/ domingo 25 de agosto de 2019

INTELLEGO UT CREDAM

La parroquia, la gran fortaleza de la Iglesia

Siendo la parroquia necesaria aunque insuficiente, ella acumula a lo largo de sus más de quince siglos de existencia, una serie de fortalezas, como el ser la entidad eclesial de mayor presencia y difusión, un lugar próximo y fácil de reconocer, y la institución cristiana que entra en contacto con un mayor y más diverso grupo de creyentes.

Se trata de un lugar donde se acoge a personas con diferentes niveles de participación. La parroquia incluye practicantes ocasionales y no practicantes, que buscan ritos y a veces consuelo, lo que la convierte en un gran puente de contacto entre la Iglesia y el “mundo”. Ella es un terreno donde la tarea misionera resulta, en este sentido, algo cotidiano.

Aún cuando es imposible contar con un diagnóstico acabado sobre la realidad de la parroquia particularmente en Latinoamérica. Se puede sin embargo, hacer una línea transversal, que nos permita reconocer aspectos basilares que permita ser a la paroquia un lugar privilegiado del encuentro con Jesucristo vivo.

Apremia entonces, ante las circunstancias particulares del siglo que vivimos la dimensión kerygmática, esto es, que en la parroquia tiene lugar el anuncio del mensaje cristiano, la proclamación de la palabra de Dios, y su enseñanza.

En ello cumplen un papel clave la catequesis, la acción misionera, la tarea profética de discernir el paso de Dios en los acontecimientos históricos, y la posibilidad de entrar en diálogo con las diferentes culturas.

En la parroquia la catequesis aparece como una de las actividades protagónicas que más laicos involucra, y de las más organizadas. El ámbito de la evangelización misionera parece ser una de las áreas más descuidadas en muchas comunidasdes parroquiales. La misión se consideró durante mucho tiempo algo restringido a las zonas rurales y muy asociada a la entrega de sacramentos.

Sin embargo, ella renace como fuerte anhelo en el último tiempo. Se aprecia una cierta ansia misionera especialmente en los laicos. También nos encontramos con una fuerte demanda de los laicos en orden a que los sacerdotes salgan de la parroquia; demanda en la que se funden el deseo misionero con el deseo de que la Iglesia conozca más de cerca la realidad, se abra y dialogue con aquellos que se han alejado.

Es de igualmente apremiante la razón de trabajar en la dimensión litúrgica espiritual. Siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano II, la doctrina del magisterio eclesial, la parroquia está llamada a actualizar el misterio pascual en la celebración de la Eucaristía y los sacramentos, a velar por la formación espiritual de los fieles y a ayudarlos a descubrir la riqueza y los beneficios de la oración.

Un signo de esperanza, sin embargo, es que los fieles piden espacios para el retiro espiritual, y el auge de los grupos de oración a nivel parroquial. Con respecto a la Eucaristía, aún cuando los documentos de mas recientes de los obispos nos dicen que “no se ha logrado plena conciencia de lo que significa la centralidad de la liturgia como fuente y culmen de la vida eclesial” y que “se pierde en muchos el sentido del día del Señor” (DSD 39), no se puede desconocer que la misa dominical es la actividad que más gente congrega, y con la que más se identifica a la actividad parroquial.

Las opiniones son un poco más críticas al referirse a las homilías, pero de todas maneras, se trata de apreciaciones bastante positivas. Suele existir, eso sí, el deseo de que las ceremonias sean menos frías, y que se mejore la acogida de quienes participan en la Eucaristía.

Por supuesto, está la fe que se ha de vivir con intensidad en el Amor. La dimensión solidaria. Es justo en ese aspecto donde podemos constatar que pareciera que la generalidad de las parroquias, tanto por su historia, como también por el hecho de estar confrontadas a la fuerte desigualdad social, mantienen algún tipo de actividad solidaria, que va desde sencillos grupos de caridad, hasta verdaderos programas de desarrollo social, pasando por clubes de ancianos, comedores, grupos de alcohólicos, talleres de manualidades, etc.

A menudo se trata de acciones generadas por un grupo pequeño, y que cuesta que sean asumidos por la comunidad parroquial plena, poniendo en riesgo su continuidad. Es menester, fortalecer la necesidasd de impactar la fe en las obras, mismas que se refieran a un greneroso y transparente testimonio que permita el auténticocrecimiento espiritual de los cristianos.

La parroquia, la gran fortaleza de la Iglesia

Siendo la parroquia necesaria aunque insuficiente, ella acumula a lo largo de sus más de quince siglos de existencia, una serie de fortalezas, como el ser la entidad eclesial de mayor presencia y difusión, un lugar próximo y fácil de reconocer, y la institución cristiana que entra en contacto con un mayor y más diverso grupo de creyentes.

Se trata de un lugar donde se acoge a personas con diferentes niveles de participación. La parroquia incluye practicantes ocasionales y no practicantes, que buscan ritos y a veces consuelo, lo que la convierte en un gran puente de contacto entre la Iglesia y el “mundo”. Ella es un terreno donde la tarea misionera resulta, en este sentido, algo cotidiano.

Aún cuando es imposible contar con un diagnóstico acabado sobre la realidad de la parroquia particularmente en Latinoamérica. Se puede sin embargo, hacer una línea transversal, que nos permita reconocer aspectos basilares que permita ser a la paroquia un lugar privilegiado del encuentro con Jesucristo vivo.

Apremia entonces, ante las circunstancias particulares del siglo que vivimos la dimensión kerygmática, esto es, que en la parroquia tiene lugar el anuncio del mensaje cristiano, la proclamación de la palabra de Dios, y su enseñanza.

En ello cumplen un papel clave la catequesis, la acción misionera, la tarea profética de discernir el paso de Dios en los acontecimientos históricos, y la posibilidad de entrar en diálogo con las diferentes culturas.

En la parroquia la catequesis aparece como una de las actividades protagónicas que más laicos involucra, y de las más organizadas. El ámbito de la evangelización misionera parece ser una de las áreas más descuidadas en muchas comunidasdes parroquiales. La misión se consideró durante mucho tiempo algo restringido a las zonas rurales y muy asociada a la entrega de sacramentos.

Sin embargo, ella renace como fuerte anhelo en el último tiempo. Se aprecia una cierta ansia misionera especialmente en los laicos. También nos encontramos con una fuerte demanda de los laicos en orden a que los sacerdotes salgan de la parroquia; demanda en la que se funden el deseo misionero con el deseo de que la Iglesia conozca más de cerca la realidad, se abra y dialogue con aquellos que se han alejado.

Es de igualmente apremiante la razón de trabajar en la dimensión litúrgica espiritual. Siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano II, la doctrina del magisterio eclesial, la parroquia está llamada a actualizar el misterio pascual en la celebración de la Eucaristía y los sacramentos, a velar por la formación espiritual de los fieles y a ayudarlos a descubrir la riqueza y los beneficios de la oración.

Un signo de esperanza, sin embargo, es que los fieles piden espacios para el retiro espiritual, y el auge de los grupos de oración a nivel parroquial. Con respecto a la Eucaristía, aún cuando los documentos de mas recientes de los obispos nos dicen que “no se ha logrado plena conciencia de lo que significa la centralidad de la liturgia como fuente y culmen de la vida eclesial” y que “se pierde en muchos el sentido del día del Señor” (DSD 39), no se puede desconocer que la misa dominical es la actividad que más gente congrega, y con la que más se identifica a la actividad parroquial.

Las opiniones son un poco más críticas al referirse a las homilías, pero de todas maneras, se trata de apreciaciones bastante positivas. Suele existir, eso sí, el deseo de que las ceremonias sean menos frías, y que se mejore la acogida de quienes participan en la Eucaristía.

Por supuesto, está la fe que se ha de vivir con intensidad en el Amor. La dimensión solidaria. Es justo en ese aspecto donde podemos constatar que pareciera que la generalidad de las parroquias, tanto por su historia, como también por el hecho de estar confrontadas a la fuerte desigualdad social, mantienen algún tipo de actividad solidaria, que va desde sencillos grupos de caridad, hasta verdaderos programas de desarrollo social, pasando por clubes de ancianos, comedores, grupos de alcohólicos, talleres de manualidades, etc.

A menudo se trata de acciones generadas por un grupo pequeño, y que cuesta que sean asumidos por la comunidad parroquial plena, poniendo en riesgo su continuidad. Es menester, fortalecer la necesidasd de impactar la fe en las obras, mismas que se refieran a un greneroso y transparente testimonio que permita el auténticocrecimiento espiritual de los cristianos.