/ miércoles 12 de febrero de 2020

Intelectuales (II)

¿De dónde salió esa preocupación por el futuro del país? ¿Cuándo les nació ese afán por hacer escrutinio de cada sílaba pronunciada por el presidente? Uno más bien los recuerda haciendo mofa de aquellos que responsabilizaban al gobierno del más mínimo problema que ocurre en el país. Pero súbitamente han mutado en vigías de un futuro que se imaginan apocalíptico.

Los otrora promotores del echeleganismo han dejado atrás la bandera de la transformación del mundo por voluntad individual y emprenden campaña para evitar la ruina anunciada. Para su cruzada apelan a la fatalidad cíclica de la historia (ellos, entusiastas del fin de la historia).

Así, nos alertan que la evidente manipulación de masas que vivimos es justo lo que hacía Goebbels. Las intenciones del gobierno es dirigirnos a un estado totalitario como la Unión Soviética. Pronto asistiremos a un sistema de partido único no ya como el viejo PRI, sino como ocurre en China.

Su mundo del intelectual exquisito que no debe comprometerse con ninguna causa porque eso siempre es en detrimento del arte puro, ha muerto. Es que esta causa sí es legítima, y no podemos quedarnos con los brazos cruzados ante el fascismo, nos dicen.

Desde que hay alternancia han justificado cada decisión tomada por la mayoría, y es que ellos aman la democracia. Pero ahora empiezan a cuestionar la legitimidad del voto popular. De irresponsable no bajan al elector por no dividir su voto. Además lo sermonean con lecciones sofisticadas de geopolítica: ¿Aún no comprendes el fenómeno del populismo? Es una pandemia peor que el coronavirus. ¿Leíste el editorial del The Economist sobre la catástrofe que va significar el Brexit? Deberías leer este artículo del New York Times. Trata de la pos verdad y Trump.

Dice Fernando Escalante en su magnífico libro sobre el neoliberalismo que un gran aliado de este es la izquierda, quien supuestamente lo combate. Pero es que al frivolizarlo, al convertirlo en insulto, al dotarlo de un aura maligna sin mayor análisis, se pierde el rigor conceptual y se evade lo fundamental de la discusión. La de Pinochet era una dictadura militar neoliberal. Ergo, cualquier programa político neoliberal trae el rifle bajo el brazo.

Así parecen razonar quienes esquematizan el populismo y lo convierten en una categoría pura que baja sin mayor problema al mundo fáctico. Por eso es que nos dirigimos inexorablemente a convertirnos en Venezuela, Hungría, Rusia. Dependiendo de la aversión geográfica del intelectual en turno es donde está signado nuestro destino.

No es un pecado adscribirse a un proyecto político. Lo que sí es inaceptable es la incongruencia respecto a sus propias ideas, que tanto vociferaron durante años. Algunos de ellos se construyeron un prestigio en los medios precisamente por esas convicciones, por la estridencia de sus denuncias (de un lado o del otro). Por supuesto que los hay consecuentes en sus críticas con independencia de quien gobierne. Son los menos, pero la mayoría de las ocasiones son las voces que hay que escuchar en medio del ruido que ensordece. Pero merecen un comentario aparte.

¿De dónde salió esa preocupación por el futuro del país? ¿Cuándo les nació ese afán por hacer escrutinio de cada sílaba pronunciada por el presidente? Uno más bien los recuerda haciendo mofa de aquellos que responsabilizaban al gobierno del más mínimo problema que ocurre en el país. Pero súbitamente han mutado en vigías de un futuro que se imaginan apocalíptico.

Los otrora promotores del echeleganismo han dejado atrás la bandera de la transformación del mundo por voluntad individual y emprenden campaña para evitar la ruina anunciada. Para su cruzada apelan a la fatalidad cíclica de la historia (ellos, entusiastas del fin de la historia).

Así, nos alertan que la evidente manipulación de masas que vivimos es justo lo que hacía Goebbels. Las intenciones del gobierno es dirigirnos a un estado totalitario como la Unión Soviética. Pronto asistiremos a un sistema de partido único no ya como el viejo PRI, sino como ocurre en China.

Su mundo del intelectual exquisito que no debe comprometerse con ninguna causa porque eso siempre es en detrimento del arte puro, ha muerto. Es que esta causa sí es legítima, y no podemos quedarnos con los brazos cruzados ante el fascismo, nos dicen.

Desde que hay alternancia han justificado cada decisión tomada por la mayoría, y es que ellos aman la democracia. Pero ahora empiezan a cuestionar la legitimidad del voto popular. De irresponsable no bajan al elector por no dividir su voto. Además lo sermonean con lecciones sofisticadas de geopolítica: ¿Aún no comprendes el fenómeno del populismo? Es una pandemia peor que el coronavirus. ¿Leíste el editorial del The Economist sobre la catástrofe que va significar el Brexit? Deberías leer este artículo del New York Times. Trata de la pos verdad y Trump.

Dice Fernando Escalante en su magnífico libro sobre el neoliberalismo que un gran aliado de este es la izquierda, quien supuestamente lo combate. Pero es que al frivolizarlo, al convertirlo en insulto, al dotarlo de un aura maligna sin mayor análisis, se pierde el rigor conceptual y se evade lo fundamental de la discusión. La de Pinochet era una dictadura militar neoliberal. Ergo, cualquier programa político neoliberal trae el rifle bajo el brazo.

Así parecen razonar quienes esquematizan el populismo y lo convierten en una categoría pura que baja sin mayor problema al mundo fáctico. Por eso es que nos dirigimos inexorablemente a convertirnos en Venezuela, Hungría, Rusia. Dependiendo de la aversión geográfica del intelectual en turno es donde está signado nuestro destino.

No es un pecado adscribirse a un proyecto político. Lo que sí es inaceptable es la incongruencia respecto a sus propias ideas, que tanto vociferaron durante años. Algunos de ellos se construyeron un prestigio en los medios precisamente por esas convicciones, por la estridencia de sus denuncias (de un lado o del otro). Por supuesto que los hay consecuentes en sus críticas con independencia de quien gobierne. Son los menos, pero la mayoría de las ocasiones son las voces que hay que escuchar en medio del ruido que ensordece. Pero merecen un comentario aparte.