/ domingo 27 de octubre de 2019

INTELLEGO UT CREDAM

Perspectivas eclesiales

A menos de un mes de la llegada del décimo arzobispo de Durango, monseñor Faustino Armendáriz; no sólo la ciudad, sino todas las parroquias, todas las comunidades, todos los grupos, todos los católicos que conforman el aún vasto territorio de la Arquidiócesis de Durango, han mostrado un extraordinario interés.

Ya se realizan en todas ellas los preparativos para la recepción del nuevo pastor. Se contempla con esperanzadora alegría, el inquietante interés por parte de la feligresía cómo la designación de un obispo tiene dimensiones profundas en su significado para la comunidad. Máxime una comunidad como la de la Arquidiócesis de Durango cuya particularidad distintiva es eminentemente de raigambre eclesial.

No cabe duda que en Durango se viven tiempos nuevos, tiempos esperanzadores abiertos a la novedad, con la riqueza de una iglesia que ha peregrinado durante cuatro siglos; hoy somos herederos de toda esta experiencia que nos asoma a estos tiempos nuevos, esperanzadores, pero también, tan difíciles para la fe.

Son tiempos en que a los laicos les interesa su iglesia y lo que sucede en ella; de igual forma, los medios de comunicación también están atentos al desarrollo de esta nueva iglesia, para poder compaginar la fe con la sensibilidad actual que implican circunstancias, luchas y aspiraciones. A vino nuevos odres nuevos.

La llegada de nuestro nuevo arzobispo, ilumina este importante horizonte de animación de la fe; de frente a los retos y desafíos del mundo que se estremece en una época de cambios, en los que las inercias, los vicios y los diversificados demonios rondan siempre cual león rugiente buscando a quien devorar. Atentos, dispuestos a caminar en la misma dirección de nuestro pastor, generosos y abiertos a seguir dando razón de nuestras esperanzas.

San Agustín nos comparte en un épico sermón “sobre los pastores” (n. 46. CCL 41), una reflexión sobre la gran misión y responsabilidad del obispo en la que su palabra, debe ser la misma de Dios, la cual brota con abundancia de su corazón para enseñar, guiar y santificar al pueblo. Así como lo hacía al inicio de su pontificado, Benedicto XVI, quien expresaba una idea semejante, y también lo hacía Pablo VI al inicio de la primera sesión del Concilio que él presidió.

El obispo tiene un ministerio de institución divina, por ello que su presencia y misión es esencial en la vivencia histórica de la fe evangélica, ya que es el sucesor de los Apóstoles y posee la plenitud del orden sacerdotal. “Con el obispo todo, sin el obispo nada”; “donde está el obispo, está Cristo” (S. Ignacio de Antioquía, obispo). Debemos tener claro que el obispo es el testigo fiel y garante de la verdad revelada y que debe ocuparse de la salvación de los cristianos por eso se dice que su propia salvación está íntimamente ligada a la salvación de su pueblo.

Con su llegada se reanimará nuestra Arquidiócesis en la esperanza y en la caridad, para reafirmar la convicción de que sólo a la luz del resucitado y el impulso del Espíritu Santo ayudan al hombre a poner sus propias expectativas en la esperanza que no defrauda. La profesión de fe de monseñor Armendáriz nos dará la certeza de que se debe confiar en la bondad misericordiosa de Dios, que nunca dejará de abrir caminos de salvación y de ofrecerlos la libertad de cada hombre por eso él estará encontrando un laicado vigoroso y comprometido que será su gran aliado.

Tal misión no es del todo fácil, la comunidad cristiana debemos orar incesantemente por nuestro arzobispo, como la primera comunidad oraba por Pedro. Nuestro obispo cuenta ya con la oración y el cariño de este pueblo.

Perspectivas eclesiales

A menos de un mes de la llegada del décimo arzobispo de Durango, monseñor Faustino Armendáriz; no sólo la ciudad, sino todas las parroquias, todas las comunidades, todos los grupos, todos los católicos que conforman el aún vasto territorio de la Arquidiócesis de Durango, han mostrado un extraordinario interés.

Ya se realizan en todas ellas los preparativos para la recepción del nuevo pastor. Se contempla con esperanzadora alegría, el inquietante interés por parte de la feligresía cómo la designación de un obispo tiene dimensiones profundas en su significado para la comunidad. Máxime una comunidad como la de la Arquidiócesis de Durango cuya particularidad distintiva es eminentemente de raigambre eclesial.

No cabe duda que en Durango se viven tiempos nuevos, tiempos esperanzadores abiertos a la novedad, con la riqueza de una iglesia que ha peregrinado durante cuatro siglos; hoy somos herederos de toda esta experiencia que nos asoma a estos tiempos nuevos, esperanzadores, pero también, tan difíciles para la fe.

Son tiempos en que a los laicos les interesa su iglesia y lo que sucede en ella; de igual forma, los medios de comunicación también están atentos al desarrollo de esta nueva iglesia, para poder compaginar la fe con la sensibilidad actual que implican circunstancias, luchas y aspiraciones. A vino nuevos odres nuevos.

La llegada de nuestro nuevo arzobispo, ilumina este importante horizonte de animación de la fe; de frente a los retos y desafíos del mundo que se estremece en una época de cambios, en los que las inercias, los vicios y los diversificados demonios rondan siempre cual león rugiente buscando a quien devorar. Atentos, dispuestos a caminar en la misma dirección de nuestro pastor, generosos y abiertos a seguir dando razón de nuestras esperanzas.

San Agustín nos comparte en un épico sermón “sobre los pastores” (n. 46. CCL 41), una reflexión sobre la gran misión y responsabilidad del obispo en la que su palabra, debe ser la misma de Dios, la cual brota con abundancia de su corazón para enseñar, guiar y santificar al pueblo. Así como lo hacía al inicio de su pontificado, Benedicto XVI, quien expresaba una idea semejante, y también lo hacía Pablo VI al inicio de la primera sesión del Concilio que él presidió.

El obispo tiene un ministerio de institución divina, por ello que su presencia y misión es esencial en la vivencia histórica de la fe evangélica, ya que es el sucesor de los Apóstoles y posee la plenitud del orden sacerdotal. “Con el obispo todo, sin el obispo nada”; “donde está el obispo, está Cristo” (S. Ignacio de Antioquía, obispo). Debemos tener claro que el obispo es el testigo fiel y garante de la verdad revelada y que debe ocuparse de la salvación de los cristianos por eso se dice que su propia salvación está íntimamente ligada a la salvación de su pueblo.

Con su llegada se reanimará nuestra Arquidiócesis en la esperanza y en la caridad, para reafirmar la convicción de que sólo a la luz del resucitado y el impulso del Espíritu Santo ayudan al hombre a poner sus propias expectativas en la esperanza que no defrauda. La profesión de fe de monseñor Armendáriz nos dará la certeza de que se debe confiar en la bondad misericordiosa de Dios, que nunca dejará de abrir caminos de salvación y de ofrecerlos la libertad de cada hombre por eso él estará encontrando un laicado vigoroso y comprometido que será su gran aliado.

Tal misión no es del todo fácil, la comunidad cristiana debemos orar incesantemente por nuestro arzobispo, como la primera comunidad oraba por Pedro. Nuestro obispo cuenta ya con la oración y el cariño de este pueblo.