/ domingo 17 de febrero de 2019

Intellego ut credam

Como Iglesia local, en el marco de diversos e importantes acontecimientos que se avecinan, como es la celebración de los primeros 400 años como Diócesis, la promulgación del Plan Integral de Pastoral.

Pastores y fieles nos decidimos a continuar con fuerza y determinación a seguir cumpliendo con la tarea de la Evangelización. Esto es, que continuaremos creativamente compartiendo la propia identidad; aquella más profunda y que es la esencia y la naturaleza de nuestra Iglesia, a saber, la Misión misma que la distingue desde su fundamento y su fundador, Cristo Señor y salvador nuestro. Un propósito que, a partir del Concilio Vaticano II, ha sido remarcado continuamente por el Magisterio y que tiene su reciente expresión en la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco.

Lo primero será asimilar la necesidad de comprometernos decididamente con la Evangelización. La Iglesia sabe que debe salir a buscar a los alejados y llegar al cruce de los caminos para invitar al banquete a los excluidos. Esto exige, señala el Papa, la conversión pastoral, que debe dejar atrás la visión burocrática, estática y administrativa de la pastoral y entrar en estado permanente de evangelización.

Se requiere entonces, ser creativos, ser facilitadores y no controladores de la gracia, estar muy cerca de la gente, ser una Iglesia de puertas abiertas que no se encierre en las estructuras que le dan solo falsa protección.

Pero también hemos de tratar de asimilar que los grandes desafíos de hoy son una gran oportunidad. Frente a los retos de la “urbanización de nuestra cultura” estamos llamados a huir de los riesgos que contradicen la evangelización, a saber, una fe cerrada en sí misma, en sus certezas doctrinales y que hace de la propia experiencia el criterio de verdad; y pensar que la gracia es solo un accesorio, pues los frutos vienen de las propias fuerzas. En lugar de sucumbir ante estas tentaciones es preciso aprovechar la oportunidad de lanzarnos a la Evangelización, sin demora, con novedad, con creatividad.

Si queremos que la evangelización penetre en la sociedad debemos trabajar por la familia. La familia atraviesa una crisis cultural profunda. Evangelii Gaudium hace notar que “la fragilidad de las relaciones se vuelve particularmente grave” en la familia, “célula fundamental de la sociedad, lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a los otros y donde los padres transmiten la fe a los hijos”. El matrimonio, agrega el Papa, “tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier modo y modificarse según la sensibilidad de cada uno”. Es preciso mostrar que la familia tiene una misión que supera el nivel de la emotividad y de las necesidades puntuales de sus miembros.

Hay que recordar que la evangelización tiene una clara dimensión social; la Iglesia sabe que su misión implica colaborar para resolver las causas de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los más pobres. Así mismo, empeñarse con gestos sencillos y cotidianos de solidaridad en afrontar las necesidades concretas de los que más necesidad tienen a nuestro alrededor.

El Papa hace alusión a temas puntuales como la situación de los migrantes, la presencia de nuevas esclavitudes, la responsabilidad particular cuando somos cómplices de la injusticia de la injusticia y el sufrimiento que viven muchas personas.

Y por supuesto, mantener siempre la alegría de evangelizar. Evangelizar no es una tarea para algunos y en determinados momentos. Es un compromiso de todos y a lo largo de toda nuestra vida. La nueva evangelización, escribe el Papa Francisco, se desarrolla bajo el primado de la acción del Espíritu Santo que infunde siempre y de nuevo el impulso misionero a partir de la oración, en la que la contemplación ocupa el puesto central.

En este sentido, el santo padre concluye el documento presentando a la santísima Virgen María como imagen de la acción genuina de anuncio y transmisión del Evangelio, que la Iglesia debe cumplir siempre con fuerte entusiasmo y amor fiel por el Señor, acompañando a todos los que caminan en la búsqueda de Dios.

Como Iglesia local, en el marco de diversos e importantes acontecimientos que se avecinan, como es la celebración de los primeros 400 años como Diócesis, la promulgación del Plan Integral de Pastoral.

Pastores y fieles nos decidimos a continuar con fuerza y determinación a seguir cumpliendo con la tarea de la Evangelización. Esto es, que continuaremos creativamente compartiendo la propia identidad; aquella más profunda y que es la esencia y la naturaleza de nuestra Iglesia, a saber, la Misión misma que la distingue desde su fundamento y su fundador, Cristo Señor y salvador nuestro. Un propósito que, a partir del Concilio Vaticano II, ha sido remarcado continuamente por el Magisterio y que tiene su reciente expresión en la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco.

Lo primero será asimilar la necesidad de comprometernos decididamente con la Evangelización. La Iglesia sabe que debe salir a buscar a los alejados y llegar al cruce de los caminos para invitar al banquete a los excluidos. Esto exige, señala el Papa, la conversión pastoral, que debe dejar atrás la visión burocrática, estática y administrativa de la pastoral y entrar en estado permanente de evangelización.

Se requiere entonces, ser creativos, ser facilitadores y no controladores de la gracia, estar muy cerca de la gente, ser una Iglesia de puertas abiertas que no se encierre en las estructuras que le dan solo falsa protección.

Pero también hemos de tratar de asimilar que los grandes desafíos de hoy son una gran oportunidad. Frente a los retos de la “urbanización de nuestra cultura” estamos llamados a huir de los riesgos que contradicen la evangelización, a saber, una fe cerrada en sí misma, en sus certezas doctrinales y que hace de la propia experiencia el criterio de verdad; y pensar que la gracia es solo un accesorio, pues los frutos vienen de las propias fuerzas. En lugar de sucumbir ante estas tentaciones es preciso aprovechar la oportunidad de lanzarnos a la Evangelización, sin demora, con novedad, con creatividad.

Si queremos que la evangelización penetre en la sociedad debemos trabajar por la familia. La familia atraviesa una crisis cultural profunda. Evangelii Gaudium hace notar que “la fragilidad de las relaciones se vuelve particularmente grave” en la familia, “célula fundamental de la sociedad, lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a los otros y donde los padres transmiten la fe a los hijos”. El matrimonio, agrega el Papa, “tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier modo y modificarse según la sensibilidad de cada uno”. Es preciso mostrar que la familia tiene una misión que supera el nivel de la emotividad y de las necesidades puntuales de sus miembros.

Hay que recordar que la evangelización tiene una clara dimensión social; la Iglesia sabe que su misión implica colaborar para resolver las causas de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los más pobres. Así mismo, empeñarse con gestos sencillos y cotidianos de solidaridad en afrontar las necesidades concretas de los que más necesidad tienen a nuestro alrededor.

El Papa hace alusión a temas puntuales como la situación de los migrantes, la presencia de nuevas esclavitudes, la responsabilidad particular cuando somos cómplices de la injusticia de la injusticia y el sufrimiento que viven muchas personas.

Y por supuesto, mantener siempre la alegría de evangelizar. Evangelizar no es una tarea para algunos y en determinados momentos. Es un compromiso de todos y a lo largo de toda nuestra vida. La nueva evangelización, escribe el Papa Francisco, se desarrolla bajo el primado de la acción del Espíritu Santo que infunde siempre y de nuevo el impulso misionero a partir de la oración, en la que la contemplación ocupa el puesto central.

En este sentido, el santo padre concluye el documento presentando a la santísima Virgen María como imagen de la acción genuina de anuncio y transmisión del Evangelio, que la Iglesia debe cumplir siempre con fuerte entusiasmo y amor fiel por el Señor, acompañando a todos los que caminan en la búsqueda de Dios.