concluyó que la inconformidad se sustenta en cuatro puntos torales. Primero: El peligro inminente y permanente que representa una obra de esa naturaleza. Segundo: La desconfianza de los materiales, que una vez sepultados no dejan huella de su pésima calidad, pero que en los estándares de la corrupción son autorizados y legitimados. Tercero: La incomodidad que genera a los habitantes la sucia y pésima mano de obra y Cuarto: La ausencia de consulta a los vecinos, quienes lo tomaron como una falta de respeto a su dignidad y patrimonio.

Una vez rescatados los acuerdos principales y concluidas las acciones de esa misma noche, ahí mismo se convocó a otra reunión para el día siguiente, donde al llegar a ella el que esto escribe, ya se encontraban ahí, algunos funcionarios municipales, los que al abrir el diálogo se dieron el lujo de decir “que acudían en calidad de invitados”.

Como vecino, asumo la responsabilidad individual de mi muy particular punto de vista, sobre lo que de éstos me llamó la atención, ya que de buenas a primeras expresaron que “se ponían de parte de los vecinos” lo que fue suficiente para que les tomaran la palabra y depositaran su confianza en ellos, a lo que yo también me sumé, pero sin manifestar en ese momento lo que la intuición me dictaba, ya que las palabras clave que vertieron no fueron expresadas veladamente, sino abiertamente.

Sin duda que la elocuencia no tuvo desperdicio cuando uno de ellos nos ilustró ampliamente sobre las dificultades por las que atravesaban siempre los adelantos del progreso y lo que nos perdíamos cuando no llegaban oportunamente a nosotros, pero una vez que lo hacían no nos daba pena reconocer el beneficio que nos brindan y citó como ejemplo el teléfono celular.

De ahí que el diálogo fuera de ida y vuelta, nos escucharon y nos dieron la razón y pese a dicha posición no desperdiciaron el tiempo, ni cuidaron las formas para dejar ver de qué lado estaban, aunque siempre negaron que no iban a defender a la empresa.

Pero el beneficio de la duda se disipó el día 24 de noviembre, cuando el responsable de suspender la obra, declaró y ponderó ante los medios de comunicación, las bondades de la empresa y respecto a la inconformidad de los vecinos, abundó: Que “los seguiría atendiendo y que buscaría la forma para transitar más tranquilos y que los vecinos se sientan lo menos afectados”.

No se necesita ser buen entendedor para descifrar dicho juego de palabras, que conlleva a pensar que usarán otros medios que no laceren el estado de ánimo de los vecinos, a los que en el diálogo adelantó: La posibilidad de una encuesta, en la que seguramente ya cuentan con la metodología a modo, para que despiste el tufo que los habitantes en comento no soportan.

Para ir concluyendo sólo me resta decir, que hay que tomar con pinzas dicho acuerdo, y estar alertas, porque jamás mencionaron una suspensión definitiva, pero en cambio sí fueron reiterativos en “suspender mientras no estemos de acuerdo” lo que deja la puerta abierta para que los interesados del negocio se activen y contraataquen y hagan uso de nuestras propias armas, las que más temprano que tarde empuñarán los mismos vecinos.

Tampoco hay que descartar que los funcionarios que acudieron a escucharnos, en el discurso dijeron apoyarnos, pero aseguro que también vinieron a medirnos; porque “el estate quieto que nos aplicaron”, no es para ayudarnos como algunos pudieran creer, sino para reparar un daño que desde un principio debieron evitarnos. Además, les advierto a los vecinos que pudieran molestarse, por manifestar mi desconfianza, que no me apenará pedir perdón a estos funcionarios, si en su intervención no hay truco.