/ domingo 30 de diciembre de 2018

Intellego ut credam

¡Caminemos con un espíritu de identidad! Es importante que todo aquello que nos propongamos realizar, esté cimentado en el espíritu de Jesucristo, fundamento absoluto de toda nuestra acción pastoral.

Aún con el gozo de haber contemplado «la palabra de Dios hecha carne» (Jn. 1, 14), hoy tenemos la gracia de recibir un año nuevo, y con él un cúmulo de bendiciones provenientes del Padre que en el Hijo y que por la gracia del Espíritu Santo plenifica el tiempo.

Se abre un horizonte inédito para proseguir reescribiendo la historia de nuestra propia salvación. El año concluido nos ha dejado la grata satisfacción de haber vivido un tremendo padecimiento de enfermedad y superado por la gracia de Dios en su servidor, así, como la intervención deprecatoria a través de la oración de miles de personas, especialmente mi comunidad parroquial. «El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres» (Sal 126, 3).

¡Caminemos con un espíritu de certeza! Un nuevo año se abre ante nosotros y ello, es ya signo real de bendición. Caminemos con la certeza de sabernos acompañados por el Hijo de Dios, que se encarnó hace dos milenios por amor a los hombres y continúa haciéndose presente en medio de nuestras realidades temporales imbuidas de incertidumbre.

Indudablemente que en Jesucristo el hombre ha encontrado respuesta a las interrogantes más acuciantes, incluida la muerte. Los discípulos que hemos conocido a Jesucristo camino, verdad y vida, no podemos ni debemos caminar en la zozobra y desacierto de ideologías parcas y efímeras que proliferan en nuestros entornos.

¡Caminemos con un espíritu de esperanza! Hoy somos testigos de una vertiginosidad social que ha generado no pocos desequilibrios de orden económico, ecológico y moral, tales desórdenes, en consecuencia, han engendrado una desesperanza y desencanto que con facilidad se puede percibir.

Ante este panorama, los discípulos que han depositado su confianza en Jesucristo han de mantenerse firmes, más aún en un espíritu de solidaridad, tal y como lo señala la Constitución conciliar: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo» (GS 1).

¡Caminemos con un espíritu de identidad! Es importante que todo aquello que nos propongamos realizar, esté cimentado en el espíritu de Jesucristo, fundamento absoluto de toda nuestra acción pastoral. La realidad contemporánea es un tiempo de continuo movimiento, que a menudo converge en un acrecentado activismo, corremos el tremendo riesgo de quedarnos en el «hacer» y olvidarnos de nuestro «ser». Somos cristianos y como tales llamados a ser luz y fermento en nuestra historia circundante, tarea nada fácil, pero posible en Aquel que todo lo puede y nos ha llamado a prolongar su Reino en el devenir de la humanidad y concretamente, como misioneros valientes en esta tierra tamaulipeca.

¡Caminemos con un espíritu de oración! Uno de los propósitos que podemos implementar o afianzar, a nivel personal, familiar y parroquial, es la oración. No habrá poder alguno, que destruya los vínculos que los discípulos estrechen con su Padre Dios. Oremos: por el bienestar de nuestro país que se encuentra asediado por la falta de oportunidades y desempleo; por nuestros gobernantes para que no desistan de promover la justicia y la paz; por nuestras familias que gradualmente se ven amenazadas por la desintegración y carencia de auténticos valores humanos y cristianos; por nuestros hermanos más vulnerables que son victimas de atropellos en su dignidad.

A ejemplo de Jesucristo que no vino a condenar sino a perdonar, también, oremos por quienes inconscientemente están propiciando un desorden estructural. Sigamos orando unos por otros sin cesar.

¡Caminemos con un espíritu misionero! Que el 2019 sea el año de la conversión pastoral en nuestras comunidades parroquiales, mantenga el acento de que nuestros pueblos y ciudades se constituyan afectiva y efectivamente en «casa y escuela de comunión» en donde no dejen de seguir formándose discípulos y misioneros de Jesucristo (Cfr. DA 170). Que en esta renovación se retomen e integren las acciones que nos permita seguir dinamizando el Plan Integral de Pastoral para nuestra Arquidiócesis. Que la impronta de todo discípulo para el año que comienza siga siendo la misión.

¡Caminemos con un espíritu Mariano! Nos acompaña en este camino la Santísima Virgen, primera discípula y misionera, «Estrella de la nueva evangelización». Ella que ha querido quedarse estampada en la tilma del Tepeyac guie nuestros pasos misioneros por sendas de concordia y paz; ¡proteja nuestra patria y conserve nuestra fe! Para recibir la paz hay que confiar, hay que saber esperar en Dios. Les invito a que juntos ofrezcamos también nuestros pequeños sacrificios por la unidad de todas las naciones, para que Dios conceda a la humanidad el don de la paz.

Les deseo de todo corazón que el año 2019 esté lleno bendiciones en su familia, en su trabajo, en los estudios de los niños y de los jóvenes, y que juntos, en la vivencia de nuestra fe, fortalezcamos la paz.

¡Caminemos con un espíritu de identidad! Es importante que todo aquello que nos propongamos realizar, esté cimentado en el espíritu de Jesucristo, fundamento absoluto de toda nuestra acción pastoral.

Aún con el gozo de haber contemplado «la palabra de Dios hecha carne» (Jn. 1, 14), hoy tenemos la gracia de recibir un año nuevo, y con él un cúmulo de bendiciones provenientes del Padre que en el Hijo y que por la gracia del Espíritu Santo plenifica el tiempo.

Se abre un horizonte inédito para proseguir reescribiendo la historia de nuestra propia salvación. El año concluido nos ha dejado la grata satisfacción de haber vivido un tremendo padecimiento de enfermedad y superado por la gracia de Dios en su servidor, así, como la intervención deprecatoria a través de la oración de miles de personas, especialmente mi comunidad parroquial. «El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres» (Sal 126, 3).

¡Caminemos con un espíritu de certeza! Un nuevo año se abre ante nosotros y ello, es ya signo real de bendición. Caminemos con la certeza de sabernos acompañados por el Hijo de Dios, que se encarnó hace dos milenios por amor a los hombres y continúa haciéndose presente en medio de nuestras realidades temporales imbuidas de incertidumbre.

Indudablemente que en Jesucristo el hombre ha encontrado respuesta a las interrogantes más acuciantes, incluida la muerte. Los discípulos que hemos conocido a Jesucristo camino, verdad y vida, no podemos ni debemos caminar en la zozobra y desacierto de ideologías parcas y efímeras que proliferan en nuestros entornos.

¡Caminemos con un espíritu de esperanza! Hoy somos testigos de una vertiginosidad social que ha generado no pocos desequilibrios de orden económico, ecológico y moral, tales desórdenes, en consecuencia, han engendrado una desesperanza y desencanto que con facilidad se puede percibir.

Ante este panorama, los discípulos que han depositado su confianza en Jesucristo han de mantenerse firmes, más aún en un espíritu de solidaridad, tal y como lo señala la Constitución conciliar: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo» (GS 1).

¡Caminemos con un espíritu de identidad! Es importante que todo aquello que nos propongamos realizar, esté cimentado en el espíritu de Jesucristo, fundamento absoluto de toda nuestra acción pastoral. La realidad contemporánea es un tiempo de continuo movimiento, que a menudo converge en un acrecentado activismo, corremos el tremendo riesgo de quedarnos en el «hacer» y olvidarnos de nuestro «ser». Somos cristianos y como tales llamados a ser luz y fermento en nuestra historia circundante, tarea nada fácil, pero posible en Aquel que todo lo puede y nos ha llamado a prolongar su Reino en el devenir de la humanidad y concretamente, como misioneros valientes en esta tierra tamaulipeca.

¡Caminemos con un espíritu de oración! Uno de los propósitos que podemos implementar o afianzar, a nivel personal, familiar y parroquial, es la oración. No habrá poder alguno, que destruya los vínculos que los discípulos estrechen con su Padre Dios. Oremos: por el bienestar de nuestro país que se encuentra asediado por la falta de oportunidades y desempleo; por nuestros gobernantes para que no desistan de promover la justicia y la paz; por nuestras familias que gradualmente se ven amenazadas por la desintegración y carencia de auténticos valores humanos y cristianos; por nuestros hermanos más vulnerables que son victimas de atropellos en su dignidad.

A ejemplo de Jesucristo que no vino a condenar sino a perdonar, también, oremos por quienes inconscientemente están propiciando un desorden estructural. Sigamos orando unos por otros sin cesar.

¡Caminemos con un espíritu misionero! Que el 2019 sea el año de la conversión pastoral en nuestras comunidades parroquiales, mantenga el acento de que nuestros pueblos y ciudades se constituyan afectiva y efectivamente en «casa y escuela de comunión» en donde no dejen de seguir formándose discípulos y misioneros de Jesucristo (Cfr. DA 170). Que en esta renovación se retomen e integren las acciones que nos permita seguir dinamizando el Plan Integral de Pastoral para nuestra Arquidiócesis. Que la impronta de todo discípulo para el año que comienza siga siendo la misión.

¡Caminemos con un espíritu Mariano! Nos acompaña en este camino la Santísima Virgen, primera discípula y misionera, «Estrella de la nueva evangelización». Ella que ha querido quedarse estampada en la tilma del Tepeyac guie nuestros pasos misioneros por sendas de concordia y paz; ¡proteja nuestra patria y conserve nuestra fe! Para recibir la paz hay que confiar, hay que saber esperar en Dios. Les invito a que juntos ofrezcamos también nuestros pequeños sacrificios por la unidad de todas las naciones, para que Dios conceda a la humanidad el don de la paz.

Les deseo de todo corazón que el año 2019 esté lleno bendiciones en su familia, en su trabajo, en los estudios de los niños y de los jóvenes, y que juntos, en la vivencia de nuestra fe, fortalezcamos la paz.