/ sábado 30 de noviembre de 2019

Inestabilidad y pobreza

El aumento de la pobreza es un problema que se agudiza en la mayor parte de los países sin importar su grado de desarrollo, filiación ideológica de sus gobiernos o ubicación geográfica. En un informe del área de desarrollo humano de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se afirma que la pobreza “ya no es inevitable”, entendiendo a la pobreza no sólo como insuficiencia de ingreso, sino en la perspectiva de desarrollo humano, como “negación y denegación de opciones y oportunidades para vivir una vida tolerable, que implica vivir una vida larga, con libertad, dignidad, respeto por sí mismo y de los demás”.

En toda sociedad debe existir condición para una esperanza de vida digna y la garantía de acceso a los servicios sociales básicos. Aunque hay grandes logros en las condiciones de vida de los seres humanos, lo que prevalece es la desigualdad, los retrocesos, siendo el combate a la pobreza el problema más grave que deben atender los gobernantes.

La inestabilidad económica, social y política afecta por igual a los países en vías de desarrollo que a los industrializados, siendo que el promedio en el nivel de ingresos no es suficiente para cubrir las demandas básicas de las familias, propiciando que millones de habitantes en el mundo enfrenten una difícil y lacerante realidad.

La pobreza, la exclusión social y la falta de oportunidades para vivir una vida tolerable, se ve como una forma de violencia estructural que puede y debe ser evitada.

La inestabilidad en general es la incapacidad de mantener o recuperar el equilibrio, es una alteración constante o frecuente a la normalidad. Este es uno de los factores que ha propiciado las enormes diferencias entre los diversos integrantes de una sociedad. La estabilidad social es una de las propiedades más importantes para la existencia de un desarrollo equilibrado y sostenible que contribuya al progreso real de la sociedad.

La estabilidad económica permite una actividad constante que repercute en incrementos en los salarios reales, mayor productividad, y con ello una reducción en el precio de productos básicos, incluidos en la canasta alimentaria utilizada como punto de referencia en la medición de la pobreza. Es claro que la reducción de la pobreza puede darse a partir de decisiones en materia de política social.

Un ejemplo de esto en México fue darle continuidad durante 18 años a un programa social (Progresa-Oportunidades-Prospera) mediante el cual se atendió a millones de mexicanos en los temas alimentario, atención médica, vivienda, educación, priorizando el desarrollo de las capacidades de la personas. Dicho esfuerzo en lugar de desaparecerlo debió fortalecerse, porque en los hechos dio frutos en términos del abatimiento de la pobreza.

De hecho, un factor que permite que se observe en los últimos años una reducción de la pobreza es México es la estabilidad económica, reflejada en crecimiento constante del Producto Interno Bruto (2.4% en promedio los últimos 30 años; insuficiente, pero mejor que el estancamiento o la recesión), en tasas de inflación reducidas y una estabilidad de los tipos de cambio de nuestra moneda.

Johan Galtung, experto en temas de investigación para la paz, partiendo de la definición generalista de la paz como ausencia de violencia, sostiene una concepción amplia de la violencia, más allá de una violencia física en la que relaciona directamente a la paz y el desarrollo. La paz, en sentido amplio, es la ausencia tanto de la violencia directa como de violencia estructural entre los Estados y dentro de los Estados. Lo que supone la posibilidad de lograr la satisfacción de las necesidades humanas básicas: supervivencia, bienestar, identidad y libertad para todos.

Es decir, la ausencia de paz, la violencia, está directamente relacionada con obstáculos o impedimentos a las posibilidades de desarrollo humano. Por lo tanto, Galtung considera que la violencia está presente cuando los seres humanos se ven influidos de tal manera que sus realizaciones efectivas, somáticas y mentales están por debajo de sus realizaciones potenciales, de modo que cuando lo potencial es mayor que lo efectivo -y ello es evitable-, existe violencia. Subraya que la pobreza (miseria) es una forma de sufrimiento, es la privación de las necesidades básicas implantadas en la estructura y justificada por la cultura.

La pobreza es una forma de violencia estructural o indirecta, ya que esta tiene un poder desigual, y por consecuencia oportunidades de vida distintas. La pobreza se apoya en la violencia cultural, es decir, la ideología, la lengua, el arte o la ciencia pueden servir para justificar y legitimar la existencia de la pobreza.

De ahí la necesidad actual de gobiernos equilibrados, incluyentes, que acepten las diversas visiones al interior de cada nación. Gobernantes con una visión amplia, capaces de predecir las condiciones de futuro para tomar decisiones acertadas y a tiempo, que combatan la violencia estructural y con ello la desigualdad.

Es momento de preguntarnos si los gobiernos de hoy están ocupados en esta tarea trascendente o si tienen la vista nublada y se dedican a imponer sus visiones políticas e ideológicas a los gobernados, dividiendo a la sociedad y con ello abriendo las puertas a la violencia estructural permanente que tanto dolor humano genera.

El aumento de la pobreza es un problema que se agudiza en la mayor parte de los países sin importar su grado de desarrollo, filiación ideológica de sus gobiernos o ubicación geográfica. En un informe del área de desarrollo humano de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se afirma que la pobreza “ya no es inevitable”, entendiendo a la pobreza no sólo como insuficiencia de ingreso, sino en la perspectiva de desarrollo humano, como “negación y denegación de opciones y oportunidades para vivir una vida tolerable, que implica vivir una vida larga, con libertad, dignidad, respeto por sí mismo y de los demás”.

En toda sociedad debe existir condición para una esperanza de vida digna y la garantía de acceso a los servicios sociales básicos. Aunque hay grandes logros en las condiciones de vida de los seres humanos, lo que prevalece es la desigualdad, los retrocesos, siendo el combate a la pobreza el problema más grave que deben atender los gobernantes.

La inestabilidad económica, social y política afecta por igual a los países en vías de desarrollo que a los industrializados, siendo que el promedio en el nivel de ingresos no es suficiente para cubrir las demandas básicas de las familias, propiciando que millones de habitantes en el mundo enfrenten una difícil y lacerante realidad.

La pobreza, la exclusión social y la falta de oportunidades para vivir una vida tolerable, se ve como una forma de violencia estructural que puede y debe ser evitada.

La inestabilidad en general es la incapacidad de mantener o recuperar el equilibrio, es una alteración constante o frecuente a la normalidad. Este es uno de los factores que ha propiciado las enormes diferencias entre los diversos integrantes de una sociedad. La estabilidad social es una de las propiedades más importantes para la existencia de un desarrollo equilibrado y sostenible que contribuya al progreso real de la sociedad.

La estabilidad económica permite una actividad constante que repercute en incrementos en los salarios reales, mayor productividad, y con ello una reducción en el precio de productos básicos, incluidos en la canasta alimentaria utilizada como punto de referencia en la medición de la pobreza. Es claro que la reducción de la pobreza puede darse a partir de decisiones en materia de política social.

Un ejemplo de esto en México fue darle continuidad durante 18 años a un programa social (Progresa-Oportunidades-Prospera) mediante el cual se atendió a millones de mexicanos en los temas alimentario, atención médica, vivienda, educación, priorizando el desarrollo de las capacidades de la personas. Dicho esfuerzo en lugar de desaparecerlo debió fortalecerse, porque en los hechos dio frutos en términos del abatimiento de la pobreza.

De hecho, un factor que permite que se observe en los últimos años una reducción de la pobreza es México es la estabilidad económica, reflejada en crecimiento constante del Producto Interno Bruto (2.4% en promedio los últimos 30 años; insuficiente, pero mejor que el estancamiento o la recesión), en tasas de inflación reducidas y una estabilidad de los tipos de cambio de nuestra moneda.

Johan Galtung, experto en temas de investigación para la paz, partiendo de la definición generalista de la paz como ausencia de violencia, sostiene una concepción amplia de la violencia, más allá de una violencia física en la que relaciona directamente a la paz y el desarrollo. La paz, en sentido amplio, es la ausencia tanto de la violencia directa como de violencia estructural entre los Estados y dentro de los Estados. Lo que supone la posibilidad de lograr la satisfacción de las necesidades humanas básicas: supervivencia, bienestar, identidad y libertad para todos.

Es decir, la ausencia de paz, la violencia, está directamente relacionada con obstáculos o impedimentos a las posibilidades de desarrollo humano. Por lo tanto, Galtung considera que la violencia está presente cuando los seres humanos se ven influidos de tal manera que sus realizaciones efectivas, somáticas y mentales están por debajo de sus realizaciones potenciales, de modo que cuando lo potencial es mayor que lo efectivo -y ello es evitable-, existe violencia. Subraya que la pobreza (miseria) es una forma de sufrimiento, es la privación de las necesidades básicas implantadas en la estructura y justificada por la cultura.

La pobreza es una forma de violencia estructural o indirecta, ya que esta tiene un poder desigual, y por consecuencia oportunidades de vida distintas. La pobreza se apoya en la violencia cultural, es decir, la ideología, la lengua, el arte o la ciencia pueden servir para justificar y legitimar la existencia de la pobreza.

De ahí la necesidad actual de gobiernos equilibrados, incluyentes, que acepten las diversas visiones al interior de cada nación. Gobernantes con una visión amplia, capaces de predecir las condiciones de futuro para tomar decisiones acertadas y a tiempo, que combatan la violencia estructural y con ello la desigualdad.

Es momento de preguntarnos si los gobiernos de hoy están ocupados en esta tarea trascendente o si tienen la vista nublada y se dedican a imponer sus visiones políticas e ideológicas a los gobernados, dividiendo a la sociedad y con ello abriendo las puertas a la violencia estructural permanente que tanto dolor humano genera.