/ domingo 1 de diciembre de 2019

INTELLEGO UT CREDAM

Tiempo de adviento

El adviento es la preparación a la Navidad, es la celebración de la esperanza cristiana que nos recuerda que el centro de nuestra vida eclesial y litúrgica es Jesús. Y el espíritu que debe animarnos durante este tiempo es un tiempo de sobriedad.

Adviento viene de adventus, venida, llegada, porque es un tiempo especial de gracia que nos motiva en la esperanza de saber que El Señor viene y quiere hacer de nuestro corazón su humilde morada. Este año Dios mediante comenzamos este tiempo el 30 de noviembre y terminará el 24 de diciembre con la noche buena en la que celebramos el Nacimiento del Hijo de Dios. Este tiempo tan especial forma una unidad con la Navidad y la Epifanía.

Por eso en adviento hay espíritu de oración, espíritu de penitencia interior y exterior. La iglesia invita al pueblo a volverse a Dios. Sólo el Dios revelado a Moisés domina todo el universo, El es el único soberano, con palabras de fe, de esperanza. San Pablo exhorta a los cristianos a no amoldarnos al mundo presente en lo que tiene de caduco y contrario a la libertad de la nueva condición “Comprendan en qué tiempo estamos, y que ya es hora de despertar.

Nuestra salvación está ahora más cerca que cuando llegamos a la fe. La noche va muy avanzada y está cerca el día: Dejemos, pues, las obras propias de la oscuridad y revistámonos de una coraza de luz. Comportémonos con decencia, como se hace de día: nada de banquetes y borracheras, nada de prostitución y vicios, nada de pleitos y envidias. Más bien revístanse del Señor Jesucristo y no se dejen arrastrar por la carne para satisfacer sus deseos” (Rom. l3,11-14).

Por eso es importante saber discernir y distinguir estemos donde estemos, cuales cosas son las que nos salvan y cuales las que nos pierden, las primeras para tomarlas y profundizar en ellas, las segundas para hacerlas a un lado o dejarlas. Jesucristo, con su (Pascua) Vida, Muerte y Resurrección ya ha traído la plenitud de la vida en Dios a los hombres y nos emplaza a nuestra fidelidad. Si no nos esforzamos en vivir tal espíritu, la noche de Navidad, no tendrá sentido alguno y nuestros deseos carecerán de lo que debe ser causa y fundamento de nuestra alegría: Jesús, sin Él, nuestros buenos deseos de Enhorabuena caerán en un vacío difícil de llenar.

Se nos llama a vivir sobriamente ese anuncio gozoso y a responder a Él, mientras esperamos la venida del Señor cuando acogerá en su Reino a la Humanidad redimida. El encuentro se presenta en medio de las ocupaciones diarias. Caminar unidos, aunque con rumbos diferentes, ejemplificados con las Parábolas de “estar en vela” o como el “ladrón nocturno” que aunque con algo de oscuridad, no hay que caer en la superficialidad ni en la rutina, dándonos cuenta del momento en que vivimos, viviendo a plenitud la acción solidaria y en comunión con Dios y con los pobres, con espíritu de caridad, haciendo obras buenas, en todo tiempo y en especial en el de Adviento, tratando de evitar todo aquello que nos aparta de Cristo.

El camino del cristiano será imitar a Jesús viendo todo lo que podemos hacer para que los desalentados y oprimidos reciban una nueva esperanza… comenzando por nosotros mismos. La esperanza y la alegría de un Dios que no se cansa de decirnos: ¡Sean fuertes, no teman! “Yo mismo vengo a salvarlos”. Lejos de ceder a la tristeza y al pesimismo, alégrate siempre en el Señor, porque Jesús viene a buscar y a salvar lo que estaba perdido. En este camino al encuentro del Señor, es una excelente ocasión para mostrarle a Jesús que estamos vigilantes, atentos, activos… y con el corazón ocupado en amar a todos, especialmente a los más necesitados.

Sólo así atentos, nos daremos cuenta de ello y se vivirá la vigilancia en el gozo y en el amor. Oremos para que su amor, su paz y su luz transformen ya desde ahora nuestras vidas y las de todos nuestros hermanos.

Tiempo de adviento

El adviento es la preparación a la Navidad, es la celebración de la esperanza cristiana que nos recuerda que el centro de nuestra vida eclesial y litúrgica es Jesús. Y el espíritu que debe animarnos durante este tiempo es un tiempo de sobriedad.

Adviento viene de adventus, venida, llegada, porque es un tiempo especial de gracia que nos motiva en la esperanza de saber que El Señor viene y quiere hacer de nuestro corazón su humilde morada. Este año Dios mediante comenzamos este tiempo el 30 de noviembre y terminará el 24 de diciembre con la noche buena en la que celebramos el Nacimiento del Hijo de Dios. Este tiempo tan especial forma una unidad con la Navidad y la Epifanía.

Por eso en adviento hay espíritu de oración, espíritu de penitencia interior y exterior. La iglesia invita al pueblo a volverse a Dios. Sólo el Dios revelado a Moisés domina todo el universo, El es el único soberano, con palabras de fe, de esperanza. San Pablo exhorta a los cristianos a no amoldarnos al mundo presente en lo que tiene de caduco y contrario a la libertad de la nueva condición “Comprendan en qué tiempo estamos, y que ya es hora de despertar.

Nuestra salvación está ahora más cerca que cuando llegamos a la fe. La noche va muy avanzada y está cerca el día: Dejemos, pues, las obras propias de la oscuridad y revistámonos de una coraza de luz. Comportémonos con decencia, como se hace de día: nada de banquetes y borracheras, nada de prostitución y vicios, nada de pleitos y envidias. Más bien revístanse del Señor Jesucristo y no se dejen arrastrar por la carne para satisfacer sus deseos” (Rom. l3,11-14).

Por eso es importante saber discernir y distinguir estemos donde estemos, cuales cosas son las que nos salvan y cuales las que nos pierden, las primeras para tomarlas y profundizar en ellas, las segundas para hacerlas a un lado o dejarlas. Jesucristo, con su (Pascua) Vida, Muerte y Resurrección ya ha traído la plenitud de la vida en Dios a los hombres y nos emplaza a nuestra fidelidad. Si no nos esforzamos en vivir tal espíritu, la noche de Navidad, no tendrá sentido alguno y nuestros deseos carecerán de lo que debe ser causa y fundamento de nuestra alegría: Jesús, sin Él, nuestros buenos deseos de Enhorabuena caerán en un vacío difícil de llenar.

Se nos llama a vivir sobriamente ese anuncio gozoso y a responder a Él, mientras esperamos la venida del Señor cuando acogerá en su Reino a la Humanidad redimida. El encuentro se presenta en medio de las ocupaciones diarias. Caminar unidos, aunque con rumbos diferentes, ejemplificados con las Parábolas de “estar en vela” o como el “ladrón nocturno” que aunque con algo de oscuridad, no hay que caer en la superficialidad ni en la rutina, dándonos cuenta del momento en que vivimos, viviendo a plenitud la acción solidaria y en comunión con Dios y con los pobres, con espíritu de caridad, haciendo obras buenas, en todo tiempo y en especial en el de Adviento, tratando de evitar todo aquello que nos aparta de Cristo.

El camino del cristiano será imitar a Jesús viendo todo lo que podemos hacer para que los desalentados y oprimidos reciban una nueva esperanza… comenzando por nosotros mismos. La esperanza y la alegría de un Dios que no se cansa de decirnos: ¡Sean fuertes, no teman! “Yo mismo vengo a salvarlos”. Lejos de ceder a la tristeza y al pesimismo, alégrate siempre en el Señor, porque Jesús viene a buscar y a salvar lo que estaba perdido. En este camino al encuentro del Señor, es una excelente ocasión para mostrarle a Jesús que estamos vigilantes, atentos, activos… y con el corazón ocupado en amar a todos, especialmente a los más necesitados.

Sólo así atentos, nos daremos cuenta de ello y se vivirá la vigilancia en el gozo y en el amor. Oremos para que su amor, su paz y su luz transformen ya desde ahora nuestras vidas y las de todos nuestros hermanos.