/ domingo 24 de noviembre de 2019

INTELLEGO UT CREDAM

Un pastor para Durango según el corazón de Dios

Alégrense porque el Señor es bueno. Prorrumpan de alegría y de gozo porque el Señor viene, ya está aquí (Sal. 96). Así canta el salmista la gran esperanza que se hace cierta porque el Señor de la historia, el Señor de la vida cumple su promesa.

Así también para esta iglesia local de Durango que, tras larga espera de un pastor según el corazón de Dios, Él se ha acordado de su misericordia (Sal. 25) y nos ha mostrado su rostro de benevolencia a todos los hombres y mujeres que peregrinamos por estas benditas tierras de la Arquidiócesis de Durango. Por ello, acogemos con inmenso gozo de fe, esta providente y oportuna designación del Santo Padre Francisco, que ha tenido a bien, nombrar como décimo arzobispo a monseñor Faustino Armendáriz Jiménez.

Parafraseando las hermosas palabras del libro del Apocalipsis del Apóstol San Juan (Cfr. Ap. 2,1), hoy podemos afirmar que Dios elige en Cristo Jesús, obispo y buen pastor, a Faustino Armendáriz Jiménez como un ángel de Dios para la iglesia particular de Durango. El papa Francisco, un pastor que se ha caracterizado por impulsar una iglesia más misionera, en salida hacia las periferias, no se equivoca en elegir el extraordinario perfil que distingue el estilo personal de monseñor Armendáriz Jiménez.

En el contexto de una ardua labor que ha dejado el huerto sembrado por pastores extraordinarios que han depositado la buena semilla de parte de Dios. La distinción de este nombramiento de nuestro nuevo arzobispo, garantiza por mucho la exquisita continuidad de la generosa obra realizada en la floreciente iglesia local de Durango, de frente siempre a los nuevos retos y desafíos, con sus grandes riquezas y sus no pocas miserias.

No cabe duda que en Durango se viven tiempos nuevos, tiempos esperanzadores abiertos a la novedad, con la riqueza de una iglesia que ha peregrinado durante cuatro siglos; hoy somos herederos de toda esta experiencia que nos asoma a estos tiempos nuevos, esperanzadores, pero también, tan difíciles para la fe. Son tiempos en que a los laicos les interesa su iglesia y lo que sucede en ella; de igual forma, los medios de comunicación también están atentos al desarrollo de esta nueva iglesia, para poder compaginar la fe con la sensibilidad actual que implican circunstancias, luchas y aspiraciones. A vino nuevos odres nuevos.

La llegada de nuestro nuevo arzobispo, ilumina este importante horizonte de animación de la fe; de frente a los retos y desafíos del mundo que se estremece en una época de cambios, en los que las inercias, los vicios y los diversificados demonios rondan siempre cual león rugiente buscando a quien devorar.

Atentos, dispuestos a caminar en la misma dirección de nuestro pastor, generosos y abiertos a seguir dando razón de nuestras esperanzas. Con alegre esperanza, la iglesia local de Durango nos sentimos en la más profunda y generosa disposición para seguir preparándonos a recibir a quien será nuestro décimo arzobispo.

La comunidad católica unida en esta expectativa, nos hemos dado a la eclesial tarea de elevar nuestra plegaria para que el Señor dueño de la Mies, nos permita caminar con el pastor según su corazón en la persona de monseñor Faustino Armendáriz. Ahora, con seguridad, se siente fuertemente que el Espíritu Santo, como lo ha hecho en otras épocas de la historia sembrando nuevas energías espirituales y apostólicas, que sin duda serán plasmadas bajo la guía sabia y prudente de nuestro pastor.

La disposición en el contundente liderazgo eclesial y pastoral de Monseñor Faustino, ha sido clara y determinante, en el formato sobrio, elegante, sencillo, analítico y generoso. Pero también, se destaca su profunda raigambre intelectual y pastoral, misma que ha proyectado sustantivamente en el despliegue favorable de objetivos oportunos y sustentables en el marco de una metodología eclesial, que se finca en la fidelidad a la palabra de Dios, al magisterio eclesial, a la visión eclesiológica donde la misión permanente es prioridad para potencializar la nueva evangelización, en el marco de este cambio de época o mejor dicho, en esta época de cambios.

Desde mi óptica, así defino a este pastor que ahora viene a continuar este esfuerzo, a mantener vigente su testimonio coherente, que motiva a ser la iglesia que Cristo quiere, una iglesia bonita, semilla del reino.

Anhelamos seguir los pasos de aquel que es el sucesor de los apóstoles y como los apóstoles está llamado por Jesús a estar con Él (Cfr. Mc 3, 14). Porque allí encuentra su fortaleza y su confianza. Porque el obispo delante del tabernáculo aprende a confiarse y a confiar al Señor. Así madura en él la certeza de que incluso por la noche, mientras duerme, o de día, entre el trabajo y el sudor en el campo que cultiva, madura la semilla (cfr. Mc 4,26-29); ¡Ahí junto a nuestro pastor que reza! Uno que tiene el valor de discutir con Dios por su rebaño. Activo en la oración, que comparte la pasión y la cruz de su Señor. Hombre del anuncio, el obispo siente suyo el mandato que Jesús les dio: “Vayan y proclamen el Evangelio” (Mc. 16,15). ¡Ahí con nuestro pastor que cimente la comunión! El pastor reúne: Obispo para sus fieles, es cristiano con sus fieles. Que no se cansa de escuchar y no de oír solo chismes. Ahí junto a nuestro padre, amigo, compañero que se deja interpelar por la voz del espíritu, que se hace uno con su gente y sobre todo con su presbiterio, siempre disponible para recibir y alentar a sus sacerdotes.

Promueve con el ejemplo, más que con palabras, una genuina fraternidad sacerdotal, mostrando a los sacerdotes que uno es pastor para el rebaño, no por razones de prestigio o carrera. Distinguiendo y apartándose de aquellos curas trepadores, lacayos o lambiscones. Así lo ha reflexionado el papa Francisco, así lo remarca en sus enseñanzas, refiriéndose a los sacerdotes enfatiza: “No sean trepadores ni ambiciosos: apacienten el rebaño de Dios, no como amos de las personas que les han sido confiadas, sino haciéndose modelos del rebaño” (Cfr. 1 Pe 5,3).

Un pastor para Durango según el corazón de Dios

Alégrense porque el Señor es bueno. Prorrumpan de alegría y de gozo porque el Señor viene, ya está aquí (Sal. 96). Así canta el salmista la gran esperanza que se hace cierta porque el Señor de la historia, el Señor de la vida cumple su promesa.

Así también para esta iglesia local de Durango que, tras larga espera de un pastor según el corazón de Dios, Él se ha acordado de su misericordia (Sal. 25) y nos ha mostrado su rostro de benevolencia a todos los hombres y mujeres que peregrinamos por estas benditas tierras de la Arquidiócesis de Durango. Por ello, acogemos con inmenso gozo de fe, esta providente y oportuna designación del Santo Padre Francisco, que ha tenido a bien, nombrar como décimo arzobispo a monseñor Faustino Armendáriz Jiménez.

Parafraseando las hermosas palabras del libro del Apocalipsis del Apóstol San Juan (Cfr. Ap. 2,1), hoy podemos afirmar que Dios elige en Cristo Jesús, obispo y buen pastor, a Faustino Armendáriz Jiménez como un ángel de Dios para la iglesia particular de Durango. El papa Francisco, un pastor que se ha caracterizado por impulsar una iglesia más misionera, en salida hacia las periferias, no se equivoca en elegir el extraordinario perfil que distingue el estilo personal de monseñor Armendáriz Jiménez.

En el contexto de una ardua labor que ha dejado el huerto sembrado por pastores extraordinarios que han depositado la buena semilla de parte de Dios. La distinción de este nombramiento de nuestro nuevo arzobispo, garantiza por mucho la exquisita continuidad de la generosa obra realizada en la floreciente iglesia local de Durango, de frente siempre a los nuevos retos y desafíos, con sus grandes riquezas y sus no pocas miserias.

No cabe duda que en Durango se viven tiempos nuevos, tiempos esperanzadores abiertos a la novedad, con la riqueza de una iglesia que ha peregrinado durante cuatro siglos; hoy somos herederos de toda esta experiencia que nos asoma a estos tiempos nuevos, esperanzadores, pero también, tan difíciles para la fe. Son tiempos en que a los laicos les interesa su iglesia y lo que sucede en ella; de igual forma, los medios de comunicación también están atentos al desarrollo de esta nueva iglesia, para poder compaginar la fe con la sensibilidad actual que implican circunstancias, luchas y aspiraciones. A vino nuevos odres nuevos.

La llegada de nuestro nuevo arzobispo, ilumina este importante horizonte de animación de la fe; de frente a los retos y desafíos del mundo que se estremece en una época de cambios, en los que las inercias, los vicios y los diversificados demonios rondan siempre cual león rugiente buscando a quien devorar.

Atentos, dispuestos a caminar en la misma dirección de nuestro pastor, generosos y abiertos a seguir dando razón de nuestras esperanzas. Con alegre esperanza, la iglesia local de Durango nos sentimos en la más profunda y generosa disposición para seguir preparándonos a recibir a quien será nuestro décimo arzobispo.

La comunidad católica unida en esta expectativa, nos hemos dado a la eclesial tarea de elevar nuestra plegaria para que el Señor dueño de la Mies, nos permita caminar con el pastor según su corazón en la persona de monseñor Faustino Armendáriz. Ahora, con seguridad, se siente fuertemente que el Espíritu Santo, como lo ha hecho en otras épocas de la historia sembrando nuevas energías espirituales y apostólicas, que sin duda serán plasmadas bajo la guía sabia y prudente de nuestro pastor.

La disposición en el contundente liderazgo eclesial y pastoral de Monseñor Faustino, ha sido clara y determinante, en el formato sobrio, elegante, sencillo, analítico y generoso. Pero también, se destaca su profunda raigambre intelectual y pastoral, misma que ha proyectado sustantivamente en el despliegue favorable de objetivos oportunos y sustentables en el marco de una metodología eclesial, que se finca en la fidelidad a la palabra de Dios, al magisterio eclesial, a la visión eclesiológica donde la misión permanente es prioridad para potencializar la nueva evangelización, en el marco de este cambio de época o mejor dicho, en esta época de cambios.

Desde mi óptica, así defino a este pastor que ahora viene a continuar este esfuerzo, a mantener vigente su testimonio coherente, que motiva a ser la iglesia que Cristo quiere, una iglesia bonita, semilla del reino.

Anhelamos seguir los pasos de aquel que es el sucesor de los apóstoles y como los apóstoles está llamado por Jesús a estar con Él (Cfr. Mc 3, 14). Porque allí encuentra su fortaleza y su confianza. Porque el obispo delante del tabernáculo aprende a confiarse y a confiar al Señor. Así madura en él la certeza de que incluso por la noche, mientras duerme, o de día, entre el trabajo y el sudor en el campo que cultiva, madura la semilla (cfr. Mc 4,26-29); ¡Ahí junto a nuestro pastor que reza! Uno que tiene el valor de discutir con Dios por su rebaño. Activo en la oración, que comparte la pasión y la cruz de su Señor. Hombre del anuncio, el obispo siente suyo el mandato que Jesús les dio: “Vayan y proclamen el Evangelio” (Mc. 16,15). ¡Ahí con nuestro pastor que cimente la comunión! El pastor reúne: Obispo para sus fieles, es cristiano con sus fieles. Que no se cansa de escuchar y no de oír solo chismes. Ahí junto a nuestro padre, amigo, compañero que se deja interpelar por la voz del espíritu, que se hace uno con su gente y sobre todo con su presbiterio, siempre disponible para recibir y alentar a sus sacerdotes.

Promueve con el ejemplo, más que con palabras, una genuina fraternidad sacerdotal, mostrando a los sacerdotes que uno es pastor para el rebaño, no por razones de prestigio o carrera. Distinguiendo y apartándose de aquellos curas trepadores, lacayos o lambiscones. Así lo ha reflexionado el papa Francisco, así lo remarca en sus enseñanzas, refiriéndose a los sacerdotes enfatiza: “No sean trepadores ni ambiciosos: apacienten el rebaño de Dios, no como amos de las personas que les han sido confiadas, sino haciéndose modelos del rebaño” (Cfr. 1 Pe 5,3).